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Cuando es preciso ser hombre

Anoche vi el primer capítulo de la nueva temporada de Los Soprano, y el debut de otra flamante serie de HBO, Big Love, producida por Tom Hanks. Lo que me llamó la atención fue descubrir que, más allá de sus notorias diferencias (Tony Soprano es un mafioso de New Jersey, como bien sabrán, y el protagonista de Big Love es un empresario de origen mormón que está casado con tres esposas), las dos series versan sobre la misma obsesión: las dificultades del hombre moderno para estar a la altura de sus responsabilidades.

Les juro que no exagero. Tony Soprano trata de ser un buen mafioso (ya sé que la expresión suena contradictoria, pero es así), para honrar la tradición que le legó su padre, en un mundo que sin embargo ya no es como era. A la vez trata de cuidar de su familia, aun cuando eso implique olvidar convenientemente que su madre y su tío conspiraron para matarlo. (Anoche su tío estuvo cerca de lograrlo otra vez, cuando en medio de la niebla de su senilidad confundió a Tony con un mafioso muerto hace seis años y le disparó en el vientre.) Quiere además ser un buen marido, para una mujer que ya no se conforma con lo que recibió su madre: su esposa Carmela quiere respeto e independencia, además. Trata de ser un buen padre, en una sociedad en la que la autoridad paterna ha recibido un par de zancadillas de cuidado. Y todo mientras se psicoanaliza convenientemente y esquiva a diario las garras de la ley: lo que se dice una vida complicada.

El mormón Bill Hendrickson tampoco las tiene todas consigo. La mayoría de los hombres sabe cuánto cuesta (siempre en el aspecto emocional, a veces en el sexual, muchas veces en el económico) satisfacer a una mujer: ¡imagínense en la responsabilidad de satisfacer a tres! Multipliquen los hijos por el mismo número primo, imaginen el dinero necesario para abastecer tres casas, agreguen al guiso un hermano ¿ex? drogadicto y bueno para nada con mujer encinta, unos padres en plena crisis y un patriarca mormón con ganas de quedarse con sus negocios, y presto: he aquí la fórmula de la neurosis masculina siglo XXI. Por supuesto, ni a Tony ni a Bill les salen las cosas tal como soñaban.

No pretendo ignorar las dificultades que viven las mujeres desde hace ya décadas, en su intento de balancear el acto de madres-y-esposas con el de competidoras en el cruel y absorbente mundo laboral. Cuentan con todas mis simpatías, por cierto. Pero como además cuentan con toda la prensa, quería reservar este humilde espacio para solidarizarme con mi gremio en su lucha de estos tiempos, que no por menos publicitada es menos dura. Nosotros también debemos seguir haciendo todo lo que antes hacíamos, pero además ahora debemos ser sensibles, debemos aprender a expresar nuestros sentimientos, debemos escuchar más al otro, debemos tener paciencia sabia con sus procesos; debemos, en suma, dedicar quality time (¡y quality energy!) a nuestras relaciones, mientras tratamos de sobrevivir en un mundo que se ha vuelto más competitivo y, por ende, menos contemplativo con las necesidades que el sistema sólo identifica como debilidad. Simultáneamente debemos encontrar la noción de quiénes somos, que se ha extraviado de su viejo molde sin encontrar aun su paradigma nuevo. Todo esto al tiempo que el mundo multiplica sus guerras, los pobres emigran como ratas que escapan de un naufragio y las capas polares se derriten porque no saben lo que Bush sí sabe, esto es que el calentamiento global no existe.

Nos tocó en suerte la maldición de un tiempo interesante. Mientras contemplo el espectáculo de una nueva mañana, mi corazón está con Tony y con Bill, en quienes, más allá de las diferencias que nos separan (en lo que hace a Tony, mi madre trató de matarme de una manera diferente; en lo que respecta a Bill, mis tres mujeres no han sido simultáneas sino sucesivas), encuentro compañeros de viaje en la peligrosa travesía de ser hombres.

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3 de octubre de 2006
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BRIC

Me gusta la primera frase del lead (término técnico de periodismo que se refiere al primer párrafo de la noticia) que utilizó el sitio web de El País para anunciar el resultado de las eleciones en Brasil. Dice: "El presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, se ha quedado a las puertas de ser reelegido hoy para un segundo mandato y deberá disputar una segunda vuelta el próximo 29 de octubre con el conservador Geraldo Alckmin". Brasil es así: siempre se queda a las puertas del destino que merece sin jamás conseguirlo.

