Skip to main content
Escrito por

Félix de Azúa

Félix de Azúa nació en Barcelona en 1944. Doctor en Filosofía y catedrático de Estética, es colaborador habitual del diario El País. Ha publicado los libros de poemas Cepo para nutria, El velo en el rostro de Agamenón, Edgar en Stephane, Lengua de cal y Farra. Su poesía está reunida, hasta 2007, en Última sangre. Ha publicado las novelas Las lecciones de Jena, Las lecciones suspendidas, Ultima lección, Mansura, Historia de un idiota contada por él mismo, Diario de un hombre humillado (Premio Herralde), Cambio de bandera, Demasiadas preguntas y Momentos decisivos. Su obra ensayística es amplia: La paradoja del primitivo, El aprendizaje de la decepción, Venecia, Baudelaire y el artista de la vida moderna, Diccionario de las artes, Salidas de tono, Lecturas compulsivas, La invención de Caín, Cortocircuitos: imágenes mudas, Esplendor y nada y La pasión domesticada. Los libros recientes son Ovejas negras, Abierto a todas horasAutobiografía sin vida (Mondadori, 2010) y Autobiografía de papel (Mondadori, 2013)Una edición ampliada y corregida de La invención de Caín ha sido publicada por la editorial Debate en 2015; Génesis (Literatura Random House, 2015). Nuevas lecturas compulsivas (Círculo de Tiza, 2017), Volver la mirada, Ensayos sobre arte (Debate, 2019) y El arte del futuro. Ensayos sobre música (Debate, 2022) son sus últimos libros.  Escritor experto en todos los géneros, su obra se caracteriza por un notable sentido del humor y una profunda capacidad de análisis. En junio de 2015, fue elegido miembro de la Real Academia Española para ocupar el sillón "H".

Blogs de autor

Carta a un amigo

Decía Fernando Savater en el Ciberpaís de ayer que en Internet sólo visita las páginas hípicas y lee los blogs de los amigos.

¡Hola Fernando! No soy un caballo, soy un amigo. ¡Qué más quisiera yo que haber sido un caballo! Resígnate, como yo me he resignado.

Aquí me tienes, hablando con el universo. Es raro esto, ¿verdad? Hace un tiempo teníamos el convencimiento de que sólo merecía la pena hablar en círculos muy discretos y selectivos. Recuerdo como si fuera hace cuarenta años que éramos ferozmente partidarios de la oralidad, lo que generaba más de uno de tus espantosos chistes. Teníamos una cierta desconfianza ante todo aquello que no se dice a la cara. Por eso preferíamos la enseñanza de maestros como Agustín García Calvo o Rafael Sánchez Ferlosio en directo, que la de Nietzsche en papel. Las palabras hay que oírlas mientras están vivas, como la música. Leerlas es un grandísimo consuelo, pero consuelo al cabo.

De nuestro paso por San Sebastián tengo presente sobre todo la fraternidad entre profesores y alumnos. Formábamos una unidad ambulante y las clases se daban en las aulas, en las tabernas, por la calle o en la sidrería. Estábamos siempre hablando, disputando, discutiendo, pero sobre todo escuchando a los demás. Luego, claro, escondidos por las esquinas oscuras estaban los malos, los que ni escuchan ni hablan. Y los malos te han perseguido hasta el final. Por fortuna, ha sido su final y no el tuyo el que os ha separado.

En tus declaraciones dices que has usado mucho el teléfono móvil: “Hemos pasado unos años complicados y el teléfono evita la angustia de saber cómo están los tuyos”. Que lo hayas escrito en pretérito, ese “hemos pasado”, me ha dado una enorme alegría. ¡Os habéis librado de la peste! Te imagino ahora corriendo por la Concha, como solías cada mañana, y una multitud de espíritus buenos corriendo contigo una carrera invisible y dándote ánimos. Eres el superviviente.

