Skip to main content
Category

Blogs de autor

Blogs de autor

El zoo maldito

 

El zoo de la ciudad de Nova Kajovka

desapareció bajo el tumulto

de las aguas

de la presa

destruida por los rusos.

 

Ah, oscuro, oscuro, oscuro,

y oscura la noche del león bajo el agua

y el tigre y el oso y las cebras

y los suricatos

que desde su puesto de vigilancia

vieron la ola gigante

antes de ser arrastrados

por ella.

 

Sólo se salvaron

los cisnes y los patos.

Leer más
profile avatar
6 de junio de 2023
Blogs de autor

Anomalías

 

Según la ley universal de la simetría de la paridad, el universo no tendría que existir, creen los científicos.

Materia y antimateria producidas en la misma cantidad se tendrían que autodestruir, generando vacío, sin embargo no ocurrió así pues triunfó la materia de la que está constituido el universo.

 

Un equipo de la universidad de Florida parece haber demostrado que hubo una violación de la simetría que hizo posible la eclosión de la materia.

Y bien, si el universo entero es una anomalía, ¿qué somos nosotros?

Leer más
profile avatar
6 de junio de 2023

Dibujo de J. J. Grandville, caricaturista que colaboraba con Balzac.

Blogs de autor

Elogio del periodismo cultural

 

«La página parece estar llena, parece contener ideas; pero, cuando el instruido mete allí la nariz, huele el olor de los sótanos vacíos. Es profundo y no hay nada: la inteligencia se apaga allí como una vela en una bóveda sin aire».  La frase no es mía. Es de Balzac. Por mucho trabajo que se me acumule, siempre he encontrado tiempo para acudir a los clásicos y librarme de la ansiedad que generan las visitas a las atiborradas mesas de novedades de las librerías, tomos flotando en un mar de fajas publicitarias como si ciñeran el salvavidas tras un naufragio, perdida la brújula crítica. O, si quieren, escaparate arbitrario de ofertas de supermercado, en los que distinguir, como decía Eliot, el ajo del zafiro.

Echo de menos libros como el que escribió Balzac para reírse en serio del periodismo, ahora que hay tantos expertos en nadalogía. También los de Flaubert sobre el estupidario y la necedad universal, aquella que es inmune a la lectura. Cuántas veces, leyendo densos ensayos académicos, he recordado a Bouvard y Pécuchet y su decisión de volver a su trabajo de copistas, después de haber fracasado en su  descomunal propósito de aplicar las ideas de moda de  su época. Y cuántas veces he regalado Los viajes de Gulliver de Swift  o La escuela de mandarines de Miguel de Espinosa o imaginado que los freakies Bouvard y Pécuchet hoy ganarían elecciones, dirigirían museos o se harían de oro con millones de seguidores en twitch o tik-tok. 

La falta de comprensión lectora existe desde que hay estadísticas, porque siempre se ha dado, incluso entre eruditos. La célebre frase de que en España no hay filósofos, sino profesores de Filosofía, es extensible a otras ramas. La venda que la alegoría pone a la representación de la Justicia, tan dañada en su equidad, quedaría hoy mejor nublando la vista de la Universidad. Exceptuando, claro, un par de libros y los magníficos papeles que corren por Internet, si se saben buscar bien. 

 El anatema del periodista: aquel que sabe un poco de todo y nada de algo, se ha revertido en el académico especializado al que se le escapa saber mucho de algo porque no sabe nada de todo. Cuando la academia se adormece en  la retórica de citas y comentarios de comentarios de otros comentarios, son de agradecer los libros escritos por periodistas culturales que leen sin muletas ortopédicas. No citaré nombres de grandes universitarios y periodistas para no ser turiferario, porque comparto profesión y boomeran(g) con algunos de ellos. Son gente letrada, al tiempo que escritores, que liberan las obras de las vitrinas del taxidermista y aportan esa mirada enciclopédica, apasionada y libre de escuelas, que ha perdido buena parte del funcionariado universitario. De eso se trata, de hacer vivas las obras clásicas, de prestigiar a los mejores autores de nuestro tiempo, de transmitir el placer, la inquietud o el peligro de saber leer.

