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El vientre del amateur

/upload/fotos/blogs_entradas/china_superstar_med.gifCuando estuve en China por primera vez, todos me decían que si me quedaba un mes escribiría un libro, si un año un artículo en una revista especializada y si un quinquenio nada. Así fue: estuve treinta  y cinco días  y escribí China Superstar para la editorial Aguilar, apoyándome en no sé cuántas lecturas. Anteriormente, a cientos y cientos de escritores y periodistas, les había ocurrido lo mismo. ¿El irresponsable atrevimiento de la ignorancia? No cabe duda, pero también, el entusiasmo del amateur que sin ser una virtud superior posee la fuerza de la valentía y la candidez  para convertir la observación en inauguración y en novedad lo establecido. De esta osadía, no se derivan tan sólo vulgaridades y elementos excrementicios. Llegado a un determinado punto podría decirse que somos capaces de escribir más si no sabemos demasiado de una cosa. Es preciso saber algo  pero sabiendo en exceso llega el empacho y su parálisis digestiva.

Entre los catedráticos universitarios se padece a menudo esta extraña malaria del conocimiento. Saben tanto de una disciplina, han consultado tal número de páginas, han visitado tan innumerables teorías que pierden la motivación y hasta el punto de vista. La superabundancia ahoga y la ignorancia degüella pero la información crítica, en pequeña dosis, dispara la imaginación como a las hormonas el sexo entrevisto.

No será aconsejable producir ciencia desde la carestía del saber pero, fuera de ella, el saber que merienda el amateur -se llama Steve Jobs o Bill Gates- produce objetivos que el profesional ni siquiera concibe. Simplemente porque el profesional tiende a seguir lo profesionalmente establecido como cierto, mientras el amateur, menos prescrito, goza la ventaja de jugar con la mentira y con la providencia de lo incierto.

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3 de junio de 2008
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¿Tiene lugar en Troya la guerra de Irak?

"La Colère d'Achille", Giovanni Battista Tiepolo, 1757Rafael Argullol: Es fascinante ver este entrelazamiento entre lo que es la calidad literaria y el impacto, porque hay muchas leyes distintas.

Delfín Agudelo: Pienso también en ese impacto en términos de las obras que maduran estando en un estado desconocido. Siempre he pensado que uno de los sueños de la labor del estudiante de literatura es encontrar libros perdidos, olvidados, que por cualquier motivo han quedado ensombrecidos en depósitos de bibliotecas públicas. En esa medida, hay algo latente en la escritura, sobre todo de un clásico, y es cómo volviendo sobre esos viejos textos que todos llaman "ladrillos" -que son aquellos que sólo lee el estudiante cuando tiene que responder un examen- podemos encontrar características actuales de la condición humana más claros de los que se pueden escribir en este momento. No digo con esto que son más o menos buenos, pero que pueden ser equivalentes. Se me ocurre el sentimiento de la guerra en la Ilíada. O la sensación de extravío de la Odisea. Hay algo en la literatura actual que le teme a los clásicos: su propia inserción en una tradición literaria.

Rafael Argullol: Lo que creo que es completamente esencial en la literatura y en el arte es que sus obras sean al mismo tiempo actuales y atemporales. Hemos dicho miles de definiciones de arte y literatura, pero ninguna me parece tan sólida como la que nos llevaría a concluir que las obras literarias o artísticas tienen como exigencia ser al mismo tiempo actuales y atemporales. Con esto quiero decir que lo que diferencia una doctrina científica de una obra artística es que la científica queda obsoleta con el tiempo: la doctrina cosmológica de hace dos mil años ha quedado obsoleta por la actual. En cambio, lo que para mí es imprescindible en una obra literaria es que siempre sea actual. La Ilíada no se puede leer con ojos arqueológicos, y sucede lo mismo con una tragedia griega, el Mahabarata o Shakespeare; hay que leerlos como si fueran interlocutores del presente.

