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Un abismo que se ensancha

Para el régimen en Nicaragua la mejor de las soluciones sería que las elecciones que según la Constitución y las leyes deben realizarse en noviembre de este año, fueran nada más un trámite burocrático, o, mejor que eso, que no existieran del todo. Que no existieran los partidos políticos de oposición, ni tampoco los candidatos capaces de desafiar la cuarta reelección consecutiva de Daniel Ortega.

Esta es una antigua idea sacada del leninismo de manual acondicionado al trópico, donde, de todas maneras, el vicio de la reelección es más viejo que la revolución de octubre. La supuesta escogencia, ya tan obsoleta, sigue siendo entre democracia burguesa o democracia proletaria, aunque, en fin de cuentas, no es sino otra más simple: poder temporal, con alternancia democrática, o poder para siempre a toda costa.

La democracia representativa sale sobrando en la simpleza de este credo, porque la existencia de varios partidos en competencia, reza el alegato ideológico, sólo provoca disensiones. Entonces, la panacea, por mucho que huela a naftalina, es el partido único.

Los viejos telones rotos enseñan el tinglado de trampas y artimañas donde estas elecciones van a representarse. Al Consejo Supremo Electoral, de absoluta obediencia al régimen, tocará calcular de antemano la cifra abrumadora de votos con que el candidato oficial a presidente y su esposa, candidata a vicepresidenta, ganarán las elecciones; y decidir, de antemano también, cuántos asientos tendrá su partido en la Asamblea Nacional; no menos de dos tercios, por supuesto, lo que les garantiza el control absoluto.

Hallarse a la cabeza de las encuestas de opinión, vuelve indeseable a un aspirante a la candidatura presidencial en estas condiciones. Es lo que ha ocurrido con Cristiana Chamorro, hija del periodista Pedro Joaquín Chamorro, asesinado por la anterior dictadura de Somoza en 1978, y de Violeta Barrios de Chamorro, quien ganó las elecciones de 1990 que pusieron fin a la dramática década de la revolución.

Cristiana, quien presidió la Fundación Violeta Barrios de Chamorro, dedicada a promover la libertad de expresión, está siendo acusado del delito de lavado de dinero, y sus cuentas bancarias han sido congeladas, han allanado su domicilio, la han dejado incomunicada, con la casa por cárcel, y le han quitado sus derechos políticos, inhibiéndola sin que exista ninguna sentencia judicial condenatoria, para que no pueda ser candidata.

Dos funcionarios de la Fundación han sido llevados a la cárcel, porque una atrabiliaria ley faculta al estado a detener por tres meses a personas sujetas a investigación penal, con lo que el derecho de habeas corpus, que es una garantía universal, queda anulado. Dos presos políticos más, que se suman a los cerca de cien que ya había antes.

Todos los periodistas que han recibido alguna vez respaldo económico de la Fundación Violeta Barrios de Chamorro, o becas, están siendo llamados a declarar a cuenta de un delito inexistente, y también como una manera de amedrentarlos. Algunos de ellos han sido ya indiciados, y no pueden salir del país.

La Fundación Luisa Mercado, que yo presido, y que realiza cada año el Festival Centroamérica Cuenta, ha firmado convenios con la Fundación Violeta Barrios de Chamorro para organizar talleres y mesas sobre nuevo periodismo en el marco del festival, que tiene relieve internacional. Fui llamado a declarar ante la Fiscalía por este motivo, a pesar de que no hay nada oculto ni nada que no sea legal en esos convenios.

El pretexto de la acusación de lavado de dinero es que la Fundación Violeta Barrios de Chamorro obtuvo fondos de la Agencia Internacional para el Desarrollo (AID) del gobierno de Estados Unidos.

Los organismos no gubernamentales de Nicaragua reciben recursos de otros gobiernos, y de agencias internacionales. Ya Ortega mandó aprobar una ley que obliga a quienes obtienen fondos de estas fuentes, a declararse agentes extranjeros, y con eso pierden sus derechos políticos. Pero no es la que se está aplicando en este caso.

Han buscado el nombre de un delito que evoque al crimen organizado, por absurdo que pueda ser. El lavado de dinero, de acuerdo con el Grupo de Acción Financiera Internacional (GAFI) sólo existe cuando se busca legitimar fondos “generados por actividades ilegales o criminales, por ejemplo, narcotráfico, contrabando de armas, corrupción, desfalco, extorsión, secuestro, piratería”.

