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Esto se pone feo

Me parece muy bien que los de la Ópera hayan salido corriendo como ratas. Finalmente, a la estupidez de haber encargado un escenario mentecato le corresponde la vergüenza de levantarse la sotana y poner pies en polvorosa en cuanto entra el fiero turco con el alfanje desnudo. Los musulmanes están en contra de la decapitación, siempre que no la ejerzan ellos, y me parece muy sensato, yo haría lo mismo. No todo el mundo puede decapitar. Hace falta un cierto respeto hacia el reo.

Cortar cabezas es posiblemente el acto institucional más antiguo del mundo. Caín le partió el cráneo a Abel con la quijada de un burro, según cuentan, pero es porque aún  no se había inventado la metalurgia. De haber existido tal cosa, le habría cortado la cabeza, eso es seguro. Cortar cabezas es una actividad noble, reconocida por Lewis Carroll en su muy exacta representación de la monarquía: “Off with their heads!”.

Durante siglos la decapitación ocupó una parte relevante del imaginario mundial. Su desaparición ha traído consigo humillaciones espantosas para los condenados como el garrote vil, la horca o la silla eléctrica, sin representación posible que no sea grotesca o moralizante. Y siendo así que el fusilamiento se ve restringido a los periodos de guerra, ya no hay modo de morir ajusticiado con un poco de dignidad.

San Dionisio es llamado “el cefalóforo” porque tomó con sus manos la cabeza que acababan de cortarle y la llevó consigo hasta el lugar donde debía ser enterrado. Al parecer, no dejó de hablar durante todo el camino palabras hermosísimas sobre la santísima trinidad, palabras con aroma de rosas. El lugar donde está enterrado es hoy la abadía de St Denis, uno de los lugares más bellos del mundo. Ya me dirás si algo así es posible con la silla eléctrica.

María Antonieta, quizás la reina más estúpida de cuantas parieron los Imperios Centrales, fue dignificada gracias a la guillotina, la cual no tenía ya la grandeza del verdugo con capucha de pico y segur, pero se las trae. Por lo menos ha servido para poner en su boca esas últimas palabras que confirman su profunda idiotez: “Por favor, cortad por encima del collar de perlas”. Totalmente falsas, claro, porque conservamos un dibujo de J.-L. David en el que se ve a la austriaca en completo desorden, muy flaca, sin ningún ornamento y con gorro de dormir. Así subió al cadalso, oyendo el redoble de los atabales destemplados y al noble pueblo de París jaleando como en el fútbol.

La decapitación, además, permitía metáforas inmensas, como las esplendorosas de Artemisia Gentilleschi, o las de Lope de Vega. Mira, vamos a reproducir una, que no es tan fácil de encontrar:

Cuelga sangriento de la cama al suelo
el hombro diestro del feroz tirano,
que opuesto al muro de Betulia en vano,
despidió contra sí rayos al cielo.
Revuelto con el ansia el rojo velo
del pabellón a la siniestra mano,
descubre el espectáculo inhumano
del tronco horrible convertido en hielo.
Vertido Baco, el fuerte arnés afea
los vasos y la mesa derribada,
duermen las guardas que tan mal emplea;
y sobre la muralla, coronada
del pueblo de Israel, la casta hebrea
con la cabeza resplandece armada.

Esta magnífica Judit que parece pintada por Rembrandt sería rechazada, prohibida, censurada y muy criticada por los columnistas si la pusiera en escena alguien que no fuera Rubianes. ¿Cómo se atreve Lope a insultar de ese modo al milenario pueblo iraní? Es cierto que Holofernes era persa, pero se advierte que Lope tira contra los analfabetos clérigos de la barba.

Y luego está ese espantoso insulto, ese agravio gratuito, fruto de su falocrática condición: ¿cómo osa hablar de “la casta hebrea”? Envidia de macho resentido y antisemita. ¡Pues buena era Judit de Betulia como para seguir casta a esas alturas…!

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5 de octubre de 2006
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LIBREROS DE VIEJO

De lo idílico de mi visión de un hermoso pueblo castellano dedicado a los libros de viejo bajo a la realidad de los libreros de viejo en la feria que cada otoño les convoca en Madrid. Es una bajada desde el deseo a la realidad. Comento con algunos de mis más frecuentes amigos entre los libreros de viejo la posibilidad de tener un pueblo con deseo de ser una constante dedicación de su oficio. No les noto entusiasmados. Incluso bastante escépticos. Me comienzan a contar algunos de los problemas reales con los que se enfrentan.

