Inciertos son los orígenes del concepto esnob, el más admitido lo hace derivar de la expresión latina sine nobilitate (despojado de nobleza). Sea como fuere, desde finales del siglo XIX y principios del XX el término esnob hace referencia al individuo que simula más elegancia o más nobleza de la que tiene. De esa manera el esnobismo sería la representación de una distinción de la que el sujeto carece.
Resulta evidente que todas las clases sociales practican el esnobismo en sus momentos ascendentes. Ya desde el Renacimiento, la incipiente burguesía imitaba a la nobleza, en realidad tendió a imitarla siempre. En el siglo XIX, la pequeña burguesía hacía lo posible por imitar a la alta burguesía, y durante un buen período del siglo XX la clase media estaba desesperada por imitar a la burguesía que le servía de modelo estético y cultural, hasta que llegó un cambio sorprendente en los hábitos sociales y el esnobismo se invirtió.
Las primeras noticias que tengo de ello proceden de la novela Adiós a Berlín de Christopher Isherwood, donde el narrador refiere una escena en la que se halla en un bar de estudiantes y le sorprende que algunos muchachos y muchachas vayan vestidos con ropas que no les corresponden y que parecen de la clase obrera. Por la misma época, a Elías Canetti le asombra que el dramaturgo Bertolt Brecht vaya vestido de obrero. En Berlín, en el período que va de una a otra guerra, está naciendo el esnobismo invertido, que consiste en imitar la estética de clases inferiores a la tuya. En lugar de vestir como los ricos, se trata de vestir como los pobres.
Puede decirse que la época de entreguerras era ya parcialmente existencialista: Sartre publicó La náusea en 1931, y su maestro Heidegger llevaba años siendo la referencia fundamental de la filosofía europea, ya que Ser y tiempo había aparecido en 1927, pero resulta claro que el existencialismo no se convirtió en una moda hasta bien entrada la posguerra. Lo digo porque fueron los jóvenes existencialistas de la Rive Gauche parisina los que recuperaron el esnobismo invertido y se placían en ir vestidos con ropas compradas en el rastro: algunos imitaban la estética de los mendigos. El esnobismo invertido estaba haciendo furor.
En la época en la que todavía América era la caja de resonancias de los inventos culturales de Europa, los existencialistas americanos, es decir los beatniks, empiezan también a practicar el esnobismo invertido sobre todo a partir de la aparición de la novela de Jack Kerouac En el camino (1958), que leí fervorosamente al final de mi adolescencia.
El esnobismo invertido pasó directamente a mi generación a través de los existencialistas, y de mi generación se expandió a todas las generaciones que han venido después, de forma que bien se puede decir que el esnobismo invertido ha sido una de las claves de nuestro tiempo, y lo sigue siendo en el presente. Recuerdo que cuando era un chaval mis padres sufrían mucho cuando me veían vestido con ropas compradas en los mercados de los Traperos de Emaús. No podían entenderlo. Al fin y al cabo, tan solo unos años antes los bachilleres españoles íbamos vestidos como señoritos. Del esnobismo de toda la vida, habíamos pasado al esnobismo invertido. ¿Solo nosotros? Los muchachos y muchachas de ahora mismo que llevan los pantalones rotos en las rodillas y en otros lugares aún más sugestivos siguen la tradición del esnobismo invertido, que ya a partir de los años sesenta del siglo pasado empezó a ser asimilado por las grandes marcas. Como me dijo hace tiempo un modisto, las grandes marcas siempre se están inspirando en lo que ven por la calle. La gente normal (el ordinary people) inventa las modas que luego son plagiadas por los modistos de forma a veces muy descarada. Ha ocurrido siempre: las modas surgen en las calles y luego pasan a los escaparates de las tiendas.
Aunque la tendencia a imitar la estética de la pobreza ha sido una característica de nuestra época, sus verdaderos orígenes son muy antiguos. Recordemos al filósofo cínico Diógenes (412-323 a. C), que ya practicaba el esnobismo invertido de forma bastante radical. Pero hablamos de momentos y personajes muy excepcionales. Si nos ceñimos a nuestro tiempo, el esnobismo invertido supuso el triunfo irónico de la estética de los pobres. Algo que muy rara vez había ocurrido en la historia.
