Skip to main content
Category

Blogs de autor

Blogs de autor

Y de repente, Bayly

Conocí a Jaime Bayly hace unos meses, en la feria del libro de Guadalajara. Quiero decir, claro, que esa vez lo conocí personalmente, porque soy un fan de Bayly desde antes de que publicase libros, cuando se divertía ridiculizando a los políticos peruanos en la tele. Por entonces yo tenía quince años, y nunca me perdía sus programas. Bayly acusaba a los congresistas de esnifar cocaína, les preguntaba a los artistas por su vida sexual, llamaba por teléfono de madrugada a las estrellas de la tele, besaba a los cantantes famosos. Era un circo de un solo hombre. Como el país entero era un gigantesco circo, su programa parecía ser el único realista. Así que, cuando lo vi en Guadalajara, no pude resistir la tentación de acercarme a saludarlo: 

-Hola, finalista del premio Planeta. Felicidades.
-Gracias.
-Sólo lamento lo que dijo Marsé en la premiación. Qué ganas de fastidiar ¿No?
Bayly se rió.
-No hay por qué enojarse. En realidad, Marsé me ha hecho un favor al bajar la expectativa. Porque luego la gente lee la novela, y no es tan mala.

Desde que empezó a escribir novelas, Bayly hizo con la literatura lo mismo que había hecho en televisión: fastidiar, que por cierto, es una de las más nobles aspiraciones de la novela. Sus libros describían sarcásticamente a una clase alta peruana racista, homófoba, machista y altamente estúpida. Sus personajes eran cocainómanos y homosexuales en una Lima reprimida e hipócrita, que les dejaba hacer lo que quisieran porque eran blancos. En el solemne y acartonado medio literario peruano, que se tomaba tan en serio a sí mismo, cayeron como una bomba. Su éxito era una bofetada en la cara de los intelectuales, y un alivio para los aspirantes a escritores que queríamos contar lo que veíamos en vez de hablar de manuscritos borgianos. Era como si te dijese: “¿te das cuenta de en qué país vives? ¿de lo que tú mismo eres? ¿y aún quieres refugiarte en la Biblioteca de Babel?”

-Pero bueno –continuó Bayly- me dicen de todo. Tú mismo dices que yo he escrito la misma novela ocho veces ¿No? Me parece una crítica injusta.
Yo había hecho esa crítica en una entrevista meses antes. Y Bayly tiene un aura personal tan impresionante que de inmediato te sientes pésimo por haber dicho o pensado algo malo de él alguna vez en tu vida.
-Sí, pero el resto de mis declaraciones fueron muy elogiosas ¿No leíste la entrevista entera?
-No, sólo me contaron esa parte.
Traté de demostrarle que lo admiraba.
-Me encanta Los últimos días de la prensa.
-Sí, ésa es la que le gusta a los homófobos.
Toma. Hice un esfuerzo por arreglarlo.
-También me gusta La noche es virgen
-Esta es distinta –me dijo, señalando su último libro-. Ya no me drogo, pues.

Luego nos despedimos. Y me prometí leer la nueva novela. Bayly tiene ese encanto que le permite tratarte como a una zapatilla y que tú salgas pensando “qué tipo tan simpático ¿cómo he podido criticarlo?”.

Pues bien, finalmente, he leído su última novela, Y de repente, un ángel. Y me ha sorprendido. Si sus libros de los años noventa eran ácidas críticas contra la hipocresía familiar, éste es más bien una oda al perdón, y un alegato a favor de la reconciliación con el padre. Si sus personajes solían ser bisexuales atormentados, éste hace lo posible por conservar a su novia. Si sus antiguos protagonistas eran chirriantes periodistas de televisión sobreexpuestos, éste es un escritor que vive encerrado en su casa, huyendo de la vida. La propia televisión, el lugar donde “cualquier blanquito palabrero tiene un programa”, ahora figura como un anestésico para todas las clases sociales. Las viejas de esta novela –una rica y otra pobre- están cargadas de rabia y frustración, pero en cuanto les ponen la telenovela, se vuelven dóciles, se adormecen, y se olvidan de su miseria, de su alcoholismo, de la mediocridad que las rodea. Mientras leía la novela, me parecía escuchar al niño terrible –ya no tan niño- tratando de reconciliarse con un mundo al que antes le escupía en la cara.