Leer más
profile avatar
3 de junio de 2023
Blogs de autor

Adelanto

Hablaba el otro día Félix de Azúa de la falta de carisma del candidato Núñez Feijoo (la Academia recomienda no colocar tilde en su segundo apellido) y, abundando en la materia de modo atrevido, añadiré que quizá el detalle que más perjudica su presencia física radique en la peligrosa inclinación, en la pronunciada caída de sus hombros (detectada rápidamente por sus asesores que intentan solucionar el problema suministrándole americanas ortopédicas). Es probable que no tenga nada que ver, que este texto mío de 2009, publicado en el libro Gingival (Menoscuarto Ediciones, 2012), carezca de cualquier rasgo profético pero, por si acaso, lo recupero; aquí va:

Los sin hombros

Es una familia querida en el barrio. La madre, florista, especializada en Wagner. El hijo mayor, que fuera dentista, hoy vende cupones en la Plaza Ordicia. La hija, reptante, huronea lista. El hijo menor preside las rifas que los jueves pares celebra Artemisa. Del padre no hay nada que pueda dar pistas; ¿huiría a Chipre?, ¿vivirá en Galicia? Lo cierto es que todos carecen de hombros, el cuello muy gordo, la cara amatista.

Leer más
profile avatar
2 de junio de 2023

MANE ESPINOSA

Blogs de autor

La edad de saltar la valla

La humedad del parque invitaba a andar deprisa, pero aquel era un reencuentro sin tiempo. Hacía casi seis años que no veía a mi amiga Silvana y teníamos que comprobar cuánto habíamos cambiado tras la pandemia y la amenaza de una tercera guerra mundial. De la fuente del parque de Berlín brotaba un agua gris que reflejaba el cielo cambiante de mayo, y su luz dejaba a la intemperie nuestras patas de gallo, debidamente esculpidas.

Silvana me contó que ella sentía en Buenos Aires lo mismo que me ocurre a menudo a mí en Madrid al caer la tarde, cuando respiro un aire de fin de fiesta. Una extrañeza galopante frente a los perfiles del nuevo mundo ha amplificado la sensación de despedida de todo lo que vamos tocando.

Silvana y yo nacimos el mismo año y parimos por primera vez a los 31. Nos conocimos en la puerta de una escuela infantil; éramos un par de adictas al trabajo que cerraban los ojos al bailar soul. Entonces, quedarnos sin aliento ejerciendo de mujeres de siete cabezas era casi una voluntad, un dulce masoquismo. Tanto había por hacer que lamíamos la idea de futuro como una golosina. Huíamos hacia delante porque era la manera de avanzar sin remilgos. “¡Hazlo!”, nos habían dicho nuestras madres, maestras y santas literarias.

“Cuando te haces mayor quieres que te dejen en paz”, me había confesado unos días antes Alejandro Gándara. Hablábamos de su última novela, Primer amor (Alfaguara), en la que vuelca la historia de la construcción del deseo a los 18 años con una belleza tintineante. El escritor recordó que el actor Jean-Louis Trintignant decía que de los cincuenta a los sesenta años es cuando pasó más miedo. Acaso es una edad en la que crees que todo termina.

Silvana, argentina y descendiente de judíos ucranianos, y servidora, con veinte apellidos catalanes, nos sentimos más parecidas que nunca, atravesadas por los mismos sofocos del climaterio, idénticas culpas, y en duelo por haber extraviado ese talismán que –más que la juventud en sí misma– da el poder de surcar las olas con visión y audacia.