Partiendo de esta idea, que es la mejor definición que se haya dado nunca, es indudable que en el mundo de la guerra que se refleja en la Ilíada, en la confrontación de aqueos y troyanos, hay mucho vinculado con el marco antropológico de aquella época. Eso es lo propio de los arqueólogos o antropólogos. Pero lo propio de la lectura literaria es lo mucho de atemporal que se expresa allí. En definitiva lo que sucede en una guerra actual sucedía ya en la guerra de la Ilíada. Por eso me ha parecido pertinente esa lectura que ha venido haciendo Alessandro Baricco de la Ilíada en estos dos últimos años, porque él trataba de buscar paralelismos y equiparaciones entre lo que se expresaba en la obra y lo que podía ser una guerra como la de Irak o Vietnam. Y efectivamente es que siempre encontraremos esa actualidad de lo atemporal.

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3 de junio de 2008
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II. Valiente mundo nuevo

El viejo adagio dice que una crisis representa el momento en que lo viejo muere, mientras lo nuevo empieza a nacer. E Internet, como forma masiva de comunicación, apenas está naciendo, y es más compleja, más participativa, y más invasiva  que cualquier medio tradicional. Apenas intuimos como será en el futuro. El iceberg muestra su pequeña cúspide, y debajo aguarda su formidable masa, para irse revelando. Colectivos de información, redes de bloggers cada vez más extensas, periódicos digitales personales, hechos a la medida de cada quien, según gustos y necesidades.

/upload/fotos/blogs_entradas/internet_med.jpgSe trata, además, de un cambio de manos del poder de la información. Ahora no se tratará del poder de la empresas, sino del poder personal, doméstico, de quienes manejan desde su casa un sitio, o escriben un blog, y pueden convocar a decenas de miles de lectores, o interlocutores. Para esto no necesitan ni capital social, ni cuentas de publicidad, ni permiso ni licencia de los gobiernos. Y tampoco cobran por su producto ninguna suscripción, ni hay precio por ejemplar.

Avizoramos así el sueño de la información libre y democrática, en manos sobre todo de los jóvenes, porque la mayoría de los participantes de Internet tiene menos de treinta años. Valiente mundo nuevo. 

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3 de junio de 2008
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¿Qué deberían leer los jóvenes?

Feria del libro de Madrid, lunes por la noche en Casa de América. Una mesa moderada por Arturo García Ramos y con siete ponentes siete: ¿qué deberían leer los jóvenes? Escucho nombres por ahí: Andrés Neuman sugiere a Cortázar y Monterroso, Consuelo Treviño a Sábato, Gulliver, La isla del tesoro. Alonso Cueto menciona la importancia que tiene para los jóvenes que los protagonistas principales sean jóvenes como ellos, y cuenta que en el Perú son emblemáticos Un mundo para Julius y Los cachorros. Yo sugiero uno de José Emilio Pacheco, Las batallas en el desierto, y uno de Cortázar, Historias de Cronopios y de Famas. Alguien menciona los libros sagrados. El poeta y filosófo venezolano Josu Landa señala que, más que hablar de títulos, deberíamos preocuparnos por la recepción de la literatura -hoy hay mediaciones que no se conocían antes- pide una mayor atención a la poesía. Neuman lee un cuento breve de Piñera. Anoto una frase de Alonso: "los sueños son las historias que nos contamos a nosotros mismos".

Recuerdo: comencé a leer de verdad a los diez años, gracias a un profesor que todos los viernes nos daba dos horas de lectura en el curso y nos ponía en la mesa todas las novelas de Salgari. Así quedé fascinado por primera vez por un personaje literario, el pirata Morgan. Después descubrí en la biblioteca de mi padre su colección de novelas policiales, y tuve tres años intensos de Agatha Christie, Erle Stanley Gardner, Ellery Queen, John Dickson Carr. Mi madre se preocupó (había mucha sangre en esas lecturas, podían crearme una mente morbosa), y me compró las obras completas de Shakespeare, autor que leí con entusiasmo: había más sangre y morbo en él que en todos los escritores de policiales que había leído. Luego, a los catorce, la suerte de otro profesor, que puso en mis manos a Borges, Kafka, Cervantes.

