Otra vez Almodóvar. Más o menos cada año, como Woody Allen pero desde una mirada muy distinta, nos convoca para que sepamos como está de piel para dentro. Como los verdaderos artistas se va contando por sus obras. Así le conocemos cada vez mejor. Hemos conocido su infancia, su familia, sus amigos, su pueblo, sus ciudades, sus lecturas y también sus obsesiones.
Me gustan mucho sus películas, unas más que otras, pero admiro mucho que además sea capaz de no estancarse, de buscar en otro lado, de no conformarse con una formula de éxito, con un estilo. Almodóvar hace tiempo tiene su toque. Pero es un "toque" que va cambiando con su autor, con sus arrugas vitales, con sus dudas morales, con sus inquietudes en lucha contra toda quietud, contra todo conformismo. Arriesga en cada película y, para mí, gana. Digan lo que digan las taquillas y algunos críticos.
Me gusta este Almodóvar que se coloca al borde de un precipicio, que no se precipita, que se contiene y que es capaz de hacernos pasar dos horas entre la inquietud, el temor, la sorpresa y, por qué no, alguna sonrisa. En "La piel que habito" está lo más serio de Almodóvar pero con un tratamiento melodramático que hace guiños a la propia parodia del género. Así me ha parecido.
Otra vez he vuelto a pensar en Buñuel como referencia. Siendo tan distintos, hay algo en su deseo de mostrarnos las obsesiones, lo turbio y oscuro de los seres humanos que los acerca. Les une Toledo y el mirar a los seres humanos como bichos de apariencia normal y raros como nosotros. Con los años el cine de Buñuel se hacia menos serio, el de Almodóvar todo lo contrario. Ese es un camino que debe repensar Almodóvar. El melodrama también puede tener su humor. Lo trágico muchas veces nos hace liberarnos con alguna risa. El horror nos espanta aunque disimulemos con algunas risas.
He visto dos veces la película. En pase privado, entre "familia" del cine, entre "amigos" de Almodóvar y me impactaron muchas cosas. Me pareció su más elegante película y la más turbia.
Volví a verla en un cine, en uno de esos que le gustan a Pedro, de los que frecuenta, con público cinéfilo pero "normal". Y la película funcionaba muy bien Con algunas risas, casi nerviosas. Y con aplauso final. Un aplauso sin duda para Pedro, para el guión, para la música de Alberto Iglesias, para la foto de Alcaine, para algunas apariciones- como la del hermano Agustín- y para los perfectos Elena Anaya y Antonio Banderas.
Una vez me dijo Almodóvar que quería volver con Antonio cuando ya tuviera arrugas, menos belleza, más marcas de la vida. Aquí está perfectamente frío, inexpresivo y perfecto en su papel. Me recuerda a esos actores de Hitchcock en "La soga", pero con menos ironía. Tiene que volver con Almodóvar. Y Elena Anaya, que hace tanto nos tiene enamorados con su fuerza, su belleza y su fotogenia, aquí también nos muestra que es capaz de ser una fantástica actriz hasta con esas pieles tan incómodas.
Me alegra pertenecer a un país que tiene un cineasta como Almodóvar. Que nos siga contando, que se siga contando. Aquí o en Manhattan.