La llamada generación X entra al galope en la veteranía tarareando los temas más oscuros de The Cure. Todavía no somos viejos, pero nos han rebasado las brillantes mentes de nativos digitales que hablan otro idioma. Nos agotan las vocecitas melifluas de la autotuneada música contemporánea, la obsesión por los tatuajes, o que nuestros hijos repitan obvio o literal fuera de contexto. Han ido muriendo­ nuestros padres y madres artísticos, a los que creímos inmortales. Pero como criaturas que bebimos del cáliz posmoderno, detestamos el lamento. “Acaso somos el eslabón perdido”, me decía Silvana, a quien sus hijas le reprochan –como a mí– un feroz compromiso con su oficio que no ha mutado con los años.

Tantas horas derramadas para sembrar una flor y, ahora, esta querencia por una manta eléctrica que alivie nuestras articulaciones. El tiempo nos pasa por encima si bien logramos cabalgarlo entre el ímpetu y la flojera. El pasado verano leí Desde dentro (Anagrama), del recién desaparecido Martin Amis, autor que tanto significó para mi generación y el dandismo literario. En sus páginas cuenta un bloqueo creativo cuando atravesó la mediana edad, y de repente sintió que estaba acabado. Y se refiere a él como “un perverso período mental” y “un vertiginoso desmoronamiento de la confianza en mí mismo”, para acabar definiéndolo como antiinspiración. Eso es lo que para Trintignant era miedo. Habrá que saltar otra valla.

Leer más
profile avatar
1 de junio de 2023

Carlos Morla Lynch, Federico García Lorca y el embajador de Chile en España en 1932. Foto de la Fundación F.G. Lorca

Blogs de autor

Memorias memorables

 

Lo primero que juzga uno, tras leer las ochocientas páginas de estos enormes cuadernos de recuerdos (Editorial Renacimiento), es que su autor, Carlos Morla Lynch, era una buena persona. Una bondad, sin embargo, que no estaba inspirada por la compasión, la caridad, la piedad u otra virtud cristiana, sino por la inteligencia. Y buena prueba de ello es que no confunde en ningún momento a los buenos con los malos. Los malos, por cierto, suelen ser tontos de remate.

Algunos lectores le conocen ya gracias a los diarios anteriores, los de 1928 a 1936, dominados por la figura de Lorca, íntimo amigo de Morla, y los de 1936 a 1939, estremecedores documentos sobre la Guerra Civil en los que no abandona nunca el juicio puramente humano para abrazar una ideología u otra. Su grandeza es evidente cuando sabemos que salvó la vida a dos mil personas acogiéndolas en la Embajada de Chile de la que era encargado de negocios, pero en realidad actuaba como embajador. Los primeros centenares eran ciudadanos de derechas perseguidos por los sayones rojos que los mataban en las checas y en las cunetas de Madrid. En la segunda parte son refugiados republicanos a los que perseguían con saña los esbirros de Franco. Total, dos mil vidas salvadas por este hombre, una especie de Schindler chileno.

Y ahora nos llega su diario de Berlín, cuya primera entrada es de enero de 1939 y la última de julio de 1940. Así que da un testimonio único del asalto de los nazis a la fortaleza europea y a la declaración (nunca oficial) de guerra invasora. Así, por ejemplo, asistió en persona a la reunión del Reichstag en la que Göring comunicó a todas las embajadas mundiales la anexión de Polonia: un disimulado anuncio de la guerra inminente.

Pero no es sólo un testimonio histórico, es también un cuadro escénico del Berlín de aquel momento con toda su abigarrada y diversa complejidad. Morla era un hombre de curiosidad insaciable y un talento literario indudable con el que dibuja cientos de retratos “al natural” de la más variada índole: viejos aristócratas acabados y medio lelos, odiosos funcionarios del Reich, o la gente menuda que forma su ámbito favorito, camareros, vendedores callejeros, criadas, mendigos, bebedores de taberna, chóferes, proletarios, en fin, el pueblo que tanto le había fascinado en España y que nunca olvidaría. De hecho, mientras está viviendo el ascenso de Hitler, la invasión de Polonia o la caída de París, no deja de preocuparse por los 17 comunistas que aún estaban refugiados en la Embajada de Madrid y sobre los que temía un asalto brutal que los sacara por la fuerza de la embajada y los fusilara de inmediato. Vivía espantado por las noticias que recibía de España sobre la barbarie del régimen, aunque no todas eran ciertas.