No sé si Bayly pueda ser juzgado con arreglo a las convenciones habituales de un escritor. Me parece más bien un personaje. Tiene una sensibilidad y un sentido del humor propios, que pone en escena en varios ámbitos: la televisión, el monólogo cómico, el cine, la literatura. Y en cada uno de ellos es muy transparente. Nunca se transforma en una voz radicalmente distinta de la suya, al punto que muchos de sus protagonistas llevan incluso sus iniciales (el de esta se llama Julián Beltrán). Bayly puede gustarte o no gustarte, en suma, pero creo que es un autor honesto consigo mismo. Y eso no es poco.

Leer más
profile avatar
7 de abril de 2006
Blogs de autor

Yo no soy yo

Imagino que todos han oído una y mil veces la historia del escorpión y la rana, el cuento que describe cómo el escorpión pica a la rana en mitad del río precipitando su propia muerte, porque no puede huir de su propia naturaleza asesina. Pues bien: hay veces que el escorpión no necesita de la rana para producir su autodestrucción. Hay escorpiones que son tan asesinos, que no vacilan en picarse a sí mismos.

Este domingo, el diario Página 12 reveló que un notorio represor de la dictadura, Pascual Oscar Guerrieri, violaba sistemáticamente la prisión hogareña que se le había concedido en virtud de superar los 70 años de edad. El ex jerarca del Batallón 601 de Inteligencia y jefe del centro clandestino llamado Quinta de Funes salía de su casa cuando quería y sin permiso, por ejemplo para ir a jugar al tenis. El miércoles por la noche, el periodista Daniel Malnatti mostró durante el programa televisivo CQC imágenes obtenidas a lo largo de un mes, que probaban las múltiples excursiones de Guerrieri al mundo exterior: en remise, en colectivo, en el metro… Cuando Malnatti se aproximó al remise en que Guerrieri viajaba y le demostró que conocía su identidad, el represor fingió ser otro, llegando hasta el extremo de mostrar un documento falso. Pero al fin se traicionó a sí mismo, escupiendo una frase reveladora: “Yo no soy yo”.

Gracias a la acción de Página 12 y de CQC, el juez Ariel Lijo le quitó a Guerrieri el beneficio del arresto domiciliario, concediéndonos además una satisfacción extra: hoy el represor está preso otra vez, pero ya no en una base militar, como era lo habitual en estos casos, sino en el penal de Marcos Paz, como cualquier otro asesino que ha sido hallado culpable por la Justicia. Esta acción, y las recientes declaraciones de la Ministra de Defensa, Nilda Garré, que manifestaron la intención del Gobierno de acabar con todas las prisiones de privilegio concedidas a los jerarcas de la dictadura, me han llenado de esperanza. Mientras esperamos que la Cámara de Casación se expida y permita declarar la nulidad de las amnistías otorgadas a los ex militares, la prisión común y corriente de Guerrieri y de algunos otros serviría cuanto menos como aperitivo. Les juro que el día que Alfredo Astiz vaya preso a un penal común, como corresponde dada su probada participación en tantos crímenes (Astiz es el Judas que se hizo pasar por oveja para traicionar a algunas Madres de Plaza de Mayo, y que también provocó el secuestro y muerte de las monjas francesas), voy a hacer una fiesta.

Si esto ocurre y están por la Argentina en ese momento, considérense invitados.

Leer más
profile avatar
7 de abril de 2006
Blogs de autor

MALDITO PRINCIPITO

Es lo único que faltaba a la pobre Francia. Tenemos huelgas, un presidente prejubilado que no puede mandar, un primer ministro rehén del ministro de interior que es también presidente del partido mayoritario, la economía es una tortuga que no sabe ni puede acelerar y ahora viene el Principito. Basta leer Le Figaro para entender lo que hoy se publica, se dice, se muestra: Francia celebra el sesenta aniversario de la publicación de El Principito de Antoine de Saint-Exupéry.

Como siempre en Francia hay algo callado: no es el sesenta aniversario de la publicación del cuento. El libro se publicó en Nueva York hace sesenta y tres años. Lo que celebra Francia es el desembarco de una criatura que no es lo mejor de la literatura francesa pero que sigue funcionando como producto de exportación.

