Las bibliotecas son mucho más que simples hileras de libros. A simple vista, parecen metros lineales de estanterías con volúmenes ordenados por materias, lenguas, géneros. Un paisaje visual sólo interrumpido por mesas y sillas, agrupadas en ciertas zonas, carros y un mostrador. Lejos de la quietud inanimada, las bibliotecas son universos de posibilidades donde el algoritmo eres tú, además de espacios para encuentros fortuitos, descubrimientos y desvíos que nos llevan a lugares insospechados.
Hojear, divagar, escoger, deambular, relacionar, consultar, cuestionar, encontrar lo que no sabíamos que buscábamos, conocer(nos)... En estos santuarios de celulosa y tinta todos los verbos, en realidad, son de acción. Un carnet de biblioteca es un salvoconducto. Si además es una biblioteca pública, es un óptimo ejemplo de democracia ("informada y participativa") en acción: un lugar donde nadie juzga y en donde todos son bienvenidos.
Un drama social En la colección de relatos Biblioteca pública, Ali Smith (Inverness, 1962) explora el significado de estos espacios a través de testimonios personales que sirven de interludio a los textos de ficción, lo que da como resultado algo así como un manifiesto (o una llamada de atención) ante la imparable epidemia de cierres, recortes, desprofesionalización del personal y disminución de las horas de apertura en las bibliotecas del Reino Unido.
"Durante las pocas semanas que he estado ordenando y revisando los doce cuentos de este libro -explica la autora escocesa-, veintiocho bibliotecas del Reino Unido se han visto amenazadas con el cierre o han pasado a manos de voluntarios. Quince bibliotecas ambulantes han corrido la misma suerte [...] Las estadísticas sugieren que, cuando se publique este libro, habrá mil bibliotecas menos de las que había cuando empecé a escribir el primer cuento".
Biblioteca pública se puso a la venta originalmente en 2015, y el aviso no era catastrofista. Desde principios de septiembre, The Guardian ha publicado una serie de artículos y entrevistas sobre la situación crítica de la red de bibliotecas en Reino Unido. Un caso emblemático es el de Birmingham, cuyo ayuntamiento, tras declararse en quiebra, ha cerrado una decena.
Desde 2016, se han destruido dos mil empleos, se han perdido casi doscientas bibliotecas y un tercio de las que aún permanecen abiertas ha visto reducido sus horarios. La BBC ha revelado que las áreas más desfavorecidas, donde las bibliotecas no sólo prestan libros, sino que también alfabetizan, orientan, ofrecen refugio y alivian problemas de salud mental, son las más vulnerables a perder estos servicios esenciales.
"Almas gemelas" "Las bibliotecas salvan el mundo, y mucho, pero fuera del modo narrativo del heroísmo: mediante la acción contemplativa", afirma un usuario. Y otro, cuya familia, aunque lectora, no podía adquirir libros describe la biblioteca como "una puerta a un mundo más amplio, un salvavidas, un recurso esencial, una cueva de las maravillas". Hay más definiciones inspiradas. Alguien dice que es "el modelo ideal de sociedad, una comunidad de consentimiento donde cada persona persigue su propio objetivo (educación, entretenimiento, afecto, descanso) respetando a los demás a través del mejor medio posible para la transmisión de ideas, sentimientos y conocimiento: el libro".
Más allá de las definiciones, lo verdaderamente interesante en esta pequeña muestra es lo que las bibliotecas públicas aportan. Coinciden en describir las visitas a las bibliotecas públicas como un ritual salvífico y en recordar el paso a la adolescencia, cuando comenzaron a frecuentar la sección para adultos, como la conquista de una nueva libertad: la de tomar libros en préstamo con total autonomía y formar parte de esa comunidad ajena a la edad, el género y la procedencia a la que se refiere la poeta Jackie Kay, citada en el epígrafe: «almas gemelas, casi amigos».
¿Son los relatos variaciones sobre este tema? Sí y no. El primero relata, con sorna, que, paseando por el centro de Londres junto a su editor, avistaron un edificio con la palabra BIBLIOTECA en la entrada, aunque no parecía una. "Somos un club privado. También tenemos un número selecto de habitaciones de hotel", respondieron a la pareja de curiosos. ¿Y libros? Unos pocos, para los miembros. Smith se burla de cómo el prestigio social de la cultura se ha desvirtuado para otros fines (a mí me recordó el centro "Biblioteka" en la Avenida Nevski de San Petersburgo: varias plantas de restaurantes con una pequeña librería como complemento).
Una miscelánea literaria En los otros relatos, aparecen libros, autores (algunos deambulando por Regent's Park), lectores obsesionados con escritores (como Katherine Mansfield, la tercera en discordia de una pareja), personajes diagnosticados de depresión que sienten cómo un bulto leñoso emerge de su pecho hasta convertirse en un rosal, además de disquisiciones etimológicas, reflexiones sobre acentos o diálogos con otros textos (como la poesía de Robert Herrick). Pero si hay algo común en estos relatos con la idea de la biblioteca pública es la habilidad de la autora para conectar temas, hilos narrativos, registros, géneros y voces, fusionando ficción y realismo, lo personal y lo fantástico, el sueño y la vigilia.
Al igual que en una biblioteca conviven la física cuántica y la historia de las religiones, el arte expresionista y una guía de bosques mediterráneos, Smith transita con naturalidad entre temas aparentemente dispares: el paradero de las cenizas de D. H. Lawrence se mezcla con un fraude en su tarjeta de crédito; una mujer que se dirige a una reunión crucial de trabajo se deja llevar por el flujo de sus pensamientos y termina deambulando por Londres, lo que le da pie a narrar una breve historia de Regent's Park; el encargo para una antología de relatos sobre la muerte le sirve para componer el obituario de una joven amiga fallecida, quien soñó que era una obra de arte que "robaban unas personas sin escrúpulos"; a los recuerdos de las experiencias bélicas de su abuelo y padre se entrelaza una conversación imaginaria con el segundo, ya fallecido, sobre la música de Boy George.
Pasado y presente, lo fabulado y lo vivido, se cruzan en esta obra en que inteligencia, humor y lecturas se despliegan con un lenguaje preciso y lúdico, deslizándose "limpiamente, como un hombre que una mañana de verano sale en mangas de camisa porque sabe que no le hará falta chaqueta".