El general Otto Ruge, comandante de los ejércitos noruegos durante la invasión alemana, tiene en su haber el mérito de haber sido el único jefe de los ejércitos continentales que resistió a las tropas de Hitler durante casi sesenta días.
En Bélgica, en Holanda, los alemanes entraron como cuchillo caliente en bloque de mantequilla. El paseo francés duró veinticuatro horas y al entrar en París el honrado pueblo parisino regalaba baguettes y botellas de Burdeos a los oficiales de la wehrmacht para que se restauraran, o al menos así lo vio y escribió Léautaud en su fabuloso diario.
Otras naciones más despabiladas (o más egoístas, según se mire), como Suecia o Suiza, se mantuvieron neutrales, es decir, vendieron y compraron acero, carbón, wolframio, armas, obras de arte o munición a todos los contendientes, con la neutralidad exquisita del dinero, el cual, como se sabe, non olet.
En Noruega, y a pesar de que su ejército era diminuto (el propio Ruge, que tenía simpatías socialistas, lo había reducido en la década anterior), los soldados plantaron cara al invasor. Al parecer, Hitler se fue poniendo histérico a medida que pasaban los días y no llegaba la rendición. Lo tomó como un asunto personal. Había en Europa un enano capaz de desafiarle. Los teléfonos echaban fuego.
No sirvió de nada, dirán los cenizos, al final Ruge hubo de rendirse. No es cierto: sirvió para que todavía hoy, y a pesar de las disputas de los polemólogos sobre la resistencia de las fuerzas armadas noruegas, podamos decir que hubo un general y un ejército en la Europa continental que no se rindieron ante la Fatalidad, hasta que no hubo más remedio. Y que la pusieron de los nervios.
Hitler dando puñetazos sobre la mesa y soltando espumarajos por aquella boca que ya se han comido los gusanos, porque sus generales eran incapaces de aplastar a un mosquito nórdico. ¡Qué gozo!
Tras la victoria alemana, el general fue encarcelado. Desde la prisión escribió algunas hermosas cartas a sus hijos. En una de ellas decía que un ejército en inferioridad de condiciones siempre puede demostrar su valor mediante “el arte de retirarse lentamente”.
Retirarse lentamente. Lo más lentamente posible. Estas palabras del general Ruge las he tenido presentes durante años. Me parecen el mejor consejo que puede uno darse a sí mismo cuando el enemigo malo, el mayor de los enemigos, el decaimiento, avanza con sus divisiones panzer.
Algunos amigos sufren ya invasiones. Que imiten al general Ruge, que se retiren muy lentamente. Lo más lentamente posible.