Ahora, otro aspirante presidencial, Arturo Cruz Sequeira, ha sido apresado en el aeropuerto al entrar al país procedente de Estados Unidos, y acusado de violar la “Ley de Defensa de los derechos del pueblo a la independencia, la soberanía y autodeterminación para la paz”, por “incitar a la injerencia extranjera”. Esta es una ley que castiga aún el acto de “aplaudir” la imposición de sanciones impuestas desde fuera contra el régimen o personas de la maquinaria oficial.

Estas son, pues, las elecciones que se avecinan en Nicaragua. Unas elecciones donde no habrá candidatos oponentes, más que aquellos cortados a la medida de la representación teatral, que tiene un guion inflexible. Una falsa campaña electoral, unas elecciones de resultados ya sabidos desde antes, y con unos ganadores asegurados de antemano.

Todo esto lo que demuestra es que el estado de derecho dejó de existir en Nicaragua. Lo demás es ficción y remedo. Y mientras tanto, el abismo se ensancha a nuestros pies.

 

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7 de junio de 2021
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Luisa Castro: Pequeña antología salvaje

 

 

 

 

 

Luisa Castro puede ser una poeta delicada y sutil, reflexiva, enemiga de la complacencia, siempre atenta al animal de fondo y a todos los monstruos delicados que ha parido la tierra, pero en esta ocasión solo he querido fijarme en sus versos más salvajes, esparcidos como brasas  a lo largo de su obra. Y digo salvajes porque parecen haber surgido de forma brusca y violenta, con toda su verdad a cuestas, atinada y lacerante.  Algunos tienen la belleza radical de las preguntas sin respuesta: aforismos que llegan a la vez a la mente y al corazón…, y de pronto el lector despierta:

*

No llenes el foso de cocodrilos,

no lo hagas, bésame…

*

Despiértame de este sueño de la muerte…

*

Mi cabeza cabe en la boca del león.

*

Me acuesto con una pierna de menos…

*

…no pertenezco a la historia y no tengo amistades de piedra.

*

…y en ese momento del baile la muerte cambiará de pareja.

*

… todos se han muerto de repente en este mediodía abierto a los abismos.

*

…acercarte un poco más al lugar donde la palabra es una mujer abierta de piernas…

*

… niños que se suicidan gentilmente debajo de la escalera, sangre que desborda el cuarto de las escobas, y…

*

… el espanto de las ventanas tapiadas.

*

Mi trabajo es sencillo: burlo al padre devorador de sus hijos…

*

…amar brutal e impunemente con altura de grito…

*

… quiero saber el lugar que ocupa mi odio…

*

…soy un ángel. Mi odio es infinito. Mi odio espera el odio con olor a mantel y derramado vinagre, ese odio que se mea en el tacón de las bibliotecarias hasta que nacen lirios…

Y a veces las alas comienzan a pesarme y sobrevuelo el polvo porque más allá de la muerte, más allá de la muerte mi odio seguirá repoblando los bosques.

*

Ven, amor, a degollar conejos encima de mis nalgas.

*

…alguna vez te diré que no me angustia este amor tártaro, que solamente preciso de tu cálida carne siberiana.

*

… nuestras mentes

son como féretros acolchados.

*

… no tenía sentido despertar,

abrir los ojos al día…

*

… soñando con mi tercera muerte…

*

… cerrar sobre algún sexo las manos aún gritando sólo puedo morir, sólo puedo morir…

*

Vuelven siempre los recuerdos,

son como nidos aniquilados.

*

…pienso en sus huesos quebrantados,

tibias que nunca llegaron a su plenitud.

*

… no opone resistencia la carroña…

*

… está vacío el teatro

donde crecí…

*

Son tus proyectiles mis niños,

los que caen y caen,

porque cómo van a morir

aquellos que todavía tenían que doblar el ancho de su espalda

y el grosor de su cuello.

*

Todas las mujeres que recuerdo buscando un duro cuenco donde albergar el vientre.

*

… almas que se incendian para nadie y la fiera sorda del cuerpo…

*

… los corazones mueren

en caliente.

