Marcelo Figueras
Imagino que todos han oído una y mil veces la historia del escorpión y la rana, el cuento que describe cómo el escorpión pica a la rana en mitad del río precipitando su propia muerte, porque no puede huir de su propia naturaleza asesina. Pues bien: hay veces que el escorpión no necesita de la rana para producir su autodestrucción. Hay escorpiones que son tan asesinos, que no vacilan en picarse a sí mismos.
Este domingo, el diario Página 12 reveló que un notorio represor de la dictadura, Pascual Oscar Guerrieri, violaba sistemáticamente la prisión hogareña que se le había concedido en virtud de superar los 70 años de edad. El ex jerarca del Batallón 601 de Inteligencia y jefe del centro clandestino llamado Quinta de Funes salía de su casa cuando quería y sin permiso, por ejemplo para ir a jugar al tenis. El miércoles por la noche, el periodista Daniel Malnatti mostró durante el programa televisivo CQC imágenes obtenidas a lo largo de un mes, que probaban las múltiples excursiones de Guerrieri al mundo exterior: en remise, en colectivo, en el metro… Cuando Malnatti se aproximó al remise en que Guerrieri viajaba y le demostró que conocía su identidad, el represor fingió ser otro, llegando hasta el extremo de mostrar un documento falso. Pero al fin se traicionó a sí mismo, escupiendo una frase reveladora: “Yo no soy yo”.
Gracias a la acción de Página 12 y de CQC, el juez Ariel Lijo le quitó a Guerrieri el beneficio del arresto domiciliario, concediéndonos además una satisfacción extra: hoy el represor está preso otra vez, pero ya no en una base militar, como era lo habitual en estos casos, sino en el penal de Marcos Paz, como cualquier otro asesino que ha sido hallado culpable por la Justicia. Esta acción, y las recientes declaraciones de la Ministra de Defensa, Nilda Garré, que manifestaron la intención del Gobierno de acabar con todas las prisiones de privilegio concedidas a los jerarcas de la dictadura, me han llenado de esperanza. Mientras esperamos que la Cámara de Casación se expida y permita declarar la nulidad de las amnistías otorgadas a los ex militares, la prisión común y corriente de Guerrieri y de algunos otros serviría cuanto menos como aperitivo. Les juro que el día que Alfredo Astiz vaya preso a un penal común, como corresponde dada su probada participación en tantos crímenes (Astiz es el Judas que se hizo pasar por oveja para traicionar a algunas Madres de Plaza de Mayo, y que también provocó el secuestro y muerte de las monjas francesas), voy a hacer una fiesta.
Si esto ocurre y están por la Argentina en ese momento, considérense invitados.