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Amargura y confusión

El tono elegido por la Iglesia española es la expresión torva y amarga de unas intenciones indescifrables. ¿Acaso pretende la Conferencia Episcopal enarbolar el estandarte de una insurrección popular? ¿Enviar a los más furiosos de sus fieles contra nuestro precario estado de tolerancia?

Es en verdad enigmática la doctrina adoptada por los obispos. Su condena de los homosexuales, los preservativos y "las relaciones prematrimoniales" (esta descripción de los amoríos adolescentes es un arcaísmo que deberían pronunciar en latín) responde a su habitual obsesión por el sexo, pero su abominación de la carne no es incompatible con la indulgencia que ofrecen a los sacerdotes procesados por pederastia.

Confiar en que la parroquia de los creyentes de buena fe será ajena a la enseñanza de estas contradicciones ya demuestra hasta qué punto los responsables de la Iglesia están fuera de órbita.

Y es precisamente el abismo que hay entre su furia política y sus ideales de mansedumbre el que debe hacernos temer la extraña mutación operada en el seno del catolicismo español.

Ya no se trata de resucitar -en ausencia de otros milagros- al fantasma de la Guerra Civil española, el más persistente de los espantajos del miedo nacional, sino de encarnar el fanatismo de los fundamentalistas evangélicos. Los prelados no quieren identificarse con la ley y el orden del Estado, sino capitanear el levantamiento contra la sociedad civil y sus instituciones.

Las consignas contra la Educación para la Ciudadanía, la reglamentación del aborto y el matrimonio homosexual, por ejemplo, no sólo son juicios para el discernimiento moral del feligrés, sino un llamamiento a destruir las leyes vigentes. A esto se dedican ahora los obispos españoles.

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26 de mayo de 2008
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Sesión XIV. Cuentos comentados

Queridos amigos

Tanto Eva como yo estuvimos de viaje y nos resultó imposible coordinar el trabajo de esta semana para que pudiera colgarse el viernes, como pretendemos que sea siempre. Además recibimos un verdadero alud de textos que nos esperan para su lectura. Les pedimos nuestras más sinceras disculpas por el retraso. También por el pequeño desbarajuste que ha significado no ver la página a tiempo y advertir que muchos se han soltado el pelo, como se dice en España, y han hecho alarde de «creatividad», aunque también ha habido un poco de mala leche, de manera que les rogamos encarecidamente que no vuelva a suceder: no queremos que nuestra página (la de todos) sea una filial de la Gestapo y simplemente necesitamos que los comentarios sean eso: comentarios. No insultos ni descalificaciones...ni mucho menos amenazas. Lo dijimos al principio: éste no es un blog al uso, es un curso gratuito y a quien no le guste la forma como lo manejamos no tiene más que dejar de asistir. Puede dar su opinión, claro, pero hay maneras y maneras de hacerlo.

Como hemos visto en las tres últimas clases, la creación de un personaje requiere fundamentalmente que los narradores creamos sinceramente en él, que no lo tratemos como si fuera un simple instrumento para el desarrollo de la anécdota, incluso en aquellos casos en los que su participación en el relato resulte muchas veces mínima, apenas insinuada en las páginas que escribimos. Y para ello es necesario que conozcamos cómo es físicamente, cómo es su personalidad, cuáles sus gustos, y sus preferencias, sus filias y fobias, algo acerca de su pasado, incluso cuando muchas veces esa información no aparezca en el texto. A eso se refería Hemingway cuando hablaba del iceberg que contiene un relato: la porción del texto que se encuentra sumergida, oculta y cuya presencia lastra la parte emergente de la historia, lo que el lector lee. Naturalmente, esto ocurre con todo el texto, pero creemos que de manera fundamental con el personaje. Y eso precisamente es lo que hemos intentado que descubran en todos estos ejercicios correspondientes a los personajes, especialmente en el último, pues una foto puede ser un excelente punto de partida para imaginar la vida de nuestros protagonistas, como ha ocurrido con los ejercicios que hemos elegido y los que esta semana empezaremos a devolver a los correos con nuestras sugerencias y comentarios.

