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Escrito por

Rosa Moncayo

Rosa Moncayo (Palma de Mallorca, 1993) estudió Business Administration en la Universidad Carlos III de Madrid. Con 20 años, le concedieron una beca para realizar sus estudios en Seúl, Corea del Sur. Actualmente reside en Madrid. En 2020 publicó La intimidad en el sello editorial Barrett. Fotografía: Laura Carrascosa

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Sobre Malinowski

Toda la pasión de Malinowski surgió de una pregunta: ¿Cómo funciona una sociedad? Cuando llegó a sus manos La rama dorada de James Frazer, quedó profundamente conmovido. A veces, sólo hace falta un libro. El amor por la antropología lo condujo a Australia y Papúa Nueva Guinea. Sin embargo, corría el año 1914 y el asunto bélico lo desterró a las islas Trobriand para evitar ser internado como enemigo extranjero. Durante su estancia, investigó el intercambio kula, una tradición ceremonial entre las islas Trobriand y otras del Pacífico occidental en la que se intercambian brazaletes y collares. Los collares, gargantillas hechas con conchas, circulan en el sentido de las agujas del reloj entre las islas; los brazaletes, en dirección contraria. Estos objetos no tienen valor monetario, pero al mismo tiempo lo significan todo. Son el lazo —el nexo, la unión fundamental— de las relaciones sociales, la manifestación inequívoca de las alianzas entre los habitantes de las islas. Viajan en canoas buscando esas otras islas donde ofrecer los bienes, recorriendo kilómetros y kilómetros de mar para cumplir con el intercambio. Lo que importa no es poseer, sino el sentido de comunidad y correspondencia: ambas logran una libertad perpetua. Malinowski escribió que todos los aspectos de la vida social buscan satisfacer necesidades comunes: comida y techo, es decir, las necesidades biológicas. Exploró en profundidad, pasando mucho tiempo solo y distante, haciéndose las mismas preguntas una y otra vez. ¿Qué era una sociedad? ¿Qué la determinaba? No encontraba respuestas. Pasó dos años enteros en las islas. Tenía momentos de desesperación, de tristeza infinita, en los que se encerraba en su choza para leer. Se sabe que se hizo amigo de un vendedor de perlas y un médico, ambos también expatriados.

Sólo avanzó en su investigación cuando aprendió el idioma local, kilivila. Nadie entendió cómo lo aprendió tan rápido. Entonces, sólo a través del lenguaje común, se dio cuenta de que la magia era la única esperanza para los trobriandeses. La magia lo explicaba todo, se revelaba como la única solución. La magia explicaba la pesca, el amor, las cosechas, la lluvia, los embarazos. Las mujeres eran fecundadas por los espíritus de los muertos. El mundo de los muertos era una realidad cercana a la suya. La guerra sólo ocurría a través de la magia. La magia era su contexto mental, el contexto de toda una sociedad: un hilo fantasma. La enfermedad, las peleas, todo lo malo crecía a través de la magia. Una magia constante, inalterable; a veces, incomprensible.

Nota mental: La magia aparece donde no tenemos control y sólo las pasiones hacen del mundo un lugar más manejable.

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21 de agosto de 2023
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Cosas chulísimas

Veinte mil euros como veinte mil leguas de viaje submarino, pero quítale la épica. Dar veinte mil euros a un adolescente es parte de las cosas chulísimas que la izquierda ha ideado para conseguir una sillita en el congreso. Hay panfletos políticos que ni siquiera colarían como carta a los Reyes Magos. Lo cierto es que un voto nunca salió tan caro y el mercado está fatal.

En primero de carrera me concedieron una beca de 8000 euros. No sé qué hubiera sido de mí sin esa beca y la ayuda de mis padres. Lo que sí sé es lo que hubiera sido de mí si no me hubiera esforzado en conseguirla. Nada bueno, las cosas como son. Ya sabemos que a los 18 no se razona, ni siquiera lo hacemos ahora. No pensar es una cosa chulísima y mola mucho. Estamos creando una sociedad que prolonga la adolescencia: los 30 son los nuevos 20 y los 40 los nuevos 30. Qué bonito sería si alguna acción política procediera de un deseo sincero por hacernos mejores. A cualquier sector político le conviene gente inmadura y manipulable. La edad temprana es mágica y los proyectos verdaderos son para siempre. Así debería ser, pero amanecemos desnortados, rodeados de propósitos ambulantes, idas y venidas sin convicción. Y sí, claro que sí, la juventud está perdida, estamos todos majaretas, y dentro de esa perdición nos rebelamos, nos encontramos en plena metamorfosis y aprendemos un poco. La adolescencia es una turbulencia espantosa de la que conservamos los recuerdos más bellos.