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7 de junio de 2021
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Glorificación de la originalidad

Ando estos días enredado en la búsqueda de acomodo español para cierto trabajo académico publicado en 2011 por un notable hispanista en la revista de carácter filológico de la universidad francesa de la que es profesor emérito; es un artículo de unas veinte páginas que trata, con sustancial aporte de información, sobre un periodo reciente y no muy estudiado de la historia de la poesía española, lengua en la que está correctamente redactado. Pues bien, nadie me ha preguntado quién era el autor, a qué centro docente estaba adscrito, sobre qué trataba el artículo, cuál era su enfoque, incluso nadie me ha preguntado qué me parecía a mí el trabajo, lo que podría considerarse menos científico pero sí comprensible dada la relación de amistad que poseo con las personas que iba consultando, pues no, en ninguno de los casos, y ya llevo cinco, ha sido así, sólo ha interesado un dato, si el producto era nuevo, si era inédito, parece que esa condición es la capital, la que abre todas las puertas, la exigencia pequeño burguesa de originalidad, el rechazo visceral y sistemático a la copia.

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5 de junio de 2021
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Rojos y blancos

Una noche fui tomado por bielorruso en un bar de copas de Vilnius donde entré para distraer mis pesquisas de reportero ocasional. Era la primavera del año 2004 y hacía mucho frío en la capital lituana, por lo que yo llevaba un abrigo ampuloso de hechuras; no era de corte militar pero tenía algo de casaca del antiguo régimen. ¿Parecí en aquel bar dudoso un representante de la Guardia Blanca, o miembro camuflado de la KGB? Estaba allí, enviado como otros colaboradores del periódico por EPS, para contar por escrito cómo se vivía en cada uno de los diez nuevos miembros la incorporación a la Unión Europea, y me habían correspondido los tres países bálticos. Del viaje recuerdo la manifestación de dos creencias con fe interrumpida: las iglesias católicas llenas de nuevo en Vilnius (“ir a misa se ha puesto de moda, moda anticomunista”, me dijo una traductora, judía agnóstica, que me acompañaba), y el santuario al aire libre de Grutas Park, donde las estatuas de Lenin, Stalin y otros profetas caídos en desgracia se exhibían sin pedestal en una especie de Terra Mítica del marxismo.

Me he acordado también de las paradas posteriores en Estonia y Letonia, habitados entonces por grandes contingentes de rusos y no pocos bielorrusos auténticos; ahora un periodista opuesto al dictador y títere de Putin ha sido, con su novia, raptado en un avión comercial y nosotros, se dice, vamos a poder viajar quizá pronto a destinos antes cerrados. Una reliquia del paleolítico que conservo es el pasaporte franquista con el listado de los países del telón de acero que no podías pisar. Hay países prohibidos y otros que uno se veda a sí mismo, para evitar que la persecución o el maltrato a sus minorías te haga partícipe por delegación. En lo que a mí respecta, creo que ya no iré nunca a Rusia. Con las ganas que tengo de ver el Hermitage presencialmente.

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3 de junio de 2021
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Epicúreos

Para llegar a Elca hay que cruzar un antiguo infierno, las fábricas de ladrillos de Oliva, hoy enmudecidas y sin humos, pero con las chimeneas todavía enhiestas. Elca es un topónimo que apunta a origen árabe y que da nombre a la partida agraria situada al suroeste de Oliva, la última localidad antes de llegar a la provincia de Alicante. Sirve para identificar también un barranco en la misma zona y unas alquerías moriscas en tierras del interior, cerca de Salem. En el promontorio más alto y bonito de aquella partida construyó la familia Brines su casa pairal, un caserón nobiliario de aires coloniales rodeado de jardines y cultivos que vigila, como una atalaya, tanto los campos de naranjos de la propiedad como el paisaje a lontananza, el valle de Pego –donde a punto estuvo de ubicarse Eurodisney antes que en París–, el morro del Segaria, el Montgó y, al fondo, el mar azulado del Mediterráneo.

Hace unas semanas estuvieron los reyes de España en la casa de los Brines, honrando al más grande de sus descendientes, el poeta, el lúcido escritor que ha hecho suya y universal la partida, confundida su propia casa en Elca, cuyo sonido resuena en toda la obra del autor. Una vez allí se puede dejar el vehículo en el parking que Brines ha dedicado a la memoria del malogrado Antonio Cabrera, otro poeta gigante. Elca, la Elca de Brines es un santuario. Podría ser el Jardín que Epicuro creó en Atenas para disfrutar de su modo de entender la vida, rodeado de amigos y sensualidad, en busca de la armonía con la naturaleza, con las riquezas que ofrece la tierra, con un dejarse llevar hasta los umbrales de la existencia. Y así fue, pocos días después de la visita real, el escritor pidió que le sedaran y se dejó marchar.