No sé si tú también lo viste, pero ayer salía por la televisión el Tchelis declarando en la Audiencia. ¿Lo recuerdas? No recuerdo quién me dijo que tenía la celda empapelada con estampitas de la Virgen María. Había sido un alumno ejemplar en cuya tesis doctoral estuvo presente Maurice de Gandillac, si no recuerdo mal. ¡Qué catástrofe la de ese país! Les va a costar insomnios comprender la malignidad que les destruyó la razón durante decenios, la peste que ha contaminado a sus hijos y a sus nietos con un veneno que lo arrasa todo, a los asesinados y a los asesinos, necesitarán mucho coraje para comprender que no han ganado nada, que todo ha sido inútil y que sólo han producido océanos de dolor. Para nada, Fernando, para nada.

Me comentaba hace años otro de nuestros compañeros donostiarras que por lo menos los tiranos mesopotámicos dejaron esculturas, monumentos, zigurats, astronomía, poemas... En Rusia no ha quedado absolutamente nada del estalinismo. Las estatuas han sido inmediatamente destruidas, no sólo por representar al infame, sino porque eran esculturas infames. Tampoco en el País Vasco va a quedar nada de estos años tan criminales como idiotas. Nada para la memoria como no sean las tumbas. El mal, ya lo sabes, es siempre banal.

¡Qué fatiga, ¿no es cierto?, tener que ayudarles ahora a tragar su derrota!

Te envío mi mejor relincho. Y un abrazo para Sara.

Leer más
profile avatar
12 de mayo de 2006
Blogs de autor

La oscuridad

Armin Meiwes conoce a Bernd Brandes gracias al sistema de contactos globales puesto en marcha por Internet. Ambos pertenecen a un rincón extraño y subterráneo de la sexualidad. Sus deseos no son precisamente populares, aunque pueden llegar a serlo. Ambos son antropófagos.

Espero que aparezca un libro que explique con detalle los protocolos de la pareja. En este caso, los detalles son esenciales. La prensa dice cosas inquietantes. Por ejemplo, leo en El País de hoy esta línea de José Comas, corresponsal en Berlín: “Meiwes mató, con consentimiento de la víctima, al ingeniero Bernd Brandes, tras cortarle el pene e intentar comerlo juntos”.

¿Cómo ha dicho? La neutralidad informativa a veces es cruel.

No me interesa el asunto por morbosidad o esnobismo. Me interesa porque muestra de un modo casi intolerable la naturaleza del deseo, esa pasión de la que apenas nada puede decirse.

Solemos considerar el deseo como algo bueno (¡deseable!) y sin embargo es la mejor demostración de nuestra inconsistencia, debilidad y fragmentación. Deseamos porque somos incompletos. El humano perfecto carecería de deseos, ese es el principio ineludible de una enorme cantidad de literatura utópica y de ciencia-ficción. También, de la teología: los ángeles no desean.

Los humanos que deseamos, somos tanto más imperfectos e incompletos cuanto más violentos son nuestros deseos. Por fortuna, la mayor parte de la población no tiene excesivas dificultades para satisfacer sus deseos, aunque sea mediante placebos reunidos hoy bajo el término vacío de “consumistas”.

No obstante, algunos humanos son incapaces de aliviar la angustia de su fragmentación si no es mediante objetos escasos, peligrosos o criminales. En estos humanos suele fructificar eso que reunimos bajo otro término vacío: “lo patológico”.

Sin embargo, ellos sólo son el ornitorrinco, la jirafa, el elefante blanco de nuestra especie animal, nuestro espejo deformante. Es en ellos en donde podemos comprobar lo arbitrario del deseo que padecemos. Algunos desean pies, otros violan cadáveres, otros quieren acariciar pieles de visón, otros sólo cuero y látex, otros corderos y vacas, otros se traspasan las tetillas con alfileres, otros quieren ser pinchados por tacones de fino acero, leí hace unos días que se están disparando las ventas de porno escatológico. En el rincón último de la escala, los caníbales.

El deseo es tan diverso y arbitrario que en sus momentos superlativos señala un enorme vacío, el océano de nuestra carencia. El deseo, finalmente, se busca a sí mismo, pero fuera de sí. Es como tratar de salvarse de las arenas movedizas tirándose del pelo.