Ahora el desafío es que mis hijos descubran el placer de la lectura. Gabriel tiene siete años y está enganchado con el Nintendo DS. Yo también fui de videojuegos, pero, claro, una cosa es ser hijo y otra ser padre. Descubro que a veces caigo en las cosas que solía criticar de los mayores: me molesta que Gabriel ignore los libros, y más de una vez le he hecho apagar el Nintendo. También he negociado: si lees media hora, puedes volver a jugar con el Nintendo. Sé que es una pésima estrategia: puede comenzar a asociar la lectura con el castigo. Luego me digo que lo mejor es relajarme: Gabriel tiene sólo siete años, yo recién me puse a leer a los diez. Además, no es que él no lea: ha terminado dos libros de cien páginas con las historias de los muñecos de Lego que son su pasión. Y el otro día, en el parque, para mi sorpresa, se puso a recitar unos versos que me sonaban familiares. Le pregunté de quién eran. De Machado, papi, me dijo. Los había leído en el colegio.

Por último, ¿y qué si a Gabriel no le interesa la lectura? Ya me ha dicho que quiere hacer películas para contar las historias de sus muñecos de Lego. Eso, creo, es más importante que mi insistencia en que lea, porque nace de él.

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3 de junio de 2008
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Odio

Los ataques entre escritores pertenecen a un género específico de la literatura. Me gustan las más viciosas, como Jules Renard lastimando la imposibilidad de traducir la poesía de Stéphane Mallarmé a otro idioma "incluido al francés". "Qué lástima que Molière no sepa escribir" escribía Fénelon. "Basta leer a Gide en voz alta durante diez minutos para tener mal aliento" notaba Francis Picabia. André Breton proponía la regla definitiva del plural: "un cóctel, unos Cocteau". La lista del odio literario es interminable. Existen antologías, pero con la red nos llega algo nuevo: el ataque grabado.

/upload/fotos/blogs_entradas/walcott_med.jpgSe trata de un intento de homicidio literario de V.S. Naipaul, Premio Nobel 2001, por Dereck Walcott, Premio Nobel 1992. Es el colmo de una grabación simpática: el poeta de Santa Lucía habla dentro del festival cultural de Jamaica Calabash 2008. Entrega un poco de todo: chistes, entrevistas, reflexiones sabias sobre la naturaleza del estilo en varias disciplinas y, lecturas de unos poemas. En el minuto 35 -15 segundos antes de llegar al minuto 36 para ser precisos- Walcott empieza la lectura del poema "The Mongoose" (la mangosta) reconociendo que se trata de V.S. Naipaul:

I have been bitten. I must avoid infection,

Or else I'll be as dead as Naipaul's fiction.

Read his last novels. You'll see just what I mean:

A lethargy approaching the obscene.

No vale la pena traducir: infección rima con la ficción de su enemigo. Naipaul, según Walcott, es una importación de la India y toma sus órdenes del Raj, es decir, del viejo maestro colonial. Lo que vemos es una lucha dentro del Commonwealth o mejor dicho el implacable odio de un poeta que busca su inspiración en Homero por un escritor nutrido con prosa inglesa.  

Hay varios testimonios de este episodio que van a quedar en la historia de la literatura tanto en el blog de  Chris Lydon y en un blog llamado Active Voice; existe tambien un comentario en el New Stateman. La pelea entre los dos hombres lleva ya años pero me parece alcanzar una verdadera cumbre. Walcott roza obviamente el suicidio con sus versos, pues si un hombre merece tanto desprecio uno no baja a atacarle.

PS: para los amantes de la expresión del odio en inglés es también ineludible la entrevista de Gore Vidal este fin de semana en el Independent de Londres. Pero es otra cosa: Vidal tiene gracia en su manera de odiar y de tener humor. Y además, pertenece a la vieja escuela: odia por escrito, lo que ya no es el caso de Walcott.

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2 de junio de 2008
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Cocinar hizo del mono un hombre

La cocina de las estrellas es un invento para ricos, políticos, empresarios y cargos públicos y echar de comer a los periodistas. La cocina es el medio. El cocinero es el mensaje. Habíamos conseguido lanzar un mensaje nuevo. Los españoles ya no éramos unos canijos comedores de patrióticas tortillas, ajos, paellas o gachas. Hace tiempo que no es así. Ya no somos canijos con mala leche -no es que estén abolidos, simplemente están en decadencia-, sino que somos un pueblo que come modernidad, experimento, deconstrucción y ciencia-ficción.

