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Eder. Óleo de Irene Gracia

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La montaña desencantada

De nuevo el ritual de Davos. En la estación suiza alpina, un año más, se reúne esta semana que hoy empieza la flor y nata del capitalismo mundial, además de un buen puñado de políticos, académicos, intelectuales y periodistas. El presidente del World Economic Forum, Klaus Schwab, ha evocado en su conferencia de prensa previa el espíritu de Thomas Mann, que situó la acción de su ‘Montaña mágica' en esta localidad balnearia y más en concreto en un sanatorio antituberculoso. La idea del sanatorio le ha aparecido útil a Schwab, a la vista del estado en que se encuentra la economía mundial, de la desaparición de la banca financiera de Wall Street y de la dificultad para hacer incluso un diagnóstico creíble sobre la profundidad de la recesión y marcar el calendario de salida. Los debates de Davos tienen un fuerte carácter anticipatorio: se trata de atisbar las tendencias, oler los nuevos aires, conseguir desde aquellas alturas una mejor preparación e información que quienes andan pos los valles y las llanuras. De ahí que el tema de este año no sea analizar la crisis sino la remodelación del mundo después de la crisis. Se da por descontando que el capitalismo saldrá de ésta y sanará, pero se supone que hay que aprovechar los aires alpinos para proporcionar los reconstituyentes de su vigorosa convalecencia.

La historia del WEF empieza de verdad en 1987, justo un poco antes de la caída del Muro de Berlín. Originalmente, desde el año 1971, había sido un estupendo encuentro sobre gestión de empresas, organizado por un profesor suizo que quería importar masivamente las técnicas y enseñanzas norteamericanas a Europa. Pero a finales de la década de los 80 se reveló como un lugar idóneo para la diplomacia paralela, de forma que la unificación alemana, las transiciones democráticas en Europa central y oriental, la reconciliación en Sudáfrica o el proceso de paz en Oriente Próximo contaron en un momento u otro con algún contacto decisivo o alguna declaración espectacular durante los cinco días de reuniones y mesas redondas de esta preciosa localidad alpina. Al terminar la Guerra Fría, pues, se convirtió en una plataforma de debate y concertación política internacional, un seminario de discusión económica y empresarial y, sobre todo, una gran feria de contactos y de exhibición de poderío económico.

La idea de un mundo globalizado, paralela a la imposición del pensamiento único capitalista y a la ausencia de sistemas alternativos, quedó identificada pronto con la reunión anual de Davos y con el ‘glamour' creciente del ‘nuevo capitalismo'. Samuel Huntington llegó incluso a acuñar la idea del Hombre de Davos, un guiño antropológico que proporciona la idea de un salto en la especie, al que muy pronto, en 1999, se opuso la idea del Hombre de Seattle, otra nueva especie, identificada con los manifestantes que protestaron contra la globalización en la cumbre de la Organización Mundial de Comercio.

Cada año leo en algún sitio que Davos ya no es lo que era. Y cada año el WEF suele ocupar un buen espacio en los medios de comunicación, lo que no es garantía de nada pero requiere como mínimo un análisis. Intentaré empezarlo hoy y seguir en los próximos días, desde Davos mismo, a donde voy a ir por segunda vez: estuve allí en 2000, el mismo año en que los antiglobalizadores llegaron hasta aquellas alturas, con José Bové al frente, para manifestarse contra el capitalismo global, antes de ser invitados a participar en el WEF. Hay pocas cosas que no estén al alcance de su presidente, Klaus Schwab: ¿por que no iba a invitar a quienes están en contra a convertirse en parte de la organización?

El WEF nunca ha sacado conclusiones y los compromisos que se le presumen, con el capitalismo por ejemplo, son presunciones, sólidamente basadas, por supuesto, pero en absoluto excluyentes de otras presunciones. Desde la primera ocasión en que asistí a Davos, y por lo que he ido siguiendo cada año, no han faltado nunca los foros alternativos: este año se discutirá de ciudadanía europea, seguridad alimentaria, derecho a la muerte digna o la paz en Oriente Próximo en el Foro Abierto, claramente crítico con la globalización, organizado por los iglesias protestantes de Suiza, y ya perfectamente integrado en el programa general. Regreso así a la pregunta que me hacía sobre el auténtico calibre de la reunión: además de la feria de las vanidades, que lo es y en grado sumo, es también uno de los lugares más interesantes y donde más puede aprender cualquier persona ocupada en observar la marcha del mundo.