La misma honestidad que le llevó a refugiar primero gente conservadora y luego revolucionaria le habría llevado a proteger judíos de haberse quedado más tiempo en Berlín. Su indignación ante los primeros actos criminales antisemitas le encendía una cólera que no podía manifestar dada su posición oficial.

No le dio tiempo. En 1940 lo enviaron a Suiza donde permaneció hasta 1947. Aquel hombre imparcial, tan de la Tercera España, vivió la guerra en el más neutral de los países europeos. Luego tendría otros destinos hasta morir en 1969 y ser enterrado en España, su patria de adopción.

Los aficionados a la música tenemos, además, un regalo. Músico vocacional, amigo personal de Claudio Arrau y entusiasta de Furtwängler, vienen en sus memorias recuerdos de algunos conciertos sensacionales. La edición, a cargo de Inmaculada Lergo, con un estupendo conjunto de fotografías, es soberbia. ¡Ah, y con prólogo de Trapiello!

Leer más
profile avatar
30 de mayo de 2023
Blogs de autor

 ¿Problema real o querella encubridora?

 

Supongamos que un político que llegó al poder con excelentes intenciones de trasformación social, constata la imposibilidad de modificar la relación de fuerzas imperante y, en consecuencia, imposibilidad de cumplir sus promesas, relativas a problemas bien concretos (respeto estricto de los convenios sobre jornada laboral en determinados sectores, por ejemplo). Se le abren entonces dos posibilidades: declarar públicamente su impotencia, y renunciar, o pese a todo seguir en el cargo, con mayor o menor dosis de sentimiento de impostura.

En caso de la segunda elección le conviene una estrategia que, de hecho, se adopta por doquier, a saber: quitar peso a los problemas que había prometido resolver y dar mayor peso a otros que sí está en condiciones de afrontar. Estos problemas pueden ser en sí mismo relevantes o artificiosos, pero lo esencial es que su abordaje (exagerando eventualmente la eventual dificultad para su solución, es decir la oposición que presentan las estructuras del objetivo poder) permita que pasen a segundo plano los primeros.

Sirva este preámbulo para enfocar un asunto de otro orden, en el que también se pone de manifiesto lo eficaz de la estrategia consistente en sobreestimar el peso de un problema quizás para no afrontarse a otro.

Nuestra época se caracteriza por la aparición de interrogantes científico-técnicos, ético-políticos, artísticos y filosóficos que no eran apenas concebibles (al menos con tal acuidad) hace sólo unos decenios. Se debate  así sobre el grado de inteligencia que pudieran alcanzar ciertos artefactos, les hace susceptibles de  autonomizarse del ser humano y hasta de reemplazar a este, incluso en trabajos de alta exigencia científica o creativa Pues bien, ante estas cuestiones (cuyo abordaje exige una ascética mediación por diversas disciplinas) es lícito preguntarse: ¿se trata efectivamente de algo que afecta en lo profundo a la condición humana, o se trata de querellas sobrevaloradas para que reemplacen  a otras verdaderamente urgentes?

Se habla en foros de todo tipo no sólo de conocimiento científico maquinal, sino de creación artística con raíz en algoritmos. Inevitable pues la pregunta: ¿hay alguna metáfora, alguna frase musical o algún rasgo pictórico surgidos de un algoritmo que constituya realmente una emergencia, es decir, algo irreductible a la suma de la potencialidad de sus componentes, criterio de toda obra del espíritu humano que quepa calificar de creación?