/upload/fotos/blogs_entradas/los_cocineros_ruscalleda_dacosta_berasategui_arzak_adri_y_arola_med.jpgDecía Montaigne que el hombre es un animal que guisa. Sí, pero también un animal que de vez en cuando levanta el hueso y atiza al mono que está cocinando diferente. No hemos cambiado tanto. Picasso también comía huevos fritos. Como Juan Mari Arzak. Y gambas a la plancha, como Ferran Adrià. Incluso callos, como Santi Santamaria. Sigue siendo más difícil cambiar de gustos culinarios que de religión o equipo de fútbol. Para ser buen cocinero es imprescindible tener memoria Y la memoria se alimenta con guisos de las madres, bocatas de la mili y cocidos populares. Hace unas noches, colado en una cena de casticismo progre y madrileño donde se proponía la refundación de izquierda desunida, tuve la sensación de volver a la prehistoria, antes de Arzak, mucho antes de Adrià. Allí, en aquel comedero de cuando fuimos progres, entre morcillas y codillos, entre cigarrillo y cigarrillo, se levantó Carrillo para aconsejar al bueno de Gaspar sobre la necesidad de soltar el lastre de la vieja izquierda: la grasa de los comunistas. Carrillo apuesta por la nueva cocina.

Bajamos grasa en el restaurante tan civilizado de Juan Miguel Sola, donde hasta la Casa Real tiene que esperar su turno. No había nadie de Comisiones Obreras, pero estaban muchos navarros ilustres, y uno de cuyo nombre no quiero acordarme, además de un grupo de emboscados intelectuales, arquitectos, escritores y gentes del cine que se sorprendieron con el brindis del presidente navarro. Aprovechó el pacharán para recordar que los vascos no eran un reino. Y que ellos tienen más gordos los espárragos. Se nota que estamos en plena guerra culinaria.

Esa misma noche, en Madrid, España, el gran cabreado y más grande cocinero Santamaria, volvió atizando donde más duele. Yo creo que Adrià y Santamaria están cada día más unidos por sus muchas discrepancias. Ellos, más la tropa vasca, representan a la cocina española. ¿A su pesar? ¿Los cocineros, como los peperos, son reinos de taifas? Decía Pla que "para comer tortilla en esta Península se requiere, demasiadas veces, una cantidad notable de patriotismo y fe en el país". ¿Aguantará nuestra selección de cocineros una tortilla española?

Artículo publicado en: El País, 1 de junio de 2008.

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2 de junio de 2008
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El peso del mundillo

El mundillo literario es 99 % mundillo y 1 % literario, recién ha dicho Carlos Ruiz Zafón. Temo que exageró. Ese uno por ciento parece demasiado. Siendo tan grande el mundo, no sé que hace la gente encerrada en mundillos. Creo que es antihigiénico, en principio; amén de improductivo y con cierta frecuencia contraproducente. Pocas novelas me resultan en tal modo infumables como aquellas donde todos los personajes son escritores, y como cree el autor que es natural sólo saben hablar de temas cultos. No dudo que haya quienes encuentren cierto esparcimiento en el jueguillo díscolo de encontrar quién es quién y qué chismes se cuentan en aquellas novelas escritas solamente para el consumo de unos cuantos implicados. Habrá también quien logre divertirse conociendo la vida íntima de los cisticercos. Pero lo que es a mí me da terror la idea de acabar escribiendo para el consumo interno de una pandilla que vive en permanente torneo intramuros para saber quién tiene más ancha la cultura, o más grande la obra, o más larga la lista de amigos encumbrados.

     Habemos quienes no servimos para eso. No es cuestión de principios, y ni siquiera de incapacidad, sino de vil pereza. Y tampoco es que allí falten los personajes interesantes, si más de uno practica la perversión de frecuentar mundillos e incidir en sus dimes y diretes. Conozco a varios grandes conversadores que pierden buena parte de sus encantos en cuanto pasan lista en el mundillo, donde las circunstancias les obligan a guardar esas formas que de otro modo se estarían pasando por el arco del triunfo. Hay en la mentirosa fraternidad de los mundillos culturales un tufo provinciano y defensivo que delata el horror al qué dirán en quienes menos tendrían que sentirlo. Cierto es que allí se mueven las pasiones, igual que se intercambian lealtades y se practica el trapecismo laboral, pero pasa que todos esos ingredientes servidos en un plato no siempre contribuyen a incrementar el apetito, ni alcanzan para calmar el hambre propia de quien trabaja en plena soledad y cuando sale lo hace en plan de murciélago. ¿Cuándo se ha visto que uno de estos animales chupe la sangre de otro de su especie? Esta sola objeción me basta para eludir el ambiente incestuoso de los mundillos. Por cochino, se entiende.