El fallo de Lula (no ganó en la primera vuelta, pero casi) se parece a Brasil, este niño que tanto crece sin llegar a asumirse como adulto. El semanal The Economist no dice otra cosa al denunciar la “ingenuidad” del presidente brasileño en su política exterior. Aunque manda en la cuarta democracia del mundo Lula no consigue superar la voz del presidente venezolano Hugo Chávez Frías. Se parece a su país: la eterna promesa de América Latina.

Claro que cuando miramos al continente de manera fría, tal como lo hace Andrés Oppenheimer en su última columna, vemos que un lento pero real progreso social en varios países incluye a Brasil. Lula ha sacado de la pobreza absoluta a poco más de un millón de personas durante cada uno de los años de su mandato. Adicionalmente, en términos reales, el salario mínimo subió el 26% durante este mandato. Ese salario permitía comprar 1,3 «cestas básicas» (la comida para cuatro personas) en el momento de su llegada al poder; hoy, permite comprar 2,3 cestas.

Hablamos de un progreso de verdad, pero me parece que, al momento de hacer un balance, nos equivocamos al ubicar a Brasil en América Latina. Brasil es mucho más parte del BRIC, la promesa inventada en 2003 por la casa de inversión Goldman Sachs cuando un grupo de economistas demostró que Brasil, Rusia, India y China, apoyándose en el sistema capitalista, tenían los recursos y las poblaciones para dominar el mundo en 2050. Ya en 2041 los cuatro países tendrían que superar al pelotón de las «viejas» economías, las que mandan por ahora: EE.UU., Japón, Alemania, Reino Unido, Francia e Italia.

Por el momento, el BRIC se mantiene como promesa realista para tres de los socios. Pero Brasil es ya el patito feo del cuarteto. Con 1,2% de crecimiento el año pasado, no cumple con la ilusión de Goldman Sachs. Y ahora pasa lo mismo con su presidente. Lo explica Josias de Souza en un excelente blog político (que se puede leer pues cualquier hispanohablante entiende el portuñol) del sitio de Folha de Sao Paulo: después de creer en la victoria, Lula ya ve posible su derrota. Puede ganar, debe ganar, los especialistas ya lo dicen ganador, pero…

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3 de octubre de 2006
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POETAS Y FÚTBOL

Hace años estaba viendo un partido de fútbol en compañía de amigos, algunos de ellos escritores y en uno de los momentos más apasionantes del juego sonó mi móvil. Lo dejé sonar para poder seguir las emociones del partido. Pasaron unos minutos, volvió a sonar mi móvil, más o menos en el momento en que mi equipo estaba a punto de marcar un gol- un acontecimiento en aquel entonces bastante extraordinario- y volví a no hacer caso de la llamada. Un momento después mi móvil volvió  a reclamar mi atención y, por tercera vez, a molestar a todos los atentos a la pantalla. Con su habitual calma, el escritor Julio Llamazares sentenció: “A la hora de un partido, sólo puede llamar una mujer o un poeta”. Tuve suerte, era una mujer.

También ayer, reunidos un grupo de amigos para ver el partido de la jornada -como lo llaman los comentaristas-, uno de esos partidos de máxima intensidad en los que se enfrentaban los dos equipos históricos de esta ciudad, el Atlético de Madrid y el Real Madrid, volvió a sonar el móvil en un momento inapropiado. Reconocí la procedencia de la llamada y no lo atendí, era un poeta. Una vez más Llamazares tenía razón. Aunque las llamadas durante los partidos ya no son lo que fueron. Ya no está tan claro que un escritor, un poeta, y mucho menos una mujer no estén siguiendo “el partido de la jornada”. Muchas veces veo los partidos en compañía de mujeres mucho más apasionadas, forofas, que cualquier hombre. Y si de poetas hablamos, pues más de lo mismo.

Desde hace muchos años estoy rodeado de poetas, artistas o mujeres que sienten pasión por ese juego. No hay más que recordar las pasiones por el fútbol de Manuel Vázquez Montalbán o Juan García Hortelano. La que mantienen los escritores Javier Marías, Vicente Verdú, Gonzalo Suárez, Paco Brines, Juan Cueto o Almudena Grandes. Eso por no hablar de poetas, fanáticos seguidores de sus equipos, como Luis García Montero, Benjamín Prado o el editor Chus Visor que no se conforman con ver el espectáculo por la televisión, sino que muchos fines de semana hacen sus planes un función de poder escaparse para poder gritar sus pasiones en el campo de juego.