En los caníbales urbanos aparece el rastro último de nuestro recuerdo más primitivo. En el origen, todos hemos sido antropófagos. El Estado comienza cuando los notables reunidos en asamblea se comen al rey muerto. En las guerras antiguas devorábamos los sesos del enemigo. Los caníbales urbanos juntan lo más arcaico con lo más actual. Internet facilita la satisfacción de un deseo antediluviano.

De todo el asunto, lo que me sobrecoge es esta frase de la información antes citada: “El asesino y la víctima se conocieron a través de los foros de canibalismo de Internet”.

¿Cómo ha dicho? ¿Foros de canibalismo?

Leer más
profile avatar
11 de mayo de 2006
Blogs de autor

Repito el mensaje en tono mayor

Vuelvo a Barcelona después de unos meses de ausencia. El clima tornadizo de mayo me parece una bendición. A un día abierto y luminoso, como para hacer novillos mascando una brizna de hinojo, le sigue otro de borrasca precox con esos hilos de niebla enroscados al Tibidabo que acaban formando nubarrones y descargando abundante líquido a sacudidas, entre convulsiones, con prisas por terminar de cualquier manera, sin miramientos. La ciudad queda encharcada y muy nerviosa.

La ciudadanía barcelonesa, una de las más disciplinadas y dóciles de España, se entrega con pasión a los inventos municipales. Esta vez los espectáculos eran variados. Hasta un millón de barceloneses se juntó en las playas para asistir a una exhibición de aeroplanos. Los bellos fuselajes relampagueaban sobre el mar a cuatrocientos por hora en una competición que Faulkner ha descrito magistralmente en Pylon.

Otro millón se unió a la procesión religiosa y deportiva del equipo de fútbol local en una especie de Carnaval de Río donde jóvenes atletas brasileños en calzoncillos ocupaban el lugar de las sensuales bailarinas semidesnudas. Cataratas de confeti, selvas de serpentinas, cantos, bailes, mucha lágrima al paso de los adolescentes. Numerosos padres alzaban a sus criaturas en brazos, por encima del gentío, para que guardaran imborrable recuerdo, como en la liberación de París al paso de los tanques americanos.

Finalmente, otro medio millón participó en la maratón de El Corte Inglés. La foto de salida que reproducían los diarios regionales mostraba una fila de ancianas con gesto resuelto, una pierna avanzada, la otra en retroceso, inclinadas enérgicamente hacia delante, dispuestas a devorar a dentelladas el porvenir de sus ochenta años.

Durante esos días nadie pudo circular, ni trasladarse, ni emprender actividades productivas y hubo familias que no lograron alcanzar el hogar hasta la madrugada. ¿Qué importa? ¿Acaso hemos venido a este mundo para sufrir? Barcelona encarna aquello que Hegel llamaba “el domingo de la vida”.

Seguramente no hay muchas ciudades en el mundo que usen el espacio público de un modo tan desabrochado, como si la vida de sus habitantes no fuera sino una perpetua exhibición circense, con sus fieras y domadores, sus payasos saxofonistas, e incluso alguna severa ecuyère látigo en ristre. Los anhelos y deseos infantiles –volar, jugar al fútbol, correr en una maratón- se hacen realidad sin descanso gracias a unos concejales que cuidan este jardín de infancia ataviados, no con el gorro frigio, sino con el gorro rojo de Santa Claus.

La esencia misma de Barcelona, su verdadero ser, esa identidad tan pregonada por las élites nacionalistas, es un patio de colegio.

Leer más
profile avatar
10 de mayo de 2006
Blogs de autor

Comisarios en busca de empleo

Paso unos días en Barcelona tras varios meses de ausencia. Encuentro la ciudad cubierta por una fina película de barro rojo. La última vez que llovió, hace semanas, trajo el sutil polvo del desierto africano encelado entre las nubes. Nadie lo ha limpiado, ni siquiera los particulares cuyos coches están rebozados de limo y cubiertos de graffiti tipo: “So guarro”. Aspecto fantasmal, de ciudad abandonada.