     I'm not a joiner, afirma Hank Moody a la hora de ser invitado a una cena de beneficencia para una causa afín al ecologismo. ¿Qué es exactamente un joiner, en términos sociales? El que se suma, porque quiere o requiere pertenecer a un grupo, o una causa, o una determinada provincia social. El entusiasta pronto. El trooper que navega de cocktail en cocktail y pasa lista en cada capilla. Me asombra que haya quienes tengan tiempo para tantas actividades extraliterarias, y aún se den el lujo de publicar libros. Algunos de ellos son mis amigos, pero cuando nos vemos suele ser más allá o a espaldas del mundillo, dondequiera que siga siendo posible carcajearnos un rato a sus costillas. ¿Cómo es que un narrador, cuyo trabajo es concebir y desarrollar mundos alternos y autosuficientes, puede sentirse de algún modo a sus anchas en un mundillo donde son más las poses que las obras y menos las pasiones que las conveniencias? Menos aún me explico qué haría un chupasangre merodeando precisamente los festines donde la hemoglobina es más pesada y menos nutritiva. Puede uno perder las páginas que acaba de escribir, pero ni siquiera eso sale tan caro como perder el tiempo en plan de joiner.

     No sabría describir con precisión el mundillo de marras. Cada vez que sospecho estar en él, me reconforto en la certeza de ser tratado por los habitués con las dosis de irreprochable cortesía que suele dispensarse a los fuereños, y hasta diría que sin la suspicacia que despiertan otros extraterrestres. He ahí la desventaja de ser narrador. Para inventarse un mundo más allá del mundillo, es preciso cambiarse de planeta.

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2 de junio de 2008
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I. Dinosaurios de papel

El New York Times reduce drásticamente su planta de periodistas, y en los últimos años, 3.600 de ellos han perdido sus puestos de trabajo en los medios de comunicación tradicionales, sólo en Estados Unidos. Le Monde pierde lectores y pierde dinero cada mes. El Boston Globe cesa a todos sus corresponsales en el extranjero para ahorrar recursos económicos. En América Latina hay un descenso de un diez por ciento anual de la publicidad que va a los diarios impresos, y un treinta por ciento de los anuncios clasificados.

El viejo buque de los diarios de papel parece hundirse al chocar con el iceberg de la información electrónica, que como todos los icebergs, apenas asoma la punta en un oscuro y helado mar de incertidumbres.

Sobre este choque que provoca ya las primeras fisuras en el barco, hablaron en la Casa de América de Madrid, en un encuentro patrocinado por la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano y la Fundación Carolina, tres maestros del tema: Rosental Alves, de Brasil, Jean-François Fogel, de Francia, y Gumersindo Lafuente, de España.

Algunos periódicos de extensa circulación tardan en acusar el golpe porque halagan constantemente a la clientela con ofertas, desde música, películas y libros, a aparatos electrónicos con descuentos; pero los expertos nos dicen que no todos los que compran el periódico porque se les da también algo barato, se convierte en lectores. Son periódicos que aumentan su circulación halagando al consumidor, pero no por eso se leen más.  

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2 de junio de 2008
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Las visiones de El Escorial

Hay gente que necesita creer en lo que sea a pesar de todo. De modo que, aunque a los seguidores de la vidente de El Escorial, Luz Amparo Cuevas, se les digas que les está estafando, que la señora vive en un chaletazo y que su organización se ha hecho con grandes extensiones de terreno y de propiedades con el dinero de los fieles, prefieren taparse los oídos. No quieren saber, seguramente porque la adicción es más fuerte que nada. Da la impresión de que la fe y las creencias en el más allá pueden llegar a un punto en que se conviertan en adicción y sea francamente difícil desprenderse de ellas. Porque además de a la droga, el tabaco, el juego o el sexo, también se puede estar enganchado a la religión, los videntes y futurólogos o a una secta. Por supuesto respeto cualquier tipo de fe, religión o creencia, mientras no se caiga en el fanatismo.

