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RESPUESTAS SOBRE LA GUERRA DE UN BLOGUERO MALO

Por 5 de abril de 2006 Sin comentarios

Jean-François Fogel

Soy de los blogueros malos. Los buenos cuidan las reacciones a lo que escriben y dialogan con su audiencia. No lo hago. Me explico: he vivido muchos años en la prensa escrita donde las cartas al director u otras tribunas son un supuesto espacio de expresión de la audiencia. En realidad, a través de la selección de lo que se publica y la posibilidad de añadir unas líneas después de una contribución de un lector, la redacción siempre tiene la última palabra. El blog es el fin del monopolio de los periodistas y me gusta por esto, aunque…

Aunque hoy, ¡ay!, voy a responder a lo que dice Enea cuando anota que Francia tuvo un mayo del 68 en lugar de una guerra civil. De esto se trata cuando se hacen comentarios sobre la situación política en Francia. Puede ser, de verdad puede ser que ayer tres millones de personas hayan caminado por las calles. Pero interpretar este hecho es muy difícil. Es donde tocamos el mismo tema que cuando se habla de Sartre y de los intelectuales. Existe en Francia, desde las memorias del Cardenal de Retz en el siglo XVII, una postura consciente en el discurso político. Es un discurso que se expresa con la conciencia de realizar un acto para ubicarse en un campo político e histórico sin atender a la realidad. Con el “Club des Jacobins”, cuña del éxtasis en la utilización política de la guillotina durante la Revolución Francesa, aquel discurso llegó a ser la apuesta maximalista como mínimo. Se trataba siempre de ser más revolucionario, más absoluto que la competencia. Al final, se creó el teatro del poder donde todos los franceses participan (sin guillotina) dos siglos después y que es más teatro que mundo real.

De esta cultura política teatral existen dos interpretaciones. Si leemos al ensayista Jean Baudrillard, opinamos que el teatro ganó por completo: la realidad política no es más que un simulacro. No vamos tampoco a desesperarnos pues podemos gozar de la ironía de las masas que se burlan de los que pretenden gobernar. Pero si, otra opción, leemos al historiador François Furet, vemos la responsabilidad histórica de los intelectuales que mantienen en el discurso político contemporáneo el olvido del mundo real que inventó la Revolución Francesa de 1789. La Revolución, dice Furet, “inaugura un mundo donde las representaciones del poder son el centro de la acción y donde el circuito semiótico es el maestro absoluto de la política” (es una cita de Penser la Revolution Française).

Hay que recordar lo que explica el historiador Alexis de Tocqueville: al destrozar el papel político de la aristocracia sin formar otra clase directiva, la Revolución Francesa ha permitido a los escritores establecerse como sustitutos de aquella clase directiva. Claro, asumen meramente el discurso del poder sin atender a las consecuencias de su discurso.

Quizás esto explica mi recelo en el momento de entrar en un discurso extremista. El discurso revolucionario francés, que tanto inspiró al resto del mundo, fue una plaga para todos los que intentaron e intentan mejorar su país. “The word is mighter than the sword” dicen los ingleses, lo que significa que se daña mas con palabras que con espadas. Cuando Bruce (nombre magnífico que nos recuerda a Chatwin) nota que hablo de Argentina en mi blog pero que no he dicho nada, el 24 de marzo, sobre el treinta aniversario del golpe de estado militar, me encuentro, nos encontramos, frente a la pregunta clásica: ¿para qué sirven las palabras, para mejorar la realidad o sólo para asegurar el status del hablador? ¿Queremos tomar una postura al hablar en público y no cambiar nada a Argentina en este caso, o queremos cambiar de verdad un país cuyo sistema político, para dar un ejemplo, no se cura de la corrupción en la clase alta y de la pobreza en las clases populares? Condenar una junta militar es un discurso conformista y obvio para mí. Si entramos en las condenas, no hay que olvidar a nadie, pero después, ¿qué? Por ser francés, sé que no vale la pena entrar al “Club des Jacobins” tanto en Francia como en Argentina.

Cruzamos los Andes para buscar un ejemplo en otro golpe de estado. Nadie, absolutamente nadie, puede dudar ahora de lo que fue el general Pinochet como persona. Era un cobarde. Se aprovechó del golpe militar promovido por otros oficiales para enriquecerse en el poder y promover atentados en contra de los militares que discrepaban con su acción. Pinochet es una figura miserable, ya, frente a la historia. Y los cambios positivos en la economía que provocaron su régimen en Chile no van a modificar su pesada imagen. Pero no lo voy a denunciar ahora. Hacerlo supondría recordar también que Salvador Allende, en su primer discurso después de llegar a la presidencia, declaró que no sería el Presidente de todos los chilenos. Hay palabras que son prolegómenos de una guerra civil. A veces, uno pasa del teatro de la política a la realidad sin darse cuenta. Por supuesto Ricardo Lagos y Michelle Bachelet eludieron el error de Allende. Tanto él como ella prometieron en su primera intervención después de su elección ser Presidente y Presidenta de todos los chilenos. Sabiendo esto, no quiero hablar más del 24 de marzo en Argentina que del 11 de septiembre en Chile.

Sí, existe un teatro de la política en Francia, Enea, y como francés, Bruce, llevo la historia de una Revolución que me obliga a limitar el uso de las palabras de condena.

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Jean-François Fogel

Jean-François Fogel Periodista y ensayista francés, trabajó para la Agencia France-Presse, el diario Libération, el semanal Le Point y el mensual Le Magazine Littéraire. Ha vivido una parte de su vida en España donde empezó una segunda carrera como asesor para empresas de prensa. Fue asesor del director del diario Le Monde, desde 1994 a 2002, y sigue trabajando en la concepción y la remodelación continua del sitio Internet creado por el vespertino. Es maestro y presidente del Consejo Rector de la Fundación Gabo. Ha publicado varios libros sobre literatura francesa y sobre América Latina, entre los que destaca  un ensayo sobre el periodismo digital, Una prensa sin Gutenberg (Punto de Lectura, 2007).

En 2010 se dedicó a renovar los seis sitios de los diarios del grupo francés SudOuest, donde continua siendo asesor de la estrategia digital. En los últimos años, se encargó de la creación de una plataforma de información digital para el grupo France Televisions, una de las tres más importantes de Francia. Asesora a varios medios en Europa y América Latina tanto en la concepción de sitios, como en la organización de la producción digital. Es director del Executive Master of Media Management, del Instituto de Estudios Políticos de Paris (Sciences Po).

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