El calor ya es veraniego y los árboles pierden la hoja. Hay una alfombra de hojas muertas, como si fuera otoño. Un segundo eco africano: el ruido, el caos circulatorio, el amasijo de personas en el centro comercial, las masas de turistas apenas vestidos, los inmigrantes que venden latas de cerveza por las Ramblas, los trileros, los ladronzuelos, las gitanas rumanas cargadas de niños sospechosamente atontados. También hay un recuerdo para el Nápoles de los años sesenta, aquella ciudad que, según Graham Greene era la primera ciudad de Oriente.

Por desgracia, nada hay en Barcelona que mantenga en pie, aunque sea con grietas, el augusto pasado del Reino de Nápoles, sus palacios, sus iglesias, sus museos, su sociedad burguesa, una de las más ilustradas de Italia, su pueblo llano tan vivaracho y más listo que el hambre. Esta es una ciudad levítica y sin gloria.

Los amigos están desolados por las chapuzas del gobierno nacionalista catalán. Como en tiempos de Franco, se divierten comentando los disparates de los ministros más chiflados. La última majadería, la del responsable de Turismo, un tal Huguet, ha sido proponer una ley que prohíbe a los comercios para turistas vender muñecos de bailarina flamenca o de torero porque “no son de tradición catalana”. También quiere prohibir la venta de sombreros mexicanos, que tienen mucho predicamento entre los ingleses y americanos. Espero que haya sido una ocurrencia pasajera. No lo es la prohibición de los toros. Se escudan en los grupos animalistas para suprimir lo que ellos consideran “una señal de identidad española”.

Es asombroso que los represores no se percaten de que en cada prohibición no sólo muestran su talante opresor, sino también la escuálida inteligencia que han recibido por herencia.

La prohibición de la pieza de Handke en el Odeon de París, un capricho del director de la Comédie-Française, Marcel Bozonnet, puede parecer más seria, pero es tan miserable como la de su imitador catalán. La libertad de expresión no es unidireccional y por mal que nos parezca la simpatía de Handke hacia Milosevic, no es peor que la de García Márquez por Castro.

Como dicen Kusturica, Jelinek, Modiano, y los firmantes de la carta de protesta contra el censor, ahora los dramaturgos deberán pedir permiso a Bozonnet cada vez que quieran ir a un entierro.

Uno imagina a Bozonnet, tan ufano como un funcionario del Reich de película cómica, estampando permisos sobre las instancias petitorias y decidiendo cuáles son los muertos buenos y cuáles los muertos malos.

Leer más
profile avatar
9 de mayo de 2006
Blogs de autor

Grandeur

Todavía hoy muchos franceses, sobre todo los agraviados, repiten incansablemente la palabra “Francia” en cuanto abren la boca y se refieren a ella como los catalanes cuando hablan de Cataluña, como un ser humano con sus hábitos, manías, amores, cóleras, deberes y demás adornos de los mortales, aunque con el paradójico sobreentendido de que la Patria es inmortal.

En Radio France hablaba esta mañana un ensayista cuyo nombre no he retenido y que utilizaba ese tonillo insoportable: “La France debe hacer esto y aquello por sus inmigrantes. La France tiene que pedir perdón por sus crímenes coloniales. La grandeza de la France la obliga a comprender a sus hijos árabes”. Y así sucesivamente.

Para distraer el asco, me fui a pasear por el soberbio hospital de los Inválidos, ese Escorial que Luis XIV ordenó edificar para dar asilo a sus soldados tullidos, una construcción severa, adornada tan sólo con cañones y bombardas, en cuya iglesia se encuentra la tumba de Napoleón como un escarabajo de pórfido finlandés en la celda fúnebre del faraón.

Si hay algo que queda lejos de la Francia actual es esa grandeza que utilizaba arteramente el quejica de la radio. Los cañones de Luis el Grande están magníficamente esculpidos, cubiertos de tritones, delfines, soles borbónicos, guirnaldas floreadas, parecen llevar borceguíes con hebilla de plata. Los cañones revolucionarios (quedan muy pocos) tienen el ascético aspecto de lo producido a toda prisa y con cuatro duros, son cañones sans culotte. Los cañones napoleónicos, los románticos cañones de la Grand Armée, de un verde aguamarina, ya han asumido la sobriedad burguesa y sólo las iniciales del Emperador decoran sus fustes. Los últimos cañones, los de la guerra moderna, son tan desnudos, eficaces, exactos e insípidos como un edificio de Gropius.