Hans Castorp, el héroe de Thomas Mann, llega a Davos en tren desde Hamburgo, en un viaje largo y lento, con el propósito de permanecer tres semanas, que se alargan nada menos que seis años. Se supone que estamos en el verano de 1908, hace ahora un siglo, poco antes de la Primera Gran Guerra, en la que combatirá y quién sabe si morirá el personaje. El desplazamiento a la localidad alpina altera el espacio y el tiempo de Castorp y le desconecta del mundo, a pesar de que allí encuentra un microcosmos donde aparecen los reflejos y las tensiones de la vida que transcurre en los valles y llanuras. Es lo contrario del Davos actual, fuertemente conectado, trepidante, concentrado y, sobre todo este año, desencantado. Del mercado, de la desregulación, de los fondos de riesgo, del capitalismo financiero, de Wall Street en definitiva.

Entre los mensajes cruzados en los blogs, twitter, facebook, sms antes del foro ya se sobreentiende que habrá caras largas entre los capitanes de empresa. Y que habrá muchas ausencias: la clase dirigente del capitalismo se renueva y a veces cae y desaparece estrepitosamente arrastrada por la crisis de las empresas que cierran o son engullidas por otras. El profesor Schwab ha pedido, una vez más, un código ético de conducta para los empresarios, es decir, un capitalismo ético, la riqueza con reglas: un magnífico oxímoron mientras no se demuestra lo contrario. Hay otros temas que debieran suscitar la atención de los asistentes, como es la situación en la franja de Gaza, el estado del euro, la crisis en China, el futuro de algunas industrias como el automóvil o la prensa, pero no es nada seguro. ¿Interesan de verdad los sectores industriales en crisis o en decadencia en este lugar donde la presión de la moda es enorme? Veremos.

Obama, que es el político y el tema de la temporada, y suscita el máximo interés, no estará en Davos, a pesar de que los organizadores reconocen que lo han intentado. Y su recién instalado equipo tampoco estará muy bien representado. Estaba prevista la participación de Lawrence Summers, un clásico del foro, actual director del Consejo Económico Nacional de la Casa Blanca, y del general James Jones, nuevo consejero nacional de seguridad de Obama, pero no estará ninguno de los dos. Tampoco Timothy Geithner, el nuevo secretario del Tesoro, que no había confirmado su asistencia aunque todavía había esperanzas. Al final será Valerie Jarret, consejera especial del presidente para relaciones intergubernamentales y públicas, quien le represente en este primer Davos de su presidencia.

Sobre la presencia de unos y otros, el economista de la OCDE Javier Santiso ha escrito un artículo en Negocios/El País, en el que subraya algo que viene percibiéndose año tras año, como es la escasa participación española, que no se corresponde con el tamaño ni con la vocación internacional de nuestra economía. Hay pocos empresarios, apenas hay políticos (uno de los asiduos en su buena época era Jordi Pujol, que algún provecho sacó para Cataluña de esta diplomacia privada suiza) y, que yo sepa, nadie relacionado con las nuevas tecnologías. El aspecto más dinámico y regular de Davos es precisamente el de la creatividad y las empresas tecnológicas, donde la institución del profesor Schwab recupera su vocación primigenia de conferencia sobre gestión empresarial. Uno de los momentos más brillantes de la historia del WEF han sido los años de la nueva economía, a pesar de que a veces se haya llegado muy lejos con el espejismo de un crecimiento sin ciclos, palpablemente rechazado por la realidad en dos ocasiones desde 2000, la última de forma más que dolorosa.



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26 de enero de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Buen arranque

Obama ha empezado bien, muy bien. Pluma en ristre en su mano izquierda, ha empezado a firmar decretos presidenciales, todos por el momento en la buena dirección. Sí, hay que estar atento a la obamanía y no abandonar en ningún caso el espíritu crítico. Hay que ir analizando y evaluando cada paso y estar atentos y vigilantes. Pero hasta el momento casi todo lo que han hecho Obama y su equipo está en perfecta sintonía con las expectativas creadas por su campaña y con las esperanzas suscitadas entre los electores y los ciudadanos de todo el mundo.