Saludos a todos

Jorge

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26 de mayo de 2008
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Reinos del silencio

Bajo la dictadura de Estrada Cabrera en Guatemala llegó a imponerse el silencio como norma. Nadie hablaba por miedo a la policía secreta cuyos agentes asumían los más variados disfraces, o por miedo a los soplones de oficio, que también estaban por todas partes., entre amigos y colegas. Aún alabar en los diarios al dictador era peligroso, porque el exceso de adjetivos podía ser tomado por burla, de modo que lo más seguro era callar.

Pero nadie está libre de riesgos cuando se vive en el reino de lo prohibido, como en Myanmar, la antigua Birmania, donde es delito tomar fotografías de los edificios públicos, tocar la bocina del auto, o quedarse a dormir en casa ajena, salvo aviso previo a la policía; y donde no se puede hacer llamadas internacionales, y los teléfonos celulares sólo están reservados a una minoría privilegiada. Un reino que también es del silencio.

Toda dictadura es una anormalidad, y por tanto es extraña. Se respira una atmósfera de irrealidad, y de puesta en escena, como si uno viviera en un mundo gobernado por las leyes de la tramoya. No viví en la Guatemala de Estrada Cabrera, pero sí en la de la familia Somoza, cuando el fundador de la dinastía, Anastasio Somoza García, mandaba a capturar a medianoche a los periodistas humoristas que se atrevían a hacer algún chiste a sus costillas, y los ponía a pie en la frontera con Costa Rica, en calzoncillos, o en pijamas. También los Somoza cultivaban el silencio. Mandar a callar, y mandar a matar: el silencio del sueño eterno. 

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26 de mayo de 2008
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Literatura como una tauromaquia

Los ilustrados y sediciosos españoles, levantiscos, panfletarios, volterianos, constitucionalistas, afrancesados, moralistas o inmoralistas, que hicieron sus sátiras contra los toros tienen toda mi simpatía: de León de Arroyal al abate Marchena, españolazos, antitaurinos y, sin embargo, tan nuestros. Antes de Vicent algunos, desde la razón y la literatura, ya estaban luchando contra la España del "pan y toros".

Cuando me pongo a razonar me siento un Vicent. Pero cuando me pongo a disfrutar me miro en el espejo de Bergamín. Será por lo feo y sentimental. O quizá porque cuando encuentras sus palabras escritas sobre ese arte de birlibirloque, tan razonable, tan cabal, llenas de ingenio, de sabiduría popular (aquello que decía Lagartijo: "¿Qué viene el toro? Te quitas tú. ¿Qué no te quitas tú? Te quita el toro") y de música callada, de soledad sonora, de misterio, entiendes mejor que "un monstruo de la fortuna es el toro". Y que el "torero es un laberinto de la razón". Eso somos, razón y fortuna. Una faena en el ruedo ibérico.

/upload/fotos/blogs_entradas/lpez_pinillos_med.jpgTambién en el cartel mínimo e imprescindible de la prosa de toros deberían acompañarnos, López Pinillos con su novela Las águilas, para entender mejor a los aficionados, su forma de hablar, de quejarse o de callar, como el maestro Antoñete. Si pretendemos reconocer la voz de un torero, toda una mitología del toreo: leer la biografía sobre Belmonte del periodista y gran escritor Manuel Chaves Nogales.

Michel Leiris quiso ser torero con la literatura, no lo consiguió. Para eso hay que ser Rafael de Paula y escribir como Lorca. Entendió que había que mirar de frente al toro, como en un espejo perverso. Esa literatura es la que pretende José Tomás. A los que no podremos ver sus suertes, nos queda la lectura. La música callada del toreo.

Artículo publicado en: El País, 25 de mayo de 2008.