El  fútbol, que no tiene grandes películas, sí que tiene poetas y escritores que han sabido acercarnos algunos momentos de esa lucha, ese melodrama que tiene una duración inteligente. Siempre sabes cuándo terminará la tragedia de tu equipo, incluso -algunas veces pasa- cuándo finalizará esa obra con un final feliz. Yo que soy del Atlético de Madrid -“¡qué manera de palmar, qué manera de sufrir”- sé bien de qué hablo cuando digo drama. Aunque siempre nos parece que los tiempos están cambiando. Uno sigue teniendo una gran capacidad para engañarse, para forjarse esperanzas, para hacerse ilusiones.

Nos gusta el fútbol, como a Albert Camus, Peter Handke, Rafael Alberti, Elías Querejeta o Eduardo Chillida. Nos gusta aunque nunca hayamos jugado, aunque nos parezca excesivo tener que ir al campo, hacer esas colas y soportar esas hinchadas que se convierten en fanáticas y excesivas en sus gritos por la pequeña aventura, por el azar y el destino de un objeto, de un pequeño objeto de cuero.

Hay algunas cosas que todavía me resultan insoportables cuando veo un partido. Son insoportables algunas expresiones fanáticas y racistas que se expresan con demasiados gritos y furias en el campo. Pero lo que me parece aún más intolerable es que todavía se vean en los campos -ayer en el estadio del Real Madrid, otras veces en otros estadios- banderas con los símbolos franquistas o banderas con símbolos nazis. ¿Es tan difícil retirar esas banderas y esos nostálgicos fascistas que las enarbolan? Y lo hacen con impunidad y televisión en directo.

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2 de octubre de 2006
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EL TURISMO ES LA MADRE PATRIA

En estos tiempos españoles, cuando se pregunta en las zonas rurales de qué vive la gente la respuesta se acumula. Fuera de los cultivos ficticios que reciben subvenciones de la Unión Europea, los dos factores altamente dominantes son la construcción y el turismo.

Las subvenciones y los cultivos en general va a menos, la construcción ha alcanzado su apogeo y sólo cabe aguardar su declive pero el turismo no cesa de cundir.

Casi cualquier villorrio en pie (en pie vivo, puesto que miles de pueblos conservan sus casas y no a los habitantes) se sostiene acaso de alguna incipiente o desarrollada oferta turística. Pocos lugares de España logran que el turista pernocte pero muchísimos se enhebran en rutas meticulosamente ilustradas en las incontables guías de la última década y al socaire de los visitantes han brotado bares y museos, se han abierto caminos hacia los nacimientos de un río, corredores para seguir los desfiladeros y las hoces, miradores para solazarse con vistas impensadas y asombrosas.

Salir de viaje por España se ha constituido en una experiencia de alta consideración en el empleo del ocio. Y esta tendencia, asociada al gusto por la naturaleza y el amor por las sensaciones directas, converge con la urgencia por hallar una nueva fuente económica en localidades rurales cada vez más despojadas de sus recursos tradicionales. Pero “la historia”, ha venido, a menudo y paradójicamente, en ayuda de su decadencia. De hecho apenas queda una aldea no incluida en la ruta del Cid, de los Reyes Católicos de Don Quijote, cuando no viene a ser el escenario de una batalla, con victoria o con derrota.

A la rebusca del maíz, las aceitunas o las castañas sigue la rebusca de los cronistas lugareños y asesorías comarcales para dotar de atracción al municipio. Al municipio y los municipios asociados que se encintan en itinerarios o zonas especiales para la degustación de la miel, la morcilla, el cochinillo o el románico. Trozo a trozo España renace transfigurada por el omnipresente influjo del turismo convertido en la nueva y auténtica madre patria.

No está de más que aumente el presupuesto en I+d+i a efectos de decoración internacional pero es engañoso pedir más que el aporte de su anécdota y su ornamento.

Ni la industria, que ya fluye deslocalizada hacia otras partes, ni la investigación científica –trasplante más, vacuna más o menos- aportarán algo relevante al crecimiento nacional.

Los posibles logros de la investigación nacional serán siempre episódicos puesto que la ciencia no brota aquí y allá como en los tiempos de la magia sino a través de una compleja interrelación de instalaciones, departamentos y especialistas apoyados en miles de millones de dólares. Nada que ver con los resultados deportivos de cuyos éxitos españoles recientes se ha derivado una falsa y desbordante esperanza de progreso.

Nuestro patrimonio se encuentra en el Patrimonio. Nuestro futuro procederá de nuestra comercialización de la Historia. Nuestro quehacer más sofisticado tendrá como base la Naturaleza. Sobre ese trípode se apoyará la oferta española de máximo. Y, desde luego, dentro de la Naturaleza, la Historia o el Patrimonio, sobre la disposición, el trato y el carácter (síntesis de todo lo demás) que brindan todavía, en casi cualquier recodo, los españoles.

