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Escrito por

Yoani Sánchez

Yoani Sánchez es licenciada en Filología. Reside en La Habana y combina su pasión por la informática con su trabajo en el Portal Desde Cuba. Fue premiada con el premio Ortega y Gasset de Periodismo por su blog Generación Y, que más tarde ha ganado el Premio BOBs al Mejor Blogs del Mundo de 2008 y el Premio del Jurado en Bitácoras.com 2008.

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El arco de la derrota

Trozos de concreto, fragmentos de caminos que no conducen hacia ningún lado, puentes que no unen dos orillas. Monumentos a la parálisis urbana ubicados a lo largo de la autopista nacional, estructuras inacabadas que todavía sueñan con sentir el peso de los camiones y de las motocicletas. La gente se agolpa bajo su inacabada estructura a la espera de un transporte que los lleve a algún lado, aprovechan la sombra que dan estos arcos de la derrota, estas enormes estructuras que sólo sirven como parasoles, los más caros del mundo. Con barandas que no han sentido el calor de una mano, los puentes incompletos de mi país nos hacen una mueca, nos sacan la lengua recordándonos nuestra atrofia urbanística, nuestro raquitismo vial. Siempre que paso bajo sus moles deterioradas, me pregunto: ¿Qué sentido tienen estos caminos truncos sin autos? ¿Qué razón de ser la de estos gigantes incompletos que no van a ningún lado? Fueron erguidos allí cuando se proyectaba que esta Isla se llenaría de autopistas, como una espina dorsal viva a la que le salen ramales hacia todas partes. Varias décadas después, siguen desligados de las redes de tráfico, accesibles sólo desde arriba, irónico posadero de auras tiñosas y de lagartijas que se calientan en sus columnas. Monolitos a la inmovilidad de un pueblo, que en lugar de nuevas carreteras, calzadas, rotondas y avenidas, ha visto como sus puentes truncos se deterioran, comienzan a agrietarse sin haber sentido nunca el rodar de un neumático.

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10 de febrero de 2011
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Termina el apagón

Sentada en los butacones de un hotel abro mi laptop, noto el lento parpadeo del emisor de WiFi y veo el rostro adusto de los custodios. Este podría ser un día más tratando de entrar con un proxy anónimo a mi propio blog y saltando la censura con algunos trucos que me permiten asomarme a lo prohibido. En el borde inferior de la pantalla un cartel anuncia que estoy navegando a 41 kilobytes por segundo. Ironizo con una amiga y le advierto que mejor aguantarse el pelo para no despeinarnos ante tanta ?velocidad?. Pero poco me importa la banda estrecha en esta tarde de febrero. Estoy aquí para alegrarme, no para deprimirme nuevamente con la maldita circunstancia de una Internet apocada por los filtros. He venido a comprobar si la larga noche de la censura ya no se cierne sobre Generación Y. Me basta un clic y logro entrar a la portada que desde marzo de 2008 no veo en un sitio público. Me sorprendo tanto que grito y la cámara que observa desde el techo graba los empastes de mis muelas en una carcajada incontrolable. Después de tres años, mi espacio virtual vuelve a ser avistado dentro de Cuba. Las razones para este desbloqueo las desconozco, aunque puedo especular que la celebración en La Habana de la Feria Internacional de Informática 2011 haya traído a numerosos invitados extranjeros ante los que es mejor dar una imagen de tolerancia, de supuestas aperturas en el terreno de la expresión ciudadana. También es posible que después de haber comprobado que bloquear un sitio sólo lo vuelve más atractivo para los internautas, los policías cibernéticos han optado por exhibir el fruto prohibido que tanto satanizaron en los últimos meses. Si se trata de un accidente tecnológico que será enmendado, arrojando nuevamente sombras sobre mi diario virtual, entonces ya habrá tiempo para denunciarlo en voz alta. Pero por el momento, hago planes sobre una larga estancia entre nosotros de las plataformas www.desdecuba.com y www.vocescubanas.com Esta es una victoria ciudadana sobre los demonios del control. Les hemos arrebatado lo que nos pertenece, esas plazas virtuales que son nuestras, con las que van a tener que aprender a convivir y a las que ya no pueden negar.