El primer paquete de medidas sobre el cierre de Guantánamo y la prohibición de la tortura y de las cárceles secretas ha marcado muy bien el territorio de los valores. Si es malo que el Estado se deslice hacia el terrorismo de Estado mucho peor es que se quiera legalizar el terrorismo de Estado y se convierta en una política y en un ejemplo político.  No valen los cínicos ataques de la derecha que denuncia supuestas hipocresías y demagogias en este tipo de gestos. Esta políticas a las que  hay que llamar terroristas, no antiterroristas, se hicieron públicamente y de forma ejemplarizante y hay que desmontarlas a la luz pública y de forma ejemplarizante. Obama ha empezado a desmontar el legado terrorista de Bush y no puede merecer más que los elogios de todos. De otra forma, se estaría constitucionalizando la vulneración de la constitución y proporcionando una pauta nefasta a los países que están o dicen estar en vías de democratización.

Hay quien ha criticado ya sus frases respecto a que hay que mirar hacia delante, dando a entender que no quería lanzar una purga generalizada contra los responsables de la anterior Administración. El propio Paul Krugman lo ha escrito. Yo creo que Obama no se equivoca: el presidente debe mirar hacia adelante y pedir a la gente que mire hacia delante; otra cosa es lo que hagan los jueces y los parlamentarios, los periodistas y los ciudadanos: es difícil poner puertas al campo. Lo normal es que se investigue a fondo todo este período, que las responsabilidades queden delimitadas y que se restituya el orden de las cosas, es decir, que se haga justicia. De momento, el Senado ha paralizado la nominación de Eric Holder como fiscal general, porque le piden una garantía tácita de que no perseguirá a los torturadores. Esperemos que no prosperen este tipo de cerrojos.

Deshacer todos los embrollos y aclarar todas las responsabilidades no será sencillo, pero si hay algún lugar en el mundo donde la justicia va haciendo su camino de hormiguita es en Estados Unidos. De manera que a esperar y ver. Más extraño y difícil será que los europeos hagamos nuestros deberes en relación a la política antiterrorista de Bush. Y hay tarea: ayudar a Obama a cerrar Guantánamo, aceptando algunos de los internados, e investigando ahora de verdad la cooperación ilegal europea con los vuelos y las cárceles secretas de la CIA. En mitad de la ola de obamanía, creo que a todos nos gustaría escuchar alguna palabra y contar con algún compromiso firme del Gobierno español con estos temas.

El segundo paquete de medidas tiene que ver con la instalación de Hillary Clinton en Foggy Bottom, los terrenos bajos y neblinosos a orillas del Potomac donde se halla la secretaría de Estado. También hay ahí toda una gestualidad de contenido político: la diplomacia volverá a ocupar el gran papel que ha tenido en la historia americana, e incluso más. El nombramiento rápido de dos negociadores experimentados y exitosos, uno en Irlanda como es Georges Mitchell, y otro en los Balcanes como es Richard Holbrooke, ambos de la etapa de Clinton, para Oriente Próximo y para Afganistán-Pakistán respectivamente es también todo un manifiesto. La claridad de Obama respecto a Israel es a la vez bastante alentadora: garantías máximas para la seguridad de Israel, algo en lo que todos los países europeos, según mi parecer, deberían alcanzar también el mismo nivel de compromiso, y a la vez resolución enérgica a favor de los derechos de los palestinos, ante todo a la vida.

Éste será el primer problema envenenado, porque ninguna de las dos partes está dispuesta a reaccionar positivamente a la presión  norteamericana. Israel se niega a levantar el bloqueo a que está sometida la franja y Hamas a abandonar el contrabando de armas. Éstas son las dos exigencias de Obama, que debiera obtener antes de que se rompa la tregua. Es muy difícil: Israel teme la reanudación del rearme de Hamas si se levanta el bloqueo y se queda sin la presión, hasta ahora inútil, sobre la población de Gaza para que la transmitan a sus dirigentes; los habitantes de Gaza no tienen más remedio que reivindicar el contrabando y los túneles, aunque sólo sea para abastecerse, aunque saben que las armas y las mercancías van juntas. A medida que pasan los días aflora con mayor evidencia el nivel de la destrucción, pero también de la saña con que se ha comportado Hamas dentro de la franja, sobre todo con sus conciudadanos palestinos de Al Fatah durante las tres semanas de hostilidades: se han dedicado a perseguirles y asesinarles, en una guerra dentro de la guerra que ya es toda una especialidad palestina. Durante los días de la invasión resulta que los aguerridos combatientes del partido islamistas han matado a más palestinos, quizás un centenar, que a soldados israelíes. No es extraño que se hayan declarado vencedores: lo han sido, pero no sobre Israel, sino una vez más sobre Al Fatah.