La dificultad de la respuesta se acentúa por el hecho de que, ateniéndose a los humanos), la pregunta puede perfectamente extenderse a una enorme parte de la producción contemporánea calificada de creativa, empezando por la literaria. Los estereotipos que determinan el gusto del lector,  consumidor de música o compulsivo visitante de exposiciones, responden a las exigencias imperativas de producción masiva a las cuales está sometida la industria cultural, empezando por las grandes editoriales, con el corolario de la proliferación de premios a menudo fútiles (más de dos mil sólo en Francia según un artículo de Hélène Ling e Inès Salas en Le Monde Diplomatique), la estandarización de los temas, los estilos y hasta las tentativas de escapar a las categorizaciones. En suma:  cuando la inteligencia creativa de los humanos se muestra consignable bajo categorías delimitadas ¿qué tiene de extraño que un algoritmo pueda estar en condiciones de emular al humano en esa actividad?

Dónde reside, pues, la urgencia: ¿en determinar si algoritmos pueden reemplazar a los humanos en actividades creativas o en preguntarse si las condiciones sociales permiten realmente al ser humano activar el conjunto de facultades creativas y cognoscitivas que configuran nuestra frágil y abisal inteligencia?

Leer más
profile avatar
29 de mayo de 2023
Blogs de autor

Asesinato del hijo de la abeja albañila (I y II)

Escribía el 29 de abril de 2022: “He asesinado al hijo de la abeja albañila (Osmia sp.). Bueno, en puridad, no se ha tratado de un asesinato sino de un homicidio, yo no quería matar al hijo de la abeja albañila pero, al poner cabeza abajo la silla de mimbre para sacudir unas migas, el hijo ha salido disparado del interior del agujero donde se encontraba su nido. Maldita mujer de la limpieza que en cuanto se queda sola se instala en la terraza a comer bocadillos de chorizo; ella es la culpable y pagará por lo que ha hecho.”

Hoy, 2 de abril de 2023, la abeja albañila ha vuelto. La veo revolotear en torno a la silla de mimbre buscando un agujero, quizá el mismo del año pasado año, donde depositar el huevo. Seré cuidadoso en esta ocasión. Neutralizada convenientemente la empleada, cerrados con llave los dos accesos a la terraza, conseguiré que salga adelante su único hijo, hermano del trágicamente desalojado, ese día aciago, hará pronto un año.

Leer más
profile avatar
26 de mayo de 2023
Blogs de autor

El ‘carpintero’ James Salter: la realidad convertida en literatura

En el prólogo a los cuentos completos de James Salter (Passaic, NJ, 1925- Sag Harbor, NY, 2015), John Banville nos dice que el autor de Años luz no escribe sobre la realidad: "su obra es la realidad en sí misma". En otras palabras, su prosa es "una vida realmente vivida". Si lo narrado ocurriera, sería así y no de otro modo. Si una tal Jane Vera, la del relato Veinte minutos, en plena agonía tras una caída de caballo, viera cruzar recuerdos ante sí, serían los imaginados por Salter y no otros, y el desenlace, fruto de una mala decisión, irremediablemente fatal.

El elogio de Banville me recuerda la técnica del strappo, con la que se traslada una pintura mural a otro soporte (aquí la realidad a la página), pero conservando el craquelado, las fisuras, las imperfecciones, en especial las que no saltan a la vista. ¿Se puede señalar mayor logro literario?

Cautivar como Sherezade  En esencia, escribir, como dijo Salter, el "autodidacta tardío" por excelencia de las letras estadounidenses, no es tan misterioso. Es algo básico, "como un martillo y unos clavos": hay un material, las palabras, y unas reglas arquitectónicas. Luego, saber qué sigue a qué. Pero si se posee la misma intuición de una rara avis como Isaak Bábel, capaz de helar el corazón con un punto colocado en el lugar debido, sucede que el libro que transcurre en un período o un lugar, como señaló en El arte de la ficción, "poco a poco se convierte en ese lugar y ese momento".

Salter, nacido Horowitz y con raíces entre Fráncfort y Moscú, era un ferviente admirador del genio de Odesa. De él dijo que aunaba la tríada suprema: estilo, estructura y autoridad. Si por algo nos apresan estos 22 relatos -"la obligación de todo escritor es cautivar como Sherezade", dijo-, no es por las tramas complicadas, la filigrana innecesaria o los giros efectistas, sino por algo más subterráneo. La mayoría de las veces, los sentimientos, los destinos y las relaciones de sus personajes se desmoronan de manera casi imperceptible, fuera del foco, opacados por una nostalgia brumosa y residual; tragedias que implosionan en la sordina de lo cotidiano.

