Javier Rioyo
Nunca he estado en la cárcel. No he tenido esa suerte. Conozco algunos con menos méritos que tienen su imborrable experiencia carcelaria. Yo casi nada, apenas unas noches en calabozos antiguos y podridos como aquél innombrable dictador gallego.
A los escritores les sienta bien la cárcel. Muchos grandes conocieron presidio, desde Cervantes a Miguel Hernández, de Fray Luis de León a Pepe Hierro, de Quevedo a Jean Genet o de Fray Luis de León a Celine. Los perseguidos escritores rusos, polacos, checos, americanos, asiáticos, africanos…Las innumerables cárceles de los escritores no han podido con la escritura.
Conozco unas cuantas cárceles. Las conozco como periodista, como documentalista. Algunas eran lo más cerca del infierno que he podido estar y sin embargo, cerca del infierno también se podían hacer crecer pequeños paraísos, falsos como todos los paraísos. He recordado a los escritores en cárceles por haber estado con Elena Poniatowska, la feliz escritora mexicana que acaba de ganar el Premio Biblioteca Breve de novela. Seguro que un buen premio. Una novela sobre la apasionante Leonora Carrington, última surrealista viva. La esperamos.
Y recordé a la Poniatowska en una famosa- real y literaria- cárcel de México: Lecumberri. De historias de presos en Lecumberri hablé y filmé dos veces en distintos años con la escritora, periodista, sagaz e irónica Poniatowska. No estábamos en la cárcel, ya no existe Lecumberri, ni en otra de las cárceles mexicanas que conozco, hablábamos en su hermosa casa de San Ángel. Ella contaba sus visitas a la cárcel, sobre todo sus visitas a un amigo encarcelado por acusaciones de delitos "comunes", no políticos, y uno de los mejores poetas y novelistas vivos en nuestro idioma, Álvaro Mutis. Muchas cosas se contaban, se siguen contando, de Mutis y sus estancias carcelarias. El escribió todo un diario carcelario de Lecumberri. Hace años publicado en Siruela.
Todavía me hace gracia como contaba su sensación molesta cuando conoció al asesino de Trotski, Ramón Mercader: Decía en su peculiar español mexicano que al dar la mano del asesino "se le enchinó el cuero". También a mí se me enchinó al ver a algunos curiosos asesinos de aquellas cárceles mexicanas. Poniatowska también recuerda muy bien sus visitas con Buñuel para visitar a Mutis. Aunque Poniatowska cree que a Buñuel lo que mes la hacía visitar la cárcel era la calidad de sus chuscos de pan. El genio aragonés siempre buscando los sabores perdidos. Su particular manera proustiana de recuperar la infancia.
Poniatowska, una mujer muy libre que supo mucho de cárceles.