Es mucho mejor ser un inadaptado que un comodón. En la comodidad no sucede nada, no nace nada de nosotros, sólo esterilidad. Margarita de Navarra dijo algo que me gusta. La gente finge que no les gustan las uvas cuando las vides están demasiado altas para alcanzarlas. Parece que la gran conspiración del sistema es que no aprendamos, que no nos esforcemos ni sepamos de lo que somos capaces. En definitiva, la relación del hombre con el fracaso es mucho más fértil que la posibilidad de un cheque.

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4 de julio de 2023

El Roto

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Planeta Tamagotchi

Las consecuencias de la actividad científica son el marasmo, el apocalipsis, el caos, la barbarie, el desorden en el que actualmente se mueve la humanidad. La ciencia es el caballo de troya de la tecnología, la tecnología es satánica en el sentido etimológico de la palabra diabólica, que significa desintegradora, separadora. La ciencia ha troceado, ha separado al ser humano de la naturaleza y eso, probablemente, es lo que en la religión cristiana se llama pecado original, pecado contra el espíritu.

Son las rápidas palabras de un jovencito Sánchez Dragó entrevistado en Canal Sur. Me gustaba mucho Sánchez Dragó. Su sola presencia (¡desmesurada!) en el panorama nacional, obraba un efecto casi benéfico para los que sólo nos gustan las opiniones que se salen del tiesto. Encuentro muy cierto lo que dijo hace ya muchos años: la tecnología es culpable del desorden en el que nos movemos. No hay más absurdidad que no querer ver nada más que lo que nos da la ciencia, que la ciencia resolverá cualquier problema. Similar es lo que escribe Marcuse en El hombre unidimensional: «La sociedad tecnológica es un sistema de dominación sobre la vida de las personas». Uno lee estas cosas y piensa en ese comentario tan común que nos decimos los unos a los otros: que la tecnología no es buena ni mala, sólo depende del uso que le damos. Sí, de acuerdo, pero somos dóciles, dóciles hasta con lo que está absolutamente mal, dóciles hasta para olvidarnos de las cuestiones del espíritu.

El avance científico es dogmático. Se ha llegado a decir que nunca más las cuestiones de la conciencia deberían frenar los progresos de la ciencia pues la ciencia no da alternativa, lo otro sí. De igual manera, el catálogo cultural actual viene sometido a las redes sociales y su presión por estar ahí, sometido a la forma concreta y algorítmica con la que podemos meter todo lo que se hace llamar cultura en la pantallita del móvil para que, de alguna manera, sea real. Ya hay tantas películas en las que los humanos buscan el amor a través de una pantalla… Quizás el Tamagotchi sea el origen de los males que nos acusan. La lección es obvia, pero difícil en su práctica: sólo si buscamos los lazos humanos, la belleza del vínculo terrenal, obtendremos dignidad.

El auge de la inteligencia artificial, Siri, toda la cuestión robótica, hasta el tema espacial y, por supuesto, las pelis futuristas, me aburren. Lo cierto es que preferiría morir antes que acercarme a lo que sea que es eso de la inteligencia artificial o el funcionamiento de las criptomonedas. Poco a poco, una se va dando cuenta de que cada vez se encuentra más desenchufada del mundo que se nos plantea. Me estoy quedando atrás y no he cumplido ni los treinta. Por el amor de Dios, ¿qué va a ser de mí? Y sin embargo me acecha una pregunta: ¿qué haría yo sin mi Google Maps? Adoro Google Maps. No podría vivir tanto y tan rápido sin él.

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17 de abril de 2023
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Memoria sentimental

Corazón tan blanco es el mismo libro de todos los inviernos. Vuelvo, una y otra vez, a fragmentos que ya ni recordaba. Fragmentos que parecen melodías, que sólo consigo recordar si empiezan a sonar, tres segundos bastarían para saber cómo siguen. Pedazos de literatura, frases sueltas o páginas enteras, que recuerdo como una película de infancia, la canción de desamor que escuchaba en bucle hace cinco años o el rostro de alguien en quien me fijé con esmero. Forma parte de mi memoria sentimental. Es posible que, para algunos, Corazón tan blanco sea una novela sobre las consecuencias de no usar la razón. Para otros, el resultado de pensarlo todo demasiado.