No voy a esconder mi opinión: desde el capítulo dos todo va mal en el cuento; para mí, un cordero no se vincula con la idea de un dibujo. Mucho más con la idea de una carne asada. No puedo entender como Saint-Exupéry, que siempre fue tratado muy bien en Argentina, se equivocó tanto en la utilización de un cordero. Todo su libro es un error insoportable: finge escribir un cuento para los niños para entregar una verdad a los adultos. “Todas las personas mayores fueron primeros niños” dice Saint-Exupéry en su dedicatoria, pero al final, se hunde en un océano de boberías y de humanismo barato. En un país que posee una tradición del cuento filosófico desde el siglo XVIII, el Principito representa un proceso mayor de involución que hay que denunciar sin cansarse. Cada vez que veo una tienda de “Zadig & Voltaire”, la empresa francesa que vende ropa muy de moda, pienso que quizás Francia podrá reestablecer una jerarquía normal con Voltaire por encima de Saint-Exupéry. Pero, por el momento, hay que aguantar al Principito.

En el sitio oficial de Saint-Exupéry vemos hoy una muestra de lo kitsch del libro: un desfile de candelas frente a la cara del Principito para manifestar la magia de un aniversario insoportable. Vale la pena ver el sitio para entender lo que tenemos que aguantar en Francia: en todas partes hay vajillas, estatuas, papel de escribir, relojes, muñecas y no se qué más con la imagen del rubiecito con su bufanda. Por lo menos, estas baratijas ayudan a entender que no se trata de literatura, sólamente de una marca para promover productos de exportación. Ver en Internet el abanico completo de lo que se puede conseguir me puso de muy mala leche. Aún peor, descubrí un sitio canadiense con una versión mixta (en francés y en español) de la obra. ¡El Principito hablando castellano en Canadá! Qué desorden en nuestra planeta.

Leer más
profile avatar
6 de abril de 2006
Blogs de autor

David(es) contra Goliat

Acabo de regresar de Puerto Rico. Me invitaron a dar una charla sobre la adaptación de novelas al cine, dado que durante el fin de semana se exhibió en San Juan Rosario Tijeras, que escribí a partir de la novela de Jorge Franco. La experiencia fue gratificante. Nunca había visitado la isla, este estado libre asociado lleno de gente maravillosa que dice cosas como: “No puedo ir a la beach, todavía no estoy en shape”, y que vive inventando neologismos. (El que más me gustó fue gufear, a partir de la palabra goof, que significa tonto en inglés: el verbo gufear implica, pues, tomar a alguien por tonto. A no ser que me hayan gufeado a mí, y que la palabra signifique otra cosa en realidad.)

La charla formó parte de la Octava Muestra de Cine y Literatura, dirigida por José Artemio Torres, que lejos de tratarme como a un invitado formal me convirtió en parte de su familia. Toda la gente que conocí por su intermediación (productores, directores, guionistas, editores y funcionarios del cine local) me pareció abocada con celo impar a la creación y difusión del cine de la isla. Su pasión no me sorprendió, como tampoco el tenor de su indefensión ante los Grandes Monstruos de la Industria Cinematográfica Internacional. (O sea Hollywood.) Esto es algo con lo que me topo en cada país latino que visito: la misma situación, los mismos problemas, las mismas quejas. Los cineastas de América Latina vivimos como si estuviésemos solos, como si nuestra problemática fuese única en el continente. Todos luchamos contra molinos de viento, a menudo ayudados por subvenciones estatales que colaboran con la realización de las películas pero no solucionan los problemas de distribución ni de exhibición. Ahogados por nuestros problemas individuales, no terminamos de percibir que al uruguayo le ocurre lo mismo, y al chileno, y al brasileño, y al colombiano, y al mexicano –y por supuesto, también a los amigos de San Juan. Las películas que se hacen en un país raramente llegan a otro, a pesar de que cuentan historias que podrían ser compartidas y comprendidas con facilidad, dado que nacen de situaciones estructurales similares. En cada uno de nuestros países nos sentimos felices cuando alguna de las majors (las grandes distribuidoras de los Estados Unidos) compra nuestra peli, porque eso ayuda a mejorar sus chances en el estreno local; pero ignoramos, o preferimos no ver, que la misma major no hará esfuerzo alguno por estrenar nuestra peli en otros territorios porque su prioridad es Spiderman 3, o Superman Returns, o cualquier otra de sus propias superproducciones.

