Jesús Ferrero
Avanzaba ligero, como alado,
y mientras caminaba decía:
¿No es agradable estudiar
mientras fluyen como aves pasajeras
los veranos?
¿No es una delicia recibir a un amigo
que llega de lejanas tierras?
Avanzaba ligero, como alado,
y si bien era parco en la comida
no tenía medida con el vino,
aunque nunca estaba borracho.
Si el príncipe le ofrecía un animal
lo ponía a pastar esa misma mañana.
En la cama se tendía como un cadáver
y no quería modales en su casa.
(Ya bastaba con las ceremonias públicas,
la casa estaba para descansar).
Solían verlo sereno, pero a veces
cambiaba de expresión si de repente
oía un trueno o el crujir
del viento.
Y era tan entusiasta y tan intenso
que se olvidaba de comer,
y tan feliz que ignoraba sus problemas
y no se enteraba del paso del tiempo.
Una tarde, definió la belleza
como lo que asciende, planea
y luego regresa a su nido.
Avanzaba ligero, como alado,
y parecía venir siempre de muy cerca
y parecía venir siempre de muy lejos.