Jean-François Fogel
Es un artículo cortito, tan corto que provoca una cierta frustración. Pero también es un artículo rico. Lo firma Cecilia García-Huidobro en el último número de la Revista de Libros. Como hay un montón de revistas que llevan este nombre tengo que añadir: suplemento del diario El Mercurio. Pero como hay dos «Mercurios», tengo que añadir: el de Santiago y no el de Valparaíso que, como todos sabemos, es el diario más antiguo de América Latina.
Ahora bien, el artículo. Se trata de las notas de una conferencia del novelista mexicano Jorge Volpi en Génova, en un acto del Instituto Internacional de Literatura Iberoamericana (IILI). Volpi tiene una visión muy clara de su oficio, del papel del comercio y de la comunicación en el éxito de los libros. No por nada se dedicó a redactar el código de procedimientos literarios del «Crack», el grupo literario que armó en los años noventa con amigos de su generación. El código, que tiene como fecha de redacción 10 de julio del 2004, termina con una frase que afirma «El presente reglamento no tiene, pues, validez alguna», pero, en mi opinión, esta broma no quita nada a la existencia del código. Es una visión de lo que tendría que ser la literatura según Volpi. En una cierta medida, dos años después, el escritor aporta unas precisiones a su definición inicial.
En Génova, hablando como mexicano, Volpi entregó la visión de los autores nacidos como él a partir de los años sesenta. Es una visión que se resume en tres puntos:
1. Desvinculación con la política. «En virtud de este desencanto muy pocos continúan la tradición de ser al mismo tiempo escritores de ficción y comentaristas de la actualidad. En este sentido podría decirse que la fuerte tradición del intelectual a la manera de Octavio Paz o Carlos Fuentes está en extinción».
2. Ruptura casi total de los vínculos que antes unían a los autores mexicanos con sus pares del resto de América Latina. La concentración editorial en España, dice Volpi, puede explicar el fenómeno: todos los autores son satélites de un centro que está fuera. Pero también vemos los límites de la globalización.
3. Influencia cada vez más poderosa de la figura de Roberto Bolaño como emblema del escritor latinoamericano. Aquí nos encontramos con un límite del discurso de Volpi: lo mismo lo habría dicho un chileno, un venezolano o, quizás, un gringo del noreste de EE. UU. El autor de Los detectives salvajes se transformó en un icono que se cita de manera automática.
Lo que me gusta de Volpi es su coherencia. Parece que en su conferencia hizo mucho caso a Bolaño, pero también a Sergio Pitol, el último premio Cervantes, y a Salvador Elizondo, quien murió hace poco. Mirando al artículo 6 del título segundo de su Código del Crack, compruebo que citaba a diecisiete autores como miembros honorarios del grupo y que los tres, Bolaño, Pitol y Elizondo, figuran entre los elegidos.
Al leer todo el código en Crack. Instrucciones de uso (Debolsillo) veo también, en el articulo 8, que Volpi nombró a otros once autores que conforman una especie de liga 2 del campeonato literario –no son miembros honorarios, pero aparecen en el código. Por el momento, nadie consiguió subir a la liga 1 y Volpi tiene una buena reserva para más conferencias.