Nada queda de la Francia revolucionaria, nada queda de la Francia imperial, nada queda de la Grandeur, sólo la retórica barata del nacionalismo; unos tópicos que ya ni siquiera se atreve a utilizar la ultraderecha, pero que usan con todo desparpajo las almas bellas contra los franceses. Para que suelten la pasta, naturalmente.

Leer más
profile avatar
8 de mayo de 2006
Blogs de autor

Más música maestro

Lo mejor de la última película de Spike Lee (The Man Inside) no es la película, aunque supera con creces sus anteriores intentos de combinar una gota de sociología con el lenguaje macho que (según afirma) le permite exponer una cierta reflexión política a sus hermanos de los barrios criminales.

Será mejor que lo traduzca.

Spike Lee dice tener como propósito artístico consciente la construcción de un lenguaje que sea accesible para las gentes pobres y criminalizadas de los barrios negros americanos, a los que desea abrir los ojos. Con este propósito moralizante justifica dos acciones contrarias: se gana la voluntad del público blanco, culto y políticamente correcto, al tiempo que se permite facilidades comerciales que el público blanco y culto condenaría en cualquier otro artista. Eso es nadar y guardar la ropa con estilo.

Por esta razón el cine de Spike Lee a mi me ha sonado siempre lejanamente a cine español. Un cine que pretende ser ideológico, pero sólo para ocultar la codicia del taquillazo. La diferencia es que la parte comercial de Spike Lee cuenta con la mejor industria cinematográfica del mundo, de modo que sus películas son tan espléndidamente comerciales como casi todo el cine americano. En tanto que el cine español que dice no querer ser comercial, en efecto, no lo es, pero no porque no quiera.

Sin embargo, lo mejor de la última película de Spike Lee, como iba diciendo, es la canción con la que se inicia y termina. No figura en los principales títulos de crédito, donde la música viene firmada por el habitual (y gris) Terence Blanchard. Sólo se la menciona al final y en letra pequeña. Es la potente Chaiyya Chaiyya Bollywood Joint del prolífico A.R. Rahman, un tema que viene de la película Dil Se, de 1998, adaptado a hip-hop por el grupo Punjabi MC. Chaiyya había sido ya un éxito en India. También en DVD: lo bailaban los actores y comparsas del film en el techo de un tren a toda velocidad. Lo pasan en los pub ingleses a todas horas.

¿Por qué lo ha ocultado Spike Lee? ¿Había razones de copyright? ¿Motivos económicos? Sin embargo, ponerla como portada y colofón de su película la ha convertido en un artículo de culto que se está copiando por millones a través de Internet.

La teoría de la sospecha me inclina a pensar que Lee ha tratado con discreción a Rahman porque conoce a su gente y sabe que los hindúes son execrados por los racistas negros (la película se permite una escena burlesca sobre el turbante de un sigh), aunque me temo que los racistas negros no son fanáticos de Spike Lee.

No lo sé. Espero equivocarme. En todo caso, A.R. Rahman le debe el mejor lanzamiento que puede desear cualquier músico del tercer mundo.

El original está aquí.

Leer más
profile avatar
5 de mayo de 2006
Blogs de autor

Dime la verdad

Gracias a Xoan M. Carreira he podido leer el artículo de José A. Tapia titulado “Cien años de Shostakovich” que se publicó en mundoclasico.com el 28 de abril pasado. Tiene toda la razón: el comercio mundial ha elegido a Mozart para celebrar el centenario que toca este año porque no sabe qué hacer con Shostakovich de quien también es el centenario.

Tapia insiste en algo cada día más evidente pero que a mi me ha costado la befa de varios bobos solemnes: la música del siglo XXI no obedece a los mandos. Debería haber seguido la pista abierta por Schoenberg pero está cada vez más cerca de la de Shostakovich. Los ancianos profetas que aún llevan crisantemos a la tumba de Adorno y queman incienso en el altar de Boulez, lo tienen crudo.