Yo sueño con que encontremos una forma de hacer circular nuestras películas por territorio latinoamericano. Este continente es un mercado millonario en materia de público, que le regalamos a diario a productos que ya vienen amortizados desde su propio territorio, y que ha menudo recuperaron su inversión por preventas internacionales, ¡incluso antes de su estreno! No pretendo que ganemos con el cine latinoamericano lo que sería lógico y esperable, dado que está probado que cuando se la enfrenta con una película local o cuanto menos latina, el público prefiere ver una de sus películas, un film que hable de ellos y de sus vidas, antes que ver el tanque hollywoodense de turno. Pero sí aspiro a que nos encontremos a debatir ideas, a que busquemos formas de sortear las legislaciones locales para encontrar modalidades de beneficio común y a que privilegiemos la difusión de nuestras películas en nuestros territorios, aun cuando no ganemos lo que sería justo o, en fin, lo que necesitaríamos para crecer. Es una lucha de David contra Goliat, eso está claro. Lo trágico sería que no advirtiésemos que los Davides somos muchos, y que si nos uniésemos la lid sería más justa.

No estamos solos. Somos muchos. Quizás sea hora de que empecemos a actuar como si lo supiésemos.

Leer más
profile avatar
6 de abril de 2006
Blogs de autor

El extraordinario Mister Moore

Mi compañero de blog Marcelo Figueras se me ha adelantado escribiendo sobre V de Vendetta, pero de paso, me ha sacado de una duda: yo quería saber qué tal era la película La liga de los hombres extraordinarios.

Dicen que Sean Connery explicó con las siguientes palabras su participación en la película: “no había aceptado un papel en Matrix porque no entendí el guión. Y fue un éxito. Me ofrecieron otra participación en El señor de los anillos pero tampoco entendí el texto. Otro taquillazo. Cuando me ofrecieron esta película y tampoco la entendí, pensé que era hora de aceptar”.

La liga de los hombres extraordinarios no fue ningún gran éxito, entre otras cosas, supongo, porque Sean Connery dijo semejante barbaridad. Y porque una historia que reúne al Hombre Invisible, el Dr. Jeckyll y el Capitán Nemo parece tan tirada de los pelos que no resulta muy atractiva ni para los que conocen a esos personajes ni para los que no. Yo, por supuesto, me negué a verla. Sin embargo, hace unos días fui a comprar historietas y me ocurrió lo de siempre: que terminé comprando una de Alan Moore. Y la única que había y yo aún no tenía era La liga de los hombres extraordinarios, así que no tuve más remedio que comprarla con la seguridad de estar cometiendo un error.

Pero no fue un error. Conforme pasaba las páginas y descubría las suntuosas ilustraciones de Kevin O’Neill me iba internando en un mundo que reúne a los aventureros y detectives más famosos de la literatura del siglo XIX: el Auguste Dupin de Allan Poe en la mismísima Rue Morgue, el Sherlock Colmes de Conan Doyle –y su archienemigo Moriarty-, la Mina de Drácula con un pañuelo al cuello para que no se le note la mordida del vampiro. Y todos con la personalidad –incluso con los defectos- de sus libros originales, ambientados en un oscuro Londres victoriano de cloacas, prostitutas y cadáveres de gato flotando en el río.

Me resultó inevitable pensar en la Liga de los Superhéroes que yo veía por la tele cuando era niño y que reunía a Supermán, Batman, Acuamán o la Mujer Maravilla. El concepto de la historieta es el mismo, pero han cambiado los tiempos. Los superhéroes del siglo XX tienen múltiples poderes que utilizan para el bien. Los del XIX no son héroes sino víctimas de un avance tecnológico que no pueden controlar. Y su moral no es tan transparente: el Hombre Invisible, para empezar, no tiene ninguna. Y otros, como Mister Hyde, encarnan precisamente los males reprimidos por la rígida moral victoriana. Hasta el fiel súbdito Mr. Quatermain es adicto al láudano.

El siglo XIX, con su revolución industrial y sus luchas coloniales, fue el comienzo de un orden social en el que el dinero desplazó a la nobleza, las migraciones cambiaron el rostro de Europa y las máquinas amenazaron con reemplazar al hombre. En esa sociedad de transición que compartieron Wilde y Maupassant, Chejov y Tolstoi, Víctor Hugo y Flaubert, se inventaron también los géneros del policial y la ciencia ficción, y la narrativa fantástica superó los límites de las tradiciones populares. Después de destronar a Dios, el Hombre estrenaba su silla, y confiaba en su mente para dominar el universo.   
   