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26 de mayo de 2008
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Actualidad pelmaza de lo peor

Es cierto que desde hace unos diez años circula mejor -llega a más gente- todo lo relacionado con las salvajadas de la Europa totalitaria. Durante decenios fue un sector especializado, pero desde la apertura de los archivos soviéticos el alud informativo sobre la barbarie roja renovó el interés por la barbarie parda: el estalinismo empujó la máquina nazi que ya estaba a medio gas.

Imagino que hay dos motivos para que se haya convertido en algo más o menos popular: de una parte su imposible compresión y de otra que somos la consecuencia de aquel espanto, en ningún caso su superación. La actual corrupción política y la aparición de una sociedad excluida del pensamiento tiene mucho que ver con lo insoportable que es pensar tras conocer lo que podemos llegar a matar, sobre todo si somos ricos y cultos. Una cosa es que los caníbales vivan en la selva y otra que los profesores de matemáticas y los jueces del supremo sean caníbales, como se demostró en cuanto les dieron la ocasión. La estirpe continúa porque Karadzic no es sino un intelectual, un psiquiatra, y encima poeta.

Es incomprensible la maldad en su forma suprema, la de los años infernales, o en su estado blando, como en el país vasco cuyo Presidente dijo el otro día que "ETA nos hace mucho daño a los nacionalistas vascos", sin que se le pase por el seso que el daño real, el que duele, se lo hacen a los asesinados. /upload/fotos/blogs_entradas/austerlitz_med.jpgParecía que en este enigma de la maldad humana Freud iba a echar una mano, pero fue una mano de pintura. Seguimos en la inopia y sufrimos un rechazo profundo: ¡vaya agobio, el binomio maldad-muerte! Sí, un peñazo insoportable. De hecho, lo propiamente insoportable. Pero amamos el cine de terror.

Todo lo cual viene a cuento de que he leído con mucho retraso "Austerlitz" de W.G.Sebald y me ha helado el corazón. Buena señal. Eso quiere decir que todavía es posible, si no comprender, por lo menos atender a nuestro pantano sádico. Volver a abismarse en lo insoportable, como hizo Sebald, para que los exterminados no mueran de nuevo gracias al tedio de los supervivientes.

Artículo publicado en: El Periódico, 24 de mayo de 2008.

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26 de mayo de 2008
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La salud del artista

La mística del dolor que acompañó desde el romanticismo la concepción del artista ha ocultado el importante valor de su medicina. La medicina de pintar, componer o  escribir como grandes terapias del sufrimiento y holgadas puertas de gozo.

Contrariamente a la idea de que el artista pare o crea con dolor y con el dolor se queda para proseguir su misión, discurre la ecuación de que el dolor se palia escribiendo, pintando, cantando y con la mejoría se logra vivir mejor.

Observado el trabajo del artista dentro del sistema de producción general, no se hallará profesional mejor provisto para hacer frente a las adversidades, las neurosis o los embates de lo real. Mientras la mayoría de los autónomos combaten los problemas que presenta su actividad unívocamente, el artista realiza dos ejercicios a la vez: de un lado se afana en el quehacer profesional y, de otro, viene a afanarse meticulosamente en sí mismo.

Emplear como materia prima el interior personal en lugar de los peces del mar o los frutos del campo, como hace el artista  conlleva un privilegio incalculable. Podrá decirse que de investigar o revolver en el interior brotan olores pestilentes y problemas extraños pero, al cabo, se trata de examinarse, analizarse y sopesarse, a la manera de un chequeo médico, continuo y detallado, que los demás no disfrutan.

La otra idea complementaria de que la felicidad es más fácil si no se piensa en sí ni se investiga demasiado, queda contrapesada con la cosecha de experiencias y conocimientos que el desafío creador lleva consigo.

