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Algunos lugares comunes sobre Richard Ford (II)

Por 21 de mayo de 2008 Sin comentarios

Edmundo Paz Soldán

Uno de los lugares comunes más equivocados acerca de Richard Ford es que es un "insuperable retratista del americano medio", un creador de "un personaje tan próximo como nuestros vecinos". Lo cierto es que la riqueza emocional de Frank Bascombe está muy alejada no sólo del americano medio, sino de cualquier ciudadano medio de planeta. La claridad con que Bascombe percibe su entorno, la capacidad de detalle a la hora de describir paisajes, la manera en que las revelaciones lo visitan, les han sido dadas a muy pocos. Graham Greene decía que no era bueno para la botánica y cuando debía describir un árbol o una planta, a veces se iba al máximo común denominador y escribía "a lo lejos se veían varios árboles". En Ford no hay generalizaciones; hay rododendros, hay azaleas…

En los veinte años que van de la publicación de El periodista deportivo a Acción de Gracias, Bascombe deja atrás la crisis de la edad madura y se asoma a los sobresaltos de la vejez temprana; se ha vuelto a casar, ha renunciado a su querido trabajo de periodista deportivo y se convertido en agente inmobiliario, tiene problemas con uno de sus hijos adolescentes, una enfermedad le ha hecho descubrir que es mortal. Sí, puede entenderse como la vida de un norteamericano promedio, excepto por la manera en que Bascombe es capaz de verse desde afuera y entenderse.

Otro lugar común: "La ficción de Ford está casi totalmente despojada de abstracciones, de flechas que apuntan a los significados o a las conclusiones que deben ser extraídas. Ford nos entrega con absoluta precisión la textura de la experiencia, no las lecciones aprendidas…" Eso lo escribió alguna vez Paul Gray, crítico de la revista Time. Los cuentos de Ford, sin embargo, están llenos de lecciones aprendidas, momentos en los que el protagonista comprende, de pronto, algo fundamental acerca de la vida, y hay un antes y un después de ese instante. En cuanto a la trilogía de Bascombe, el periodista deportivo convertido en agente inmobiliario es una fuente constante de revelaciones. Una, al azar: "Y sin embargo, en las últimas semanas, por motivos que no consigo explicarme, ha surgido entre nosotros algo que sólo puedo llamar una extraña incomodidad… es como si los lazos que unen nuestras atenciones y afectos estuvieran cambiando y aflojándose, y ahora nos tocara establecer unos lazos nuevos, para una relación más seria, pero ninguno de los dos hemos demostrado todavía ser capaces de ellos y este fracaso nos deja perplejos".

En las primeras dos novelas de la trilogía, hay una íntima conexión entre la importancia de los hechos narrados y la voz de Bascombe; en la última, la voz parece desprenderse de los hechos y tiene algo de manierista. Todos los acontecimientos se inflan, y Bascombe encuentra portentos no sólo en su enfermedad sino en sus visitas al baño o cualquier conversación con sus vecinos. Es una novela lenta, me dijo un amigo piadoso; la inmisericorde Michiko Kakutani, crítica principal del New York Times, dijo que se trataba de una novela soporífera (Juan Manuel de Prada coincide con ella en su reseña en ABC). Con todo, quien no quiera perderse algunas de las mejores páginas de la ficción contemporánea, tendrá que poner a Acción de Gracias en su lista de libros imprescindibles. Y quien no ha leído todavía a Ford haría bien en comenzar. Y desear, claro, que no se llegue a destiempo.

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Edmundo Paz Soldán

Edmundo Paz Soldán (Cochacamba, Bolivia, 1967) es escritor, profesor de literatura latinoamericana en la Universidad de Cornell y columnista en medios como El País, The New York Times o Time. Se convirtió en uno de los autores más representativos de la generación latinoamericana de los 90 conocida como McOndo gracias al éxito de Días de papel, su primera novela, con la que ganó el premio Erich Guttentag. Es autor de las novelas Río Fugitivo (1998), La materia del deseo (2001), Palacio quemado (2006), Los vivos y los muertos (2009), Norte (2011), Iris (2014) y Los días de la peste (2017); así como de varios libros de cuentos: Las máscaras de la nada (1990), Desapariciones (1994) y Amores imperfectos (1988).Sus obras han sido traducidas a ocho idiomas y ha recibido galardones tan prestigiosos como el Juan Rulfo de cuento (1997) o el Naciones de Novela de Bolivia (2002).

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