Primero, el bajo crecimiento, o el retroceso en muchos casos, de la venta de los libros de viejo en los establecimientos tradicionales. La falta de espacio, de ayudas, de difusión y el intrusismo en la profesión. Siguen, al menos los libreros de Madrid, quejándose de la existencia de dos ferias anuales del libro de ocasión. Y además, con ese espíritu abierto del que hace gala la ciudad, ese espíritu tan de agradecer por los compradores, de abrir la feria a cualquier librero sea de dónde sea no favorece a los profesionales del sector madrileño. Dicen no ser correspondidos con las mismas invitaciones por otras ferias que se hacen en otras ciudades. Yo, que simplemente pretendía ser un paseante en feria, un curioso a la busca de alguna sorpresa, de alguna ganga que no estuviera reflejada en la red, me encontré con una suerte de reivindicaciones, de quejas y de negritud con el futuro de ese peculiar mercado que me hicieron rebajar mi proverbial optimismo.

Suelo situar mis deseos por encima de la realidad así que me dio por seguir pensando que la idea, el proyecto de Albalate y sus librerías de viejo, eran una salida más imaginativa y apetecible que esa de algunos pueblos al vestirse de medievales, montar un mercado lleno de fritos grasientos, de vino peleón, de trajes de disfraces, juegos absurdos y música de instrumentos de viento poco evolucionados. Digan lo que digan sigo pensando que Albalate podría ser una suerte de Hay-on-Wye a la manchega, tendrá menos glamour pero tendrá sentido.

Ciertamente el mundo del libro de viejo cambió con la entrada en la red de los grandes libreros del sector. Es sin duda uno de los cambios más notables en un negocio que era personal, pequeño, lleno de polvo y con la trastienda cargada de posibles sorpresas. Quizá sea una mirada un tanto romántica pero de vez en cuando así podía ser el rastreo en esos cubículos, tenderetes o librerías con sabor que dan asilo al mundo de los libros de viejo.

Llegó Internet, llegaron los buscadores por la red, llegó la librería de viejo universal y todo fue más abierto, más fácil, más uniformado y menos imprevisible. Subieron los precios. Todos, casi todos, los libreros de viejo saben lo que piden los grandes mantenedores de este negocio por una primera edición de un poeta del 27 o por el descatalogado libro de Vargas Llosa sobre García Márquez. Ahora todo es más fácil y también más difícil. Ahora los libros de viejo, las librerías de viejo, están en la red y el mundo entero, el pequeño gran mundo de ese universo de buscadores de libros perdidos, raros, hermosos o descatalogados, tiene una información que les hace tener un argumento frente a los que pretenden cazar una rareza a precios de saldo. Apenas hay sorpresas y prácticamente no existe el librero que no tiene esa información para subir, ajustar o presionar a su comprador con el precio universal que marcan los dominadores de la red de los libros de viejo.

Después de todo esto, ¿por qué, para qué una experiencia en marcha como la del pueblo conquense de los libros?... Pues quizá, como me señaló uno de los más veteranos y amantes de su oficio, uno de los resistentes históricos de la Cuesta de Moyano, porque ofrezcan además de la posibilidad de buscar viejos libros, la posibilidad de tomar un buen cabrito, una agradable habitación con vistas o un paraje que merezca la pena la escapada de nuestros hábitos de fin de semana. Quizá tenga razón, quizá tengan que ofrecer los del pueblo de Albalate algo más que libros de viejo. Pero si consiguen ofrecer una buena muestra de libros perdidos y además unos vasos de buenos vinos, un paisaje y una fonda con buena comida y dormida… si me pierdo, que busquen en ese pueblo de la Mancha de cuyo nombre sí quiero acordarme.

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4 de octubre de 2006
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La coca salvadora

Diez días después de su sulfuroso discurso ante la Asamblea de las Naciones Unidas, Chávez no parece haber surtido un gran efecto: sus apoyos y obstáculos para alcanzar un asiento en el Consejo de Seguridad siguen siendo los mismos, y la retórica antiimperalista -aunque grata a muchos oídos- no resulta muy contundente en boca de un gran socio comercial de Estados Unidos como él. Quizá el máximo efecto de su discurso fue disparar las ventas del libro de Noam Chomsky que mostró en el estrado. Nunca está de más promocionar un poco la lectura.

El que sí tuvo un eco inesperado en la prensa internacional -Newsweek le dedicó una página y el Herald Tribune, un editorial, por citar solo dos ejemplos- fue el menos rimbombante Evo Morales quien, en vez de un libro, empuñó una hoja de coca. Morales está haciendo campaña para diferenciar la coca de su derivado más tóxico: la cocaína. Y quizá a los Estados Unidos le convendría poner más atención a lo que dice.

La lucha contra el narcotráfico constituye el eje de la política norteamericana hacia la zona andina y buena parte de Centroamérica. En nombre de la salud de sus ciudadanos, EE. UU. no vaciló, por ejemplo, en invadir Panamá y vetar la entrada en su país a un ex presidente colombiano. Y aunque los métodos de lucha se han refinado un poco en los últimos años, la estrategia para luchar contra las drogas sigue basándose en la erradicación absoluta, con frecuencia recurriendo a infraestructura militar. Es como si para erradicar el alcoholismo bombardeasen con napalm los viñedos franceses.