Todos los seres humanos, como anhelaban las vanguardias, podrían considerarse como artistas. Artistas del mueble, de la navegación, de las finanzas, del marketing, pero nadie se contempla con la intensidad del artista convencional siempre exigido por las demandas peculiares de la obra de arte. Dependiente de la inspiración o el azar, azorado por la característica imprevisibilidad del resultado, el artista entra temerariamente en sí rebuscando artículos susceptibles de ser obras pero, a la vez, se libera de sí en cuanto extrae la mercancía, la reelabora y la convierte en arte.

Mediante este proceso el artista va realizando una exhaustiva depuración del yo y una procelosa extirpación de estos o aquellos dolores que ya no serán dolores sin más sino, acaso, doradas oportunidades para atender el estado de la salud, destilar belleza y, al fin, casi inesperadamente, aumentar la calidad de su vida.  

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26 de mayo de 2008
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«Formas postreras…de la supervivencia»

"No había experimentado la decadencia de su hermano, forzado a saludar con una cortesía de enfermo olvidadizo a esas mismas personas que en otro tiempo hubiera desdeñado. Pero era muy viejo, y cuando quiso pasar la puerta y descender la escalera para salir, la vejez que, a la postre, tratándose de los humanos, constituye el estado más mísero y los precipita desde la cúspide de su propio tiempo de la forma más similar al caer de los reyes de las tragedias griegas, la vejez, forzándole a detenerse en el vía crucis en que se convierte el camino de los amenazados por la impotencia, a secar su frente sudorosa, a avanzar un pie buscando con la mirada un escalón que se ocultaba, pues sus pasos inseguros y sus ojos humedecidos necesitaban un apoyo, confiriéndole sin que él mismo se apercibiera de ello el aspecto de alguien que implora humilde y tímidamente la ayuda de los otros..., la vejez le había convertido en alguien más bien que augusto suplicante."

En varias ocasiones he contrapuesto en estas páginas los efectos del tiempo en los cuerpos humanos a la marca que en esos mismos cuerpos supone la genuflexión del espíritu, el recurso a la razón exclusivamente para urdir patrañas o planear rapiñas y la reducción del lenguaje a usos meramente falaces. Más ello no me impedía tener en mente que asumir nuestra condición de seres biológicos, y por consiguiente los efectos terribles del cambio destructor, constituye quizás el mayor reto al que los seres de razón, precisamente para serlo plenamente, nos veamos abocados. De ahí que, a modo de contrapunto a mi propia tesis, ofrezca aquí esta versión de un párrafo punzante de Le temps retrouvé, que evoqué por así decirlo naturalmente, durante una reciente visita a la sala de las pinturas negras de Goya ante la terrible imagen de Dos viejos comiendo.

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26 de mayo de 2008
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Eurovisión

El sábado por la noche me senté un rato a ver Eurovisión, ese festival que saca al hortera que Europa lleva dentro y cada vez con mayor frenesí. No tengo nada en contra porque es la otra cara de los monumentos y los museos y su intrincada historia aristocrática, para ser hortera hay que estar vivo y tener sangre en las venas. Lo hortera es auténtico, sale de lo más profundo del ser, es un vendaval de camisas desabrochadas hasta la mitad del pecho y cuellos por encima de las solapas, cadenas al cuello, ropa ceñida, músculos de gimnasio, tacón fino con pulserita al tobillo, mechas californianas. La elegancia va frenada, no se atreve, la elegancia es miedosa y va a lo seguro: el negro, el rosa palo, los ocres, pocas joyas, maquillaje discreto y castaño claro con reflejos dorados. La verdad es que es más cómodo y lleva menos tiempo arreglarse en plan elegante que en plan hortera. Comparemos, si no, a la concursante noruega, (que de lo que vi del festival me pareció la más elegante con un vestido de seda morado ligeramente por debajo de la rodillas y tapando hombros, cuya seriedad sólo rompía un amplio escote sobre pechos normales) con la de Ucrania: pendientes largos, brazaletes en ambos brazos, body de pedrería y flecos bailoteando sobre las nalgas, taconazos de aguja, moreno de rayos UVA y dos rocas a punto de salirse del corpiño. En esta comparación hay que valorar el esfuerzo de la ucraniana, aunque se haya recargado un pelín, y habría que reprocharle a la noruega que se trataba de una fiesta retransmitida a casi todo el planeta y no de ir a cenar al restaurante de la esquina.  

