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La salud del artista

Por 26 de mayo de 2008 Sin comentarios

Vicente Verdú

La mística del dolor que acompañó desde el romanticismo la concepción del artista ha ocultado el importante valor de su medicina. La medicina de pintar, componer o  escribir como grandes terapias del sufrimiento y holgadas puertas de gozo.

Contrariamente a la idea de que el artista pare o crea con dolor y con el dolor se queda para proseguir su misión, discurre la ecuación de que el dolor se palia escribiendo, pintando, cantando y con la mejoría se logra vivir mejor.

Observado el trabajo del artista dentro del sistema de producción general, no se hallará profesional mejor provisto para hacer frente a las adversidades, las neurosis o los embates de lo real. Mientras la mayoría de los autónomos combaten los problemas que presenta su actividad unívocamente, el artista realiza dos ejercicios a la vez: de un lado se afana en el quehacer profesional y, de otro, viene a afanarse meticulosamente en sí mismo.

Emplear como materia prima el interior personal en lugar de los peces del mar o los frutos del campo, como hace el artista  conlleva un privilegio incalculable. Podrá decirse que de investigar o revolver en el interior brotan olores pestilentes y problemas extraños pero, al cabo, se trata de examinarse, analizarse y sopesarse, a la manera de un chequeo médico, continuo y detallado, que los demás no disfrutan.

La otra idea complementaria de que la felicidad es más fácil si no se piensa en sí ni se investiga demasiado, queda contrapesada con la cosecha de experiencias y conocimientos que el desafío creador lleva consigo.

Todos los seres humanos, como anhelaban las vanguardias, podrían considerarse como artistas. Artistas del mueble, de la navegación, de las finanzas, del marketing, pero nadie se contempla con la intensidad del artista convencional siempre exigido por las demandas peculiares de la obra de arte. Dependiente de la inspiración o el azar, azorado por la característica imprevisibilidad del resultado, el artista entra temerariamente en sí rebuscando artículos susceptibles de ser obras pero, a la vez, se libera de sí en cuanto extrae la mercancía, la reelabora y la convierte en arte.

Mediante este proceso el artista va realizando una exhaustiva depuración del yo y una procelosa extirpación de estos o aquellos dolores que ya no serán dolores sin más sino, acaso, doradas oportunidades para atender el estado de la salud, destilar belleza y, al fin, casi inesperadamente, aumentar la calidad de su vida.  

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Vicente Verdú

Vicente Verdú, nació en Elche en 1942 y murió en Madrid en 2018. Escritor y periodista, se doctoró en Ciencias Sociales por la Universidad de la Sorbona y fue miembro de la Fundación Nieman de la Universidad de Harvard. Escribía regularmente en el El País, diario en el que ocupó los puestos de jefe de Opinión y jefe de Cultura. Entre sus libros se encuentran: Noviazgo y matrimonio en la burguesía española, El fútbol, mitos, ritos y símbolos, El éxito y el fracaso, Nuevos amores, nuevas familias, China superstar, Emociones y Señoras y señores (Premio Espasa de Ensayo). En Anagrama, donde se editó en 1971 su primer libro, Si Usted no hace regalos le asesinarán, se han publicado también los volúmenes de cuentos Héroes y vecinos y Cuentos de matrimonios y los ensayos Días sin fumar (finalista del premio Anagrama de Ensayo 1988) y El planeta americano, con el que obtuvo el Premio Anagrama de Ensayo en 1996. Además ha publicado El estilo del mundo. La vida en el capitalismo de ficción (Anagrama, 2003), Yo y tú, objetos de lujo (Debate, 2005), No Ficción (Anagrama, 2008), Passé Composé (Alfaguara, 2008), El capitalismo funeral (Anagrama, 2009) y Apocalipsis Now (Península, 2009). Sus libros más reciente son Enseres domésticos (Anagrama, 2014) y Apocalipsis Now (Península, 2012).En sus últimos años se dedicó a la poesía y a la pintura.

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