Significativamente, la mayor resistencia contra Estados Unidos en la región andina se ha articulado precisamente en torno a las zonas que producen coca: es ahí donde comenzó su carrera política el propio Evo Morales, es ahí donde se hizo fuerte la guerrilla colombiana y es ahí donde más tenazmente sobrevivió Sendero Luminoso en el Perú.

La razón es simple: la violencia en la guerra contra la cocaína no suele afectar a los narcotraficantes y sus laboratorios, sino a los campesinos que cultivan lo que ha formado parte de su cultura durante siglos. Esos campesinos no pueden recurrir a las autoridades del Estado, que además a menudo son compradas por las ingentes masas de dinero que produce el negocio ilegal. En su camino hacia EE. UU., la cocaína deja tras de sí un reguero de conflictos sociales que van de la guerrilla a las maras. El resultado de todo esto es el caldo de cultivo perfecto para grupos antisistema, violentos o no, que capitalizan el descontento.   

¿Cómo se soluciona todo esto? Dándole otro uso a la coca. Un uso legal. La propuesta de Morales y de muchos pequeños empresarios andinos es precisamente producir dentífricos, bebidas, medicinas, y convertir la coca en un polo de desarrollo para las poblaciones más deprimidas. Habrá que ver, claro, qué tan viable es eso, y qué solidez tiene la evidencia científica que ensalza a la hoja de coca como una panacea. Pero sí hay evidencia de una cosa: la política actual contra las drogas no está funcionando. No se han reducido significativamente los cultivos, y no lo harán mientras se mantenga el cóctel entre gente muy pobre y zonas geográficas muy inaccesibles.

La lección para EE. UU. parece difícil de aprender. De hecho, en Afganistán cometen el mismo error: en vez de dar una salida factible a los cultivadores de opio, los dejan en manos de los talibanes, que se están rearmando con el dinero del narcotráfico, gracias a EE. UU. Pero en el caso de la coca, la comunidad internacional puede dar un paso importante derogando la prohibición de Naciones Unidas que pesa sobre los productos derivados de la coca (prohibición que, por cierto, tiene excepciones que permiten a la Coca Cola comprar estos insumos). Ese sería el primer escalón para una solución pacífica y negociada que, además, beneficiaría tanto a los campesinos como a los Estados Unidos. Queda por ver si la administración norteamericana está dispuesta a que la salven de sí misma.

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4 de octubre de 2006
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LOS CIBERNIÑOS

Club Penguin.com, imbee.com, neopets.com o Tweenland.com, son direcciones que, al estilo de MySpace.com, se han abierto recientemente para contactos sociales on-line y entre preadolescentes.

Niños norteamericanos ( y no norteamericanos) de 8 a 12 años han acogido con tanto entusiasmo estos sites de encuentro que, por ejemplo, Club Penguin registró más de dos millones de visitas en agosto pasado, apenas cuatro meses después de inaugurarse.

La legislación de Estados Unidos, quizás la más cautelosa del mundo respecto a la infancia, hace muy difícil sostener una web de este tipo sin cumplir unas condiciones altamente restrictivas pero, por lo que se ve, varias firmas han conseguido respetarlas. Lo han logrado de tal modo que una mayoría de los padres encuestados este mes pasado estimaron que esta ueva  interacción en la red contribuye al desarrollo de la sociabilidad, la formación y los conocimientos escolares de sus hijos.

Efectivamente se comercializan ya numerosos videojuegos pedagógicos y de educación cívica pero la red añade el “contacto humano” que no se encuentra en el interior de las consolas. “Los niños aprenden, trabajan y viven on-line” corrobora un último reportaje del semanario Business Week y, en consecuencia, nada más recomendable que ampliar o mejorar los destinos de sus navegaciones.

Cada site debe respetar no sólo las leyes generales de protección infantil sino que debe contar con especiales anuencias de los padres tanto para impedir que los niños se perviertan en algún recodo de sus entretenimientos como para evitar que desplumen a sus progenitores.

Cumplidas estas garantías una buena proporción de padres ha visto en el  ciberentretenimieno y las pandas de amigos on-line el recurso más eficaz para la tranquilidad del hogar y de sus propias conciencias. De hecho en el espacio doméstico norteamericano o japonés -y progresivamente en el europeo o el australiano- apenas se oye una mosca. Sólo se escucha, casi en exclusiva, el teclado del múltiple ordenador personal y alguna que otra exclamación que no puede absorber la densidad de la pantalla.

¿Alguna pega?  Diversas en general. En particular, hay quien dice, desde BlogSafety.com, que no es posible controlar plenamente todo lo que estos veloces ciberniños son capaces de hacer o perpetrar cuando se les deja a solas. Más o menos lo mismo que se ha dicho a lo largo y ancho de la Historia.