Por lo que se pudo ver en un reportaje de televisión sobre las visiones de El Escorial y otras por el estilo, quitarles a estas personas su devoción por unos fenómenos a simple vista falsos era como arrebatarle la botella a un alcohólico, estaban dispuestos a tragarse los engaños más groseros. No recuerdo qué siniestro personaje había urdido un escenario de lo más cutre a base de unos altavoces conectados a una casete, de donde salía una voz que era un cruce entre las psicofonías del Palacio de Linares y la niña del exorcista. Preguntada una asistente al acto dijo que la Virgen se manifestaba a través de esa voz. Otra levantó la mirada hacia el sol y dijo que veía una luz azulada. Debe de ser que una vez que las víctimas están captadas ni siquiera hay que esforzarse por montar nada sofisticado, sólo hay que dejar que se junten en medio del campo y levanten la vista a las alturas.

Los manipuladores de los deseos de los fieles suelen ser personas bastante burdas, con un carácter muy dominante y gran habilidad para hacerse imprescindibles en la vida de los demás, hasta el punto de que a quienes caen bajo su poder les cuesta vivir por sí solos. Y a veces se borran los límites entre estos grupos y las sectas, con la diferencia tal vez de que a las sectas les tira el sexo. Siempre hay individuos por ahí con capacidad de liderazgo, megalómanos que sienten que han venido al mundo para someter a otros, no directamente, sino bajo la capa de la doctrina que a ellos les convenga. Esas pobre chicas (como contaba recientemente la madre de una de ellas, atrapada en una secta destructiva durante más de veinte años), que da por hecho que su cuerpo es del jefe y en muchos casos de todos los del grupo en todo momento. Digamos que el  monstruo de Austria, Josef Fritzl, no tuvo narices para organizar una secta de verdad y montó esa dolorosa chapuza en el sótano de su casa.

/upload/fotos/blogs_entradas/dibujo_de_un_nio_vctima_de_abuso_sexual_por_parte_de_su_padre_y_de_los_miembros_de_la_secta_a_la_que_ste_le_perteneca._med.jpg¿Cuántas sectas habrá en Madrid? Cuántos padres y familiares estarán sufriendo porque una secta ha engullido a un ser querido, se lo ha arrebatado y lo ha llevado a un lugar enfermizo, del que si tiene la suerte de salir tendrá que desintoxicarse. Por supuesto no todas serán peligrosas, ni puede que realmente se comentan esas atrocidades que se les achacan a las satánicas, aunque no deje de ser un tanto inquietante que nuestro deseo de protección y cobijo sea más grande que el instinto de libertad.

Uno acaba siendo un yonki de la religión, de la secta, de cualquier persona o de una ideología cuando deja de importarle ser libre e independiente, cuando le aterra tomar sus propias decisiones. Sin llegar a ese extremo (y ésta es la otra cara del asunto), creer en algo, indagar en lo invisible es lo más normal del mundo e incluso sano. Nunca he entendido a quienes dicen no creer en nada. ¿Cómo se puede resistir la tentación de creer (aunque sólo sea un rato) en un dios, en espíritus, en otras dimensiones, en la materia oscura...? Personalmente me lo paso mejor creyendo un poco en casi todo. Y hay que reconocer que cuando la candidez de las creencias más disparatadas se combina con el ingenio pueden aparecer obras de un gran encanto como la detallada investigación que realizó Arthur Conan Doyle (el autor de Sherlock Holmes) para demostrar la existencia de las hadas, de la que no tenía ninguna duda, explicando sus características, vestidos, costumbres, lenguaje y defendiendo la autenticidad de la famosa fotografía que las llamadas niñas de Cottingley le hicieron a un nido de hadas. El hecho estuvo envuelto en una gran polémica y debates. E increíblemente desde 1918 en que fueron hechas las fotos, hasta 1975 en que una de ellas confesó que las imágenes habían sido manipuladas, persistió el misterio.

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2 de junio de 2008
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El cazador de avispas

En el seno de los estados modernos persisten comunidades reacias a que sus hijos sean inscritos en los registros, civiles o eclesiásticos, que cifran la edad escolar, la responsabilidad penal, la incorporación a filas, la fecha de jubilación y finalmente, como corolario de todo ello, el intervalo estadísticamente acotado en el que, para cada uno de los así consignados, se reduce el intervalo de incertidumbre sobre la hora administrativa de la muerte.