La escucha escondida de las primeras páginas marca los tiempos de la novela. Escuchar, saber, es peligroso. Se intuye que el gran misterio de la vida es la gente. ¿Por qué hacen lo que hacen? Ese no he querido saber, pero he sabido puede marcar una vida entera. Un corazón tan blanco que poco a poco se va ennegreciendo pues, como bien dijo Marías, no se sabe si es tan blanco por ser demasiado puro o, simplemente, por ser un cobarde. Cada uno libra sus propias batallas, de ahí que el imaginario de Javier Marías, sus divagaciones constantes, logren emocionarnos. Hoy me doy cuenta de una cosa: las pasiones amorosas, diversas, son raras. Sólo funcionan si son sutiles, si se hacen de rogar. Si existe, en la cabeza del apasionado, ese conjunto de posibilidades, imaginaciones varias y muchas dudas, fruto de la incertidumbre.

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16 de marzo de 2023
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Las voces de Adriana

Podría no avanzar jamás si me parase en cada palabra. El sentido de la literatura es lo que me han enseñado que es el sentido, con sus correspondientes negaciones. Cada cosa contiene a su contrario. La transgresión pone en primer plano la norma. Y, en todo caso, es imposible saber cuándo se está haciendo literatura, porque se ignora lo que es la literatura, aunque no por defecto, sino por exceso: hay demasiadas definiciones de lo literario.

 

Como una voz del subsuelo, Las voces de Adriana es un libro atípico y esclarecedor sobre la dificultad humana. Se trata de un tríptico sobre la familia y el peso de la frustración, un eco lacerante. La primera parte, dedicada al padre y a la protagonista como simple espectadora de la vida de los demás, es, sin duda, la parte con más garbo. Vivir en los márgenes es agotador. Adriana, la protagonista, lo sabe. Disfruto muchísimo leyendo a Elvira Navarro porque narra la lobreguez del mundo gracias a su escritura escrupulosa, señal de estilo e identidad desde que firmó esa novela tan perfecta llamada La ciudad en invierno.

Las voces siempre recuerdan el paso del tiempo, la importancia de la memoria infantil, esa nostalgia tan familiar que nos acecha en los momentos más extraños. Para encontrar el perfecto equilibrio entre el paso del tiempo y los miedos particulares, unos deseamos aligerarnos, aprender el don de la espiración; otros, mantienen y alimentan el ímpetu por ensanchar tentáculos y conquistar. Adriana no sabe cuál es su dolor, si la pesadez del tiempo presente o el miedo a un futuro en el que se ha quedado sin familia. Uno de los temas recurrentes es el entendimiento de la existencia misma. Me atrae la voz de la protagonista desde esa intemperie tan dulce, casi inocente, tratando de abrirse paso en la búsqueda incansable del amor o, sin tanta grandilocuencia, algo de compañía para pasar el rato.

«Se decía que nadie se acostumbra a las caídas, a pesar de estar todo el rato cayendo, como quien no para de montarse en aviones y cada vez siente el mismo miedo. Las cosas no se superan. No se sabe qué pasa con ellas, pues a veces todo cambia inexplicablemente». Las novelas de Elvira Navarro implican ciertas atmósferas inquietantes. Marca de la casa. Este libro constituye un esfuerzo literario, un retrato sobre la complejidad humana y la manera en la que se traslada al monstruo de las redes sociales. Todo el amor, la esencia de una persona, incluso su inteligencia, se han visto reducidas a lo que plasmamos en redes. Aplicaciones para concertar citas, un listín de perfiles personales en línea, hilos de Twitter como pruebas de cociente intelectual… Un despilfarro de emociones. Con la viva voz de los familiares de Adriana -la tercera parte de la novela-, Elvira Navarro delinea el oscurantismo propio de esa época: la vida de los señoritos, el orden instaurado y la falta de contacto con uno mismo. Es una lectura de gran valor pues ese idéntico oscurantismo se palpa en el tiempo presente.

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9 de febrero de 2023
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Feministas de manual

A veces me dan envidia las feministas de manual. Ojalá estuviera de acuerdo con todo lo que saliera del Ministerio de Igualdad y las mentes de sus soldaditos. Todo sería más fácil. No andaría enfadada ni aterrada por el futuro, repetiría las palabras clave, una por una. El discurso de siempre, sin pestañear. Todo me iría mejor. Ocurre a menudo: nadie se queja en alto por el miedo al qué dirán, pero una vez se dispersa la multitud y ya parece que no nos oyen, empiezan las críticas enfrascadas en susurros.