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9 de febrero de 2011
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Renacer de sabores

Tímidos toldos de colores brotan de la nada, se estrenan sombrillas bajo las cuales abundan los batidos de frutas y los chicharrones de cerdo, los portales de algunas viviendas se convierten en improvisadas cafeterías con llamativas ofertas. Todo eso y más crece por estos días en las calles de mi ciudad, a raíz de las nuevas flexibilizaciones para el trabajo por cuenta propia. Algunos de mis vecinos hacen proyectos para abrir un taller de reparación de zapatos o un local donde componer refrigeradores, mientras avenidas y plazas se metamorfosean con el empuje de la iniciativa privada. La camisa de fuerza que atenazaba la iniciativa parece aflojarse. Sin embargo, también están los que esperan cautelosos, hasta comprobar si realmente esta vez las reformas en el plano económico resultan definitivas y no van a echarse atrás como ocurrió en los años noventa. En apenas unos pocos meses, desde que se anunciara la ampliación del número de licencias para labores independientes, los resultados se muestran halagüeños. Hemos comenzado a recuperar sabores perdidos, recetas añoradas, comodidades escondidas. Más de 70 mil cubanos han sacado nuevos permiso para trabajar por su cuenta y riesgo y otros miles reflexionan en serio sobre las ventajas de abrir una pequeña empresa familiar. A pesar de la cautela de muchos, de los impuestos todavía excesivos y de la ausencia de un mercado mayorista, los recién estrenado comerciantes han comenzado a hacerse notar en una sociedad marcada por el inmovilismo. Se les ve montar sus timbiriches, colocar vistosos carteles anunciando las mercancías, redistribuir sus viviendas para crear una cafetería y ofertar servicios de peluquería o manicure. La mayoría tiene la convicción de que esta vez han llegado para quedarse, porque el sistema que tanto los asfixió y satanizó en el pasado ya ha perdido la capacidad de competir con ellos.

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6 de febrero de 2011
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Saltarse las barreras ideológicas

Click here to view the embedded video. ¿Usted es de los que fabrica las mentiras o de los que se cree las mentiras? Me gustaría hacerle esta  pregunta al ponente que despliega una complicada teoría de la conspiración en este video. Si se trata de alguien que sólo transmite un mensaje, entonces la respuesta es sencilla: la falsedad se cuece más arriba y él es apenas un emisario. Pero me temo que parte de lo que expone frente a esos adustos militares ?que exhiben una constelación de estrellas en sus uniformes? es de su propia cosecha, se ha gestado en su interior. Su larguísima intervención apuntalada con palabras como ?enemigo?, ?operativo? y ?los malos?, me hace ver que se puede estar hablando de tecnologías muy modernas con un lenguaje bien desfasado. No parece entender las afinidades y lazos que tejen sitios como Facebook y Twitter, pues le aplica a estos el prisma de lo fabricado, antes que reconocer que los individuos por sí mismos se afilian y ¡horror! se saltan las barreras ideológicas. Aunque pudiera llegar a ser brillante en ciencias informáticas, este joven está desaprobado en ciencias sociales. Sobre esas bases ficticias trazaran estrategias que apenas dañarán a la blogósfera alternativa. Mientras crean que el impulso no brota de nosotros sino que otros nos manejan como marionetas, desarrollarán tácticas que harán mucho ruido, pero generarán pocos resultados. Reconocer que el hombre nuevo ?su hombre nuevo? se cansó de ser un soldado, de repetir consignas, de aplaudir en los actos políticos y ahora quiere tener su propio espacio de expresión, sería como confesar que han fracasado. Todos los muros y los límites que nos han puesto en la Cuba real, los estamos saltando en este espacio infinito que tanto les quita el sueño. Si ya no pueden controlarnos, dejémosles al menos el consuelo de descalificarnos. *Agradezco a la comentarista de mi blog que me hizo llegar el link a este video, cuya distribución es la prueba palpable de que nuestros gobernantes han perdido el monopolio informativo, incluso de sus materiales clasificados. ¡Viva el Cubaleaks!