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2 de octubre de 2006
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Amor de plástico

Amanda tiene un aviso en Internet, junto a sus amigas, que se promocionan para tener sexo contigo. Puedes echarle un vistazo aquí. El texto de Amanda la describe «rubia, ojos azules, color de piel variado, cara tipo 7 y cuerpo tipo 4 & 5». Algunas de sus características pueden resultar difíciles de comprender en una lectura rápida, pero quedan aclaradas en cuanto comprendes que Amanda, en realidad, es de plástico.

Ella forma parte del catálogo de Real Dolls, una empresa que fabrica y distribuye muñecas inflables con características tan humanas que resultan mejores que las humanas de verdad. Piénsalo: no le temen a ninguna experiencia, no amanecen con ojeras, no tienen ni una palabra de protesta si eres un pésimo amante y se parecen eternamente a lo que quieras. Por lo demás, sus orificios corporales asemejan a la perfección a los de una fémina humana: los genitales producen un efecto de succión, y la cavidad bucal viene con suaves dientes y lengua de silicona. La piel es suave al tacto y no despide más olor que un suave aroma frutal, y los labios vaginales pueden manipularse a voluntad. Además, consiguen sostenerse en cuatro patas con ayuda de una almohada. 

Real Doll no es una empresa machista, y para probarlo está Charlie (moreno, ojos marrones, tono de piel medio, cara 1, cuerpo 1), un ejemplar que nunca fallará a las chicas más exigentes en la medida en que su erección es perpetua. Sin embargo, hay que admitir que la mayor parte de su catálogo es para chicos y ha sido diseñado pensando en tipos claros de varón. Los que prefieran la exótica belleza oriental tienen a Kaori, y los amantes de la sensualidad africana disponen de Melissa. Los fanáticos de los pechos optarán sin duda por Anna Mae, que por un suplemento trae el pelo rosado  y pestañas de fantasía. Y todas (menos Charlie) vienen con minifalda, tacones y ropa interior, para que te hagas la ilusión de pelarla como a una fruta: no se puede pedir más por $7000.   

El precio de una muñeca de estas equivale al de un caballo de buena calidad, pero si la tratas bien, la muñeca dura más. De hecho, la idea es que solucione para siempre tus problemas con las relaciones sexuales. Porque por mucho que se parezcan a las personas, las muñecas no tienen personalidad, ni voluntad, no exigirán nada de ti. Como el sexo telefónico, las pelis porno, los yogures sin lactosa o el café sin cafeína, las Reall Dolls son productos diseñados para saciar una necesidad sin producir los perjuicios del producto original: son un sucedáneo del sexo. Y sin embargo, si el sexo es definidio de un modo rigurosamente físico, el sucedáneo es más eficiente que el original, con el que a menudo es necesario conversar, por lo menos mientras ambos se emborrachan.   

Supongo que vivimos en un mundo cada vez más solitario, donde la soledad entra en el mercado de forma cada vez más sofisticada. Pronto, quizá la ciencia consiga que estas muñecas también digan lo que uno quiere escuchar: «qué bueno, papi», «qué rico lo haces» ese tipo de cosas (No creo que reciten a Becquer, en todo caso). La cuestión es que, cuando hablen, las muñecas entrarán en competencia con las prostitutas, que siempre se podrán conseguir a mejor precio, así que ese debe ser un nicho de mercado demasiado arriesgado. Al fin y al cabo, Real Doll está diseñada para un consumidor con una demanda clara y un apetito limitado, como un McDonalds del amor.

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2 de octubre de 2006
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PAIDEIA

La revista en linea Cubista Magazine dedica su número del verano 2006 a un dossier «Proyecto Paideia». No sé si me llegó tarde la noticia de la publicación, ya estamos en otoño, pero el paquete de documentos, testimonios y reproducciones me lleva a pensar en los cubanos, en el poder en Cuba (algo muy diferente) y, finalmente, en lo que queda de nuestras palabras.

Los cubanos
Paideia es una palabra griega que significa educación. El filólogo alemán Werner Jaeger llegó a definirla como algo que significa a la vez la educación formal de un maestro y la educación que da el hecho de vivir en una ciudad (en el sentido de la grecia antigua). Entonces la palabra Paideia habla a la vez de educación y de cultura política. Es el doble sentido que buscó un grupo de jóvenes cubanos al reunirse el 16 de febrero de 1989 para crear algo «que no se define como un grupo con entidad propia». Se trataba para ellos de producir pensamiento político sin hacer política.

