Rosa Moncayo
El mito de Robinson se inspira en la vida de un marinero español llamado Pedro Serrano que navegaba desde La Habana a Cartagena de Indias. El barco naufragó y Serrano acabó en un banco de arena. Durante ocho años solo se alimentó de pájaros y peces, sangre de tortuga y agua de lluvia. Al volver a España, Serrano se hizo famoso y rico contando sus peripecias. Esta historia llegó a los oídos de Daniel Defoe en un viaje de negocios por España y Francia y empezó a escribir. Como era común en la época, el título original de la novela era extenso: La vida e increíbles aventuras de Robinson Crusoe, marinero de York; quien vivió 28 años completamente solo en una isla deshabitada en las costas de América, cerca de la desembocadura del gran río Orinoco; habiendo sido arrojado a tierra por el naufragio, en el cual todos los hombres perecieron excepto él mismo. Con una explicación de cómo al fin fue extrañamente liberado por unos piratas. Escrito por él mismo.
Más allá de la pura supervivencia, la historia que compuso Defoe trata sobre un hombre descuajado de su cultura y sociedad. En ella, el personaje de Robinson Crusoe es un náufrago inglés que vive veintiocho años en una isla cerca del río Orinoco. El mito de Robinson es la leyenda de todos los tiempos: el hombre es el constructor de la civilización y sólo el aislamiento permite sondear nuevas sensaciones.
Doce años después de la publicación de Robinson Crusoe, se publicó una novela alemana llamada La isla de Felsenburg. Trata sobre una colonia de náufragos y la construcción de una sociedad utópica. Algo más fantasiosa es El Robinson Suizo de Johann David Wyss. Vuelve al mismo tema: trata sobre una familia de inmigrantes suizos que naufraga en una isla desierta de las Indias Orientales cuando se dirigían a Australia. Los episodios se fundamentan en los principios de la moral cristiana y varios de ellos se presentan como lecciones de historia natural y ciencias. Johann David Wyss la escribió para sus hijos porque no encontraba literatura que pudiera instruir a los niños sobre el altísimo valor de la familia y la agricultura de supervivencia.
La lista temática es extensa: La isla misteriosa de Julio Verne (1874), Los náufragos de William Clark Russell (1896), El señor de las moscas de William Golding (1954), Capitanes intrépidos de Rudyard Kipling (1897), etc.
¿Cómo es posible que la mente humana nos lleve a una isla remota para experimentar algo de anarquía íntima y social? Una y otra vez vemos la isla, el desierto, la nada, el motivo que nos permitirá vivir cosas nuevas, tan nuevas como, por ejemplo, usar toda nuestra capacidad de golpe. Quizás no haya ilusión más engañosa para el común de los mortales que la idea del continuo perfeccionamiento de la humanidad. Nos destruye el peso de las expectativas sociales, pero también las estructuras que nos protegen. De ahí que la isla perdida se convierta en la única dimensión posible para la realización de nuestro deseo de convertirnos en alguien diferente, esta vez de verdad de la buena.