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3 de febrero de 2011
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Café amargo

Tomar un sorbito de café en la mañana es el equivalente nacional al desayuno. Puede faltar cualquier cosa: el pan, la mantequilla y hasta la inalcanzable leche, pero no tener ese buche caliente y estimulante al despertarnos es el preámbulo de un mal día. Mis abuelos, mis padres y todos los adultos que me rodeaban siendo niña bebían tazas y más tazas de aquel líquido oscuro mientras conversaban. Siempre que alguien llegaba a casa, la cafetera se ponía sobre la hornilla, porque el ritual de compartir ?una colada?  era tan importante como dar un abrazo o invitar a pasar. Hace algunas semanas, Raúl Castro anunció que se comenzaría a mezclar el café del mercado racionado con otros ingredientes. Fue simpático escuchar a un mandatario hablando de esos temas culinarios, pero también fue motivo de broma popular el que se dijera oficialmente algo que ya es práctica común ?hace años? en toda la Isla. No sólo los ciudadanos hemos adulterado por décadas nuestra más importante bebida nacional, sino que el Estado nos ha superado en ingeniosidad sin declararlo en la etiqueta del producto. Tampoco se puede usar ya el gentilicio ?cubano? en la distribución del estimulante brebaje, pues no es un secreto para nadie que el país importa grandes cantidades desde Brasil y Colombia. De las 60 mil toneladas anuales que alcanzó la producción cafetalera nacional, hoy sólo logran colectarse unas 6 mil. En los últimos meses ?el néctar negro de los dioses blancos? ?como una vez lo llamaron? se ha vuelto escaso. Las amas de casa han tenido que retomar la práctica de agregarle chícharos tostados y molidos para garantizar el sorbito amargo que nos damos nada más abrir los ojos. Si se le puede llamar a eso café, ya no sabemos, pero al menos es algo caliente y amargo para tomar en la mañana.

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2 de febrero de 2011
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Unanimidad

Carraspeó antes de explicar por qué estaban allí reunidos, en el sobrio teatro que apenas se usa ya. Entre sus manos llevaba, como pauta, el folleto azul con los lineamientos para el VI congreso del Partido Comunista y tras de sí la mesa la presidencia incluía funcionarios municipales y provinciales. Antes de dar la palabra a alguien, recalcó que debían atenerse a lo escrito en aquellas páginas y sólo se discutirían temas económicos. Deletreó está última palabra con énfasis, para que no fueran a exigir su derecho a la ?libre asociación? o a reclamar  que les permitieran ?entrar y salir libremente del país?. E-CO-NÓ-MI-COS volvió a silabear, abriendo los ojos y levantando las cejas con énfasis, mientras miraba a los empleados más conflictivos. Con semejante introducción, la reunión se convirtió en un trámite aburrido, en una tarea añadida a la jornada laboral. Mecánicamente decenas de brazos se alzaron ante la pregunta de si estaban de acuerdo con cada punto. Silencio incómodo después de las frases ?¿Quiénes están en contra?? y algo de fatiga al escuchar ?¿Quiénes se abstienen??. Sólo un joven cuestionó la prohibición vigente en el país de comprar autos y casas, pero inmediatamente un militante tomó la palabra para leer un largo encomio a la figura del Máximo Líder. Así, siempre que alguien apuntaba un problema, salía otro recalcando las conquistas del proceso. Los apologistas estaban ubicados en puntos equidistantes dentro del auditorio y reaccionaban como ante un guión estudiado o una coreografía ensayada. La sensación de estar en una asamblea preparada competía en intensidad con el deseo de irse ?cuanto antes? a casa. Al otro día, el centro de trabajo había vuelto a su rutina. Un mecánico que estuvo sentado muy cerca de la presidencia, ya no recordaba ni uno sólo de los lineamientos. La muchacha del almacén le resumió a sus amigas las discusiones de la tarde anterior con un simple ?Ah? lo mismo de siempre? y el chófer del administrador encogió los hombros escéptico cuando un colega le preguntó por lo ocurrido. Muchos habían vivido aquella jornada como el anticipo de lo que sucederá dentro del Palacio de las Convenciones el próximo abril, un avance a pequeña escala del congreso del PCC cubano. Sólo que en unos meses lo verán en la pantalla de la tele, pero por esta vez han sido ellos los que levantaron la mano, los que votaron por unanimidad ante la mirada severa del director.

