Jean-François Fogel
La publicación de un libro de Elizabeth Bishop, Edgar Allan Poe & the juxe-box, provoca una intensa polémica en EE.UU. A la obra de la poeta, que publicó no más de noventa poemas en toda su vida, se añaden ahora ciento veinte textos (que no puedo describir pues no he leído el libro, aunque ya lo he pedido). Otra vez, la pregunta sin respuesta definitiva: ¿Se debe publicar después de su muerte lo que un autor no llevó a su editor durante su vida?
En una obra mayor como la de Bishop ningún texto puede ser menor para los lectores. Tarde o temprano, alguien abre sus cajones. No hay manera de detener el afán de leer. Soy un lector de Bishop o mejor dicho un relector del pequeño libro verde suyo que tiene como título The collected prose y una acuarela de su autora en la tapa. Representa una casa miserable, más bien una tienda donde se venden piedras para tumbas. En el primer plano, hay un gran flamboyante. Mi diccionario de lexicografía dice que se puede escribir también flambloyán o flamboyant, pero no importa; lo que quiero decir es que para mí, con el árbol grande y la casa miserable de la acuarela, este libro es Brasil, pues mi deuda con Bishop, aparte de sus poemas, es la revelación de un libro mágico Minha Vida de Menina.
Bishop vivió muchos años en Brasil con su gran amor Lota de Macedo Soares. Fue así como se enteró de la existencia de aquel extraño libro que cuenta en unos episodios discontinuos la historia de una chica brasileña en los últimos años del siglo XIX en la ciudad de Diamantina. No seré el loco que resuma un gran libro de la literatura de Brasil. Más bien voy a decir el placer que saco de la relectura renovada del texto que Bishop dedica al pequeño libro. Para mí solo hay una palabra para describir este texto: generosidad.
En la época en que Bishop vivía en Brasil, también estaba allá el escritor francés Georges Bernanos que igualmente, en su exilio, se interesó por el mismo libro. Tenemos testimonios sobre sus compras de ejemplares para regalar a sus amigos. Bernanos mandó una carta a la autora. Pero Bishop hizo mucho más. Se dedicó a viajar a Diamantina para entender el lugar donde se ubica el libro y consiguió encontrar a su autora, una mujer ya madura, la Senhora Augusto Mario Caldeira Brant, esposa del presidente del Banco de Brasil. No se puede resumir la humildad de Bishop en el momento de hablar con la autora casual que tuvo en su adolescencia la gracia de hablar a sí misma en el papel. Tampoco se puede describir el anhelo de Bishop por entender lo que es el milagro de la emoción auténtica en un libro.
Hay muchas maneras de ser generoso. Dar es la más obvia. Pero me parece que entender, a veces, es aún más difícil. Fue lo que hizo Bishop. Al final, fue la traductora de este libro. Se llama en inglés El Diario de Helena Morley. Lo descubrí en este idioma, tal como descubrí varios poetas brasileños gracias a la misma generosidad de Bishop, capaz de interesarse en la obra de los otros. Esto explica mi primera reacción al comprar en Internet aquel Edgar Allan Poe & the juxe-box. Ya podía adivinar la polémica pero no me importaba. Ahora espero al cartero, para saber si por casualidad, otra vez, Bishop me trae algo de Brasil.