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4 de octubre de 2006
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De la ficción como vieja puerta china

Estar en mitad de la lectura de un libro encantador es una de las sensaciones más disfrutables de la vida. Quizás sea más disfrutable incluso que la llegada al final del texto, porque cuando uno todavía promedia la lectura, todo es posible: estamos fascinados por el acto mismo del descubrimiento, sentimos como si hubiésemos encontrado un universo detrás de una puerta por la que habíamos pasado mil veces, todo es flamante y sugestivo, los personajes, el lenguaje, la forma narrativa. Hoy me está pasando todo esto con Sputnik Sweetheart, de Haruki Murakami. Es mi primer Murakami, e intuyo que no será el último. Tal como insinué, todavía es demasiado temprano para decir nada muy serio al respecto (primero hay que disfrutar, ya habrá tiempo después para las elaboraciones; salvo, vale aclararlo, que se trate de un acto creativo como la escritura, en el cual el disfrute y la elaboración ocurren a la vez), pero aun así encontré dos pasajes que me gustaría compartir. Y los dos son, precisamente, comentarios sobre la escritura.

En el primero, el narrador le cuenta a su amiga Sumire, que aspira a ser escritora, una vieja costumbre china. Dice que siglos atrás se dedicaba gran esmero a la construcción de las puertas de las ciudades. “La gente creía que el alma de la ciudad residía en esas puertas. O por lo menos que debía residir allí”, cuenta. Por eso se las construía siguiendo un rito específico: además de las consideraciones puramente arquitectónicas, los constructores visitaban los campos de batalla para recolectar viejos huesos humanos, que enterraban a los pies de la puerta para que el espíritu de aquellos soldados siguiese protegiéndolos. Después degollaban a algunos perros y regaban el lugar con su sangre, para que el líquido reviviese las almas de aquellos muertos.

El narrador le dice a Sumire que escribir novelas se parece mucho a la construcción de esas puertas. “Uno puede juntar huesos y hacer su puerta, pero por más maravillosa que sea, eso solo no la convierte en una novela viviente, en una novela que respira. Una historia no es algo de este mundo. Una verdadera historia requiere una suerte de bautismo mágico, que ligue el mundo de este lado con el mundo del otro lado”, dice el narrador. No sé a ustedes, pero a mí me encantó la comparación. Yo también creo que existe algo “de otro mundo” en las grandes novelas, una línea de conexión con lo inefable que queda tendida por siempre a nuestra disposición, ignorante del paso del tiempo. De paso, el narrador de Murakami me proporcionó una excelente manera de explicar las características de tanta literatura de hoy. Yo creo, por ejemplo, que buena parte de la literatura argentina contemporánea no vale gran cosa porque es pura construcción, nomás: una puerta sin huesos y sin sangre.

En el otro pasaje el narrador dice a Sumire, angustiada porque no logra escribir, que de una u otra manera todos vivimos dentro de una ficción. No se trata de una ficción al estilo Matrix, ficción como engaño en el cual vivimos inmersos, sino ficción como mecanismo de interpretación de la propia vida –de interpretación, y a la vez proveedor de sentido. “Pensá en términos de la transmisión de un auto,” dice. “Es como una transmisión que está entre vos y las duras realidades de la vida. Tomás el poder crudo del exterior y recurrís a los cambios para ajustarlo, de forma que todo funcione de manera agradable, en sincro”. Lo que el narrador sugiere a Sumire es que de alguna manera ella ha cambiado el relato de su propia vida, la ficción que la rige; y que no podrá escribir más hasta que decida si la escritura forma parte de ese nuevo relato, del nuevo paradigma que configurará su vida de allí en adelante. 

¿No creen ustedes que cada uno de nosotros ha elegido, conscientemente o no, una ficción o cuanto menos un género que guía la evolución de nuestras vidas? ¿No dirían que existe gente que vive vidas kafkianas, o vidas de realismo sucio, o vidas proustianas, o vidas de porno-novela? Yo creo que sí. Haciendo un poco de antropología barata, creo que la especie humana ha creado ficciones en todos los lugares y en todos los tiempos como un mecanismo de adecuación a la vida en este planeta. Como la transmisión del auto de Murakami, o la atención a la despresurización que prestamos aquellos que buceamos. Algunas especies han desarrollado branquias para sobrevivir, o espinas, o habilidades camaleónicas. Nosotros desarrollamos nuestra capacidad de crear ficciones, desdoblándolas de la realidad.

Y la termino aquí, al menos por hoy. No para seguir leyendo a Murakami (prefiero saborearlo de a poco), sino porque me llegó la hora de visitar los campos de batalla, en busca de algunos huesos con los que construir mi próxima puerta.

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4 de octubre de 2006
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EL LIBRO DEL VALOR

Es un pequeño libro: La travesía de la noche. Lo publica un pequeño editor madrileño: Arena Libros. Viene en una pequeña colección de relatos: “Libros del Último Hombre”. Lo único grande es lo que cuenta el libro: el valor tranquilo de una mujer que se encuentra en la «noche oscura».

«De momento -se lee en la primera página- estoy en un edificio en el interior del campo de Ravensbrück, llamado bunker. Es una prisión que sirve también de calabozo. En ese caso no hay ni manta ni jergón, se distribuye el pan cada tres días; la sopa cada cinco días. La condena al bunker va acompañada de un apaleamiento: veinticinco, cincuenta o setenta y cinco golpes, a los cuales raramente sobrevive la detenida».