El siglo XX es cuando todo eso se estrelló: las vanguardias discutieron incluso lo esencial de la narrativa: contar una historia quedó desfasado. Las utopías decapitaron el estado y luego lo devolvieron. La tecnología llevó al hombre más allá de la atmósfera sólo para descubrir que ahí no había gran cosa. Todos esos esfuerzos del hombre por superar sus propias posibilidades aún eran ilusiones en el siglo XIX, cuyo retrato traza Moore en esta historieta: un universo en que los aventureros tenían cosas por descubrir, los detectives resolvían los crímenes sólo con su capacidad de deducción y los químicos aún no dedicaban su vida a producir yogurts light.

Quedé fascinado con la capacidad de Moore para capturar el espíritu de todo un siglo en una historieta. Pero ahora, gracias a Marcelo, sé que hice bien en no ir a ver la película.

Leer más
profile avatar
6 de abril de 2006
Blogs de autor

RESPUESTAS SOBRE LA GUERRA DE UN BLOGUERO MALO

Soy de los blogueros malos. Los buenos cuidan las reacciones a lo que escriben y dialogan con su audiencia. No lo hago. Me explico: he vivido muchos años en la prensa escrita donde las cartas al director u otras tribunas son un supuesto espacio de expresión de la audiencia. En realidad, a través de la selección de lo que se publica y la posibilidad de añadir unas líneas después de una contribución de un lector, la redacción siempre tiene la última palabra. El blog es el fin del monopolio de los periodistas y me gusta por esto, aunque…

Aunque hoy, ¡ay!, voy a responder a lo que dice Enea cuando anota que Francia tuvo un mayo del 68 en lugar de una guerra civil. De esto se trata cuando se hacen comentarios sobre la situación política en Francia. Puede ser, de verdad puede ser que ayer tres millones de personas hayan caminado por las calles. Pero interpretar este hecho es muy difícil. Es donde tocamos el mismo tema que cuando se habla de Sartre y de los intelectuales. Existe en Francia, desde las memorias del Cardenal de Retz en el siglo XVII, una postura consciente en el discurso político. Es un discurso que se expresa con la conciencia de realizar un acto para ubicarse en un campo político e histórico sin atender a la realidad. Con el “Club des Jacobins”, cuña del éxtasis en la utilización política de la guillotina durante la Revolución Francesa, aquel discurso llegó a ser la apuesta maximalista como mínimo. Se trataba siempre de ser más revolucionario, más absoluto que la competencia. Al final, se creó el teatro del poder donde todos los franceses participan (sin guillotina) dos siglos después y que es más teatro que mundo real.

De esta cultura política teatral existen dos interpretaciones. Si leemos al ensayista Jean Baudrillard, opinamos que el teatro ganó por completo: la realidad política no es más que un simulacro. No vamos tampoco a desesperarnos pues podemos gozar de la ironía de las masas que se burlan de los que pretenden gobernar. Pero si, otra opción, leemos al historiador François Furet, vemos la responsabilidad histórica de los intelectuales que mantienen en el discurso político contemporáneo el olvido del mundo real que inventó la Revolución Francesa de 1789. La Revolución, dice Furet, “inaugura un mundo donde las representaciones del poder son el centro de la acción y donde el circuito semiótico es el maestro absoluto de la política” (es una cita de Penser la Revolution Française).

Hay que recordar lo que explica el historiador Alexis de Tocqueville: al destrozar el papel político de la aristocracia sin formar otra clase directiva, la Revolución Francesa ha permitido a los escritores establecerse como sustitutos de aquella clase directiva. Claro, asumen meramente el discurso del poder sin atender a las consecuencias de su discurso.

Quizás esto explica mi recelo en el momento de entrar en un discurso extremista. El discurso revolucionario francés, que tanto inspiró al resto del mundo, fue una plaga para todos los que intentaron e intentan mejorar su país. “The word is mighter than the sword” dicen los ingleses, lo que significa que se daña mas con palabras que con espadas. Cuando Bruce (nombre magnífico que nos recuerda a Chatwin) nota que hablo de Argentina en mi blog pero que no he dicho nada, el 24 de marzo, sobre el treinta aniversario del golpe de estado militar, me encuentro, nos encontramos, frente a la pregunta clásica: ¿para qué sirven las palabras, para mejorar la realidad o sólo para asegurar el status del hablador? ¿Queremos tomar una postura al hablar en público y no cambiar nada a Argentina en este caso, o queremos cambiar de verdad un país cuyo sistema político, para dar un ejemplo, no se cura de la corrupción en la clase alta y de la pobreza en las clases populares? Condenar una junta militar es un discurso conformista y obvio para mí. Si entramos en las condenas, no hay que olvidar a nadie, pero después, ¿qué? Por ser francés, sé que no vale la pena entrar al “Club des Jacobins” tanto en Francia como en Argentina.