Así todos los esfuerzos de la administración franquista para tener archivada -y por ende controlada- a la entera población toparon con la resistencia tozuda de la comunidad gitana, parte de la cual era  poco propensa a  plegar el ritmo de sus vidas a los tiempos administrativos de la escolaridad y menos aun de la entonces obligatoria mili. Imagen retrospectiva de muchos de los sin papeles que hoy colorean con nuevos acentos las lenguas peninsulares, intentando conciliar el temor a ser repudiados con el imperativo de no ser meramente absorbidos.

Hace dos meses, amigos de diferentes lugares nos reunimos en San Sebastián para comer y beber evocando a Ferrán, quien había plantado cara a los mandamientos del cambio corruptor (expresión aristotélica para designar al Tiempo) encontrando en el mar, en Kant, en las mujeres, y en los misterios de la biología (disciplina a la que se había dedicado en los llamados años mozos) mayor aliciente a los sesenta años que a los veinte. De tal manera Ferrán pareció en ocasiones ser cada vez menos asentado y maduro, lo que le convertía en impagable compañero de conversas filosóficas, conciliábulos de resistencia a la genuflexión (que se nos predicaba como inevitable) y algunas juergas. Pues bien: en esa reunión de San Sebastián, Agustín García nos recordaba que, de resignarnos a que Ferrán hubiera un día nacido administrativamente... nos haríamos también notarios de su oficial muerte.

Mas la inscripción civil o eclesiástica cristaliza en un hecho esencial: el nacido como potencial ser de razón y palabra, el nacido como potencial "medida de todas las cosas", queda archivado como un nombre, un nombre que aspira a ser unívoco, un nombre propio. Es el portador de tal nombre (cuyo peso inútilmente intentan paliar los motes o nombres cariñosos surgidos en el entorno) el que queda adscrito a etapas fijadas, tanto respecto al enfoque de su vida como al enfoque de su muerte. Es para el portador del nombre propio que la madurez tiene su hora, que la jubilación llega y que se ciñe progresivamente el acotado intervalo en el que la muerte acontece.

Mas es también el portador de tal nombre quien vampiriza y convierte en patrimonio los frutos del ser de palabra, frutos ya desgraciadamente indiscernibles de tal vampirizador. Y así el decir tan modesto como lúcido de Agustín García es atribuido a otro Agustín. Agustín de nombre compuesto y capataz entre otros capataces en el ejército de las jerarquías culturales, que convierte en patrimonio la palabra que no debiera tener dueño, consiguiendo así  esterilizarla.

En la prehistoria de cada uno hay un nombre que no necesariamente se confunde con el nombre que ha marcado su historia, no necesariamente se confunde con el nombre propio. Renunciar a este último es quizás abrir la puerta a la restauración de un tiempo en el que no había Dios ni salvación... simplemente porque había plenitud de la palabra y acuidad de la percepción mediatizada por ella. Renunciar al nombre propio es quizás reencontrar un niño cazador de avispas.

Un niño que, cuando el insecto se estabilizaba en una rama, alargaba su brazo con pericia acentuada por la ausencia de toda inquietud. Ya la presa entre sus dedos, la observaba vinculando la curiosidad analítica y comparativa del clasificador al estupor elemental ante la presencia misma del ser y de las formas. Renunciar al nombre propio reabre quizás una ventana a aquel paisaje en el que no había  Dios,  pero sí duendecillos y divinidades que daban sentido a los pequeños misterios entre los que transcurría una cotidianeidad que el niño sabía ya  poblada de inevitables  vicisitudes dolorosas... que nunca eran definitivas, pues tras ellas acontecía  siempre algo portador de promesa y de fiesta. De ahí que, ante el dolor un día producido por la imprevista reacción del insecto, el niño se armara de prudencia y de juicio, sin quedar paralizado por el miedo y sin caer  así en el  resentimiento que conduce tanto  al repudio de la naturaleza como de la palabra, repudio en suma de la entera y quebrada matriz de la condición humana.    

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2 de junio de 2008
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