El relato que sigue esas líneas no ocupa más que treinta y nueve páginas en el librito, pero es un monumento de dignidad humana, de fe y de un valor cargado de humanismo. Lo leí en el momento de su publicación en francés (La traversée de la nuit). Acabo de releerlo en su traducción al castellano y queda intacta la sensación de oír una voz más alla de la muerte. Aunque el texto habla del sufrimiento humano con una desnudez total, aplastante, parece una lucecita imposible de apagar. Es más que literatura o testimonio literario. En su renuncia a cualquier efecto literario, en su ausencia de una condena verbal de los asesinos y torturadores, el texto consigue aislar y entregar al lector, como en un extracto de perfume, el soplo de la vida que continúa a pesar de la muerte, que ya está al lado de la autora.

Después de tantas horas leyendo Les Bienveillantes de Jonathan Littell, la novela que provoca un terromoto literario en Francia con la muy creíble historia de un miembro de la Waffen-SS, la lectura de La travesía de la noche cambia todo en unos minutos. Su autora, Geneviève de Gaulle Anthonioz, esperó más de cincuenta años antes de liberarse de la historia de su superviviencia en el bunker de Ravensbrück. Sí, se llama de Gaulle. Era la sobrina del General, hablaba alemán y para los oficiales SS su destino, su ineludible muerte, era un problema frente a una posible victoria de los aliados. Claro que su apellido le salvó la vida. Ella no lo dice, pero se entiende muy bien. Tal como se entiende la imposibilidad, a pesar de tener una industria de la muerte, de aplastar a un ser humano. Aun en la soledad de una «noche oscura» hay espacio para la fe religiosa y el calor de la convivencia pasada.

Por su papel en la resistencia contra los nazis en Francia, por su actitud en los campos, y por su trabajo después de la guerra en un grupo, ATD Quart Monde, la primera ONG en Francia que se dedicó a luchar contra la pobreza extrema, Geneviève de Gaulle Anthonioz fue una persona aparte. Un monumento. Utilizar la palabra valor para hablar de ella es un poco mezquino. Hay otra. Pero ella la rechazó siempre. En sus pocas entrevistas, solía decir: «no me gusta la palabra heroísmo».

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4 de octubre de 2006
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Primer ejercicio de curso

Tanto ha crecido la potencia del mal en los últimos diez meses que debemos ponernos a estudiar los datos fundamentales, por si los hemos olvidado. ¡La última vez que los repasamos fue en 1930! Y para comenzar como es debido, lo primero será conocer a los jefes. Veamos los trece más importantes según Facaros & Paul.

Abraxas. Es uno de los capos, pero apenas sabemos nada de él. Hay quien cree que es tan sólo una palabra empleada por los demoníacos, pero olvidan que esa es la naturaleza íntima del mal, esconderse tras las palabras. De modo que bajo las palabras se agita el poderosísimo Abraxas como una sierpe venenosa entre los tréboles. Desenmascararlo es nuestra tarea.

Adramalech. Es el tesorero (antaño se decía “el condestable”) de Satán y además es su sastre. Cuando se aparece a los terrestres lo hace bajo la forma de un pavo real o una top model. Vence las voluntades por medio de la vanidad, la fatuidad, la arrogancia, la autosatisfacción y la petulancia. Hoy día arrasa en los parlamentos y en las directivas del fútbol, allí donde no hay salvación.

Asmodeo. Pocas veces se le ha visto en su forma terrestre porque tiene pies de pato, cola de dragón y tres cabezas, lo que le hace muy conspicuo. Ahora bien, de noche pasa inadvertido porque está hecho de una materia sutil. De ese modo, en su última aparición confirmada sedujo a las monjas de Loudun, en 1630. Las modernas investigaciones lo sitúan en África donde no llama la atención incluso con su aspecto natural.

Astarot. La bella y joven diosa Astarté trabajó durante sus años mozos para los asirios y fenicios, pero tras la decadencia física comenzó a trabajar para los israelitas y luego con los cristianos, amargada y de muy mal humor. Muchos la confunden con las brujas, las cuales, de hecho, están a su servicio. Tiene muy mala baba.

Azazel. Se ocupaba de los habitantes del desierto (Levítico, 16:26), pero antes del diluvio había enseñado diversas maldades a los humanos. Dos tienen una especial relevancia en nuestros días: la guerra y la cosmética.

Balam. Apenas se sabe nada de él, excepto que cabalga sobre un oso. Seguramente actúa en zonas muy septentrionales y es difícil distinguirlo del oso propiamente dicho. Quizás habría que interpretar desde esta perspectiva las matanzas de osos del Pirineo cada vez que los Verdes sueltan uno.

Belcebú. Es el célebre “rey de las moscas”, figura central de las misas negras. Lleva cuernos, alas de murciélago y patas de macho cabrío. Es fácil llamarlo, pero luego no se va de ninguna de las maneras. Actúa mucho en Hollywood y en Las Vegas donde ha hecho auténticos estragos y muchas películas.