Tercera cuestión significativa, Obama ha querido mandar un mensaje rápido y contundente de que no permitirá la intimidación por parte de la extrema derecha religiosa. Estos grupos han impuesto desde 1984, durante las presidencias republicanas, que Estados Unidos retirara fondos de ayuda a todas las ong que realizan planificación familiar en países pobres sin comprometerse explícitamente en sus exigencias antiabortistas. Ayer ya desfilaban ante la Casa Blanca las primeras manifestaciones de esos supuestos defensores de la vida, tan proclives a simpatizar con la muerte bélica y con la pena capital. 



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26 de enero de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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El síndrome de Ambras

Portada del libro

Pilar Pedraza

Valdemar

 

 "Cabalgaban contra el viento. El vuelo de sus capotes de hule negro les hacía parecer gigantescos murciélagos. Grandes capuchones ocultaban sus sombreros, bajo los que desaparecían los rostros y las largas cabelleras despeinadas. Los guantes y las botas cubrían el resto. Aquella indumentaria no dejaba al aire ni una pulgada de piel, y sin embargo estaban  calados hasta los huesos".

 A estos jinetes les ha sorprendido la tormenta en el descenso de un peligroso camino de montaña. Lord Alexander Ashton, el jefe del grupo, avanza en la oscuridad desafiando al viento, la lluvia y los negros precipicios que se abren junto a los cascos de los caballos. Más atrás, y a bordo de un carruaje que recorre un camino más llano pero menos pintoresco, viajan las damas.

En unas pocas líneas más el lector va a recibir toda la información necesaria  para hacerse una composición de lugar: Lord Ashton y su esposa, la joven y delicada Lady Florence,  junto con su séquito de servidores, guías, perros y caballerías, se están adentrando en una naturaleza progresivamente hostil y salvaje, y lo hacen por motivos poderosos pero no del todo claros, y en los que juega un papel primordial el irreprimible deseo del jefe del clan -por no llamarlo manada- que le impulsa a adentrarse más y más en una naturaleza monstruosa y excesiva, pero a la que acude como en respuesta de una irresistible llamada.

Si en la novela negra la condición que posibilita el desarrollo de la acción es la sospecha universal -es decir, que la totalidad de los personajes principales hayan tenido el motivo, la oportunidad y los arrestos necesarios para cometer el crimen que fundamenta la trama- en la novela gótica, y en los relatos de aventuras en general, el motor que fundamenta la acción es la voluntad del protagonista por llegar hasta el final y conocer la razón última de esa  fuerza ciega, brutal y destructora (irracional) que le arrastra irremisiblemente al abismo. Salvo que, y el lector será puntualmente informado de ello, tal ansia por conocer responde a una necesidad física ineludible, pues el protagonista hace tiempo que viene experimentando unos inequívocos cambios físicos acompañados de unos anhelos y apetitos cada vez más urgentes. En el caso de lord Ashton el primer síntoma de alarma son unas durezas que han empezado a salirle en el extremo del dedo corazón de manos y pies y que cada vez se parecen más a una pezuña...  

La complicidad del lector, si este decide aceptar con todas sus consecuencias la propuesta que le ofrece el autor, contribuye poderosamente a impulsar el desarrollo de una acción que no tardará en cobrar impulso y precipitarse, en medio de toda clase de situaciones extremas y aventuras espeluznantes, hacia su inevitable final.

 En este caso la autora, Pilar Pedraza, es una veterana de la novela gótica y demuestra ser desde las primeras líneas digna de esa indispensable confianza de la que antes hablaba.  Es además una mujer culta y su prosa aporta todos los matices que exigen las diversas situaciones y aventuras que se suceden. Y en ese sentido es muy notable su habilidad a la hora de dosificar la información, mostrando u ocultando en cada momento aquello que mejor conviene a la narración. Y encima es una profunda conocedora de esa naturaleza oscura y terrible, poblada de criaturas monstruosas  pero que incluso podrían llegar a constituir un apasionante espectáculo  -y ahí está para demostrarlo el elenco de aberraciones de la naturaleza que pueblan  el circo de Magnus Dampierre, Doctor en Grandes Ilusiones y Director del Teatro Anatómico de Amberes-  si no fuera porque la barrera que separa a los actores del público es difusa y ni siquiera la riqueza, la educación y la superioridad moral te ponen a salvo, ni te garantizan que no lleves dentro una criatura similar a las criaturas que  exhiben en el escenario sus más íntimas deformidades.              

