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La felicidad sexual como garantía

Las constituciones políticas establecen los fundamentos del estado, y la manera en que se organiza, pero antes de eso enlistan las garantías individuales y sociales de los ciudadanos y de las ciudadanas, sus libertades y derechos. En Ecuador, donde se discute actualmente el texto de una nueva Constitución entre los delegados a la Asamblea Nacional Constituyente, han salido al debate nuevos derechos antes no contemplados en los anteriores textos tradicionales: los de las comunidades indígenas, los de los sectores marginales, los de los pobres, los de la mujer.

Pero una diputada del partido Acuerdo País, que es el partido de gobierno, ha propuesto, además, un artículo constitucional que establezca el derecho que tienen las mujeres a disfrutar del placer sexual sin restricciones. Y que si una determinada mujer no se considera sexualmente satisfecha, pueda demandar a su pareja ante los tribunales.

La legisladora establece en su exposición de motivos que "tradicionalmente las mujeres en Ecuador han sido vistas como objetos sexuales o como encargadas de la crianza de los niños, por lo que ahora deben tener el derecho de tomar decisiones libres, responsables y bien informadas acerca de su vida sexual, en una sociedad libre, justa y más abierta".

Una vida sexual plena bajo garantías constitucionales, que incluye el derecho al disfrute del orgasmo, no deja de ser una novedad. Aparentemente, sin embargo, se trata de una propuesta sin fortuna, pues de antemano ha recibido una avalancha de críticas de los diputados varones, que no parecen interesados en ella, sino es para adornarla con burlas. 

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21 de mayo de 2008
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Serpiente en el pedregal

He evocado en diferentes ocasiones los ojos reidores inquietos, reflejo de un alma atravesada por una exigencia de verdad, de uno de los seres a los que el personaje del Narrador no consigue reconocer en esa epifanía de la consunción de cuerpos, espíritus, clanes sociales y valores morales, que constituye la fiesta de los Guermantes, cuya descripción cierra la Recherche proustiana. El tiempo, la aristotélica "cifra del cambio corruptor", había supuesto tal mutación que, en los ojos del actual político rapaz, sólo rasgos de astucia, desconfianza, y despotismo consigue entrever el Narrador.

Y aquí la pregunta: ¿dónde reside la cusa de esta mutación de la disposición del alma? ¿Cuál es el análogo en el registro espiritual de lo que el segundo principio de la termodinámica constituye en el registro corporal? Pues estando todo ser humano abocado a la degradación de los cuerpos, constatamos sin embargo que en algunos casos no se da la correlativa corrupción en las almas. Se diría que en estos privilegiados, la suerte, la buena suerte, ha hecho que el declinar no se acompañe de algo que tantas veces parece su corolario, a saber, el miedo, pura y llanamente el miedo.

Evoco con tristeza a una amiga entonces muy joven (aunque superada ya la edad en que el pasar es sólo portador de promesa) y con un cuerpo menudo que parecía siempre a punto de quebrarse, poseía una belleza tan cargada de osada espiritualidad que, en la entonación de una sencilla canción de náufragos (amis partons sans bruit, la pêche sera bonne...), la lectura de la Elegía a Ramón Sijé, o la evocación del destino de Micol Finzi-Contini, generaba en nosotros una exigencia de, simplemente, hallarse a la altura. Su presencia, en efecto, incrementaba en los que la deseaban o amaban el sentimiento de ser capaz de mantener el desafío, de no bajar la guardia en un reto esencial con uno mismo.

Pues en su entorno parecía no haber lugar para el que se resignara a ser mezquino, para el que renunciara a la belleza, para el que confundiera los ideales de fraternidad con el espíritu samaritano, para el que no despreciara profundamente el aprovechamiento de las situaciones de debilidad, para el que aceptara que la emoción y la embriaguez pudieran dejar de constituir nuestra atmósfera... simplemente desde tales lodazales no había posibilidad alguna de alcanzar complicidad con aquella mirada, que exigía en todo hombre inteligencia y sobre todo valentía.