En El cine, Salter, que coqueteó con el séptimo arte como guionista y director, describe la película en la mente de Peter Lang como "tranquila en la superficie, pero en ningún caso mansa: por debajo de lo visible había emociones que, al ocultarse, resultaban más potentes". Esas emociones -en especial el deseo sexual-, ni siquiera razonadas por los personajes ni por la voz narrativa "a lo Bábel" ("guarda distancia con el relato y permite que concluya solo"), son las que acaban decidiendo el rumbo de ese trío de turistas en Barcelona cuando, en un solo día, el interés de él oscila de su pareja a la amiga, quien recoge a hurtadillas el guante.

La forma sobre el contenido O bien, en American Express, la revalidación de la amistad, forjada en la juventud, entre dos ambiciosos abogados como sacados de un capítulo de Mad men, cuya conquista de un estatus privilegiado con la consecuente sensación de impunidad pasa por traicionar el primer bufete para el que trabajaron, aprovecharse sexualmente de secretarias y clientas o, de viaje por Europa, compartir los favores de una colegiala que recogen por la calle, como un trofeo más.

De Salter se suele destacar la eficacia expresiva, la delicadeza descriptiva junto con una brusquedad no carente de violencia, los diálogos... La forma prima sobre el contenido. ¿Basta siempre el estilo, cuya sensualidad lorquiana es la de la luz que se refracta y recorre un espacio siguiendo distintas trayectorias, sin llegar a bañarlo todo, sólo fragmentos a partir de los cuales el lector ha de completar el resto, en un presente empañado del condicional compuesto: lo que "habría podido ser"? "Todo aquello se habría acabado, pero esa clase de cosas nunca quedaban definitivamente atrás", piensa Reemstma en Hijos perdidos.

Nada es lineal, todo consiste en virtuosas ramificaciones narrativas, como el trabajo mismo de la memoria. De hecho, Quemar los días, su autobiografía, se construye como uno de sus cuentos, imaginando que la vida es una casa grande y cada capítulo-relato es, en cierto modo, "como mirar por las ventanas de esa casa. En algunas ventanas, quizá uno desee quedarse más tiempo, pero no es posible. Como ocurre en cualquier casa, no se puede ver todo". El arte, añade, es la vida rescatada del tiempo, desechando "todo lo que es aceptablemente bueno".

Un buscador de detalles "No hay hierro capaz de atravesar el corazón humano con la fuerza de un punto colocado en el lugar preciso", citaba Salter a Bábel en El arte de la ficción, que recoge tres conferencias sobre literatura que impartió un año antes de morir. En ellas desgranaba las claves de su forma de entender el oficio: "escribir no consiste en anotar las conversaciones de los demás, hay que ir rascando y escarbando hasta encontrar unos pocos objetos de valor. Los detalles son todo".