Su conocimiento del lado oscuro de la naturaleza hizo que hace unos años el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona se fijara en ella (junto con el antropólogo mexicano Roger Bartra) para montar una exposición titulada El salvaje europeo. Los textos aportados entonces por Pilar Pedraza no pueden ser más expresivos: El salvaje en la ciudad, espectáculo y enfermedad; La mujer, esa salvaje y El salvaje que todos llevamos dentro. El título general  de su aportación era El salvaje en su laberinto y la representación visual del mismo - que además fue elegido como imagen de la exposición - era un cuadro de Georges Watts  llamado El Minotauro y en el que se veía a éste apoyado en el muro de una terraza oteando ansioso el horizonte para detectar la llegada del barco en el que llegará la ración convenida de doncellas. Quienes vieran aquella exposición percibirán una curiosa familiaridad con muchas de las criaturas que acompañan a Lord Ashton en su precipitarse al abismo de su auténtica naturaleza.



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26 de enero de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Mientras no cambien las Biblias

Hace rato, quizá siglos, que los tiempos están cambiando. Tanto, que ya no nos reconoce ni Dios. No sé si porque lo asesinaron, porque no sabe, no contesta, no está o porque nunca estuvo. Y sin embargo se le espera. El salvador toma diferentes formas, diversos nombres, nacionalidades, colores y discursos. Esta semana, el Mesías viste de Obama. No confundir con Armani, aunque también está de rebajas y utiliza mucho el negro.

Los que practicamos una religión desorganizada pertenecemos a un impío desorden e invocamos a Nuestra Señora del Perpetuo Asombro -religión humanista presidida por el escritor germanoamericano Kurt Vonnegut, y que sustituye a Isaac Asimov, que ya estará en el cielo-, nos reconocemos por participar de un grupo disperso de seres humanos que no necesitan libros sagrados. Miembros de una religión sin Biblia, ciudadanos de poca fe que, sin embargo, se alegran con la llegada de un ciudadano creyente, elegante, poético y pragmático. Mesías terrenal capaz de hacer su sermón desde las montañas del Capitolio e ilusionar a millones de ciudadanos misericordiosos, pacíficos y mansos. No eran las bienaventuranzas, pero también estaban fabricadas con la materia que se fabrican los sueños. Como una bonita película de cine negro. Un documental que vieron legiones de crédulos, ingenuos, esperanzados, escépticos, malaventurados y otras tribus que poblamos el mismo imperio. No todos votamos, pero sufrimos las consecuencias. Un parecido idealismo harto de dejarse engañar por el libre mercado.

Mientras Aretha Franklin -no confundir con la Sophisticated Lady de Duke Ellington, ni falta que hace, con su luminosa voz, heredera del blues, ese misterio para quejarse que inventaron los negros norteamericanos- cantaba para la corte de Obama y sus invitados, el rey Juan Carlos, lejos del blues y cerca del drama, asistía en el Teatro Real al oratorio cantado de Edipo rey, con música de Stravinski y letra de Cocteau. Dos mundos muy diferentes, dos estilos, dos colores. El público de civiles, religiosos, militares y otras faunas que seguían en directo, o en plasma, el mayor espectáculo del circo democrático estaba formado por una mayoría de ciudadanos negros que bailaban, cantaban, coreaban como buenos fieles soñadores con que vendrán más años buenos, que nos harán mejores. Los sueños son baratos, no entienden de clases, ni de colores.

No tuve la fortuna de estar cerca de Obama, ni de los Kennedy, ni de los alegres negros de Washington. Me tuve que conformar con los pobres cortesanos sin corte que una tarde en que cambiaba el mundo volvimos a nuestros viejos complejos con Edipo, con el Rey, pero sin Obama. Recé una pequeña oración para que los angelitos negros se organicen bien, que aprendan de la Mafia y tomen Madrid. Queremos nuestro negro.

Publicado el domingo 25 de enero de 2009.



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26 de enero de 2009
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Desnudos frente al auditorio

Me voy a Madrid para participar en un ciclo de la Fundación March sobre figuras y mitos de la modernidad. Son "el librepensador", "el dandi", "el esteta" y "el bohemio", modelos que influyeron en la vida de millones de personas dispuestas a copiarles, así como en la actualidad lo hacen los deportistas, los cantantes o las maniquís. Es un conjunto bonito, como el de los santos. San Cristobalón, san Estanislao de Kostka, santa Eva de Adis Abeba, fueron modelos de conducta en tiempos más severos.