Una vez más el tiempo ha efectuado su labor de corrupción y el miedo ha ejercido de eficaz mediador. Unida mi amiga al que, sencillamente, le pareció mejor y más valiente, su relación debió un día esterilizarse a la par (o quizás en razón de) que se empantanaba en legajos matrimoniales. Desaparecido hoy el entonces afortunado y perdida desde hace lustros para ella toda promesa de nueva embriaguez, nuestra compañera de canciones y manifiestos (siempre entrañable en mi evocación) ha confirmado que, efectivamente, el miedo es libre... tan libre como esterilizador del ansia de libertad de quien no logra vencerlo. Y así, me dicen que los evocados legajos en los quedó archivado su lazo con el ser que más admiró y amó, son ahora el arma a la que recurre para reivindicar una prioridad respecto a ese vínculo perdido; prioridad respecto a quien, amando a otra persona, evitaba (siempre en los márgenes de la caballerosidad) incluso su presencia. Me dicen que (con la atenuante de necesidad, atenuante que ella misma jamás hubiera en su tiempo considerado tal) se ampara en tales legajos para garantizarse un lugar más espacioso bajo el sol triste, el sol asténico y casi apagado, que apenas garantiza la mera subsistencia. Y sin embargo quiero creer que algo de aquella inquietud perdura en su mirada:

"los ojos moribundos sólo vivían relativamente por contraste con esa terrible mascara osificada y brillaban débilmente, como una serpiente adormecida brilla en medio del pedregal."

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21 de mayo de 2008
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El futuro llegó hace rato

Durante mi último viaje a España tuve la suerte de comprarme algunos libros que están buenos de verdad: Lush Life, la nueva novela de Richard Price; The Coast of Utopia, la trilogía teatral de Tom Stoppard; y The Omega Force, de Rick Moody. Para empezar por el final: Moody es uno de los mejores escritores de habla inglesa de este tiempo, autor de -por ejemplo- The Ice Storm (La tormenta de hielo), con la que Ang Lee hizo una película memorable hace ya algunos años. /upload/fotos/blogs_entradas/tres_novelas_de_ricky_med.jpgThe Omega Force es una colección de tres ‘novellas', esto es tres cuentos largos o tres novelas cortas -como ustedes prefieran. En conjunto, exhiben una preocupación sobre el mundo presente, o quizás sería mejor decir: sobre la posibilidad -pura conjetura- de que exista algo a lo que podamos llamar presente.

La historia llamada The Omega Force es sátira lisa y llana sobre el grado de delirio al que puede llegar la paranoia del (norte)americano de hoy: su protagonista, un ex funcionario público, ve enemigos de tez oscura por todas partes y cree encontrar en un thriller barato -también llamado The Omega Force- las claves de una conspiración internacional que debe desbaratar. El relato termina siendo una extraña mezcla de Graham Greene, Philip K. Dick y el Anthony Burguess de La naranja mecánica.

K & K, la historia más débil, traslada la paranoia al interior de una pequeña empresa, en cuyo buzón de sugerencias empiezan a aparecer mensajes amenazadores: primero cuestionan las convenciones más simples -el lugar para estacionar, por ejemplo- y con el correr de los días prometerán una revolución sangrienta.

Pero Moody se guarda lo mejor para el final. The Albertine Notes transcurre en un futuro no muy distante, cuya Manhattan ha sido borrada del mapa por una bomba nuclear oculta en una valija. El texto es el reporte -las ‘notas'- del periodista Kevin Lee, a quien se ha asignado un reportaje sobre la droga del momento, llamada Albertine: una sustancia que le permite al consumidor revivir el pasado de la manera harto realista, y que está haciendo furor en los Estados Unidos... al mismo tiempo que causa estragos. En un mundo que ha sido parcialmente borrado por un hongo atómico, ¿quién puede suponer que el futuro deparará cosas mejores que el pasado idílico?

Lo que me gusta de Moody es que su imperiosa necesidad de comprender el hoy, que en escritores menores redundaría en textos afectados por la moda, no borra su profunda comprensión del alma humana. No recuerdo muchos textos de claridad incuestionable sobre el fenómeno de la adicción -cualquier adicción- como este párrafo de The Albertine Notes: ‘Toda adicción es una cuestión de crédito. Aquello tan increíble que dijiste anoche en el bar, esa cosa que de otro modo no le habrías dicho nunca a nadie en persona, es una ocurrencia única porque mañana, bajo la luz del amanecer, cuando ya te hayas separado de tu billetera y de tu dinero, cuando tu novia te odie, vas a ser incapaz de decir otra vez eso que creíste tan valiente porque para entonces estarás retorcido y tirado sobre un colchón sin sábanas. Pediste prestado ese coraje, y ya se ha ido'.