Va a ser divertido, porque en países con escasa nervadura cultural, como España, todos los cargos administrativos y todos los prebendados oficiales pertenecen a la cuerda post-viena y post-darmstad. Una ruina.

Lo interesante del artículo de Tapia, sin embargo, no es el aspecto ultra académico de los músicos con plaza, sino la figura crecientemente enigmática de Shostakovich. El compositor ruso, como las muñecas que han hecho famoso a su país, va saliendo cada año de un Shostakovich anterior un poco más amplio. Al tiempo que reduce su tamaño, se oscurece su figura.

Hay un primer Shostakovich vanguardista, ultramoderno y bolchevique, a quien Stalin descalabra de dos collejas por enemigo del pueblo. Viene luego un Shostakovich que trata de ganarse a los funcionarios comunistas con obras dedicadas a la heroicidad de proletariado, sin ningún éxito. Inesperadamente, durante la guerra mundial las sinfonías que celebran los triunfos rusos sobre los ejércitos alemanes cruzan el Atlántico y son recibidas en EEUU como la gran música de los aliados europeos. Bernstein, sobre todo, lo convierte en un símbolo del triunfo democrático. De poco le sirve, porque las chinches del Partido siguen chupándole la sangre y es cuando Shostakovich compone sus obras más geniales y desoladas. Luego, cuando está a punto de conseguir la celebridad, se muere.

Y una vez muerto viene lo mejor, porque gracias a un falsario llamado Volkov (ensayista tipo Ramonet), aparece un Shostakovich anticomunista en perpetua conspiración contra Stalin, alguien que estuvo del lado de los Soljenitsin y los Sakharov y cuyas composiciones están trufadas de panfletos cifrados contra el sátrapa. Nada más falso, pero muy conveniente para escribir programas de concierto y contraportadas de CD.

En la actualidad, la mitad de la crítica afirma que Shostakovich fue un héroe de la resistencia y la otra mitad que fue un pobre hombre que se adaptó cobardemente y como pudo a un régimen genocida. Lo cual es de todo punto admisible y no afecta en absoluto a la calidad de su obra, sin duda una de las más duraderas del siglo XX.

La música tiene esa peculiaridad: puede ser verdadera, pero no por eso dice la verdad.

Leer más
profile avatar
4 de mayo de 2006
Blogs de autor

Cumplir con la obligación

Había que ir. No se podía uno escapar. Lo intenté un día, pero la cola daba cinco vueltas a la pirámide. Lo intenté una semana más tarde y llegué hasta la entada, pero para ver algo había que llevar periscopio: las masas se cerraban como bivalvos ante cada pintura. Por fin, esta mañana cumplí con mi obligación. Ya he visto la gran exposición que el Louvre dedica a Ingres. Menudo palo.

Ingres pintó toda su vida lo mismo. Escenas con griegos famosos (Edipo, Zeus, Aquiles), escenas con personajes famosos (Napoleón, Enrique IV, el Duque de Orleans), escenas con personajes desconocidos (el señor Bertin, la señora Leblanc, el señor Thévenin), escenas católicas (la Virgen, la Virgen, la Virgen), y señoras desnudas (odaliscas, bañistas, chicas del harén).

Todo lo pintó igual, fuera una señora en cueros o la Virgen de los Desamparados, un banquero o un ama de casa envuelta en fina hopalanda. En este sentido, fue ecuánime.

Quiso superar a Rafael sin conseguirlo, un propósito caprichoso donde los haya. Mientras tanto, Manet superaba a Rafael y a Ingres juntos, pintando muchísimo peor que ambos. Y es que el arte ya no iba por donde Ingres creía, sino por el lado salvaje, the wild side.

En una gran exposición como la que ahora comento con desvergüenza, uno se hace una idea bastante exacta de lo peor de un pintor. En el caso de Ingres creo haber dado con el punto. Y es que cuando pinta estampas católicas parece un pornógrafo desaforado, pero cuando pinta señoras en cueros parece un santo varón de exigua fauna y flora carnal.