Cruzamos los Andes para buscar un ejemplo en otro golpe de estado. Nadie, absolutamente nadie, puede dudar ahora de lo que fue el general Pinochet como persona. Era un cobarde. Se aprovechó del golpe militar promovido por otros oficiales para enriquecerse en el poder y promover atentados en contra de los militares que discrepaban con su acción. Pinochet es una figura miserable, ya, frente a la historia. Y los cambios positivos en la economía que provocaron su régimen en Chile no van a modificar su pesada imagen. Pero no lo voy a denunciar ahora. Hacerlo supondría recordar también que Salvador Allende, en su primer discurso después de llegar a la presidencia, declaró que no sería el Presidente de todos los chilenos. Hay palabras que son prolegómenos de una guerra civil. A veces, uno pasa del teatro de la política a la realidad sin darse cuenta. Por supuesto Ricardo Lagos y Michelle Bachelet eludieron el error de Allende. Tanto él como ella prometieron en su primera intervención después de su elección ser Presidente y Presidenta de todos los chilenos. Sabiendo esto, no quiero hablar más del 24 de marzo en Argentina que del 11 de septiembre en Chile.

Sí, existe un teatro de la política en Francia, Enea, y como francés, Bruce, llevo la historia de una Revolución que me obliga a limitar el uso de las palabras de condena.

Leer más
profile avatar
5 de abril de 2006
Blogs de autor

Filosofía a todo color

Creo del mayor interés advertir a mis amigos sobre la aparición de una nueva revista en Francia. Su título lo dice todo: Philosophie Magazine. Y según su director, Alexander Lacroix, pretende concilier philosophie et journalisme. Que ambas cosas sean conciliables es ya un manifiesto filosófico de notoria radicalidad. Sobre todo en Francia.

Sería fácil burlarse de la afectada intelectualidad francesa. Sin embargo, en España tenemos esa revista llamada Qué Leer, inconcebible en ningún otro lugar del mundo y que combina muy profesionalmente periodismo y literatura con gotas de revista del corazón.

La revista francesa recién aparecida también es un modelo de edición. Incluye una entrevista con Michel Onfray, artículos sobre Zizek, Deleuze, las utopías clásicas, una carpeta de artículos sobre Spinoza y un cuadernito con la traducción comentada de uno de sus textos. En fin, materia para ocupar una semana.

Burlarse de ella sería estúpido. Afirmar la imposibilidad de que la filosofía se concilie con el periodismo, una obviedad. Es más fructífero pensar en cómo ha sido posible semejante operación en un país que en los años setenta se había tomado muy en serio la filosofía. Es posible que la pérdida de seriedad, de morgue, no sea tan mala noticia para el pensamiento francés.

Porque quizás responda a que un reducido pero considerable grupo de personas (han de ser jóvenes, por el tono general de los artículos) prefiere leer revistas sobre Nietzsche y Spinoza que sobre Zidane, la última moda en piercing o los abortos de la princesa Carolina. De ser así, no está mal.

Aunque no me cabe ninguna duda de que si se produce la conciliación de filosofía y periodismo, ello supondrá la desaparición del periodismo.

Leer más
profile avatar
5 de abril de 2006
Blogs de autor

El suicidio de la democracia

Cuando hablo de política, suelo repetir dos historias que me han impactado mucho. Una ocurrió durante las elecciones peruanas del 2000, unos comicios claramente fraudulentos. En esa época, yo estaba en zona de emergencia, uno de los núcleos del narcotráfico y el terrorismo durante los años 80. Le pregunté a un taxista por quién iba a votar. Me respondió, sin dudarlo:

-Por el Chino Fujimori.
-¿Pero no cree que Fujimori prepara un fraude en estas elecciones?
-Claro que sí.
-¿Y de todos modos va a votar por él? ¿Por qué?
-Porque hace diez años, cuando él llegó al poder, yo salía a la calle y me mataban. Y ya no.

Me pregunté qué podía decirle yo a ese hombre. Qué sentido tendría para él mi discursito de la democracia. Tuve el tino de quedarme callado.