Ojalá editen pronto este libro de Moody en español, con una traducción acorde a sus méritos.

De los otros libros hablaré en los próximos días.

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21 de mayo de 2008
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Algunos lugares comunes sobre Richard Ford (II)

Uno de los lugares comunes más equivocados acerca de Richard Ford es que es un "insuperable retratista del americano medio", un creador de "un personaje tan próximo como nuestros vecinos". Lo cierto es que la riqueza emocional de Frank Bascombe está muy alejada no sólo del americano medio, sino de cualquier ciudadano medio de planeta. La claridad con que Bascombe percibe su entorno, la capacidad de detalle a la hora de describir paisajes, la manera en que las revelaciones lo visitan, les han sido dadas a muy pocos. Graham Greene decía que no era bueno para la botánica y cuando debía describir un árbol o una planta, a veces se iba al máximo común denominador y escribía "a lo lejos se veían varios árboles". En Ford no hay generalizaciones; hay rododendros, hay azaleas...

En los veinte años que van de la publicación de El periodista deportivo a Acción de Gracias, Bascombe deja atrás la crisis de la edad madura y se asoma a los sobresaltos de la vejez temprana; se ha vuelto a casar, ha renunciado a su querido trabajo de periodista deportivo y se convertido en agente inmobiliario, tiene problemas con uno de sus hijos adolescentes, una enfermedad le ha hecho descubrir que es mortal. Sí, puede entenderse como la vida de un norteamericano promedio, excepto por la manera en que Bascombe es capaz de verse desde afuera y entenderse.

Otro lugar común: "La ficción de Ford está casi totalmente despojada de abstracciones, de flechas que apuntan a los significados o a las conclusiones que deben ser extraídas. Ford nos entrega con absoluta precisión la textura de la experiencia, no las lecciones aprendidas..." Eso lo escribió alguna vez Paul Gray, crítico de la revista Time. Los cuentos de Ford, sin embargo, están llenos de lecciones aprendidas, momentos en los que el protagonista comprende, de pronto, algo fundamental acerca de la vida, y hay un antes y un después de ese instante. En cuanto a la trilogía de Bascombe, el periodista deportivo convertido en agente inmobiliario es una fuente constante de revelaciones. Una, al azar: "Y sin embargo, en las últimas semanas, por motivos que no consigo explicarme, ha surgido entre nosotros algo que sólo puedo llamar una extraña incomodidad... es como si los lazos que unen nuestras atenciones y afectos estuvieran cambiando y aflojándose, y ahora nos tocara establecer unos lazos nuevos, para una relación más seria, pero ninguno de los dos hemos demostrado todavía ser capaces de ellos y este fracaso nos deja perplejos".

En las primeras dos novelas de la trilogía, hay una íntima conexión entre la importancia de los hechos narrados y la voz de Bascombe; en la última, la voz parece desprenderse de los hechos y tiene algo de manierista. Todos los acontecimientos se inflan, y Bascombe encuentra portentos no sólo en su enfermedad sino en sus visitas al baño o cualquier conversación con sus vecinos. Es una novela lenta, me dijo un amigo piadoso; la inmisericorde Michiko Kakutani, crítica principal del New York Times, dijo que se trataba de una novela soporífera (Juan Manuel de Prada coincide con ella en su reseña en ABC). Con todo, quien no quiera perderse algunas de las mejores páginas de la ficción contemporánea, tendrá que poner a Acción de Gracias en su lista de libros imprescindibles. Y quien no ha leído todavía a Ford haría bien en comenzar. Y desear, claro, que no se llegue a destiempo.

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21 de mayo de 2008
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Las metamorfosis de Ali Bey

Rafael Argullol: Tenemos una especie de juego de estratos demográficos que se está produciendo además a una enorme velocidad y hubiera sido completamente imprevisto hace tres o cuatro décadas.

Delfín Agudelo: Me llama la atención el nativo, en relación con la idea tuya de la patria: no es aquella en la que se nace, sino a la que uno llega, la que se construye. Estas reacciones un tanto peligrosas, por xenofobia, intolerancia, a esta alteridad que llega a la ciudad, en apariencia terminan siendo que el nativo es uno más, que no tiene por qué sentirse con la exclusividad distinta al que llega. Oímos decir: "Yo sí soy de acá". ¿Pero qué es ser de "acá"? ¿Qué implica que haya vivido toda la vida en la ciudad?