La geografía de Elca explica a Brines pero también nos explica a los valencianos. Consumidos por el autoodio, la rivalidad entre campanarios, atrincherados en miniestados de pueblo, ni moros ni cristianos, ni castellanos ni catalanes del todo, tantas veces se nos olvidan, demasiadas veces, nuestras virtudes como pueblo. En Elca vemos el mar y la luz, la fortuna de haber nacido entre las Hespérides, con un campo que ofrece el cuerno de la abundancia a pesar de las sequías, lo que satisface a la vida y la hace llevadera y hasta feliz. Aquello que preconizaba Epicuro, precisamente, aceptar el devenir, complacerse con lo necesario, conseguir lo imprescindible pero aprender a no necesitar lo superfluo, fomentar el amor y la amistad, dejarse llevar por los interrogantes de la divinidad pero evitar el fanatismo de lo religioso.

Brines, en su obra, y en su conversación, en su trato humano y cercano, se ha comportado como un sabio clásico, lúcido y gozoso, estoico, pero también metafísico, irónico, tibiamente escéptico y, como Elca, elegante y sobrio a la vez que amante de lo excepcional y artístico. La cultura vital valenciana, la epicúrea, no ha podido emplear mejor su devenir que en dar a luz a un personaje de la calidad de Francisco Brines. Uno se siente orgulloso con ese pálpito, del mismo modo que un renano debe experimentarlo cada vez que escucha la sección de cuerda al completo en una pieza de Beethoven.

Los Brines llegaron a la comarca valenciana de la Safor seguramente desde Mallorca, y fueron agricultores terratenientes que no labradores como algún confuso medio ha divulgado, mientras que los Berlanga vinieron a Valencia, al divertido hotel Londres, desde la venta de Contreras, la frontera con Cuenca. Fidel se quedó gestionando el hotel que da a la plaza del Ayuntamiento desde cuya terraza los amigos veían las mascletás y los castillos de fuegos artificiales. Un edificio en cubillo estilo paquebote de los años 30, racionalista, obra de Javier Goerlich y querido por muchos artistas cuando venían a la ciudad –Campano, Ian Wallace…– , pero que ha sido reinterpretado sin el adecuado talento.

Luis se fue a Madrid –y a París– para estudiar cine tras una juventud aventurera. A pesar de la atmósfera conservadora en la que creció, a Luis le pudo el hedonismo valenciano. Fue un espíritu abierto y socarrón. Y aunque en pleno centenario de su nacimiento, tiene su lógica que todo el cine español quiera rendirle homenaje y apropiarse de su legado, es su tierra natal la que tiene el deber moral de reivindicar la mirada satírica del cine berlanguiano más allá de una velada de los Goya. Aquí debería erigirse el museo a su desprejuiciada memoria.

Con Berlanga reaparece el espíritu epicúreo, el saber vivir dejando vivir a los demás, el que dibuja su alma y su cine de naturaleza mediterránea por más que aderezado con el picante y la mala uva de Rafael Azcona. Solo aquí, entre paellas, tendría sentido recuperar la colección de vello púbico que atesoró el cineasta, como solo en Elda se rinde culto al fetichismo por los zapatos de tacón con los que se recreaba la libido de Berlanga. Aquí se rodó su testamento, París-Tombuctú, tan maltratada por la crítica que no entendió el guiño erótico al mostrar los pechos de Concha Velasco ni el liberador autoanálisis que suponía la erección final de Michel Piccoli.

Ni Brines ni Berlanga cuentan con monolito ni busto escultórico alguno en su ciudad, los grandes epicúreos valencianos, impenitentes, ambos, comedores de arroz e hinchas del casi desaparecido Valencia club de fútbol.

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3 de junio de 2021
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KONFUCIO (Balada escrita en casa de la familia Kong)

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Avanzaba ligero, como alado,

y mientras caminaba decía:

¿No es agradable estudiar

mientras fluyen como aves pasajeras

los veranos?

¿No es una delicia recibir a un amigo

que llega de lejanas tierras?

