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Günter Grass y la obsesión que puede provocar el arte

Por 30 de enero de 2025 Sin comentarios

'La estatua de Günter Grass' Alfaguara, 2025

Marta Rebón

 

Preguntado por un medio alemán con qué mujer de la historia del arte compartiría una velada, Umberto Eco dio dos nombres: Cecilia Gallerani, la protagonista de La dama del armiño, y la margravesa Uta von Ballenstedt, que nació alrededor del cambio de milenio y fue esculpida en piedra policromada en el siglo XIII en el ábside occidental de la catedral de Naumburgo, en un conjunto formado por un total de doce figuras, las de los fundadores y benefactores de la antigua capilla.

«Entre las muchísimas imputaciones que se le dirigían a esta época sin identidad (como no fuera la de ser «de en medio»; entiéndase la Edad Media) -escribió Eco-, estaba precisamente la de no haber tenido sensibilidad estética», algo en lo que se centra su ensayo Arte y belleza en la estética medieval para refutarlo.

Uta de Naumburgo, como también se la conoce, es un ejemplo paradigmático. Es tal su magnetismo y gracia que parece tener vida propia, tal vez porque el maestro anónimo que realizó el encargo la inmortalizó con un gesto que nos resulta moderno: con la mano derecha alza el cuello de su manto, como para protegerse de su esposo, el margrave Ekkehard II, «belicoso, orientado siempre a las ganancias de tierras, el terror de sus súbditos».

Las facciones de Uta -objeto de veneración durante el nacionalsocialismo como ideal de la mujer aria- , su aura melancólica y trágica ejercerán una suerte de obsesión casi física y persecutoria en Günter Grass (1927-2015), el Premio Nobel alemán que también cultivó las artes gráficas y el grabado. A ella dedica este relato de 80 páginas, cuya última versión (no definitiva) terminó en 2003, además de crear una serie de litografías de las figuras de Naumburgo. La estatua es la edición de ese texto revisado por el autor sólo en una tercera parte.

Decimos «persecutoria» porque este relato entre lo autobiográfico y la ensoñación sobre el elenco de Naumburgo -tanto las figuras históricas que representan como los modelos que imagina que utilizó el escultor, gente más sencilla que cedía sus facciones- cubre unas cuantas décadas de la vida del escritor, desde que visita las «ciudades agrisadas» de la RDA, «cuando el Muro aún seguía, como por costumbre, y las potencias continuaban ladrándose, aunque a media voz» hasta la reunificación y la circulación del euro. Una invitación para hablar de su obra le permitirá «cruzar la frontera», cosa que aprovechará, en especial, para visitar la arquitectura religiosa que quedó al otro lado del «Estado de Obreros y Campesinos».

El tiempo de las catedrales se mezcla con el del país socialista, donde el tiempo «pasaba de otra forma, bloqueado por delante», como si los relojes descontaran las horas, en lugar de avanzar. De manera tangencial, Grass deja pequeños destellos de la infancia y de su pulsión por encontrar siempre un refugio interior: «Desde mi juventud yo había deseado volverme inencontrable en un tiempo siempre diferente. Ni la estrechez de mi casa natal de dos dormitorios, ni la ulterior vida en campos y barracones, ni el alboroto de los niños, ningún sonido me impedía escapar al presente de cada momento».

A partir de ese primer encuentro, Grass establecerá un diálogo con las figuras, como comensales a su mesa, que son las páginas en blanco. Los dibuja (material que acompaña al texto), los imagina conversaciones con y entre ellos, reconoce a Uta en otros viajes, en Colonia o Milán, no sólo en las caras pétreas de otros retablos, sino también en otras mujeres jóvenes de la calle. La estatua se lee como un divertimento sobre las conexiones profundas y secretas que puede provocarnos una obra de arte.

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Marta Rebón

Marta Rebón (Barcelona, 1976), se licenció en Humanidades y Filología Eslava. Amplió sus estudios en universidades de Cagliari, Varsovia, San Petersburgo y Bruselas, cursó un postgrado en Traducción Literaria en Barcelona y un Máster en Humanidades: arte, literatura y cultura contemporáneas. Tras una breve incursión en agencias literarias se dedicó a la traducción y a la crítica literarias. Ha traducido una cincuentena de títulos, entre los que figuran novelas, ensayos, memorias y obras de teatro. Entre sus traducciones destacan El doctor Zhivago, de Borís Pasternak; El Maestro y Margarita, de Mijaíl Bulgákov; Cartas a Véra, de Vladimir Nabokov; Gente, años, vida, de Iliá Ehrenburg; Confesión, de Lev Tolstói o Las almas muertas, de Nikolái Gógol, así como varias obras al catalán de Svetlana Aleksiévich, Premio Nobel de Literatura en 2015. Actualmente es colaboradora de La Vanguardia y El Mundo. Sus intereses de investigación incluyen el mito literario de varias ciudades y la literatura rusa del siglo XX. Fue galardonada con el premio a la mejor traducción, otorgado por la Fundación Borís Yeltsin y el Instituto Pushkin, por Vida y destino, de Vasili Grossman, escogido el mejor libro del año en 2007 por los críticos de El País. Ha expuesto obra fotográfica en Moscú, La Habana, Barcelona, Granada y Tánger en colaboración con Ferran Mateo, quien también participa en sus proyectos editoriales. Ha publicado En la ciudad líquida (Caballo de Troya, 2017) y El complejo de Caín (Destino 2022). Copyright: Outumuro

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