Hay que entender el surrealismo de aquella actitud en su contexto histórico: en una isla dañada por el colapso del campo socialista, en una vida diaria de escasez total, unos jóvenes cubanos pensaban que lo más urgente era debatir de filosofía y de arte y hasta pelearse entre «francfuristas» y «deconstruccionistas» en el momento de hablar de teoría.

Recuerdo todavía a estos jóvenes, que no tenían ni para comer, como el mejor ejemplo del prejuicio hacia los cubanos. Siempre se cree que por vivir en la isla de un comandante obsesionado por promover su revolución, los cubanos tienen obsesiones ideológicas: igualitarismo, anti-imperialismo, solidaridad internacional, etc. Para nada. Les gusta el amor, les preocupan la fe y los santos y cuando se meten en la cultura lo hacen con un fanatismo total. Lo que explica que para estos jóvenes era más importante debatir de Foucault o sacar una revista medio «underground» como Naranja Dulce que solucionar su hambre.

El poder en Cuba
Me acuerdo que en aquella época yo solía decir a unos de ellos: «¿Por qué no buscan fríjoles en lugar de libros de pensadores parisienses?». Pero el poder cubano no se interesaba en los fríjoles (que no tenían las tiendas estatales) ni en las ideas de afuera (siempre prohibidas). El grupo Paideia llegó a pasar a otra etapa de su vida intelectual al producir «las tesis de mayo» y por fin a meterse en una acción de promoción de una alternativa democrática a la crisis cubana que se llamaba «Tercera Opción». ¿Quiénes eran los miembros de Tercera Opción? Unas veinte personas que a lo mejor tenían una bicicleta china de más de veinte kilos para desplazarse por La Habana, prohibiéndose cualquier reunión con más de tres personas para no tener problemas con la seguridad del Estado. Pero para el Estado cubano, ya era algo insoportable.

El primer discurso público que reconoció en Cuba la existencia de unas personas con una visión disidente fue pronunciado por Carlos Aldana, secretario del comité central, el 27 de diciembre de 1991. El entonces número tres del régimen denunció las «partes blandas» de la revolución, algo como mil personas «disidentes»; entre ellas, menos de cien, decía, tienen una actividad continua. En el corazón de estos disidentes, según él, estaban los más peligrosos, los que promueven la idea de una «tercera opción» entre el poder de la revolución y la visión promovida por Washington.
El pequeño grupo, que no era grupo, con un pensamiento autónomo, ya era un enemigo del Estado cubano. Lo de la «tercera opción» se solucionó como siempre: hoy, casi todos sus miembros viven en el exilio; son los autores y comentaristas del informe de Cubista Magazine. Por su parte, Aldana no tuvo que esperar un año para ser susituido (un rumor dice que trabaja ahora como responsable de un parque de ocio al lado del río Almendares). Aunque enfermó, Fidel Castro tiene todavía el poder, que entregó de manera provisional a su hermano Raúl. Tercera Opción es otro caso de "no pasó nada".

Nuestras palabras
Lo más emocionante del dossier son algunos documentos originales en formato PDF. Hace quince años, en el aire húmedo de La Habana, tuve en la mano estos documentos en papel de estraza. Ahora, digitalizados, se parecen a los documentos del ejército americano que los sitios de los diarios de Nueva York o de Washington reproducen a veces para explicar lo que pasa en Irak. Es el destino ineludible de nuestras palabras: todo sale igual en la pantalla. Un episodio de la historia de Cuba ha perdido su olor de salitre aunque ha recuperado su historia en un dossier ubicado en el ciberespacio.

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2 de octubre de 2006
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A Beautiful Child

Acabo de terminar la biografía de Truman Capote escrita por Gerald Clarke. El domingo por la tarde no fue el momento más apropiado para hacerlo, dada su propensión a la melancolía, pero me dejé llevar por la tentación de las últimas páginas –o por la inercia imparable de la caida del escritor. Qué tristeza, por Dios. Da ganas de parafrasear A Beautiful Child, aquel retrato de Marilyn que apareció en Música para camaleones, y reemplazar el nombre de la Monroe por el del autor para decir: “Truman, Truman, ¿por qué las cosas tuvieron que salir de esa forma? ¿Por qué tendrá que ser tan jodida la vida?” .