Me ha tocado el dandi, con tan mala fortuna que hablo después de Fernando Savater ("el librepensador"). Quien trate de complacer a una audiencia tras el paso de Savater se sentirá como si a Dany de Vito le pusieran la americana y los pantalones de Clint Eastwood y le empujaran a escena. Trato de superarlo en el AVE mientras veo la historia del robot Wall-e abandonado en un planeta cubierto de chatarra y sin vida humana. Me identifico sentimentalmente con Wall-e. Como corresponde a una gran compañía como Renfe, la película se rompe a la salida de Zaragoza y me quedo sin saber si Wall-e logra devolver la vida orgánica a la Tierra.

No es muy distinto de lo que quiero explicar sobre esa figura prehistórica que es el dandi, una pieza arqueológica de cuando Europa y América comenzaban a construir un mundo enteramente constituido por mercancías. Los dandis fueron los primeros escaparates humanos destinados a incitar la imitación, los primeros cuerpos convertidos en almacén de mercancías, las catacumbas de esa fantasía jurídica llamada derechos de imagen. De ellos vienen por una parte las actuales mercancías tipo Beckham, pero también las vanguardias más nihilistas, a partir de Duchamp, las que utilizaban el cuerpo humano como galería, obra de arte y creador, todo al mismo tiempo y en el mismo lugar.

Ha empezado de nuevo la película y a lo mejor acabo por ver el final. ¿Será nuestro mundo ese montón de chatarra que debe redimir Wall-e? ¿O descubriremos el modo de eliminar de nuestros cuerpos la pesada carga de las mercancías? ¿Será Obama un dandi?

Publicado el sábado 24 de enero de 2009.

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26 de enero de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Belcebú

El otro día vi Il divo, la película de Paolo Sorrentino dedicada, como reza el subtítulo, a la "vida espectacular de Giulio Andreotti". No sé qué acogida tendrá aquí, cuando se estrene, pues a pesar de los paralelismos que frecuentemente se establecen entre España e Italia, la mirada de ambos países sobre sus respectivos pasados es muy diferente. A mí la película me gustó, dotada de una fuerte personalidad estética que en algunos momentos me recordaba a Fellini e incluso a Buñuel. Con un lenguaje muy distinto al de la también reciente Gomorra, de Matteo Garrone, ambas tienen en común la valentía y la recuperación del buen cine político italiano.

En Il divo el protagonista absoluto es Andreotti, un personaje al que sigo con mucha atención desde que viví en Roma por los años en que asesinaron al otro gran protagonista de la película, casi invisible éste, Aldo Moro. La reciente historia italiana está marcada por asesinatos difíciles de olvidar y que siguen marcando la aparentemente tragicómica vida política de la era Berlusconi: la oscura muerte de Pasolini; los atentados mafiosos contra el general Della Chiesa y el juez Falcone; el suicidio de Calvi, el banquero de Dios, en un puente del Támesis, y por encima de todos, la ejecución del primer ministro Aldo Moro por parte de las Brigadas Rojas tras un angustioso secuestro de varias semanas, un asesinato que cambió el rumbo de la política italiana.

Ninguna de esas muertes -ni siquiera, en su momento, la de Pasolini- pareció ajena a Andreotti. El siete veces jefe del Gobierno italiano fue acusado, por sus complicidades con la Mafia, de estar detrás de los homicidios cometidos contra Falcone y Della Chiesa, y también, por sus connivencias con la Santa Sede, a la que quiso encubrir, fue señalado como instigador del suicidio del banquero Roberto Calvi, un suicidio con todas las trazas de ser involuntario. Sin salir de la Ciudad del Vaticano, y apuntando a lo más alto, no faltó quien lo colocara en la senda del supuesto asesinato del papa Juan Pablo I, como de manera elíptica, aunque suficientemente explícita, se encargó de mostrar Coppola en uno de los episodios de El padrino.

Para muchos estas y otras sangres italianas cayeron sobre la cabeza de Andreotti en las tres últimas décadas del siglo XX. Sin embargo, por ninguna de ellas sufrió más reproches que por la sangre de Aldo Moro, su compañero en el partido democristiano y su rival ideológico dentro de esta formación. Los asesinos, claro está, fueron los brigadistas rojos, que llegaron así al capítulo final de su delirio revolucionario, pero a Andreotti se le reprobó desde el principio por no poner los medios que tenía a su alcance al servicio de una negociación que hubiera podido salvar la vida del secuestrado. Los mismos familiares de Aldo Moro nunca perdonaron su actitud pese a que, años después, sí perdonarían a los ejecutores materiales del magnicidio que habían mostrado arrepentimiento.