Años después, entrevisté a un simpatizante del grupo terrorista Sendero Luminoso, y le pregunté si era consciente del fracaso del comunismo en todos los países en que se había instaurado. Él señaló a su alrededor y dijo:

-Mire este pueblo. No tenemos agua, ni luz, ni colegios, ni hospitales. No tenemos comida. Yo no he estado en Rusia ni en China. Hasta donde yo puedo ver, lo único que ha fracasado es la democracia.

Este análisis se repite en varios países andinos, que en los últimos años muestran una gran simpatía por opciones autoritarias como Chávez, Uribe u Ollanta Humala. El fenómeno alcanza también a las ex repúblicas soviéticas. El bielorruso Lukashenko, aún con un notorio fraude, mantiene elevadas cuotas de popularidad. En Ucrania, el prorruso Yanukovich ha ganado las elecciones parlamentarias. En Rusia, Putin sigue siendo “el hombre que pone orden” a pesar de sus flagrantes abusos contra los derechos humanos y la institucionalidad. Ni qué decir del Medio Oriente, donde las elecciones palestinas e iraníes han sido ampliamente ganadas por los activistas de la violencia.

Para durar, la democracia tiene que resolver problemas, no crearlos. Cuando todas las opciones democráticas fracasan en ese esfuerzo, se abre la puerta a un candidato “antisistema”. Y si él falla,  toma la posta un dictador o una guerrilla, dos extremos que además se alimentan mutuamente. En los países mencionados, la voluntad popular está eligiendo democráticamente regímenes autoritarios, porque los ciudadanos sienten que la democracia no resuelve sus problemas, más bien los agrava. En la medida en que cuenten con votos, todas esas opciones resultan representativas. Lo antidemocrático sería exigirle a las personas que vuelvan a votar por quienes no han satisfecho sus demandas. La democracia, paradójicamente, tiene incorporada la capacidad de autodestruirse. Si la clase política en su conjunto no es lo suficientemente responsable, capaz y representativa, no hace falta darle un golpe de estado. Ella misma se suicida.

Leer más
profile avatar
5 de abril de 2006
Blogs de autor

Esta es una historia real

Bogotá, Colombia, en algún momento del año 2003. Un productor de cine (Matthias Ehrenberg), un director (Emilio Maille) y un guionista (Marcelo Figueras) llegan allí con la intención de montar una adaptación de la novela Rosario Tijeras. Los castings comienzan. A la segunda o tercera jornada, habida cuenta de que llevan ya varias noches ininterrumpidas de juerga, el productor y el guionista deciden hacer algo por su salud (ignoran, aún, hasta qué punto su salud está en juego) y deciden salir a correr. El director Maille queda a cargo del casting. Corte. Nueva escena.

Horas después, ya bañados y cambiados, el productor y el guionista llaman a las oficinas de la productora (dato físico importante: que quedan en el piso más alto de un restaurante) para ver cómo sigue el casting. La persona que atiende el llamado de Matthias le dice: "¡Cómo!, ¿no te enteraste? ¿no lo viste en la televisión?".

He aquí lo que ocurrió en nuestra ausencia. Emilio le estaba tomando la prueba a una actriz que aspiraba al rol de Rosario, cuando irrumpieron en la oficina dos encapuchados con pistolas. Hicieron que todo el mundo se echase al suelo, incluidos los empleados de la cocina. En la buhardilla estaban encerradas dos productoras colombianas, las dueñas del lugar, lamentando no poder llegar hasta el piso de abajo, donde estaba el mecanismo que activaba la alarma. Mientras tanto, creyendo que todo el asunto era una puesta en escena que era parte del proceso del casting, la chica que daba la prueba se asumió como la verdadera Rosario Tijeras y le hizo frente a los villanos. Uno de ellos no dudó un instante y le disparó en la cara.

Se llevaron a Emilio, el director, escaleras abajo. Lo metieron en una camioneta. Y en ese instante el enmascarado que se había sentado al volante se quitó el pasamontañas y con una sonrisa de dentífrico blanqueador le dijo: "Mi nombre es X, soy actor, y esta fue mi prueba".