Si hay que creerle a Clarke, la vida de Truman fue una miseria de principio a fin. El color y el encanto de la infancia en el sur, donde creció en compañía de parientes estrafalarias como la Sook a quien recrea en A Christmas Memory, palidece al considerar que su madre lo encerraba bajo llave para irse de parranda, aunque llorase hasta desmayarse. La marca que le dejó esa mujer, Lillie Mae Faulk, fue definitiva, y la condena que le dictó su desamor resultó tan inescapable como la de los convictos de A sangre fría: pudieron escapar varias veces de ese destino, pero la muerte temprana terminó asaltándolos igual. Lillie Mae lo hirió con su desamor, condenándolo a vivir una larga cadena de relaciones basadas en la inseguridad, que creía compensar con el dinero que arrojaba a sus amantes; y hasta le señaló la vía de salida, que Truman siguió sin rechistar matándose como ella (¿cómo Marilyn?) con una sobredosis de pastillas.

Es verdad que dejó algunos textos inolvidables, pero me temo que Breakfast at Tiffany’s, A sangre fría y algunos de los relatos de Música para camaleones no justifican tanto dolor. ¿Existe alguna obra de arte, a fin de cuentas, que lo justifique? Para colmo Truman el hombre no parece haber sido lo que se dice un role model. La forma en que a último momento dio la espalda a Perry Smith y Dick Hickock, los criminales que le habían abierto su alma para que pudiese escribir A sangre fría, fue abominable, y de alguna manera espejaba los desprecios que recibió de su madre: como ella, los dejó bajo llave y se apartó, aunque lloraron hasta que el verdugo fue por ellos.

El libro de Clarke está lejos de ser una hagiografía, al igual que la película Capote pinta al escritor con su talento y su miseria a la vez; pero me temo que peca por su diligencia. Clarke cuenta sin iluminar nunca, permanece a una distancia de su sujeto que será prudente tratándose de un biógrafo pero que al final resulta inhumana, como si se negase a rescatar a Capote del mismo modo en que se negaron a hacerlo en su momento los personajes de su vida: Lillie Mae, Jack Dunphy, sus amigas del jet set. Truman debe haber soñado que más allá de sus bajezas alguien le dedicaría una mirada póstuma no exenta de ternura, como la ternura con que retrató a Marilyn en A Beautiful Child. Estoy seguro de que le habría gustado que alguien lo recordase de esa forma, como el beautiful child que también fue alguna vez, cuando era pequeño y se asociaba con Sook para cobrar unos centavos a cambio de la visión de un gallina de tres patas que había nacido en su granja. Le habría gustado tener a alguien que lo consolase en su caída como el pequeño Truman consoló a Sook, diciéndole que ya no llorase, que ella no era tan sólo la vieja rara que organizaba el Fun and Freak Show. (Y durante muchos años, la vida de Truman fue un verdadero Fun and Freak Show.) Quizás le habría gustado elegir por epitafio las frases que atribuyó a Marilyn en aquel texto: Los perros no me muerden. Sólo los humanos. E imagino que le habría gustado que alguien le preguntase cómo quería ser recordado así como Marilyn se lo preguntó a él, para poder decir que él también había sido un beautiful child alguna vez, cuando su madre no había terminado de arruinarle la vida, mucho pero mucho antes de que sus plegarias fuesen atendidas.

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2 de octubre de 2006
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Tal para cual

Uno de los más grandes matemáticos de todos los tiempos, Friedrich Gauss, era consciente de la aplastante superioridad de su inteligencia y lamentaba que los humanos no pudiéramos nacer en un tiempo elástico o perpetuo. “Es extraño e injusto, un ejemplo del lastimoso azar de la existencia, nacer en una época determinada y quedar atrapado por ella, quiéraslo o no. Te procura una ventaja indigna sobre el pasado y te convierte en un payaso del futuro”. Así pensaba el gran matemático Gauss y no le faltaba razón.

Por su parte, nuestro amado Alexander von Humboldt, no podía soportar que en el planeta hubiera tan ingente cantidad de cosas que nadie se hubiera detenido a mensurar. “Una colina de altura desconocida ofende e inquieta a la razón. El ser humano no puede avanzar sin determinar continuamente su posición. No hay que dejar al borde del camino ni un solo enigma, por pequeño que sea”. Así decía el barón Humboldt, y actuaba en consecuencia.

Gauss no se movió de dos o tres ciudades del provinciano conglomerado de ducados y principados que era entonces la futura Alemania. Cuando se movía, no podía decirse que viajara sino más bien que se iba de excursión, como cuando visitó a un Kant ya totalmente lelo. Humboldt, en cambio, recorrió el mundo entero por arriba y por abajo, y sólo a la fuerza regresó a Berlín para acabar sus días. Ambos vivieron inmersos en un universo ajeno a la rutina cotidiana, la vida corriente, la tarea mercenaria, la tortura amorosa o filial.

