Ficha técnica
Título: Apocalipsis Now | Autor: Vicente Verdú | Editorial: Península | Colección: Atalaya, 471 | Género: Ensayo | ISBN: 978-84-9942-152-0 | Páginas: 152 | Formato: 16 x 23,7 cm.| Encuadernación: Tapa dura con sobrecubierta | PVP: 16,50 € | Publicación: 15 de diciembre de 2012
Apocalipsis Now
Vicente Verdú
El mejor analista de la vida cotidiana enfrentado a uno de los textos más demoledores de nuestra tradición. Vicente Verdú recorre el Apocalipsis hallando en él muchas similitudes con nuestra crisis y forma de vida actuales.
Europa, a diferencia de Estados Unidos, adora la tragedia. ¿El Apocalipsis está acaso escrito para los europeos?
España, Portugal, Grecia, Italia… ¿hacia dónde va nuestra actual «sociedad de zombies»?
¿ El dios de las mercancías que llamaba Marx podría ser en estos tiempos el Anticristo de la mercancía?
¿En esta Gran Crisis, nos sentirnos culpables por haber vivido «por encima de nuestras posibilidades?
¿Ha llegado con la precariedad y el miedo la «hora de Satán» o el happy hour urbano del capitalismo de ficción?
¿Merkel, signo de la Bestia? ¿Merkel, el Anticristo?
Viviendo a un paso de la quiebra del euro y la desunión de Europa, ¿estamos ante el Apocalipsis de la civilización capitalista?
«El tiempo que está cerca o el fin de los tiempos que se acercan pone los pelos de punta, pero hay que repeinarse una y otra vez. Juan, que recibe mediante un ángel el encargo de trasmitir a los fieles el texto de Dios, oye que el enviado le dice: «No temas». San Juan, de hecho, se temía lo peor, tal como lo temería tanto un peón como un laureado economista viendo como van las cosas» (Vicente Verdú).
Parece, por los signos externos, que llega el Apocalipsis.
Vicente Verdú propone una mirada actual del texto bíblico de san Juan a la luz de la crisis global, coincidiendo tanto con el milenarismo de los mayas como con el desastre del capitalismo neoliberal. Vivimos en la incertidumbre. Un tiempo de valores cambiantes, inestabilidad laboral y precariedad emocional. Las tentaciones milenaristas y el relato sobre el fin del mundo se entremezclan con la crisis financiera mundial. El Apocalipsis de Juan reflejó en su día estas mismas sensaciones. Vicente Verdú ha vuelto a leer el clásico de San Juan a luz de la actualidad, buscando las huellas de nuestra experiencia actual. El resultado es un libro sorprendente que nos muestra qué podemos esperar del futuro. Libro ambicioso pese a su brevedad, este texto de Verdú es tanto una reflexión sobre qué nos pasa como una invitación a leer el Apocalipsis. Libro importante, el volumen se completa con el texto íntegro del Apocalipsis de Juan en la versión canónica de Cantera-Iglesias (BAC), una ocasión única para leer una de las grandes obras de la cultura Occidental.
«Que los zombies hayan estado de moda durante estos años de la Gran Crisis refleja una plástica y asquerosa idea de la situación. Lo característico de un zombi es que, al presentarse como muerto, ya no se le puede eliminar. Pero, también, al comportarse como seres sin vida y que no pueden temer a nada, no se les puede de ninguna manera ahuyentar. Efectivamente, tampoco se puede dialogar con ellos porque su lengua está muerta, sus oídos han estallado y su mente se ha desflecado, como si las neuronas hubieran adquirido la forma de enredos en un mar de algas o composiciones así» (Vicente Verdú).
«Yo me volví para ver la voz aquella que hablaba conmigo. Y al volverme vi siete candelabros de oro, y en medio de los candelabros [alguien] parecido a un hijo de hombre, revestido de larga túnica y ceñido con un cinturón de oro a la altura del pecho; su cabeza y cabellos, blancos como lana blanca, como nieve; sus ojos, como llama de fuego; sus pies, parecidos a bronce bruñido, como en [la] forja, incandescente» (Apocalipsis de san Juan).
Prólogo
Los muertos vivientes
Que los zombies hayan estado de moda durante estos años de la Gran Crisis refleja una plástica y y asquerosa idea de la situación. Lo característico de un zombi es que, al presentarse como muerto, ya no se le puede eliminar. Pero, también, al comportarse como seres sin vida y que no pueden temer a nada, no se les puede de ninguna manera ahuyentar. Efectivamente, tampoco se puede dialogar con ellos porque su lengua está muerta, sus oídos han estallado y su mente se ha desflecado, como si las neuronas hubieran adquirido la forma de enredos en un mar de algas o de composiciones así.
Puede que escuchen, puede que posean un desfallecido sentido del olfato y el gusto y, en efecto, quieren mordernos como un designio que ha superado su capacidad de razón.
Justamente por ello, porque la razón ha escapado de sus cabezas, no solo nos muestran una apariencia de enfermos, sino también de locos sin voluntad ni entendimiento cabal. Deliran sin componer sentencias de ningún género y se mueven como si en sueños solo pudieran tantear sin acierto ni cohesión. Y esto ha de ser así porque al morir se liberan del severo sentido de supervivencia y del yugo del pensamiento lógico, que en sus condiciones no les procuraría beneficio alguno ni contribuiría a espolear positivamente su proceder.