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Rojos y blancos

Por 3 de junio de 2021 Sin comentarios

Vicente Molina Foix

Una noche fui tomado por bielorruso en un bar de copas de Vilnius donde entré para distraer mis pesquisas de reportero ocasional. Era la primavera del año 2004 y hacía mucho frío en la capital lituana, por lo que yo llevaba un abrigo ampuloso de hechuras; no era de corte militar pero tenía algo de casaca del antiguo régimen. ¿Parecí en aquel bar dudoso un representante de la Guardia Blanca, o miembro camuflado de la KGB? Estaba allí, enviado como otros colaboradores del periódico por EPS, para contar por escrito cómo se vivía en cada uno de los diez nuevos miembros la incorporación a la Unión Europea, y me habían correspondido los tres países bálticos. Del viaje recuerdo la manifestación de dos creencias con fe interrumpida: las iglesias católicas llenas de nuevo en Vilnius (“ir a misa se ha puesto de moda, moda anticomunista”, me dijo una traductora, judía agnóstica, que me acompañaba), y el santuario al aire libre de Grutas Park, donde las estatuas de Lenin, Stalin y otros profetas caídos en desgracia se exhibían sin pedestal en una especie de Terra Mítica del marxismo.

Me he acordado también de las paradas posteriores en Estonia y Letonia, habitados entonces por grandes contingentes de rusos y no pocos bielorrusos auténticos; ahora un periodista opuesto al dictador y títere de Putin ha sido, con su novia, raptado en un avión comercial y nosotros, se dice, vamos a poder viajar quizá pronto a destinos antes cerrados. Una reliquia del paleolítico que conservo es el pasaporte franquista con el listado de los países del telón de acero que no podías pisar. Hay países prohibidos y otros que uno se veda a sí mismo, para evitar que la persecución o el maltrato a sus minorías te haga partícipe por delegación. En lo que a mí respecta, creo que ya no iré nunca a Rusia. Con las ganas que tengo de ver el Hermitage presencialmente.

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Vicente Molina Foix

 Vicente Molina Foix nació en Elche y estudió Filosofía en Madrid. Residió ocho años en Inglaterra, donde se graduó en Historia del Arte por la Universidad de Londres y fue tres años profesor de literatura española en la de Oxford. Autor dramático, crítico y director de cine (su primera película Sagitario se estrenó en 2001, la segunda, El dios de madera, en el verano de 2010), su labor literaria se ha desarrollado principalmente -desde su inclusión en la histórica antología de Castellet Nueve novísimos poetas españoles- en el campo de la novela. Sus principales publicaciones narrativas son: Museo provincial de los horrores, Busto (Premio Barral 1973), La comunión de los atletas, Los padres viudos (Premio Azorín 1983), La Quincena Soviética (Premio Herralde 1988), La misa de Baroja, La mujer sin cabeza, El vampiro de la calle Méjico (Premio Alfonso García Ramos 2002) y El abrecartas (Premio Salambó y Premio Nacional de Literatura [Narrativa], 2007);. en  2009 publica una colección de relatos, Con tal de no morir (Anagrama), El hombre que vendió su propia cama (Anagrama, 2011) y en 2014, junto a Luis Cremades, El invitado amargo (Anagrama), Enemigos de los real (Galaxia Gutenberg, 2016), El joven sin alma. Novela romántica (Anagrama, 2017), Kubrick en casa (Anagrama, 2019). Su más reciente libro es Las hermanas Gourmet (Anagrama 2021) . La Fundación José Manuel Lara ha publicado en 2013 su obra poética completa, que va desde 1967 a 2012, La musa furtiva.  Cabe también destacar muy especialmente sus espléndidas traducciones de las piezas de Shakespeare Hamlet, El rey Lear y El mercader de Venecia; sus dos volúmenes memorialísticos El novio del cine y El cine de las sábanas húmedas, sus reseñas de películas reunidas en El cine estilográfico y su ensayo-antología Tintoretto y los escritores (Círculo de Lectores/Galaxia Gutenberg). Foto: Asís G. Ayerbe

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