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31 de enero de 2011
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Del cable, una fibra

Se acerca, pero no llega; lo anuncian aunque no se concreta. Podrá ser avistado pronto desde la Punta de Maisí y sin embargo nos parece muy lejano y remoto. El cable de fibra óptica entre Cuba y Venezuela ha sido por más de dos años la zanahoria sacudida ante los ojos de los que habitamos esta Isla de los desconectados. Sus delgados hilos han servido como argumento contra quienes sostenemos que las limitaciones para acceder a la web son más por voluntad política que por carencia de ancho de banda. Hemos estado atentos al lento periplo del cordón umbilical que conectará a La Guaira con Santiago de Cuba, al barco que lo transportó desde Francia y a esas noticias donde anuncian que multiplicará por 3 mil nuestras velocidades de transmisión de datos, imágenes y voz. Pero algo nos dice que las fibras de ese cable ya tienen nombre, dueño, ideología. Con 640 gigabytes de capacidad, el nuevo tendido se destinará especialmente a proyectos institucionales monitoreados por el gobierno. Cuando la prensa oficial menciona sus ventajas, recalca que “fortalecerá la soberanía y la seguridad nacionales”, pero ni una palabra dirigida a la mejoría del espectro informativo de los ciudadanos. A un costo de 70 millones de dólares, esta conexión submarina más parece destinada a controlarnos que a enlazarnos con el mundo, pero confío en que lograremos trastocar sus propósitos iniciales. En estos tiempos que corren, donde varias instalaciones de la llamada Batalla de Idea han pasado a convertirse en hoteles para recaudar divisas y se advierte que las empresas no rentables serán liquidadas, es muy probable que muchos de sus pulsos digitales lleguen a manos de quienes puedan pagarlos. Con autorización o sin ella, las horas de conexión se pondrán en venta, a remate, en un país en el que el desvío de recurso es práctica cotidiana, estrategia de sobrevivencia. Cuando quedemos conectados con Venezuela a través del lecho marino, será más inmoral mantener los altos costos que en los hoteles y otros sitios públicos tiene el acceder a la gran telaraña mundial. También se perderá la justificación para no permitir que los cubanos contratemos una cuenta doméstica con la que podamos colarnos en el ciberespacio y será más difícil convencernos de por qué no podemos tener a mano a Youtube, Facebook, Gmail. Las conexiones piratas aumentarán, el mercado negro de filmes y documentales se nutrirá de esos megabytes que recorren nuestra plataforma insular. En los centros laborales con Internet, los empleados la usarán también para inscribirse en sorteos de visa, en sitios extranjeros de búsqueda de trabajo o en chats amorosos. No van a poder impedir que empleemos ese cable en algo muy distinto de lo que proyectan quienes lo compraron, esos que creen que una Isla puede quedar atada y bien atada con un simple cordón de fibra óptica.

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24 de enero de 2011
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Viejitos

Compró una caja de cigarros fuertes aunque no fuma, una bolsa de tela para mandados a pesar de que llevaba otra consigo y dos aburridos ejemplares de Granma de un mismo día. Lo hizo para ayudar a esos viejitos de cuerpos temblorosos y ojos enrojecidos que venden infinitas menudencias en las calles de La Habana. Gente con las piernas trabadas por la artrosis, el bastón completando su desgarbada anatomía y el pelo encanecido por los años. Ancianos y ancianas lanzados al mercado informal exhibiendo su magra mercancía en los portales de las avenidas Reina, Galiano, Monte y Belascoaín. Septuagenarios obligados a revender su cuota normada de alimentos ?cada vez más reducida? y abuelitas de rostro triste que comen gracias a los caramelos o los cucuruchos de maní que ellas mismas ofertan a la salida de las escuelas. Miles de viejitos cubanos han tenido que volver -al final de sus vidas? a una jornada laboral, esta vez marcada por la ilegalidad y el riesgo. Manos que se estremecen por el Parkinson muestran golosinas azucaradas en las paradas de los ómnibus y rostros arrugadísimos nos miran mientras dicen que tiene cuchillas de afeitar a sólo cinco pesos. Sus pensiones son extremadamente bajas y el merecido descanso que proyectaron tener se les ha convertido en días agitados escondiéndose de la policía. El sistema que ayudaron a edificar no puede proveerlos hoy de una vejez digna, no logra evitarles la miseria. Desgarbado y arrastrando los pies, aquel octogenario de la esquina pregona que tiene esponjas para fregar y tubos de cola loca que lo pegan todo. Una muchacha pasa y comprueba el contenido de su monedero, no le alcanza ni para lo uno ni para lo otro, pero mañana regresará y para aliviarlo le comprará algo, así sea uno de esos periódicos nacionales que sólo publican rostros de ancianos felices y satisfechos.