Pensar y actuar ya no van de la mano. Se ha suprimido el juicio, la razón, y se ha sustituido por lo que sea que consideren nuestras veneradas instituciones políticas, ya sea en materia de salud, línea de pensamiento o lenguaje. Zygmunt Bauman lo definió al expresar que las mentalidades de jardinero favorecen la creación de Estados totalitarios. El mundo está lleno de malas hierbas, deben podarse; se domina el paisaje para ajustarlo a la doctrina ideológica.

Este tipo de feminismo, el absolutista, el feminismo que ni siente ni padece, el que asegura que ser mujer es un sentimiento, permite que el mal campe a sus anchas. ¿Por qué el orgullo de este feminismo es más importante que la justicia que merecen las víctimas de la violencia sexual? ¿Es tan difícil enmendar una ley que no ha hecho más que generar cantidades ingentes de odio y dolor? Mientras tanto, en las calles no ocurre nada.

El año pasado cerró con 133 rebajas de penas a condenados por delitos sexuales y, bien entrado 2023, ya son 151 favores a agresores y 22 excarcelados. La cifra va en aumento. ¿Existirá relación entre esta ley y el súbito incremento de violaciones y asesinatos? Ayer, se publicó un vídeo en el que una de las autoras de dicha ley ríe con sorna al mencionar la oleada de cientos y miles de violadores a la calle beneficiados por la ley del sólo sí es sí. Resulta exageradamente complicado entender a quienes están a favor de tremenda pocilga politiquera y, por supuesto, oír una vez más que son los jueces quienes deben formarse para aplicar dicha ley. De igual manera, hace unas semanas se votó la Ley Trans. Una ley imprecisa que engrosará el negocio farmacéutico, más si cabe, y empujará a individuos confusos, o presos por episodios de alienación, a tratamientos irreversibles.

Ya no se puede hablar. El silencio cómplice lo ha impregnado todo. Las prácticas más habituales de la cultura woke son la cancelación de aquellos que no comulgan con la línea de pensamiento progresista. Campañas de acoso y derribo, desprestigio, insultos y ridiculización a través de redes sociales son prácticas cada vez más normalizadas. Todos lo hemos visto. Finalmente, la bulla concluye con ciertos adjetivos que nunca faltan: fascista, retrógrado o negacionista. Pero bueno, el mundo es ansí, diría Baroja.

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12 de enero de 2023
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Vidas cansadas

No hay película más amarga que Vidas rebeldes. Ciento veinticuatro minutos y un hilo de esperanza. Lucha y combate. La imagen de los caballos indomables es de una belleza inenarrable, los espectadores siempre necesitaremos un final feliz. Vidas rebeldes trata sobre una mujer desnortada, Marilyn Monroe, que se lanza a los brazos de dos vaqueros, Clark Gable y Montgomery Clift, y los acompaña a la captura de unos caballos salvajes para vender su carne. El denominador común de los tres personajes es el desarraigo y el vacío existencial, buscan redimirse construyendo una nueva vida, pero no saben cómo hacerlo. La historia de muchos. ¡Ah! Prefiero el título original, The Misfits, es decir, desplazados. No creo que sus vidas fueran rebeldes, simplemente estaban cansados.

Fue la última película de Marilyn y Gable antes de que murieran. Si ya estaban mal, el rodaje fue la gota que colmó el vaso. Para empezar, fue rodada en el desierto de Nevada, donde el gobierno estadounidense llevaba a cabo ensayos atómicos. El tufo a toxicidad estaba muy presente. Marilyn se presentaba a las grabaciones completamente alcoholizada, ya era adicta a los barbitúricos, y tuvo que ser ingresada varias veces en clínicas de desintoxicación, además de un susto de dos semanas en el hospital. Rodaje a trompicones. Marilyn siempre llegaba tarde. El guion fue obra de Arthur Miller, su esposo, quien escribió la historia para que ella se luciera, para que el mundo viera que también era capaz de protagonizar un drama. De poco le sirvió, Miller acabó poniéndole los cuernos con la fotógrafa del rodaje, Inge Morath. Se casaron y formaron una familia.