Belial. Su papel ha ido en ascenso desde que aconsejó a Lucifer que no volviera a enfrentarse con Dios de un modo tan directo como ingenuo, porque tenía todas las de perder. Es astuto y se dedica a la abogacía. Habita en las capitales nacionales y es uno de los demonios más peligrosos y temibles. Aparece constantemente en la televisión.

Belfegor. Es de origen moabita y vive entre las heces y los excrementos. Es el patrón de los coprofílicos, de los profanadores de tumbas, de los sadomasos radicales (para quienes inventó la lluvia de oro), de los violadores de cadáveres, en fin, de este tipo de gente. Tuvo un buen momento en la Francia dieciochesca, pero en la actualidad es uno de los jefes del mercado del ocio norteamericano.

Incubos. Son muchos y muy pequeños. Se introducen en los sueños de las chicas y las dejan preñadas, lo cual antaño traía consecuencias desagradables. En la actualidad, menos, pero no deja de ser una molestia. En su forma femenina asalta a los eremitas y a los santos del desierto, lo que hoy día supone una cierta precariedad laboral. De ahí la cantidad de ellos que se dedican en exclusiva al género femenino.

Lilith. ¡Gran desconocida! Sabemos que formaba parte del personal laboral del Edén, pero no sabemos con qué cargo o responsabilidad. Algunos dicen, incluso, que como primera dama. El caso es que ni fue expulsada, ni cayó con la redada de los Ángeles Rebeldes, sino que se fue del Edén por voluntad propia. Todo un carácter. Su maldad más odiosa es el robo de recién nacidos, pero la más conocida es la seducción de ingenuos caballeros a los que chupa la sangre y abandona en los muladares. Baudelaire, que se topó con ella en la rue de Bellechasse, la confundió con un vampiro e intentó ahuyentarla con una ristra de ajos que llevaba en la levita. A Lilith le hizo tanta gracia que le perdonó la vida. Baudelaire le dedicó un poema sensacional que comienza diciendo: “La femme cependant de sa bouche de fraise…”. Es básico entender ese “cependant”.

Mammón. Es un demonio originario de la Gran Bretaña, en donde comenzó su carrera. Luego se expandió por todo el globo. Se globalizó. Su apariencia terrena es la de un mendigo, un sin techo, un sin domicilio fijo, e induce a los humanos a acumular riquezas hasta volverlos locos. Se le puede ver a veces subido en el hombro izquierdo de los grandes especuladores y acaparadores. Ruiz Mateos tuvo uno, muy raquítico, durante apenas una semana. No se le suele ver en las fotos porque como se disfrazaba de aquella manera… Es muy visible, en cambio, el de Lord Murdoch y tan grande que suele llevarlo a su lado, del bracete.

Mefistófeles. En el reparto territorial clásico, su área era la germanística. Aparecía, o bien como un perro de ojos rojos, o bien como un dandy, elegante, seductor y un poco marica. Trabajaba las más infames condenas en los departamentos universitarios. Yo le vi un día en la Escuela de Arquitectura de Barcelona solemnemente aburrido. Nadie le hacía el menor caso. Ni le entendían. Lo reconocí gracias al retrato que hizo de él Thomas Mann, tras haberlo visto junto a Schoenberg. Hay foto.

Se observará que en el directorio no aparece Satán, nombre diabólico de Lucifer, al que en España llamamos el Lucero del Alba. Esta ausencia se debe a que hace ya mucho que vive retirado y a la espera de su momento decisivo. Cuando reaparezca, todo habrá terminado.

Mucha gente se hizo ilusiones cuando lo de Hitler y Stalin. Parecía haber comenzado el último capítulo de la humanidad con Satán agitando el látigo sobre las cabezas de millones de esclavos enloquecidos. Falsa alarma. Olía mucho a Satán, pero acabó retirándose. Cobarde.

Lo peor está por llegar.

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4 de octubre de 2006
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LA ERA DEL PRIAPISMO

Por si faltaba poco, las elecciones presidenciales en Brasil han registrado  un nuevo empate. Con este son ya casi una decena en los últimos dos años a uno y otro lado del Atlántico, en América, Europa, Asia u Oceanía. De este modo la totalidad del mundo político se presenta con la fisonomía de los duopolios empresariales, sea en el sector de la aeronáutica, en las bebidas gaseosas, en las empresas eléctricas, en las subastas de arte o en los combates mediáticos.

Las Torres Gemelas fueron la representación paradigmática de este par donde la izquierda y la derecha se vuelven intercambiables, el programa de uno refleja especularmente el del otro. Uno y otro se contemplan con el temor de reiterar sus reproches, su corrupción, sus slogans.

La destrucción de las Torres Gemelas significó un cambio de época total. Pero la política siempre va retrasada respecto a la realidad y sus señales más obvias.

