Marcelo Figueras
Uno ha perdido la costumbre de encontrar artículos periodísticos que le abran los ojos y que digan con precisión lo que todos los demás están callando. Por eso este domingo me sorprendió el texto que Atilio Borón publicó en el diario Página 12 bajo el título Un silencio repugnante. “El régimen genocida de Israel, siniestro heredero de su verdugo nazi, está perpetrando un crimen incalificable contra el pueblo palestino… El bombardeo a mansalva de poblaciones civiles indefensas, los atentados contra autoridades democráticamente electas de Palestina y la destrucción de todo lo que encontraran a su paso fue la voz de orden del gobierno israelita,” escribió Borón prescindiendo de eufemismos y circunloquios. “El pretexto de esta barbarie: la captura por parte de la resistencia palestina del cabo del ejército israelí Gilad Shalit –captura, no secuestro, dado que Shalit era miembro de un ejército invasor y fue capturado por sus enemigos en combate”. Me pregunto si Shalit podrá dormir en paz el resto de su vida, sabiendo la cantidad de mujeres y de niños que fueron asesinados en su nombre. Esto no es una remake de Salvando al soldado Ryan; en todo caso, la película debería llamarse Usando al soldado Shalit (para justificar una masacre).
“Cuando el presidente iraní exhortó a borrar Israel del mapa, el mundo fue conmovido por una oleada de justificada indignación. Pero cuando el gobierno de Israel lleva a la práctica esa amenaza y borra literalmente del mapa a Palestina, los líderes de las ‘naciones democráticas’ guardan un repugnante silencio,” dice Borón. “Su duplicidad moral es ilimitada. Pueden justificar con su silencio cualquier cosa: inclusive un genocidio como el que está practicando Israel en Palestina”.
Los testimonios de los pobladores de Gaza que el diario español El País reprodujo este domingo también eran elocuentes: gente que sobrevive sin luz, sin agua, sin medicinas, sin comunicaciones, encerrados dentro de sus fronteras y por ende imposibilitados de ir a trabajar, una situación que perjudica ante todo a los más débiles, esto es los ancianos y los niños, a los que tanto bombardeo priva hasta del derecho de dormir. El relator de Derechos Humanos, John Dugard, ha hecho bien al definir este estado de cosas como “moralmente indefendible”. Pero el gobierno de Israel y sus aliados de Occidente ya están habituados a pasarse estas condenas por el forro.
Ayer un amigo me lo puso de forma clara: Palestina es Guantánamo. La oleada de reclamos que se reitera en el mundo ante la barbarie que simboliza esa cárcel es auspiciosa, aunque insuficiente, porque Palestina es infinitamente peor que Guantánamo, es un Guantánamo lleno de mujeres, viejos y niños que en la práctica están siendo tratados como terroristas e inmerecedores de derecho alguno –ni siquiera el más elemental, el derecho a la vida.
Yo ya era consciente de la situación, pero aún así la claridad del artículo de Borón me conmovió. Vaya este texto como mi humilde forma de no adherir a este silencio repugnante que degrada nuestra condición humana.