A sus vírgenes de boca sensual y pecho tembloroso da un poco de vergüenza mirarlas a los ojos, pero las castísimas odaliscas y bañistas y harenistas, si oso añadir un neologismo a la ya muy cargada lengua española, podrían colgar de los muros del dormitorio de Monseñor Escrivá de Balaguer que Dios tenga en su gloria.

Lo mismo sucede con sus feroces guerreros, su Aquiles, su Napoleón, su Agamenon, que parecen muñecas de porcelana, son delicadísimos de miembro, quebraditos de cadera y finos de tobillo. En tanto que a sus damas burguesas de hacia 1830 sólo les falta el bigote para poder entrar en Las Cortes al grito de Todo el Mundo al Suelo.

Estas sorpresas tan desagradables, este dadaísmo avant la lettre, este gusto por desconcertar al pobre aficionado, me parece de muy mala entraña. De modo que lo execro.

Leer más
profile avatar
3 de mayo de 2006
Blogs de autor

Con permiso

Es uno de los mayores misterios, pero pasa inadvertido: nuestros gobiernos admiten unas muertes pero rechazan otras. O lo que es igual, dividen las muertes en honestas y pecaminosas. Luego distribuyen los fondos según mueras bien o mal. Las razones son siempre disparatadas, pero de aspecto razonable.

Así, por ejemplo, está permitido matarse con el coche. Los miles de muertos que adornan con sus huesos las carreteras, sólo consiguen de vez en cuando una campañita publicitaria que engrasa algún bolsillo desvalido. Las autoridades bostezan.

En cambio está totalmente prohibido matarse a cigarros. Si quieres hacerlo, tendrá que ser en tu casa, como si te inyectaras heroína. Hay cursillos para dejarlo, ayudas médicas, psiquiatras de acompañamiento, enfermeras a domicilio, premios, tómbolas, ferias, circos. Es una muerte muy mal vista por las autoridades.

Y lo mismo sucede con las grandes cifras. Ayer decía el diario que la malaria mata cada año a un millón de personas, “la mayoría niños menores de cinco años”. Es una cifra considerable, incluso sin el añadido piadoso. Sin embargo, no sólo es una muerte aceptada y bendecida sino que además el Banco Mundial se embolsa parte del dinero destinado a las ayudas hospitalarias porque le parece un despilfarro.

Durante el almuerzo, un experto de la Organización Mundial de la Salud, Jorge Alvar, me informaba ayer sobre otra muerte consentida, la que produce una enfermedad conocida como leishmaniasis, la cual mata dos millones de personas al año y produce una agonía espantosa. En España hay ciento cincuenta casos anuales.

Como sólo afecta a los pobres, ya que mata a quienes tienen un sistema inmunológico raquítico, y como no la ha adoptado ningún cantante rapado, modelo de corsetería o deportista de purpurina para hacerse publicidad, no llama la atención de los medios de comunicación. Son ellos los que deciden qué enfermedades son chulas y cuáles no, de cuáles hay que sacar foto y cuáles aburren a la clientela. En consecuencia, ellos deciden las muertes que el estado luego permite o prohíbe.

Sin embargo, no lo deciden en conciliábulo y con sulfúrica malignidad, por ejemplo eligiendo aquellas muertes que afecten sólo a los parias del mundo, ni siquiera es eso, sino la dejadez, la chapuza, que ni se enteran, que les importa un pito, que hoy hay partido, que el ministro del ramo no sabe escribir ese nombre tan raro, y otras cosas semejantes.

Las razones de la muerte siempre son de este calado. Totalmente idiotas.

Leer más
profile avatar
28 de abril de 2006
Blogs de autor

La pescadilla de Darwin

Los reportajes filmados tienen un mayor impacto que los escritos y sin embargo son más fácilmente engañosos. La selección de las imágenes sortea el razonamiento, incluso cuando se disimula con una voz en off. Al final uno se pegunta qué es exactamente lo que quieren de mi, qué me están vendiendo.