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26 de mayo de 2008
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Heredarás el viento

Día raro, el de ayer. En Argentina se celebraba otro aniversario de la Revolución de Mayo, a exactos dos años de lo que será en el año 2010 la -agónica, pero merecida- fiesta del Bicentenario. Parte de la atención del país estaba en Rosario, donde los dirigentes del campo hicieron un acto envolviéndose en la bandera y hablando de patriotismo, cuando no buscan más que torcerle el brazo al Estado para no tener que ceder nada de sus ganancias extraordinarias. ¿Qué clase de patriota es aquel que, sin más argumento que el de su propio beneficio, presenta ultimátums de corte mafioso a un gobierno elegido de modo democrático?

/upload/fotos/blogs_entradas/el_actor_juan_diego_botto_la_presidenta_de_la_abuelas_de_plaza_de_mayo_estela_parnes_de_carlotto_y_el_abogado_carlos_slepoy_derecha_med.jpgEn medio de mi estado de ánimo un tanto nublado (con la edad que tengo, y todavía no termino de entender la pulsión de muerte que inflama a tantos sectores de nuestra sociedad; hay mucha gente que no soporta estar bien, y que sólo parece sentirse viva durante las crisis terminales), me encontré en Página 12 con una entrevista que Nora Veiras le hizo a Carlos Slepoy, un abogado argentino cuya dedicación a la causa de los derechos humanos en particular, y de la Justicia en general, le valió el mayor de los elogios de parte de Baltazar Garzón. Hablando de cuestiones puntuales, referidas en general a los juicios a los genocidas que aún están en trámite, empecé a leer en las palabras de Slepoy cosas que interpelaban nuestra realidad más allá del marco concreto de las injusticias perpetradas durante la dictadura. Reproduzco sus palabras de manera literal, a ver si a ustedes les pasa lo mismo que a mí:

"Cuando decimos que la dictadura tuvo que contar necesariamente con la complicidad o colaboración activa de los gerentes de las fábricas, de los rectores de las universidades y de los colegios secundarios para señalar a quienes iban a ser objeto del secuestro o de la muerte, estamos diciendo que hay muchos responsables que no están rindiendo cuentas de todo esto".

Agrego yo: y también tuvieron que contar con la complicidad o colaboración activa de algunos obispos y sacerdotes, de dirigentes políticos y de gerentes de la actividad agropecuaria, muchos de los cuales siguen hoy en día dando discursos como si representasen otra cosa que su interés personal, y su propia capacidad de supervivencia. Sigo -sigue Slepoy:

"Acá hay un consenso general de que la dictadura no fue más que el brazo ejecutor de una política criminal... Se llega a la conclusión de que toda la deuda externa contraida durante la dictadura es una deuda fraudulenta, que consistió en avales públicos para la estatización de la deuda privada, que todo ha sido fraudulento, que no se puede justificar por qué se tomaron determinados préstamos. Sin embargo no se puede juzgar a estos responsables, entre los cuales están muchos de los que formaron parte del equipo económico de Martínez de Hoz (el primer Ministro de Economía de la dictadura), aparte de Martínez de Hoz mismo, porque está prescripta la acción. Esto es una auténtica aberración, porque si responsable es Videla de crímenes contra la humanidad, cuánto más son responsables sus mandantes, quienes pergeñaron el plan criminal como modo de llevar adelante las políticas económicas y sociales. De lo que se trataría simplemente es de plantear que esa aparente cosa juzgada que ha tenido por objeto dejar en la impunidad a quienes son también responsables de estos crímenes podría ser revisada".