Asqueado por las farisaicas demoras del amor burgués, comparadas con la eficacia racional del burdel, “Gauss se preguntaba si llegaría un día en que las personas fueran capaces de relacionarse sin mentir, pero antes de que se le ocurriera algo al respecto, comprendió cómo se podía representar cada número como suma de tres números triangulares”. Así que le arrebató la tiza a un camarero y comenzó a tomar apuntes sobre el mármol de la mesa. No. Gauss no conoció nunca la estación del amor.

Por su parte, Humboldt pasó la vida rebotando de frontera en frontera como una bola de billar, provisto de “dos barómetros, un hipsómetro, un teodolito, un sextante, un declinómetro, una botella de Leyden y un cianómetro”, tanto si atravesaba la altiplanicie castellana, como si subía el Chimborazo o tomaba el té con señoras en Ekaterinenburgo. Si en algún momento hubiera accedido a meterse entre sábanas con algún ser humano habría llevado consigo aparatos de mensuración, lo que hubiera dificultado la espontaneidad. Quizás por ello no se le conocen casos.

Pero ambos iban a encontrarse en septiembre de 1828, en el Congreso de Naturalistas de Berlín, organizado por Humboldt. Demasiado tarde. La vejez había comenzado a acariciar con helados dedos sus cerebros y ambos científicos pensaban entre nieblas y sufrían aceleradas confusiones, hasta el punto de que a veces Humboldt creía ser Gauss y haber deducido el mundo desde su gabinete, y a veces Gauss creía ser Humboldt y haber comprobado experimentalmente todas las leyes de la probabilística en acantilados abismales y ensangrentadas pirámides incas.

Al final de sus vidas, en efecto, ambos científicos parecían payasos del futuro y habían agotado todas las ventajas sobre el pasado adquiridas por el trivial hecho de nacer.

Esta es la historia que cuenta Daniel Kehlmann en su notable La medición del mundo (Maeva), cuya traducción saldrá a la venta en noviembre y de la que me he permitido entresacar unas citas, convenientemente manipuladas. Esta novela tiene una peculiaridad que la hace única: es alemana y divertida. Un oxímoron.

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2 de octubre de 2006
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LA SEGUNDA LESBIANA

Me encontré en Segovia, en los días del Hay Festival, a Pablo Jiménez Burillo, responsable de cultura de la Fundación Mapfre y hombre de muchas curiosidades culturales. Pasaba unos días en Segovia representando a uno de los principales colaboradores del Festival y acudiendo a las charlas que le parecían más interesantes.

Me preguntó si yo conocía a una poeta llamada Renée Vivien. Confesé mi ignorancia, no recordaba ese nombre, no conseguía situar a ninguna poeta francesa con ese nombre. “Pues la segunda lesbiana de la historia de la literatura”. ¿La segunda? “Pues sí, después de los explícitos poemas de Safo, tienen que pasar muchos siglos para que una mujer, una escritora, lleve a su obra el lesbianismo sin encubrimientos, sin tapar su condición, sin disimulos”. Me regaló el libro, Estudios y preludios, de Renée Vivien que acaba de traducir y publicar en T.F. Editores. Efectivamente este poemario es un hermoso libro de amor, de explícito amor a las mujeres. Es Renée Vivien el seudónimo de la inglesa Pauline Mary Tarn. Una joven lesbiana que se trasladó al París de principios del siglo XX. Cambió su nombre por ese otro nombre francés -que más o menos quiere decir “renacida y viviente”- que señala su placer de una nueva vida fuera de los corsés -o de los armarios- de la Inglaterra victoriana. Muere joven, a los treinta y dos años, no sin haber dejado una curiosa obra poética, además de alguna novela autobiográfica y otras a la moda de la época. Pero, como señala su traductor, si  hay que recordarla será por sus poemas de amor lésbico. Poemas arrebatados, sensuales, felices  o angustiados que son el reflejo de una vida llena de pasiones y de derrotas.

Tiene amores con Natalie Barney, verdadero personaje central de todo un grupo de mujeres ricas, inteligentes y sin prejuicios que se atreven a mostrar públicamente su clase de amor. Un mundo refinado, exquisito, perverso y exótico dedicado al universo de Safo. En aquel grupo de lesbianas de vanguardia también las hubo de doble militancia en amores. En el entorno de Renée Vivian y Natalie Barney encontramos nombres como Liane de Pougy, Emilienne d’Alençon, la Bella Otero o Romaine Brooks.