Durante mucho tiempo Matthias, Emilio y yo seguimos haciendo cálculos de cuánta gente podría haber muerto por la inconsciencia de ese actor. Empezando por el cocinero del lugar, que sufría del corazón. Siguiendo por la actriz, a quien el tiro de fogueo le quemó la cara, pero que podía haberla pagado todavía más caro. (¿Se acuerdan de lo que le ocurrió al finado Brandon Lee mientras filmaba The Crow?). Y terminando con todos los demás: si las productoras hubiesen activado la alarma, los comandos antisecuestro habrían llegado a sangre y fuego.

Tuvieron que pasar estos años, durante los cuales conté la anécdota miles de veces, para que al narrársela días atrás al actor argentino Adrian Navarro me dijese lo obvio: "Boludo, ¡eso es una película!" Tenía razón. El fuego del actor desesperado, acercándose al polvorín del país en conflicto... Y después la gente nos pregunta cómo se nos ocurren las ideas. ¡A veces las tenemos delante y no las vemos aunque nos muerdan las narices!

No se extrañen cuando dentro de un año y pico llegue a las pantallas esta comedia sobre el actor desesperado que ante la imposibilidad de conseguir trabajo por las buenas, decide...

Leer más
profile avatar
5 de abril de 2006
Blogs de autor

BISHOP Y BRASIL

La publicación de un libro de Elizabeth Bishop, Edgar Allan Poe & the juxe-box, provoca una intensa polémica en EE.UU. A la obra de la poeta, que publicó no más de noventa poemas en toda su vida, se añaden ahora ciento veinte textos (que no puedo describir pues no he leído el libro, aunque ya lo he pedido). Otra vez, la pregunta sin respuesta definitiva: ¿Se debe publicar después de su muerte lo que un autor no llevó a su editor durante su vida?

En una obra mayor como la de Bishop ningún texto puede ser menor para los lectores. Tarde o temprano, alguien abre sus cajones. No hay manera de detener el afán de leer. Soy un lector de Bishop o mejor dicho un relector del pequeño libro verde suyo que tiene como título The collected prose y una acuarela de su autora en la tapa. Representa una casa miserable, más bien una tienda donde se venden piedras para tumbas. En el primer plano, hay un gran flamboyante. Mi diccionario de lexicografía dice que se puede escribir también flambloyán o flamboyant, pero no importa; lo que quiero decir es que para mí, con el árbol grande y la casa miserable de la acuarela, este libro es Brasil, pues mi deuda con Bishop, aparte de sus poemas, es la revelación de un libro mágico Minha Vida de Menina.

Bishop vivió muchos años en Brasil con su gran amor Lota de Macedo Soares. Fue así como se enteró de la existencia de aquel extraño libro que cuenta en unos episodios discontinuos la historia de una chica brasileña en los últimos años del siglo XIX en la ciudad de Diamantina. No seré el loco que resuma un gran libro de la literatura de Brasil. Más bien voy a decir el placer que saco de la relectura renovada del texto que Bishop dedica al pequeño libro. Para mí solo hay una palabra para describir este texto: generosidad.

En la época en que Bishop vivía en Brasil, también estaba allá el escritor francés Georges Bernanos que igualmente, en su exilio, se interesó por el mismo libro. Tenemos testimonios sobre sus compras de ejemplares para regalar a sus amigos. Bernanos mandó una carta a la autora. Pero Bishop hizo mucho más. Se dedicó a viajar a Diamantina para entender el lugar donde se ubica el libro y consiguió encontrar a su autora, una mujer ya madura, la Senhora Augusto Mario Caldeira Brant, esposa del presidente del Banco de Brasil. No se puede resumir la humildad de Bishop en el momento de hablar con la autora casual que tuvo en su adolescencia la gracia de hablar a sí misma en el papel. Tampoco se puede describir el anhelo de Bishop por entender lo que es el milagro de la emoción auténtica en un libro.

Hay muchas maneras de ser generoso. Dar es la más obvia. Pero me parece que entender, a veces, es aún más difícil. Fue lo que hizo Bishop. Al final, fue la traductora de este libro. Se llama en inglés El Diario de Helena Morley. Lo descubrí en este idioma, tal como descubrí varios poetas brasileños gracias a la misma generosidad de Bishop, capaz de interesarse en la obra de los otros. Esto explica mi primera reacción al comprar en Internet aquel Edgar Allan Poe & the juxe-box. Ya podía adivinar la polémica pero no me importaba. Ahora espero al cartero, para saber si por casualidad, otra vez, Bishop me trae algo de Brasil.

Leer más
profile avatar
4 de abril de 2006
Close Menu