Clark Gable, que ya estaba desgastado, renunció a su doble. Quería ser él quien realizara las escenas forcejeando con los caballos. Sufrió un infarto fulminante tres días después de acabar el rodaje. Muchos criticaron a Marilyn porque, como siempre llegaba tarde, Clark tenía que esperarla bajo el sol infernal del desierto, fumando incontables cigarrillos para amenizar la espera. Por otra parte, Montgomery Clift seguía depresivo, no aceptaba su homosexualidad y todavía no se había recuperado de ese accidente de coche horrible que le desfiguró el rostro. Su expresión facial había cambiado por completo. Una rareza fascinante. Desde luego, Huston, el director, aprovechó el momentazo agónico de sus actores para configurar una atmósfera lacerante, insoportable, culminando con hermosas imágenes de caballos libres, salvajes, felices.

Lo más bello de nuestras vidas surge en los destrozos. Vidas rebeldes es la película de un mundo a punto de terminar, un mundo que termina para dar paso a otro, mejor o peor. La película peca de precursora. Pocos dramas como este en los años 60. Ahora, en cambio, todo son dramas. El final es un final feliz, claro, pero no era el final que Arthur Miller había pensado. Sólo el personaje de Clark Gable demuestra una voluntad de cambio. El de Marilyn, en cambio, se enfrasca en el llanto. Es su papel. Marilyn hace de Marilyn; romántica e ingenua. Huye de la naturaleza, del desierto; huye de la felicidad, lo fértil. Me gusta mucho su papel, sobre todo cuando estalla furiosa, cómo maldice a los tres hombres que sólo son felices si matan. Demostró una rabia espectacular. Nadie sabe si esa escena fue real o parte del guion. A veces, viene a ser lo mismo.

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17 de diciembre de 2022

Prometeo trayendo el fuego - Jan Cossiers

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Prometeo trayendo el fuego

Nos bastaba con una tabla colocada sobre las rodillas y sujeta con los codos. Una hoja en blanco, un bolígrafo azul y un lápiz. Nunca acumulé esas hojas, andaban dispersas por cuadernillos sin clasificar. Ahora me doy cuenta de lo difícil que es escribir sobre una superficie porosa. La costumbre tiene peligro. Todos pintábamos sobre las muescas. El círculo inevitable resaltado por un trazo azul. Las marcas de madera son preciosas. Algunos niños escribían su nombre en pequeñito. Diego. Arturo. Arno. Las niñas dibujábamos lunas menguantes y estrellas, árboles y sucedáneos de pajaritos. Si no era en el suelo, nos sentábamos en taburetes. A veces, incluso, conseguíamos sillas de tela y plástico, unas más cómodas que otras. Nunca hubo peleas. Un día la lección fue preciosa. Queríamos hablar del origen del lenguaje. La lengua sagrada. Ignacio preparó unos apuntes, pero apenas los leyó. Habló de la lengua con la que Dios se dirigió a Adán. El aval de la Biblia prevalece. Su rigor me sigue enamorando. De la liturgia cristiana nos contó que fue el arameo. «Pueblo extravagante semítico que habitó en el norte de Siria». Todas las lenguas quisieron alcanzar el estatus de lengua sagrada pues se representan manifestaciones propias del espíritu de cada nación. Cada una con sus divinidades. Ojalá aprenderlas todas. Con las lenguas sagradas se derraman los juramentos, los rituales y los actos colectivos. La vida, espléndida, es una vasija que llenamos de aquello que deseamos que sea eterno. En clase nos dijeron que el Corán no se puede traducir a una lengua distinta del árabe. «Nunca podréis leerlo como se debe porque nunca hablaréis árabe».

La lengua se somete a grados de excelencia. ¿Qué llevó al hombre, y no al animal, a desarrollar el lenguaje? La necesidad de pasiones. Rousseau. La línea evolutiva se inicia gracias al grito instintivo, los gestos expresivos —imitación y onomatopeyas—, y culmina en la articulación de la voz. Cantar al cielo. Nos caían hojas de los árboles. Unas directas a la cabeza, enganchadas en el pelo, otras en la tabla de estudio. Se nos subían las hormigas y las garrapatas por las piernas. Muchas veces nos mordían. Acabo de recordar el día que nos dieron a guardar una lagartija. Ninguno de nosotros se pudo resistir a abrir la tapa del bote. Todas escaparon al instante. Cómo recuperar ese momento, esa alegría por saberse dueño del porvenir de la lagartija. ¿Es previa la lengua a la sociedad? ¿Son previas las ideas al lenguaje? Necesitamos saberlo. ¿Quién fue el primero en quitarle la tapa al bote? Nos pidieron que recreásemos el lenguaje primitivo. Gritábamos feroces e imitábamos a los monos. Uuh, uuh, uuh. ¿Y si la comunicación surgió porque necesitábamos fuego?