 

Avanzaba ligero, como alado,

y si bien era parco en la comida

no tenía medida con el vino,

aunque nunca estaba borracho.

Si el príncipe le ofrecía un animal

lo ponía a pastar esa misma mañana.

En la cama se tendía como un cadáver

y no quería modales en su casa.

(Ya bastaba con las ceremonias públicas,

la casa estaba para descansar).

 

Solían verlo sereno, pero a veces

cambiaba de expresión si de repente

oía un trueno o el crujir

del viento.

Y era tan entusiasta y tan intenso

que se olvidaba de comer,

y tan feliz que ignoraba sus problemas

y no se enteraba del paso del tiempo.

 

Una tarde, definió la belleza

como lo que asciende, planea

y luego regresa a su nido.

Avanzaba ligero, como alado,

y parecía venir siempre de muy cerca

y parecía venir siempre de muy lejos.

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2 de junio de 2021
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Por fin

Estamos tratando de sobrevivir sin ningún sentido, orientación, proyecto o finalidad. También la historia humana ha perdido todo horizonte y se ha convertido en periodismo

Dado que ha concluido la Liga de fútbol ahora ya puede volver a empezar. Las diversiones tienen mucho predicamento gracias a que se terminan. Es esencial que haya un final para que algo cobre sentido. Si no hay un fin, un término, no hay modo de saber qué sentido tiene el asunto o la experiencia. Tal es la función del orgasmo. En tiempos clásicos la historia de los humanos era cíclica y cuando un círculo se cerraba, otro empezaba y por eso podían adivinar el futuro. El cristianismo cambió la figura: la historia progresaba hasta la vida eterna, pero después del juicio final. Cuando el cristianismo fue perdiendo clientela apareció la historia moderna, es decir, el fluir de una duración sin final y por lo tanto sin sentido, el puro acontecer.

Una historia sin final genera tanta aflicción como la vida humana, la cual, precisamente por no esperar sino la muerte, es imposible que tenga sentido. Morir no es un final, es la aniquilación de todo final, de modo que, para remediar el agobio, los modernos empezaron a suponer finales de la historia. El más famoso es el de los marxistas: un progreso continuo hasta la extinción del Estado y de la lucha de clases. Una vez constatado que el resultado del marxismo era el opuesto, es decir, que sólo subsistía un Estado cada vez más opresor y violento, este truco dejó de tener encanto.

Podríamos seguir mirando hacia atrás, como hizo Karl Löwith, en busca de las historias antiguas y sus ensalmos salvíficos, pero no hay tiempo. Estamos ahora tratando de sobrevivir sin ningún sentido, orientación, proyecto o finalidad. También la historia humana ha perdido todo horizonte y se ha convertido en periodismo, en una niebla de noticias. No es fácil tenerse en pie azotados por el torbellino de las novedades.

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1 de junio de 2021

Juan Marsé, fotografiado en su despacho en 2016 KIM MANRESA

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Marsé, la diatriba de los furiosos

 

No estábamos lejos de Xalapa cuando coincidimos en una fastuosa cena, a la luz de la luna, en unos jardines de frondosa y descuidada vegetación. ¿Cuánto hace que no nos veíamos? Sergio Pitol lo recordó al instante: “Desde el día que nos jodiste a todos”. No tenía yo conciencia de haber llevado a cabo una proeza semejante y preferí creer que Pitol se divertía con otra de sus fabulosas humoradas.

Años antes nos había reunido Luis ­Goytisolo en la sede de su fundación ­gaditana para hablar de la literatura memorialística. Los invitados compartimos reflexiones y juicios sobre la narración que hilvana el recuerdo y el olvido, el remordimiento y la jactancia, lo vivido y lo inventado. De ahí que propusiera yo una amarga revisión de los llamados diarios personales. Solo merecerán este nombre, dije entonces, los textos que han sido escritos para no ser publicados. Y a ser posible, los que se incineren con los restos mortales del propio autor.

Un diario es un lugar íntimo de confrontación y su valor procede de la radical privacidad de su escritura. Reproduce el diálogo oculto de la más extraña interioridad y transcribe lo que nunca será dicho. Si un diario auténtico llega a nuestras ­manos podemos considerarlo el reverso anímico del autor. La réplica solipsista de su voluntad estética y el reflejo veraz de un abismo desconocido. Solo en estos casos podrá un diario insinuar la existencia de un yo inédito y escondido. Todo lo demás se puede ir contando en las novelas o con la placentera egolatría de las autobiografías.

