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A Beautiful Child

Por 2 de octubre de 2006 Sin comentarios

Marcelo Figueras

Acabo de terminar la biografía de Truman Capote escrita por Gerald Clarke. El domingo por la tarde no fue el momento más apropiado para hacerlo, dada su propensión a la melancolía, pero me dejé llevar por la tentación de las últimas páginas –o por la inercia imparable de la caida del escritor. Qué tristeza, por Dios. Da ganas de parafrasear A Beautiful Child, aquel retrato de Marilyn que apareció en Música para camaleones, y reemplazar el nombre de la Monroe por el del autor para decir: “Truman, Truman, ¿por qué las cosas tuvieron que salir de esa forma? ¿Por qué tendrá que ser tan jodida la vida?” .

Si hay que creerle a Clarke, la vida de Truman fue una miseria de principio a fin. El color y el encanto de la infancia en el sur, donde creció en compañía de parientes estrafalarias como la Sook a quien recrea en A Christmas Memory, palidece al considerar que su madre lo encerraba bajo llave para irse de parranda, aunque llorase hasta desmayarse. La marca que le dejó esa mujer, Lillie Mae Faulk, fue definitiva, y la condena que le dictó su desamor resultó tan inescapable como la de los convictos de A sangre fría: pudieron escapar varias veces de ese destino, pero la muerte temprana terminó asaltándolos igual. Lillie Mae lo hirió con su desamor, condenándolo a vivir una larga cadena de relaciones basadas en la inseguridad, que creía compensar con el dinero que arrojaba a sus amantes; y hasta le señaló la vía de salida, que Truman siguió sin rechistar matándose como ella (¿cómo Marilyn?) con una sobredosis de pastillas.

Es verdad que dejó algunos textos inolvidables, pero me temo que Breakfast at Tiffany’s, A sangre fría y algunos de los relatos de Música para camaleones no justifican tanto dolor. ¿Existe alguna obra de arte, a fin de cuentas, que lo justifique? Para colmo Truman el hombre no parece haber sido lo que se dice un role model. La forma en que a último momento dio la espalda a Perry Smith y Dick Hickock, los criminales que le habían abierto su alma para que pudiese escribir A sangre fría, fue abominable, y de alguna manera espejaba los desprecios que recibió de su madre: como ella, los dejó bajo llave y se apartó, aunque lloraron hasta que el verdugo fue por ellos.

El libro de Clarke está lejos de ser una hagiografía, al igual que la película Capote pinta al escritor con su talento y su miseria a la vez; pero me temo que peca por su diligencia. Clarke cuenta sin iluminar nunca, permanece a una distancia de su sujeto que será prudente tratándose de un biógrafo pero que al final resulta inhumana, como si se negase a rescatar a Capote del mismo modo en que se negaron a hacerlo en su momento los personajes de su vida: Lillie Mae, Jack Dunphy, sus amigas del jet set. Truman debe haber soñado que más allá de sus bajezas alguien le dedicaría una mirada póstuma no exenta de ternura, como la ternura con que retrató a Marilyn en A Beautiful Child. Estoy seguro de que le habría gustado que alguien lo recordase de esa forma, como el beautiful child que también fue alguna vez, cuando era pequeño y se asociaba con Sook para cobrar unos centavos a cambio de la visión de un gallina de tres patas que había nacido en su granja. Le habría gustado tener a alguien que lo consolase en su caída como el pequeño Truman consoló a Sook, diciéndole que ya no llorase, que ella no era tan sólo la vieja rara que organizaba el Fun and Freak Show. (Y durante muchos años, la vida de Truman fue un verdadero Fun and Freak Show.) Quizás le habría gustado elegir por epitafio las frases que atribuyó a Marilyn en aquel texto: Los perros no me muerden. Sólo los humanos. E imagino que le habría gustado que alguien le preguntase cómo quería ser recordado así como Marilyn se lo preguntó a él, para poder decir que él también había sido un beautiful child alguna vez, cuando su madre no había terminado de arruinarle la vida, mucho pero mucho antes de que sus plegarias fuesen atendidas.

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Marcelo Figueras

Marcelo Figueras (Buenos Aires, 1962) ha publicado cinco novelas: El muchacho peronista, El espía del tiempo, Kamchatka, La batalla del calentamiento y Aquarium. Sus libros están siendo traducidos al inglés, alemán, francés, italiano, holandés, polaco y ruso.   Es también autor de un libro infantil, Gus Weller rompe el molde, y de una colección de textos de los primeros tiempos de este blog: El año que vivimos en peligro.   Escribió con Marcelo Piñeyro el guión de Plata quemada, premio Goya a la mejor película de habla hispana, considerada por Los Angeles Times como una de las diez mejores películas de 2000. Suyo es también el guión de Kamchatka (elegida por Argentina para el Oscar y una de las favoritas del público durante el Festival de Berlín); de Peligrosa obsesión, una de las más taquilleras de 2004 en Argentina; de Rosario Tijeras, basada en la novela de Jorge Franco (la película colombiana más vista de la historia, candidata al Goya a la mejor película de habla hispana) y de Las Viudas de los Jueves, basada en la premiada novela de Claudia Piñeiro, nuevamente en colaboración con Marcelo Piñeyro.   Trabajó en el diario Clarín y en revistas como El Periodista y Humor, y el mensuario Caín, del que fue director. También ha escrito para la revista española Planeta Humano y colaborado con el diario El País.   Actualmente prepara una novela por entregas para internet: El rey de los espinos.  Trabajó en el diario Clarín y en revistas como El Periodista y Humor, y el mensuario Caín, del que fue director. También ha escrito para la revista española Planeta Humano y colaborado con el diario El País. Actualmente prepara su primer filme como director, una historia llamada Superhéroe.

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