Leer más
profile avatar
25 de mayo de 2023
Blogs de autor

Geografías de Martin Amis

Muy a menudo, Martin Amis supo conjugar la sagacidad, la velocidad y la penetración, comportándose como un ave rapaz de la literatura. La aceleración que imprimía a sus textos, cuando trataba ciertas materias, no le impedía ahondar y atravesar el objeto de observación, con elegante ironía e incisiva mordacidad. La vida de Amis fue pródiga en glorias y desastres. Arrogante como su padre, si bien de ideología opuesta, chocó múltiples veces contra su progenitor y mantuvieron una guerra tan cruda como sarcástica hasta que el señor Kingsley Amis dijo adiós a la vida. Fue entonces cuando Martin Amis se sintió poseído por la gravedad y Julian Barnes empezó a decir que estaba madurando. Cuentan que para Martin supuso la segunda revelación de la muerte, de la primera nos informa sobradamente en su novela La información, donde reflexiona sobre algo que nos ocurre a todos, pero que pocos han sabido explicar con la claridad y con la precisión de Martin Amis. Recuerdo que cuando tenía 26 años y pasaba las noches enteras estudiando, me sobrecogía la certeza de que éramos seres para la muerte y de que estaba destinado a morir. Esa evidencia, de naturaleza aplastante, llegaba a mí como una extraña información: la misma sobre la que versa la mentada obra de Amis, que como novelista ha sido un autor de fortuna variable y muy variado en sus temas, de forma que se hace difícil establecer las verdaderas coordenadas de su “poética”. No se parece a su oponente Julian Barnes, que pertenece a la raza de los que siempre están escribiendo la misma novela, y que quizá por eso son bien valorados por la crítica, que puede fácilmente enjuiciarlos por el efecto repetición de sus creaciones. Amis se arriesgaba mucho más, a veces para bien, y a veces para mal. Amis se la jugaba en cada novela, y era de los que se atrevían con cualquier tema. Poseía una gran capacidad para adentrarse en otras culturas, era camaleónico, inventivo, solvente y audaz. No veo a Barnes con agallas para hacer uno novela sobre Stalin o sobre rusos, pero Amis se adentro dos veces en ese territorio, la primera con gran acierto, y la segunda con menos. Los novelistas de la tribu camaleónica entran en cualquier cultura con alegre desenvoltura, aunque a veces caigan en errores de bulto. Pero en errores peores se puede caer cuando uno se empeña en escribir siempre el mismo relato. ¿O no es un gran error pasar toda la vida encerrado en un cuarto con único juguete?

A menudo la crítica se cebaba con Amis de tal manera que tenía que irse de Inglaterra: la última vez que le pasó fue a raíz de la publicación de El perro amarillo. Harto de tanta pedrada sin control, se fue a pasar una larga temporada a Uruguay con su familia. Obró muy cuerdamente, la distancia es la mejor medicina contra los dolores del alma y las atronadoras descargas de los pistoleros a sueldo.

Martin Amis alternó durante toda su vida su labor de novelista con el periodismo. Juraría que en periodismo su verdadero maestro fue Tom Wolfe, pero ¿a quién le extraña? Wolf ha sido el maestro de todos los que han querido hacer un periodismo nuevo y brillante. Otra de sus característica es que Amis siempre supo pasar, con envidiable agilidad, de la alta cultura a la cultura popular, y con frecuencia fue luminoso y lacerante. El retrato que hizo en su momento de Madonna es impagable, como el que hizo de Vera Nabocov.

El último libro que he leído de Amis es El roce del tiempo. En la edición de Anagrama definen como ensayos los textos del libro. Honestamente creo que calificar de ensayos los escritos de El roce del tiempo es inadecuado, pues en realidad se trata de crónicas de época al estilo de las de Fitzgerald (o del ya mentado Wolfe), en las que Amis aborda temas que ya trató anteriormente, junto a otros inéditos en su carrera. A Nabocov, a Bellow, a Burgess a James, a Ballard, a DeLillo, a Updike ya los había visitado en otras ocasiones, y vuelve a ellos como quien restaura una vieja amistad. Los considero los textos más valiosos y aconsejo leerlos, porque nos hallamos ante exploraciones muy penetrantes que iluminan las sombras de nuestra época y atraviesan las vidas y las obras de escritores fundamentales, si bien no siempre debidamente analizados por los expertos en “alta cultura”; me refiero sobre todo a Burgess y a Ballard. También son de gran interés los escritos referidos al populismo americano y a sus diferentes subculturas más o menos pornográficas. Las crónicas que abordan la sociedad inglesa tienen menos vinagre, pero no menos ironía. Ya insinué antes que una de las características del efecto Amis es que sabe combinar, con fluidez y elegancia, la distancia casi brechtiana ante el objeto de observación con la pasión narrativa, convirtiendo sus crónicas, sus relatos y sus ensayos en obras donde la hondura nunca está reñida con la frescura.

Leer más
profile avatar
24 de mayo de 2023
Close Menu