Decía Paul Lorenz que en aquellos años “la nobleza europea y las finanzas judías producían lesbianas notorias”. Mujeres y hombres del gran mundo (y demi-monde) que participaban en aquellas fiestas exóticas en las que creían estar en los dulces jardines lésbicos. Renée fue una de las más lanzadas en esa vida de amores, pasiones, viajes -un rito era escaparse a Mitilena, en la isla de Lesbos- rupturas e infidelidades de unas mujeres que se atrevieron a vivir su vida. Renée con muchas relaciones tormentosas asustó a la no muy asustadiza y ex amante, Lianne de Pougy, que escribió que su antigua enamorada “frecuenta gentes espantosas, lleva una vida de orgías y venenos que ni siquiera la embriagan”.

Todos los poemas de Vivien tienen algo cercano, físico; poemas del amor consumado, del amor detenido, perseguido o perdido.."porque ella recuerda los besos que se olvidan/ y nunca aprenderá el deseo que no tiene dolor/ aquella que ve siempre con melancolía/ a través de las noches de orgía, agonizar a las flores".

Es una notable poeta, pero yo, perdido para la causa de esa forma de amor, sigo prefiriendo los dulces y eróticos cantos de amor lésbico que escribiera Pierre Louys en sus canciones de Bilitis. Miro mejor ese mundo fascinante y sensual, desde las ventanas que me abrió Louys. A cada uno su libro sáfico.

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29 de septiembre de 2006
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PROHIBIR, PROHIBIR, PROHIBIR

Una plaga de prohibiciones y restricción de derechos individuales asola el mundo. Estados Unidos, el histórico paradigma de la democracia, la fuente de los derechos del ciudadano, ocupa un lugar central en la alocada marea de represiones que violan la intimidad, destruyen la protección personal frente a la tortura, defienden de los abusos y atropellos policiales sin apenas límites y ampliando su arbitrariedad.

Afirmar que un Estado policía sustituye día tras día al sistema democrático constituye una mera realidad, sin necesidad de análisis o investigaciones profundas. Los legisladores se han concedido, ante la anómala pasividad de los electores y partidos opositores, prerrogativas impensables en un sencillo Estado de derecho. Un Estado literalmente “de excepción”, sin respeto a la Constitución y concentrado en atenazar las libertades. Y, sin embargo, no se detecta ninguna subversión.

Desde las luchas por los derechos civiles en los años sesenta norteamericanos la población civil parece haberse deslizado hacia la molicie o la indolencia, cuando no a la parálisis del miedo. El miedo o la mucilaginosa sustancia generada desde el Estado para envolver la conciencia de la población con ataduras que narcotizan la mente y silencian  la desobediencia del grito.

Pero no se trata tan solo de Estados Unidos. En España, donde los socialistas inauguraron un universo de libertades y promovieron un país con uno de los mayores grados de tolerancia, la actualidad viene marcada por el fin de la holgura y el martirio sucesivo de leyes estrechas.

Desde uno u otro ministerio, se trate de regular el tráfico en las carreteras como los desfiles en las pasarelas, un espíritu delirante de prohibiciones lo infecta prácticamente todo.

No se podrá seguir con los botellones como se anunciaba pero además la sanción rebasará a los participantes para filtrarse en los hogares y castigar a los progenitores. No se dispensará alcohol a los menores de edad pero tampoco, tras sonar las diez de la noche, a ningún ser vivo.

Tanto la Dirección General de Tráfico a través del sañudo carnet de puntos como el Ministerio de Sanidad a través de una titular, parecen gozar de las opciones más represoras y sádicas.

El regusto por el control adquiere así, bajo la égira terrorista, la naturaleza de una perversión sistemática. Prohibir, prohibir, prohibir. Lo que parecía una actitud reaccionaria hace medio siglo ha pasado a convertirse, dentro de España, en signo de civilización. La totalidad de la sociedad se halla hoy bajo sospecha y sus ciudadanos han pasado de inocentes originarios a seres tan peligrosos que podrían delinquir al instante siguiente.

Contra el peligro del individuo la política de prevención. La prevención, en la medicina, en la seguridad, en la estética de la anorexia, en la gripe aviar o en la calada a un Winston. ¿No se alzará un movimiento de hartura contra ello?

Las gentes día tras día llegan tan fatigadas al pensamiento o la reflexión, sufren tanto la pandemia de la depresión que, a la manera de los caballos confinados de la operación Malaya, se conforman todavía con poder sobrevivir estabulados. ¿Hasta cuándo? Un sonido todavía remoto hace confiar en una acometida explosiva y desordenada, desbocada y terminante contra esta asfixiante omnipresencia del poder.

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29 de septiembre de 2006
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El Boomeran(g)
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