Y por último:

"A mí me parece muy bien que se lo juzgue a Ménem por (la causa del contrabando de) las armas, pero quién lo va a juzgar por haber destruido la industria nacional, las empresas públicas, por haber hecho una política que sumió a este país en una situación de exclusión social, de marginación. Creo que otra cuenta pendiente es juzgar los crímenes del menemismo como tales... El Pacto Internacional de Delitos Sociales, Políticos y Culturales habla de las riquezas naturales como un patrimonio inalienable de los pueblos y ese patrimonio fue liquidado por el menemismo". (Agrego: buena parte de esa ‘liquidación' sigue perpetrándose hoy día.)

Mi pregunta es la siguiente: si esta sociedad se hubiese hecho cargo de sus responsabilidades, y forzado a que estos gerentes, obispos, políticos, economistas, rectores y demás actores de los que hablamos fuesen juzgados por su desempeño, en pie de igualdad con los militares que oficiaron de brazo asesino, ¿sería nuestro país lo que hoy es? ¿Habría existido el acto del campo tal como ocurrió ayer, motorizado por esos mismos dirigentes?

Cuándo celebramos la Revolución que nos convirtió en un pueblo independiente, ¿qué estamos celebrando?

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26 de mayo de 2008
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Galería de espectros: Josef K.

Anthony Perkins, Rafael Argullol: Hoy en mi galería de espectros he visto el de Josef K.
Delfín Agudelo: ¿Te refieres al personaje de El proceso de Kafka?
R.A.: Sí. Siempre que pienso en él tengo dos representaciones distintas, una más abstracta, otra más concreta. Una representación previa a contemplar la película de Orson Welles, El Proceso, y otra representación que es posterior a esta contemplación. Antes de El proceso llevado al cine, para mí Josef K. era un personaje en el cual se encarnaban todos los atributos del hombre medio, desde los físicos a los morales, espirituales, incluso a los atributos de vestimenta, de moda. Alguien que se veía sometido a un proceso laberíntico de acusaciones que lo iban empequeñeciendo; en cierto modo, convirtiendo en una sombra de lo humano. Por tanto, Josef K. es como una sombra que se va perdiendo en los pasillos de los juzgados, de los palacios de justicia, se va convirtiendo en una especie de hombre que pierde la corporeidad, la carnalidad a través de este magistral engranaje puesto en marcha por Kafka que es el sentirse acusado, sin saber la procedencia, incluso el fondo o el contenido de la acusación, y al final perdiendo incluso la posible fuente de esa acusación. Es decir, es un hombre que se convierte en sombra porque cae sobre él todo el peso de la ley; es aplastado por ella, sin que llegue a saber exactamente ni por qué le toca a él ni cuál es la ley, ni cuál es el origen de la ley.
Después de la representación de Welles, sin que se me desvaneciera por completo este tipo de traducción en personaje, se me apareció otra que era más bien un hombre que iba quedando progresivamente atrapado en grandes despeñaderos de burocracia. Un hombre que iba atravesando pasillos, archivos, archivos, pasillos, una habitación detrás de otra, sin saber tampoco nunca cuál era su posición en ele mundo. El universo iba quedando reducido a un gran archivo y él era una especie de personaje errante en ese gran archivo que era el mundo. Ahí el personaje encargado por Anthony Perkins es muy adecuado: esa pérdida en medio del universo archivo; e incluso Welles, con gran malintención, convierte una de las músicas que aparentemente parecían un divertimento de la música occidental, el "Adagio" de Albinoni, en una melodía terrorífica e inquietante. Quizá ahora en el momento en que pienso en el espectro de Josef K. pienso en una mezcla de ambos personajes. Por un lado uno que pierde incluso su propia corporeidad y se convierte en sombra, aplastado por el peso de la ley que no comprende; y otro que va avanzando por un pasillo interminable y acaba considerando que el mundo e incluso el universo es un solo archivo.
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26 de mayo de 2008
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