No creo que acudiera al encuentro organizado por Luis Goytisolo, pero en el diario que acaba de publicarse Juan Marsé deja constancia de su lucidez: “Esto es una pérdida de tiempo, no me pasa nada digno de mención, esto no tiene el menor interés, tengo serias dudas de que sirva para algo, es un empeño loco y banal”. El asunto acaba cuando Marsé confiesa su absoluta desgana por “bucear dentro de mí mismo”.

El autor reitera tantas veces su tedio que el lector de este falso diario personal no puede dejar de preguntarse ¿quién ­demonios está detrás de la publicación del libro? Temiendo por un momento que Marsé hubiera sido incitado a entregar en contra de su voluntad un manuscrito cuya pobre sustancia lamenta una y otra vez. A pesar de las apariencias, sin embargo, ­resulta que sí. El autor corrigió las galeradas con el celo que exige la prosa de sus novelas.

Leyendo las páginas de estas Notas para unas memorias que nunca escribiré se contagia el lector con la desidia de Marsé y concluye que el único interés de este libro perezoso y aburrido son los insultos, vituperios y agravios lanzados contra su conocido repertorio de bestias negras. Como si el autor fallecido quisiera ser recordado gracias al desprecio que sentía por todas ellas. Este es un charlatán, aquel un ­chorizo, el otro es un plasta, aquella tiene el culo de pera, la de más allá es feúcha, la otra está chiflada, aquel escritor es un ­camelo, el de acá es un personaje siniestro, o un tipo repugnante, o un trepa aberrante, o un ­risible zángano. Habría sido este el diario de un hombre arruinado si no fuera por el placer que en su enojada vejez destila Juan Marsé contra sus aborrecidos colegas.

Desde luego que no son estas las ­últimas voluntades que redacta en la hora postrera un escritor estimable. Como ­testamento uno habría esperado leer una de sus memorables piezas de orfebrería narrativa y ver flotar su figura en el limbo de sus entretenidas ficciones. Marsé nos ha legado en cambio un deslavazado libelo de improperios que nada añade a lo que fue saliendo de su boca y de su pluma en artículos, entrevistas y declaraciones hechas durante su larga trayectoria de cáustico polemista. No obstante, hay motivos para esperar que el libro póstumo reciba alguna distinción y sea reconocida su contribución a la formación del espíritu nacional. Al fin y al cabo, el diario servirá de manual a los que necesitan pulir la corrosiva inquina de sus manías y el verbo ardiente de sus fobias.

El diario de Juan Marsé será un libro de referencia para el tumultuoso club de los furiosos y en sus páginas aprenderán a afilar conceptos, alternar adjetivos, rebuscar en el diccionario de sinónimos y dar así a sus diatribas la frescura de quien desea liquidar a sus estúpidos congéneres. Dado que la presencia de los demás ha llegado a ser un estorbo insoportable, libros como este ayudarán a precipitar la anhelada ­extinción del prójimo. Aunque el lector deberá aportar su propio arsenal de convicciones, su fervor justiciero y un pendenciero afán de sinceridad, pues sin vocación no es posible sacar provecho a la enseñanza de este inesperado libro.

Han quedado atrás los tiempos en que la educación sentimental reprimía el instinto caníbal de nuestra especie y los manuales de urbanidad promovían entre los seres humanos la impostada gentileza de la hipocresía caballeresca. Finalmente se ha producido la gran liberación y se han derribado los ídolos que nos han oprimido durante siglos. Gracias al ejemplo moral del diario de Marsé sabremos des­hacernos de la agobiante contención del carácter y de la irritante paciencia de la templanza. Los que padecen con disgusto la oprimente restricción de su tendencia natural a la discordia agradecerán que al fin uno de los suyos se haya atrevido a ­publicar un libro como este.