Para una buena parte de los italianos, Andreotti siempre estuvo, por tanto, en el tenebroso centro del huracán. De ahí que los periódicos, sobre todo los contrarios, naturalmente, le dedicaran significativos apodos: El Papa Negro, El Maligno, Belcebú y una larga lista de nombres más inquietantes que peyorativos. No obstante, Andreotti también recibía otros apelativos menos duros, como El Astuto, o directamente cariñosos, como El Divino Giulio. Gozaba y goza de tantos apelativos distintos que, incluso en la actualidad, cuando alguien cita su sentencia más famosa -"el poder corrompe especialmente a quien no lo tiene"-, siempre se hace difícil averiguar si la referencia se apoya en la condena o en la admiración.

Esta suprema y turbadora ambigüedad del personaje creado por Andreotti para sí mismo, y refrendado por los demás, es puesta de manifiesto agudamente por Paolo Sorrentino en Il divo. Podría casi asegurarse que el personaje Andreotti, con las manos espectralmente manchadas de sangre, adquiere perfiles shakespearianos si no fuera porque, negándose a desenmascararse, mantiene hasta el final la terca rigidez de una conciencia que ha permanecido inmutable a lo largo de 90 años de vida y 70 de poder.

Esfinge terminal, Andreotti, entre procesos y más procesos, y entre dudosas absoluciones, se niega a revelar siquiera una parte de su enigma y se limita a repetir machaconamente que él no cree en el destino, sino en "la voluntad de Dios". Una suerte de mantra con el que ha tratado de hechizar a la sociedad italiana con resultados no del todo desfavorables: pese a todos los indicios y acusaciones, pese a las confesiones de mafiosos arrepentidos, pese a los múltiples juicios, El Divino Giulio se ha escabullido siempre.

Belcebú es senador vitalicio. Como corresponde.

El País, 29/11/2008


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26 de enero de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Víctima no, responsable

  Podría pasarme el día asustada, escondiéndome de esos hombres apostados allá abajo. Llenaría cuartillas con los costos personales que me ha traído este blog y con los testimonios de quienes han sido ?advertidos? de que soy una persona peligrosa. Bastaría con que lo decidiera y cada uno de mis textos sería una larga queja o el dedo acusador de quien busca la culpa siempre afuera. Pero sucede que no me siento víctima, sino responsable. Estoy consciente de que he callado, que he permitido a unos pocos gobernar mi isla como si de una hacienda se tratara. Simulé y acepté que otros tomarán las decisiones que nos tocaban a todos, mientras me escudaba en el hecho de ser demasiado joven, demasiado frágil. Soy responsable de haberme colgado la máscara, de haber usado a mi hijo y a mi familia como argumento para no atreverme. Aplaudí -como casi todos- y me fui de mi país cuando estuve harta, diciéndome que era más fácil olvidar que intentar cambiar algo. También cargo con la deuda de haberme dejado llevar -algunas veces- por el rencor o por la sospecha, que hicieron mella en mi vida. Toleré que me inocularan la paranoia y en mi adolescencia, una balsa en medio del mar, fue un deseo frecuentemente acariciado. Sin embargo, como no me siento víctima, me subo un tanto la saya y le enseño mis piernas a los dos hombres que me siguen a todas partes. No hay nada más paralizante que una pantorrilla de mujer cuando le da el sol en medio de la calle. Como tampoco tengo madera de mártir, intento que no me falte la sonrisa, porque las carcajadas son piedras duras para los dientes de los autoritarios. Así que continúo mi vida, sin dejar que me conviertan en puro gemido, en sólo un lamento. A fin de cuentas, todo esto que hoy vivo ha sido producto también de mi silencio, fruto directo de mi anterior pasividad.



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26 de enero de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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¿Qué?

Las preguntas ¿Quién eres? o ¿Quién soy? tienen respuestas fáciles: uno cuenta su vida y así se presenta a los otros. La pregunta que no tiene respuesta se formula de otra manera: ¿Qué soy yo? No ?quien?, sino ?qué?. La persona que se haga esta pregunta se enfrentará a una página en blanco y lo peor es que no será capaz de escribir una sola palabra.       



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26 de enero de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Emporio Celestial

Fui uno de los que se alegró cuando, en octubre del 2008, con el país al borde del colapso, se llegó a un acuerdo para aprobar un proyecto de Constitución en el congreso. Reconfortaba ver que el MAS había cedido en ciertos puntos importantes y encontrado un consenso con los partidos opositores. En una lectura de los puntos más salientes del acuerdo, descubrí que había varias cosas que no me convencían, pero me dije que las reglas del juego señalaban que el partido en el poder tenía derecho a establecer los lineamientos principales, y si éstos había sido aceptados por la oposición, no había nada más que hacer.