R.A.: Este es un tema extraordinariamente interesente y sobre el que he escrito a raíz de la lectura de una biografía maravillosa de Alí Bey, un viajero barcelonés que a finales del siglo XVIII y principios del siglo XIX fue el segundo o tercer europeo en entrar en la Meca. Este hombre, que se llamaba Domingo Badía, y que adoptó para trasladarse a África y Asia el nombre de Alí Bey, es un hombre extraordinario, y que la obra que finalmente escribió -la recopilación de sus viajes por África y Asia, publicadas en París, me parece, en 1816- es una de las grandes obras maestras de la literatura de viajes. Me fascina la personalidad de Domingo Badía, alias Alí Bey- o al revés, Alí Bey, alias Domingo Badía- porque tenía esa enorme capacidad de metamorfosis. Fue un hombre que tuvo la capacidad de ponerse en el otro extremo de sí mismo continuamente. Como cristiano tenía una enorme facilidad de verse como musulmán; como alguien que hablaba francés o español, podía vestirse como alguien que hablaba árabe. O como alguien que nació en una clase social medianamente modesta, y que siempre tuvo dificultades para vivir, se veía muy bien y los otros lo veían muy bien como príncipe turco. De hecho hay una maravillosa anécdota en que se encuentran en Alejandría Chateaubriend y Alí Bey, y éste, cuando tiene la cita con Chateaubriend, le dice "¡Atala, René!" Chateaubriend, explotando en vanidad literaria -que él mismo después tendrá que justificar- dirá: "Por fin he encontrado al turco más sabio que pueda concebirse, que está familiarizado con mis personajes literarios." Cuando vuelve a Europa, Chateaubriend se entera de que el príncipe turco familiarizado con sus obras es en realidad un barcelonés llamado Domingo Badía, pero que había logrado ser el camaleón perfecto, no en el sentido peyorativo del término, sino en el sentido interno del viajero. Para mí la esencia del viajero es aquél que es capaz de mirarse desde distintos lugares y sabe situarse en distintas pieles. Y este personaje lo hizo hasta grados maravillosos, porque tenía esa capacidad de sentirse nativo, y para intercambiar el papel del nativo y el extranjero. Esto es lo que debemos acostumbrarnos a hacer: relativizar las denominaciones nativo y extranjero.

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21 de mayo de 2008
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La inconcebible historia del blog asesino

Sarah y Megan solían ser amigas. Nacidas ambas en 1993, compañeras de escuela en O'Fallon, Missouri, vivían con sus familias a cuatro puertas de distancia. Cierta vez, al final del verano de 2006, la amistad se apagó, merced a uno de esos pleitos fáciles que de un día para otro inauguran pequeñas enemistades entre niñas que pugnan por ser adultas. Todavía indignada, Sarah Drew contó su personal versión de los hechos a su madre, Lori, quien de inmediato se ofreció a apoyarla. Sólo que más que darle consejo u opinión, la madre decidió entrar en la pelea.

     ¿Cómo combate una mujer de cuarenta y nueve años a una niña de trece? Lori Drew conocía bien a Megan Meier. Sabía que tenía problemas de autoestima, seguía una terapia contra la depresión y apenas con nueve años había mimado pensamientos suicidas. Era una niña frágil y ella una mujer dura; con la ayuda de una artimaña fácil podría averiguar cuanto decía acerca de su hija, y llegado el momento escarmentarla. Por eso no tardó en abrir una cuenta en MySpace, a nombre de un galán inexistente: Josh Evans, 16 años, apuesto, cariñoso, diestro en guitarra eléctrica y batería, sin teléfono. Poco tiempo después, Meg recibía una solicitud. Un tal Josh Evans deseaba ser su amigo.

     Durante seis semanas, Megan vivió feliz. La relación virtual, convertida en pequeño noviazgo tras todos los halagos recibidos, había hecho milagros por su autoestima. En tanto, Lori Drew estimulaba a su hija a seguir adelante, y hasta solicitó la ayuda de otra cómplice: Ashlee Grills, 18 años, empleada de Drew Ad Vantage, el negocio familiar. ¿Cómo iba a imaginar la enamorada Meg que al otro lado de los cables se hallaban tres mujeres inventándolo todo y acaso divirtiéndose a su costa? Quien recuerde cómo era el amor a los trece años -una pasión tan fresca como tiránica de la que no se escapa ni durante el sueño- sabrá cuán alto ya flotaba Megan en el momento del desengaño.