Publicado en CULTURA/S de LA VANGUARDIA

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29 de mayo de 2021
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Tan solo para contarlo

En esta reflexión sobre el hacer del hombre (puesto en paralelo comparativo con el comportamiento de animales y máquinas con estructura de redes neuronales) he venido sugiriendo que si el hombre hace cuentas y en ocasiones da cuenta o razón de las cosas, quizás la modalidad primordial de contar es la emblemáticamente representada por nombres como Homero, Tolstoy o Melville. Me he referido ya aquí en más de una ocasión a la trama de Moby Dick y al destino de Ismael, el narrador, que ahora creo útil recoger de nuevo:

Ismael vincula su deseo de escapar de tierra firme al hecho de que la vida se ha convertido para él en un gris y desolador día de noviembre. En lugar, nos dice, de arrojarse como Catón sobre su espada, Ismael busca en los puertos de mar un modo de redención y un nuevo destino. Destino que, para todos los tripulantes de la nave, quedará sellado por la obsesión trágica del capitán del ballenero, Ahab: Starbuck, segundo de a bordo, que tras oponerse a los designios de Ahab es el primero en acudir a la llamada de éste cuando resurge de las aguas, ligado por los arpones al lomo del cetáceo; Bulkington, presentado como embarcación azotada por el temporal, para la que la costa rocosa (promesa de reencuentro con "todo lo que es caro a nuestra existencia mortal") constituye el peligro mayor; el arponero Queequeg, que al tener premonición de su propia muerte encarga al carpintero el ataúd… y así todos los tripulantes de la nave, el Pequod.

Sin embargo, algo distingue a Ismael de los demás, a saber, el hecho de que Ismael sobrevive. Sobrevive gracias al ataúd que había construido para sí Queequeg y que, en la calma de las aguas que sigue al apocalipsis, la suerte ofrece le como balsa flotante. No obstante, Ismael no se equivoca sobre cómo interpretar esta condición de único superviviente; sabe ahora cuál era realmente el contenido del nuevo destino que buscaba, destino que se confunde con una misión: Ismael ha sido preservado "tan sólo para contarlo".

Contar no es, en efecto, una actividad contingente, que el hombre vendría o no a realizar según se lo permitieran o no las vicisitudes serias de la vida. Pues contadas o narradas vienen a ser para el hombre, en un momento esencial de su desarrollo, todas las cosas que configuran el mundo. Si un día el mundo apareció bañado en palabras, es decir, si fue contemplado por ese animal singular que es el hombre, justo es que Ismael sienta que sobrevivir al destino del Pequod supone asumir la tarea de redimir por la palabra la pulsión que atormenta a Ahab y que, imponiéndose sobre toda exigencia movida por el interés social o la exigencia animal de conservación, le había llevado a sacrificar, junto a la suya propia, la vida de sus hombres.

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28 de mayo de 2021
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Granja animal

La naturaleza sin animales es incomprensible, y nosotros sin ellos seríamos poca cosa; lo creo y no he tenido nunca en mi vida más que un periquito hablador en una jaula, aunque he escrito sobre el reino animal escenas de novela y una elegía fúnebre a un chucho. Uno de mis mejores amigos se llama Trotski y es un husky siberiano que vive en tierras calientes. Pascal dijo que “ningún animal admira a otro animal”. ¿Y a los humanos? ¿Es admiración lo que nos tienen o amor perdurable? Depende, claro, de cada especie y raza, de cada hogar, del buen o mal talante de cada propietario. Entre las últimas chorradas del gobierno de Boris Johnson está el proyecto de ley que reconoce capacidad de sentimiento a las que pronto se prohibirá llamar bestias. Con ese motivo me entero de que también en España se quiere modificar el código civil para que los animales dejen de ser tenidos por objetos, haciendo además que los divorciados con mascota ganancial lleven a los tribunales la custodia del gato huérfano de una u otra mano acariciadora. Me parece una buenísima iniciativa cualquier medida que proteja a los animales del abandono y el maltrato, y les asegure, en las casas como en las granjas o cuadras, la higiene, la atención, el acomodo e incluso, por qué no a ellos también, el privilegio de la comida gourmet; me he visto sorprendido en los supermercados por su gran variedad, destacando un “pienso vegano para perros adultos”, aunque es difícil saber si la dieta vegana la quiso el animal o la impuso su dueño. El paquete grande de esta delicatessen zoológica estaba a 85 euros, pero los había más asequibles. ¿Y los millones de seres que pasan hambre en el mundo? Qué tópico, ¿verdad? Se me llamará demagogo, o algo peor, ¿criminal?, si añado que me gusta la pata negra y de vez en cuando saboreo un besugo, que tiene en su cabeza ojos a cada lado, como los míos.

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28 de mayo de 2021
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