Skip to main content
Blogs de autor

DREYFUS

Por 13 de julio de 2006 Sin comentarios

Jean-François Fogel

Nadie puede interesarse en Francia o intentar entender el extraño papel que buscan los intelectuales franceses sin dedicar un poco de atención al centenario de la rehabilitación de Alfred Dreyfus. El diario El País lo comenta como nada menos que «uno de los episodios más relevantes del proceso de configuración de las sociedades occidentales modernas». Por ser francés, no sé si es cierto, pero estoy seguro de que Francia tendría otra cara sin la pobre historia de aquel oficial judío que provocó tantas pasiones hace más de un siglo.

Dreyfus fue condenado por traición, por un tribunal militar que le acusó de espiar a favor de Alemania. Pasó cinco años en la Isla del diablo, un horroroso presidio cerca de Cayenne, territorio del continente suramericano que todavía pertenece a Francia. Al final de siete años más de peleas jurídicas y mediáticas, Dreyfus consiguió, hace un siglo exacto, no solo una amnistía sino el reconocimiento formal de su inocencia.

Un doble dibujo famoso de Caran d’Ache recuerda lo que fue Francia durante los doce años de trámite del caso Dreyfus. A la izquierda se ve una mesa con una familia que se dispone a almorzar para una fiesta. Hay como quince personas y una de ellas dice «n’en parlons pas» (ni hablar del tema). En el segundo dibujo, la misma mesa sostiene el enfrentamiento físico de la misma familia. «Ils en ont parlé» (hablaron del tema) dice el pie de dibujo que no tenía que citar el apellido Dreyfus para que los lectores de principios del siglo veinte supieran de qué se trataba. Francia se dividió, incluso dentro de cada familia, debido a una alternativa sencilla entre el destino de un hombre que podía ser inocente (y de hecho lo era) y el honor del ejército cuya justicia podía haberse equivocado (lo que ocurrió).

Dreyfus era judío y la violencia del antisemitismo, cuya expresión en Francia, en esa época, no era un delito, fue una dimensión importante del caso. Para muchos, su culpabilidad demostraba que los judíos no son plenamente franceses. El corresponsal del New York Times en París publicó hace poco un artículo que recuerda aquella dimensión del episodio. Se puede leer, también en inglés, un excelente relato del caso, de Ronald Schechter, especialista en la historia de los judíos en Francia, que camina en la misma dirección. Ambos autores intentan asemejar la historia de Dreyfus con el secuestro y el asesinato, hace muy poco en Francia, de un joven judío, Ilan Halimi. La víctima fue escogida por la sencilla razón de que era judío, lo que quería decir “rico” para los autores de su secuestro.

Pero el caso de Dreyfus va más allá del antisemitismo. Fue un claro caso de enfrentamiento entre un individuo y las instituciones del Estado que llevaban la tremenda carga de prejuicios de la época. En su largo discurso de homenaje a Dreyfus, el presidente Chirac habla de un episodio en la historia de la «conciencia humana». Le Monde reproduce su intervención (en francés, claro), lo que es muy raro pero confirma, en este caso, el estatus del diario como periódico de los intelectuales.

La triste historia de Dreyfus es la historia de la llegada de los intelectuales franceses al primer rango de la vida pública. En muchos países se cree que un fontanero o un ingeniero tiene tanto derecho a opinar sobre lo que pasa que un novelista o un filósofo. No es el caso en Francia, desde el fenomenal editorial que publicó Emile Zola en el diario L’aurore el 13 de enero de 1898: «J’accuse» (Yo acuso). Antes de su artículo, que gritaba la inocencia de Dreyfus y la mala fe de la justicia militar, había un posible error judicial; después de su artículo existía un asunto de Estado.

Los intelectuales franceses aprendieron del episodio que una intervención en la vida pública les podía regalar una posible legitimidad (Zola actúa a favor de la verdad) y una postura de héroes (Zola parecía luchar como Gary Cooper en Solo ante el peligro).

A los que se preguntan cómo es posible que Francia hoy no se muera de la risa frente al espectáculo de sus intelectuales, opinando un día sobre fútbol, al día siguiente sobre Afganistán, Bush o lo que pasa en los suburbios de París, donde no entran por temor a los inmigrantes, la respuesta es sencilla: el caso Dreyfus estableció a los miembros de la clase intelectual francesa como voceros auto-designados de cualquier causa que les apetezca.

profile avatar

Jean-François Fogel

Jean-François Fogel Periodista y ensayista francés, trabajó para la Agencia France-Presse, el diario Libération, el semanal Le Point y el mensual Le Magazine Littéraire. Ha vivido una parte de su vida en España donde empezó una segunda carrera como asesor para empresas de prensa. Fue asesor del director del diario Le Monde, desde 1994 a 2002, y sigue trabajando en la concepción y la remodelación continua del sitio Internet creado por el vespertino. Es maestro y presidente del Consejo Rector de la Fundación Gabo. Ha publicado varios libros sobre literatura francesa y sobre América Latina, entre los que destaca  un ensayo sobre el periodismo digital, Una prensa sin Gutenberg (Punto de Lectura, 2007).

En 2010 se dedicó a renovar los seis sitios de los diarios del grupo francés SudOuest, donde continua siendo asesor de la estrategia digital. En los últimos años, se encargó de la creación de una plataforma de información digital para el grupo France Televisions, una de las tres más importantes de Francia. Asesora a varios medios en Europa y América Latina tanto en la concepción de sitios, como en la organización de la producción digital. Es director del Executive Master of Media Management, del Instituto de Estudios Políticos de Paris (Sciences Po).

Obras asociadas
Close Menu