     Lori Drew no se había conformado con hablarle de amor a Meg. Decidida a humillarla a golpes de vergüenza, la llevó a referirse a temas sexuales y explayarse al respecto, para después usarlo todo en su contra. Intempestivamente, cuando Megan ya hablaba de invitar al tal Josh a su próxima fiesta de cumpleaños, apareció en su blog un mensaje agresivo. Josh la invitaba a terminar la relación, pues había escuchado que Meg "no era buena persona con sus amigos". Ante su desconcierto, el falso pretendiente procedió a desvelar sus conversaciones privadas entre sus conocidos. Se trataba de avergonzarla delante de todos, que en la escuela y el barrio se burlaran de ella. Llamarla "puta" y "gorda" públicamente. Destruirla a sus trece años, arruinar su cumpleaños número catorce.

     "Ya todos en O'Fallon saben cómo eres. Eres perversa y todos te odian. Ojalá que te espere una vida de mierda. El mundo sería un mejor lugar sin ti." Tal fue el texto del último mensaje firmado por Josh Evans. Mismo que Tina, la madre de Megan, no alcanzó a ver a tiempo, pues se hallaba ocupada en reprender a su hija por no haber cancelado su cuenta en MySpace cuando se lo exigió. Anochecía en O'Fallon, Missouri, cuando los padres de Megan Meier subieron a su cuarto y la encontraron moribunda en el closet, colgando de un cinturón atado al cuello. Al día siguiente fue declarada muerta.

     Apenas se enteró de que la niña estaba en la ambulancia, Lori Drew exigió a Sarah y Ashlee que cancelaran la cuenta y no abrieran el pico en modo alguno. Luego acudió al sepelio, dio su sentido pésame y lamentó sonoramente la tragedia . La policía, a su vez, dio el caso por cerrado. Pero Ashlee no pudo con el remordimiento, así que en pocos días acudió a visitar a los señores Meier y les contó la historia de Josh Evans.

     ¿Qué castigo le espera a quien se atrevió a hacer lo que Lori Drew? En Missouri, ninguno. La crueldad no es delito, según esto. Pero no todos pensaron igual. Pronto, un pequeño ejército de bloggers se aplicó a la tarea de lanzar a la fama a la señora Drew. Publicaron la historia de Megan, así como el teléfono y la dirección de la familia Drew, que desde entonces se queja de diversas formas de acoso, como llamadas anónimas, ventanas rotas y puertas pintadas. Han puesto incluso cámaras y realizado denuncias, pero la impopularidad de Lori Drew es demasiado grande para esquivar a tantos malquerientes, de modo que el negocio familiar ha sido boicoteado hasta la quiebra. Hace unos días, además, que la mujer enfrenta cargos federales por usurpación de identidad y violación de normas de MySpace, que le pueden costar hasta veinte años de cárcel. Un castigo que a uno se le antoja pequeño, incluso comparado con la condena implícita en seguirse llamando Lori Drew y ser aborrecida dondequiera que vaya.

     Los villanos, no obstante, tienen sus propios códigos. Hasta hoy, la señora Drew jura no conocer el remordimiento. ¿Karma? ¿Cuál karma? Según ella, es perfectamente inocente. Duerme bien. No acaba de entender por qué razón los vecinos no le hablan, o le hacen malas caras, o la insultan. ¿Quién, que viera su foto tan sonriente, sosteniendo en los brazos sendos periquitos, la creería capaz de ilusionar a una niña de trece años a lo largo de seis semanas de ficción execrable, para luego humillarla hasta destruirla? Tal vez la gran ventaja de concebir maldades inconcebibles sea poder tacharlas de inverosímiles. Ir a dar al infierno y allí mismo jurar que todo fue un error. No es lo que ustedes piensan, señores demonios. Si no me creen, hablen con los pericos.