Desde hace unos años, en la arquitectura, han dejado de dominar las torres gemelas. No más Torres Petrona al modo de las que diseñó Cesar Peli para Kuala Lampur, no más Torres Kio ni Torres Colón de Johnson o Lamela. El porvenir se simboliza ahora en la elevada antorcha que empezó diseñando Libeskind para la Zona Cero y se extiende con los potentes edificios fálicos de Norman Foster en Londres o de Jean Nouvel en Barcelona.

A la torre duplicada y de remate plano sucede la construcción única y desafiante. Como menhires se han proyectado las torres sobre la antigua Ciudad Deportiva del Real Madrid y buscando la mayor altura del mundo se izará una sola torre en Pekín. En Malmö se ha inaugurado la Turning Torso de Calatrava y Calatrava edificará también la torre más alta de Estados Unidos en Chicago con la forma de una agresiva y vigorosa broca. El porte de los edificios de Nouvel para Aguas de Barcelona y de Foster para la reaseguradora Swiss Re, inequívocos penes,  se rubrica con el “tornillo” (screw,  alusivo a la penetración sexual  que evoca el verbo en inglés) de Santiago Calatrava, emplazado significativamente junto a los Lake Shore Drive de Mies van der Rohe, frente al lago Michigan, de tiempos más amables.

Hoy, lo enervado, lo enérgico, la verga, reemplaza a la blandura de la duplicidad, la ambigüedad de lo mimético. Frente a una sociedad, en fin, que atravesó  una época equívoca o blanda a finales del siglo XX, se alza hoy un gesto de torsión, tortura y manifestación de fuerza. ¿Una firme reacción contra la decadencia? ¿Un violento retorno del macho? ¿Una exasperada invocación al líder, al  jefe, el ductor o el duce?

El miedo convertido en plataforma emocional del planeta es tierra propicia  para que broten los  superhombres, las superwomen, los monstruos. El modelo de rascacielos fue, desde su aparición, la insignia potente de su época. Fue exactamente así en la serie que pobló Estados Unidos a lo largo de los felices años veinte y se repitió su lenguaje  simbólico en el Moscú de la URSS bajo el mandato de Stalin.

Para adivinar el porvenir puede optarse por bajar la vista hacia las manipulaciones de la pitonisa pero más seguro es poner los ojos en la pinta de los mayores edificios. La moda es el priapismo.

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3 de octubre de 2006
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EL PUEBLO LIBRO

Hablaba Vicente Verdú en su blog sobre la supervivencia de algunos pueblos españoles. Pueblos que en su mayoría han abandonado sus cultivos tradicionales y que viven de las subvenciones o del creciente turismo rural. Hace poco conocí a la alcaldesa de un pequeño pueblo de la serranía conquense, de esa zona de la Alcarria que no está muy lejos de Madrid, ni de Valencia, muy cerca de Cuenca y que, sin embargo es muy poco visitada. El pueblo  se llama Albalate de las Nogueras. Un hermoso pueblo que solo conozco de fotos y al que pienso escaparme cuánto antes. Veo que tiene pasado romano, presencia árabe, reconquista cristiana y aún se pueden reconocer en sus calles las huellas románicas, góticas, renacentistas o barrocas. Un pueblo lleno de cuevas excavadas en las rocas que hacen de bodegas en las que se sigue conservando el vino que se vendimia a la manera tradicional. Todavía el principal recurso del pueblo es el mimbre. En fin un pueblo con ríos, cañadas, eras y serranía que configuran un paisaje realmente apetecible para el visitante. Un pueblo con pozo y con numen. La vida, como en tantos pueblos, no ha sido fácil para sus habitantes y ahora siguen viviendo en Albalate algo más de trescientos vecinos.

Pero no es esa postal, que también, lo que hace que sea un pueblo de interés para los lectores de este blog. Lo interesante es que Albalate será el primer pueblo-libro de España, al menos el primero que quiere dar refugio a los viejos libros. Su alcaldesa, Luci Moreno a la que conocí en los días segovianos dedicados a los escritores en escena, ha visitado Hay-on-Wye y también otros pueblos europeos de parecidas características al famoso pueblo galés. Y después de ver esas experiencias y de convencer a la Junta de Castilla- La Mancha, la empeñada alcaldesa ha conseguido la financiación para que allí tomen asiento librerías de viejo, libros de ocasión y otros oficios que tienen que ver con el amor a los libros.

Por las calles del pueblo, principalmente los fines de semanas, se abrirán las librerías que estarán instaladas en casas históricas que pasarán a ser librerías de lance. Los libreros tendrán gratis el espacio para montar sus librerías, también dispondrán de un alojamiento y, al mismo tiempo, se están ofreciendo espacios para restauradores, impresores y otros oficios del mundo del libro. El proyecto ya está en marcha, se están rehabilitando las primeras casas, se están haciendo los primeros contactos y se pretende que en el año 2008 el primer libro pueblo español sea una realidad.