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22 de noviembre de 2022
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La vida material de Marguerite Duras

El esfuerzo del mundo moderno y sus soldaditos es asegurar la sensación de acceso y disposición inmediatos a una realidad tangible. Todos somos soldaditos belicosos. Potenciamos una vida material que acelere la sensación de desconocimiento entre el hombre y sus deseos. Dormir un sueño de cien años. Conocer el amor total. Ideaciones. Adoración desmedida por ídolos e ideologías. ¿Matrix? Conjuras para no sufrir. Ay, el dolor…

En El antidolor, un manifiesto futurista, Aldo Palazzeschi dice que uno no puede reír desde lo más hondo del corazón si antes no ha escarbado profundamente en el dolor humano. Nunca duele igual. Sin embargo, el dolor siempre se da de bruces contra la vida. Ríndete y sé feliz. En La vida material, Marguerite Duras escribió sobre todo lo que compuso su existencia. No hay Saigón -o muy poco-, pero sí hay listas de la compra, unas más pesimistas que otras, anotaciones hechas en plena borrachera, la mirada ante el amor y sus hombres, teatro, mucho alcohol, Trouville, el deseo irreverente de amar con locura, el deseo de tomar el sol… Escribió sobre la pérdida de libertad, la falta de conmoción, el vacío y su impronta. Francia, París. Hacerse mayor y que te preocupe.

Una frase de Adorno en Teoría Estética resuena por ahí mientras leo: «Lo único que mantiene la vida con vida es estar impresionado por lo otro». Si se pierde esa impresión caemos en el infierno de la igualdad.

El diario, el ejercicio de la vida material por escrito, riguroso y cronológico, sólo está pensado para mentes disciplinadas, brillantes. Aquellos que lo escribirán todo, recopilarán sensaciones, recuerdos e imágenes imborrables, las pondrán por escrito con el mejor léxico posible. Magia. A pesar de intentar dotarme de las palabras más hondas, no podría incluir en una misma entrada todo aquello que revuela por esta cabecita de cabellos morenos, ni siquiera lo que acontece en un minuto. He perdido mi orden. No tendría sentido. Duras dice que su infancia se explica a través del agua. De las lluvias insoportables de Vietnam y la manera tan bruta de fregar su casa cada día. Pero ¿quién puede pensar en su infancia sin pensar en el agua? Quizá la metáfora más manida sea la del agua. El amor y el agua.

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2 de noviembre de 2022
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Je t’aime, je t’aime

En general, aparte de las guerras e incongruencias celestiales, podría decirse que nunca pasa nada. Todo va bien. Se dice que algunos, los más afortunados, tenemos toda una vida por delante. Una. Es cierto, pero viejos o jóvenes, todos estamos empezando. La velocidad es una exigencia de los tiempos que vivimos. Frenesí, alquimia; prisa, premura. Siempre nos acechará una edad en la que el horizonte se obture como un empaste sobre la peor caries. Para la poesía, lo mismo: siempre se es un poeta que empieza a escribir. Asomo por aquí el recado de escribir con el que Alejandro V. Bellido inicia su libro de poemas La oculta esperanza:

Os dejo a cargo de estos niños.

Tratadlos bien, no seáis duros con ellos.

Son solo niños de papá

jugando a ser rebeldes

en el patio de esta hoja en blanco,

intentando -los pobres ilusos- transgredir los dictados del Tiempo.

 

Todos los que alguna vez empezamos a escribir fuimos desastrosamente infelices. Seguimos esperando la reforma profunda que todo lo cambie. La más rebelde, la más excéntrica. Siempre esperando, pobres ilusos. Demasiado viejos para el radicalismo. En La vida material, Marguerite Duras dice que lo que llena el tiempo verdaderamente es perderlo. El tiempo es un ejército capaz de hundir las islas británicas. Una constelación diminuta, imperceptible. «Esto es un lápiz rojo, pero pinta negro. Las apariencias engañan», dice el protagonista de Je t’aime, je t’aime (1968). Vivimos en el corazón de lo indisponible.

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3 de octubre de 2022
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