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21 de mayo de 2008
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Corrupción

De pronto, en Madrid nos hemos quedado boquiabiertos, resulta que un pueblo de esta comunidad, de nombre Coslada, ha estado viviendo bajo la bota del Jefe de la Policía Local, de nombre Ginés Jiménez, durante 22 años. ¡22 años nada menos! Durante este tiempo han pasado por su Ayuntamiento cuatro alcaldes de distinto signo político (IU, PSOE, PP) que "no han podido con él". ¿Cómo es posible? ¿La estructura interna de la policía, las leyes, los mecanismos de control del abuso de poder han fallado? ¿no son suficientes? Ahora el perfil psicológico que se va trazando de este individuo parece el de un psicópata. Pero ¿la personalidad de un solo sujeto por autoritario, corrupto y matón que sea puede saltarse a cuatro alcaldes y el estado de derecho? La impresión que se lleva el ciudadano es que es bastante fácil montar una mafia y, sobre todo, que resista, que se haga crónica.

Que si es megalómano, duro, tribal, tenaz, peleón, que si se considera invencible. No es el único con estas características, adornan a gentes de las más diversas esferas sociales, que por cierto suelen ejercer un gran atractivo sobre las masas que a veces llegan a asumir que esos personajes han venido al mundo para imponerse sobre los demás. Es problema (el carácter no se puede controlar) no es ser Ginés, sino que se le consienta ejercer de tal ¡durante 20 años!

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21 de mayo de 2008
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Aprendizaje del dolor

Las adversidades que nos presenta la vida pueden convertirse en  problemas psíquicos perdurables o traducirse, acaso, en provechosos aprendizajes para la firme construcción del sujeto. Estos aprendizajes contribuirían, quizás,  a protegernos contra otros impactos parecidos o, en general, para poder recibir otras contrariedades con sabiduría y capacidad superiores.

Tal receta tranquiliza en sí misma porque si un mal puede ser trasformado en buena lección, su perversidad se reduce o se anula. Todo revés serviría para ponernos más derechos y, en definitiva, como nos reiteraba la religión, el sufrimiento actuaría como materia fertilizante para obtener importantes  réditos después. ¿Verdad? ¿Mentira?

La psicología es una ciencia humana. Y una disciplina humanitaria, también. En adelante, todos los damnificados por el terremoto o la bomba terrorista no reciben sólo un socorro físico sino psíquico y con la misma diligencia que llegan los analgésicos. En la psicología hallaremos refugio para la tribulación pero no será oportuno conocer que se trata de un refugio seriado y preescrito sino que su amparo consiste en un personalizado y mágico lenitivo que acude en nuestro favor y en exclusiva. Frente al dolor sin cuento de la adversidad, el cuento del aprendizaje positivo. Frente a la improductividad del padecimiento inconsolable, la consideración del padecimiento como una asignatura para ser mejor.

La ecuación parece tan gratificante para los más jóvenes como vana para los más viejos. ¿Para qué aprender ya más? A una altura de la vida, lo deseable no radica en seguir asistiendo todavía a clase sino al recreo o la jubilación. Para este momento, todo aquello que no sea bonanza es matanza. Todo lo que no contribuye al bienestar es impiedad. El llamado abono será pues tan sólo excremento, elemento desechable y opuesto a la absorción.   

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21 de mayo de 2008
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De la agricultura a la cultura

No se qué son los acebuches. No sabía que la avena era valiente y crecía en la peor tierra. Ni que la alfalfa es un poco más exigente. Y no tenía ni idea de que el trigo necesitara la mejor tierra. No sé mucho del campo. No sé mucho de muchas cosas pero no saber de la naturaleza, del campo, de los cultivos o de la agricultura me parece haber perdido demasiado tiempo. Mi cultura me hacía, me hace, siempre estar más atento a lo que pasa en Nueva York que lo que pasa en la provincia de Cáceres. Estoy leyendo las peculiares memorias, la última obra narrativa, del editor y escritor Julián Rodríguez, "Cultivos". Otra pieza de su particular resistencia que comenzó con "Unas vacaciones pagadas en la miseria de los demás". Ahora sigue esa senda en Cultivos, un libro que me conmueve por la manera -sin nostalgias ni pedanterías- en que se busca a sí  mismo buscando en el mundo rural, esa "patria rural" a la que se refería Sciascia, ese mundo que está en la vida de la infancia, en la vida que vivieron los hombres, los campesinos españoles que conocieron un mundo dónde lo que importaba era la conquista del pan.

Un mundo tan cercano y ya inexistente. Un mundo con una cultura mucho más profunda que la cultura de los hijos de la televisión. Un mundo raro en el que no era necesario el Internet. Un mundo del que quiero saber más, recibir más emociones como las que nos acerca el texto de Julián Rodríguez.