Una librería, la de Enrique Prieto, ya ha confirmado participar en el proyecto con más de doce mil volúmenes. Otros libreros de viejo de diferentes provincias españolas se han mostrado interesados en el proyecto. Creo que es una idea que debería tener continuidad, que podría sensibilizar a otros pueblos que parecen destinados a la desaparición. Muchos buscadores de libros, letraheridos de distinta condición, rastreadores de caminos de nuestra geografía estaríamos encantados de hacer un desvío en el camino para tropezarnos con el placer de bucear en viejas librerías, en libros perdidos concentrados en un pequeño y hermoso espacio como las calles de Albalate. Después vendrán los vinos, las morcillas o los tomates del pueblo, pero con el placer de haber encontrado un libro que nos estaba esperando. De vez en cuando hay alcaldes con ideas, no todo tiene que ser especulación y ladrillo. Después de tantos debates sobre el futuro del libro, del libro digital, de las nuevas tecnologías y de las macrobibliotecas ofrecidas desde la ventana de nuestro ordenador, no está mal que se piense en la existencia de un lugar donde el libro mantenga su vieja relación con esos tipos singulares que son los paseantes de librerías. Unos resistentes que no se quieren extinguir.

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3 de octubre de 2006
Blogs de autor

Let us now praise…

¿Así que te dedicas a esas cosas? ¿Lo del arte y tal? ¿La cultura? Llevábamos ya muchas horas en aquel bar de copas con el estruendo habitual, seguramente estábamos fatigados y la fatiga produce irritación.

Sí. ¿Y no te aburre? Mortalmente. ¿Pues por qué sigues con eso? ¡Y yo qué sé! O a lo mejor lo sé. En todo caso, lo supe, pero me he olvidado. Creo que lo sabía. Ya no sé si lo sabía o me hacía ilusiones.

Entonces me parecía imposible no creer que los egipcios seguían encerrados en sus pirámides, con sus jeroglíficos, sus cocodrilos, una escudilla con cereales, el sistema solar y la momia de un gato. Si no estaban allí, ¿dónde están? ¿En qué memoria? ¿O eran sólo ficción, como los Nibelungos?

O que nuestros abuelos vivían en los capiteles decorados con hidras y con grifos, en los cirios de las ermitas, en los santuarios, hablando en latín con las esculturas y señalando al cielo con el índice. ¿Cómo quieres que acepte que toda aquella gente, tan digna, tan decorosa, tan sabia, es ahora un puñado de polvo, ellos y sus gallinas, sus lechones, limoneros, patatales, focas? Millones de romanos, de tártaros, de fenicios, de persas, de comanches, ¿todos reducidos a un soplo de viento? ¿Y no perder la razón?

Los muertos, creía yo, hablan desde las ruinas cubiertas de signos, aunque no sé quién habla en una coral de Bach, quizás aquellos que participaron en los oficios, con o sin peluca, con o sin hebillas en los zapatos, a lo mejor me interesaron estas cosas alguna vez, las hebillas, las pelucas, los retablos, los campos ensangrentados por una bula papal, las voces de los muertos. Con el tiempo he descubierto que no hablan: gritan y aúllan, están desesperados. Es el coro de los condenados. Las palabras salen muertas de sus bocas de ceniza y golpean como piedras. Nadie puede oírlas excepto nosotros, pero cada vez tenemos menos oído y las pedradas son cada vez más feroces. Cada vez hay más odio, en esos lugares, porque nos alejamos.

Pues yo no sé oír esas voces, y lo siento, de veras que lo siento, pero no tengo órgano, ya me he alejado. Lo que antes eran palabras que cruzaban la eternidad para llegar hasta aquí y echarnos una mano con nuestra insignificancia es ahora el griterío de una nube de cadáveres. Enmudecer a los muertos puede ser la tarea más importante de nuestro tiempo. Arrasar los lugares donde se reúnen los fantasmas. Cobrar entrada para visitar sus tumbas. Convertir el descanso eterno en un programa nocturno con invitados. Taparles la boca. ¡Todo el mundo en chándal!

Intento decir que eso que dices me parecen sesiones de espiritismo, una duquesa, dos coroneles, un proxeneta, varios médicos austriacos, una mujer con los ojos en blanco y la camisa empapada de sudor. Yo diría que nosotros somos irrepetibles. No tenemos nada que aprender de los muertos, fueron tan sólo un ensayo, lo siento mucho, no servían.

Nosotros somos el estreno y el estreno durará toda la eternidad y será un éxito, aunque no haya nadie para aplaudir. Yo no soy el ensayo de unas supuestas generaciones futuras, yo soy el futuro y no conozco otro. Yo no trabajo para los nonatos, yo no muero para que mañana vivan fantasmas que me escuchen como quien pone la radio, ¡ah, mira, signos del pasado, a ver qué cuentan! No dejaré ningún signo en lugar alguno. Y además, es muy tarde, no tengo tiempo.

Se suena los mocos. Aplaudo sin ganas y añado: Ya te digo, creía en esas cosas. Yo invito.

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3 de octubre de 2006
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El Boomeran(g)
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