Creo muy ilustrativo el caso de Darwin’s Nightmare, documental muy encomiado que ha recibido toda suerte de premios y sobre el que pesa más de una sospecha.

Su autor, Hubert Sauper, pretende ilustrar un proceso de empobrecimiento paradójico. Los pasos son los siguientes. Primero se introduce la perca del Nilo en el lago Victoria: es un predador que en pocos meses destruye la totalidad de la fauna de aquel inmenso mar interior. Segundo, la perca proporciona hasta cincuenta toneladas diarias de carne de pescado que congela una empresa dirigida por técnicos indios o pakistaníes (no se aclara). Tercero, los habitantes de aquella zona pesquera de Tanzania no pueden pagar el alto precio del pescado por lo que se ven obligados a alimentarse de las espinas y carcasas (las cuales aparecen en la película cubiertas de gusanos). Cuarto, las aeronaves que transportan el pescado congelado llegan cargadas de armas para las guerras mafiosas de la zona. Sus tripulantes son rusos (en realidad, ucranianos).

El planteamiento es impecable. Ecología: la introducción de especies no autóctonas produce una hecatombe. Colonialismo: los indios dirigen una compañía de capital europeo que empobrece a los nativos. Gangsterismo: las mafias rusas surten de armas a los bandidos locales. Sexo y crimen: las mujeres empobrecidas se dedican a la prostitución y a veces son asesinadas (por los pilotos ucranianos, según se insinúa en la película). El sida hace estragos.

Pues bien, cada uno de estos pasos me parece muy débilmente argumentado y su presencia simultánea, la acumulación de mitos populares, me lleva a sospechar que el documental exagera hechos empíricos con fines comerciales a la manera del fraudulento Michael Moore.

Si ha desaparecido toda la fauna del lago Victoria, ¿por qué el problema es específico de este pueblo de Tanzania? ¿Por qué no aparecen otros puertos pesqueros que compartan esta desolación? Si la industria produce cincuenta toneladas diarias de pescado congelado, ¿cuántos puestos de trabajo ha producido y cuántas familias viven de ella? Si hay cientos de pobres que se alimentan de los restos, ¿no es lógico pensar que sin esos restos ya estarían muertos? La alta densidad de la prostitución y del sida, ¿no es exactamente la misma que en Johanesburgo o en Lagos?

Pero lo más sospechoso es la acusación de tráfico de armas. No hay una sola prueba. Los ucranianos no tienen ni idea de lo que traen de ida, si es que algo traen. Uno de ellos concede que “a lo mejor son armas”, pero como podría decir que pueden ser bombas atómicas. Si el tráfico tuviera la importancia que le da Sauper, ¿por qué no filmó una sola escena de descarga, por qué nunca aparece nadie para llevarse las armas, por qué no menciona un sólo jefe de bandidos que use las armas?

En efecto, ¿por qué no da un sólo nombre? ¿Qué industria europea se está beneficiando de la perca? ¿Qué capitalista local se enriquece con ella, qué ministro, qué coronel? ¿Qué presidente o primer ministro tolera el contrabando de armas? ¿Y cómo pueden los traficantes confiar esas armas a un puñado de cándidos cincuentones que permiten filmar libremente las bodegas y la cabina del avión (con fotos de los niños), así como la vida que llevan en Tanzania?

Fue una entrevista que hicieron a Sauper en el canal Arte para defenderse de las acusaciones de oportunismo y falsedad que le han llovido, lo que avivó mi escepticismo. El autor me pareció endeble, inseguro, incapaz de defender su punto de vista si no era con generalizaciones triviales. Sin duda, es alguien voluntarioso y quizás bien intencionado. Un producto estándar de la antiglobalización y lo políticamente correcto. Pero una nulidad, porque si lo que cuenta es falso, desprestigia a todo posible periodista honrado.

Aunque seguramente también es un tipo muy listo. Sabe que no hay género que guste más a los occidentales que las películas de terror en las que actúan de protagonistas. O sea, de asesinos.

Leer más
profile avatar
27 de abril de 2006
Close Menu