Culto: acción de cultivar o practicar algo. Derivado de colere: cultivar, cuidar, practicar, honrar.

Decimos cultura y cultivar -según Corominas- desde 1515.

Y decimos cultivo desde 1644.

¿Qué decíamos antes de decir cultura, antes de decir cultivo?

No es fácil la vida en el campo. No es fácil para los campesinos. No podemos tener nostalgia, ni añoranza de ese mundo dónde la espalda se quiebra muchas veces al día. No queremos vivir ese mundo y sin embargo algo sentimental nos hace querer cultivarnos más en el mundo de los cultivos. No deberíamos estar tan lejos los de Madrid, de Nueva York o de Buenos Aires a los de un pueblo del desierto mexicano, un pueblo de las Hurdes o un lugar de la Mancha.

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20 de mayo de 2008
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¿Hablamos en serio?

/upload/fotos/blogs_entradas/farc_1_med.pngLa denuncia del terrorismo es un elemento retórico tan común desde el 11 de septiembre que vale la pena detenerse sobre las noticias que salieron de las computadoras de las FARC, la guerrilla colombiana. Hablo de las tres computadoras recuperadas por las fuerzas armadas colombianas después del bombardeo de un campamento de la guerrilla el 1 de marzo en el territorio ecuatoriano. Más allá de la muerte de Raúl Reyes, número dos de la guerrilla, quedaba pendiente la certificación de la autenticidad del contenido de las memorias de los aparatos. Toda la prensa internacional se hizo eco del asunto al finalizar el chequeo de las máquinas en una doble información resumida por El País de España:

1. Los ficheros encontrados son auténticos documentos y las autoridades colombianas no intervinieron en su contenido.

2. Los documentos demuestran los nexos políticos, militares y financieros entre la guerrilla y las autoridades legales de dos países vecinos, Ecuador y Venezuela.

He puesto la referencia al artículo del diario El País pues su sitio entrega también la reproducción de unos mensajes que involucran obviamente al venezolano Hugo Chávez Frías, líder de la revolución bolivariana, en un intento de derrocar por las armas al gobierno legítimo de un país vecino. Los gritos indignados de Chávez y Correa, su malestar en la cumbre de Lima donde se encontraban Europa y América Latina, no quita nada de los hechos: dos líderes políticos han sido cogidos in fragranti, como escribe Andrés Oppenheimer, del diario el Nuevo Herald de Miami, en actos de cooperación con un movimiento de guerrilleros que se dedican al secuestro y el tráfico de drogas, para no decir nada de matanzas repetidas.

Ahora bien, tal como lo escribe Oppenheimer la pregunta es: ¿qué pasa? ¿Qué hace la comunidad internacional frente a dos jefes de ejecutivos que fomentan el apoyo a un grupo terrorista? ¿Cuáles son las sanciones por involucrarse en operaciones terroristas? Es el momento de preguntarnos si nuestra época habla en serio de la lucha contra el terrorismo o si aceptamos su presencia como un elemento más en el paisaje político. Otra vez hay que releer al Agente secreto, la novela Joseph Conrad. Comprobar cómo su descripción del terrorista que camina por Londres, con la mano en el bolsillo que acaricia el detonador de una bomba, es la descripción de un hombre muy común: "Caminaba frágil, insignificante, andrajoso, abyecto y terrible en la simplicidad de su idea, llamando a la locura y a la regeneración del mundo. Nadie lo miraba. Pasaba insospechado y letal, como una plaga en la calle llena de hombres".

Es lo que pasa con las FARC: el mundo latino sabe que es una plaga que no puede justificar la dimensión supuestamente mesiánica de su actividad. Pero nadie se atreve a denunciar a sus simpatizantes: el 11 de septiembre provoca indignación, las FARC ya no provocan reacciones; tienen un negocio bochornoso pero aceptado de manera inconsciente. Conrad adivinaba la diferencia entre un 11 de septiembre y las FARC en su novela: "Hoy, una bomba, para tener influencia en la opinión pública, tiene que ir más allá de la intención de venganza o terrorismo. Tiene que ser puramente destructiva. Debe ser destrucción y sólo eso, por encima de la más leve sospecha de cualquier otra finalidad."

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20 de mayo de 2008
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