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22 de enero de 2011
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Julia y el abrazo es posible

La cafetería de la calle 13 entre F y G, llena -aquella tarde de diciembre- de segurosos y admiradores. Los primeros iban tras esta inquieta blogger, como una comparsa tragicómica que danza alrededor de mi cuerpo, de mi casa;  los segundos perseguían el rostro radiante de la actriz Julia Stiles, su risa de pantalla grande a todo color. Enorme confusión, cuando vieron a la muchacha que interpretó el personaje de Nicky Parsons sentarse a la misma mesa con la autora de Generación Y, conversar con afecto. Pues sí, la conocida neoyorquina lee mi diario virtual, está interesada en escarbar más allá de la imagen de postal turística que se exporta sobre nuestra realidad. Apenas quiso hablar sobre sí misma, aunque no me faltaron ganas de indagar sobre su vida profesional o deslizarme por el lugar común de pedirle un autógrafo. Julia y yo somos de esa generación de norteamericanos y cubanos que ha sido separada y enfrentada por una retórica ajena a nuestros deseos. Descendientes de unos Montescos y Capuletos que trataron de heredarnos sus inquinas, sus odios. Aunque mirándolo con objetividad no lo lograron y el resultado ha sido más bien todo lo contrario. Cerca, pero apartados, afines y sin embargo azuzados, muchos jóvenes de aquí y de allá estamos hartos de esta ?guerra fría? desfasada y de las consecuencias que trae a nuestras vidas. Así que el encuentro con Julia tuvo carácter de conciliación, como si en medio del combate dos contrincantes se acercaran y comenzaran a tantearse, a abrazarse. Nadie en la cafetería sintió el ruido de las armas depuestas, ni siquiera los que estaban allí para mirarnos se percataron de cómo desmontábamos los muros que nos separaban. Al final, la mujer risueña de los filmes y la habanera que debió haber sido el hombre nuevo se dieron otro abrazo y se dijeron ?hasta luego?. Cada una se fue por su lado, regresó a su vida, delante de las cámaras o frente al teclado, en la gran Manzana o en un edificio modelo yugoslavo. Pero desde esa tarde, siempre que escucho a la tele bramar contra los vecinos del Norte, evoco a Julia, hago terapia recordando su risa y el pequeño armisticio que logramos aquel día.

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20 de enero de 2011
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Negocio con nicotina

Imagen tomada de www.esacademic.com Las manos se mueven seguras, veloces, apenas tienen 30 segundos para colocar en la parte inferior de la mesa los tabacos que irán hacia el mercado negro. Dos cámaras panean el salón donde las olorosas hojas se enrollan y terminan en cajas con el nombre de Cohiba, Partagás, H. Upmann. Cada ojo de vidrio gira 180 grados, dejando ?por muy breve tiempo? una zona ciega, una estrecha franja de torcedores sin vigilancia. Buen momento para poner fuera de las vista de los supervisores aquel lancero o ese robusto, que después será vendido al margen del mercado oficial. Otro empleado se encarga de pagar a los custodios para lograr sacarlo del recinto y en veinticuatro horas su fuerte aroma ya estará en las calles.

Cuando mis estudiantes de español me preguntan sobre la calidad de los tabacos que se venden ?por fuera?, bromeo diciéndoles que en el interior de dichas cajas bien podrían encontrarse el periódico Granma enrollado. Sin embargo, también sé que una buena parte de esa oferta clandestina es sacada de los mismos lugares institucionales donde se confeccionan los que se exhiben en las tiendas legales. Tres de cada cinco habaneros, en caso de ser interpelados, se vanagloriarán de conocer a un verdadero torcedor que consigue puros auténticos y frescos. El negocio de la nicotina involucra a miles de personas en esta ciudad y genera una red de corrupción y ganancias de incalculable tamaño. Su reto es que el producto final se parezca al que comercia el Estado, pero cueste tres o cuatro veces menos. Entre las proposiciones más comunes que reciben aquí los turistas se escuchan aquellas de ?¡Mister, cigars!?, ?¡Lady, habanos!?que les lanzan en cada esquina. Al menos, no resulta tan chocante como cuando el proxeneta les susurra un catálogo que incluye ?Chicas, Chicos, Chicas con Chicos?. Así la secuencia que comienza en la fábrica, en esos 30 segundos en que el lente de la cámara mira hacia otro lado, termina en un extranjero pagando por veinticinco tabacos lo que de otra manera sólo le alcanzaría para comprarse un par. Todos salen felices: el torcedor, el custodio, el vendedor ilegal y ? ¿el estado? bueno? ¿a quién le importa?

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17 de enero de 2011
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