Ahora está claro que lo que se logró ese octubre fue, una vez más, una salida a la crisis, no una solución. La nueva Constitución a ser votada en el referendo de este domingo no aguanta ningún tipo de lectura, ni de las simples ni de las detalladas. Para comenzar: si Freud nos enseñó ya hace mucho que el contenido de nuestros sueños es su misma forma, entonces estamos en problemas. Es verdad que somos un país de retórica excesiva, pero, ¿tanto? Una Constitución no debería tener más leyes de las que un ciudadano común pueda recitar de memoria. La Constitución a votarse consta de cuatrocientos once artículos. Pero no se trata sólo de los artículos, sino de la palabrería que existe en cada uno de ellos, comenzando por la definición de Bolivia como "un Estado Unitario Social de Derecho Plurinacional Comunitario, libre, independiente, soberano, democrático, intercultural, descentralizado y con autonomías". Ni hablar de los valores en que se sustenta el Estado para "vivir bien": unidad, igualdad, inclusión, y quince cosas más.

Tanta retórica, para defender una y otra vez aquello que supuestamente este nuevo Estado ataca: que no todos somos iguales. La nación boliviana, dice el artículo tres, la conformamos todos los bolivianos, más "las naciones y pueblos indígena originario campesinos, y las comunidades interculturales y afrobolivianas". Estas "naciones y pueblos indígena originario campesinos" tienen, además, derecho a la libre autodeterminación, al autogobierno, y pueden practicar su justicia propia, originaria. Un mexicano diría: ¿no que no? Pues sí que sí.

En "El idioma analítico de John Wilkins", Borges recuerda cierta enciclopedia china, Emporio Celestial de Conocimientos Benévolos, en la que los animales se dividen en: "pertenecientes al Emperador, embalsamados, amaestrados, lechones, sirenas, fabulosos, perros sueltos, incluidos en esta clasificación, que se agitan como locos, innumerables, dibujados con un pincel finísimo de pelo de caballo, etcétera, que acaban de romper el jarrón", y "que de lejos parecen moscas". La proyectada nueva Constitución boliviana recuerda las "ambigüedades, redundancias y deficiencias" del Emporio Celestial. La diferencia principal es que la enciclopedia de Borges motivaba a la risa y servía para que el escritor argentino se burlara de la arbitrariedad imperante en todo intento humano de clasificar el saber. La nueva Constitución sirve para que el MAS defienda la idea de un Estado todopoderoso y paternalista y a la vez ataque la idea misma de una república nacional, consagrando en ley fundamental la división de un país de por sí muy dividido. La ironía de Borges, aquí, se convierte en duelo y tragedia de todos los bolivianos, incluso "las naciones y pueblos indígena originario campesinos", y, por qué no, "las comunidades interculturales y afrobolivianas".  

(La Razón, 24 de enero 2009)



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23 de enero de 2009
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La frontera entre un inmortal y un muerto

Dando un paso más en las conjeturas de Aubrey de Grey, cargando por así decirlo la suerte, se puede pensar en que también se alcanzaría el control de mutaciones del ADN generadoras de cáncer, o la oxidación debida al mero hecho de respirar, con lo cual,  en comparación a los parámetros actuales, tendríamos la impresión psicológica de inmortalidad. Mas entonces sí que el mal fario de la teja que nos cae por accidente marcaría prácticamente la frontera que convierte a un inmortal en un muerto. Ni que decir lo que entonces  supondría que alguien se propusiera terminar con nuestra vida.

Obviamente todo esto son especulaciones, pues  nadie se toma rigurosamente en serio las hipótesis de Grey, no porque no sean factibles (repito que no tengo idea), sino porque no nos conciernen realmente en lo profundo, es decir, no cuentan en el conjunto de posibilidades que se abren realmente a cada uno de nosotros en relación con la interrogación esencial sobre lo que somos capaces de hacer con nuestras vidas:  si tenemos o no la entereza para responder a la exigencia de realizar plenamente nuestra humanidad, incluida la asunción de la finitud...y de la libertad-la distancia frente a la inmediatez natural- que supone para un ser que es producto de la evolución el saber de la propia condición.

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23 de enero de 2009
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El Boomeran(g)
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