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Carta a un amigo

Por 12 de mayo de 2006 diciembre 23rd, 2020 Sin comentarios

Félix de Azúa

Decía Fernando Savater en el Ciberpaís de ayer que en Internet sólo visita las páginas hípicas y lee los blogs de los amigos.

¡Hola Fernando! No soy un caballo, soy un amigo. ¡Qué más quisiera yo que haber sido un caballo! Resígnate, como yo me he resignado.

Aquí me tienes, hablando con el universo. Es raro esto, ¿verdad? Hace un tiempo teníamos el convencimiento de que sólo merecía la pena hablar en círculos muy discretos y selectivos. Recuerdo como si fuera hace cuarenta años que éramos ferozmente partidarios de la oralidad, lo que generaba más de uno de tus espantosos chistes. Teníamos una cierta desconfianza ante todo aquello que no se dice a la cara. Por eso preferíamos la enseñanza de maestros como Agustín García Calvo o Rafael Sánchez Ferlosio en directo, que la de Nietzsche en papel. Las palabras hay que oírlas mientras están vivas, como la música. Leerlas es un grandísimo consuelo, pero consuelo al cabo.

De nuestro paso por San Sebastián tengo presente sobre todo la fraternidad entre profesores y alumnos. Formábamos una unidad ambulante y las clases se daban en las aulas, en las tabernas, por la calle o en la sidrería. Estábamos siempre hablando, disputando, discutiendo, pero sobre todo escuchando a los demás. Luego, claro, escondidos por las esquinas oscuras estaban los malos, los que ni escuchan ni hablan. Y los malos te han perseguido hasta el final. Por fortuna, ha sido su final y no el tuyo el que os ha separado.

En tus declaraciones dices que has usado mucho el teléfono móvil: “Hemos pasado unos años complicados y el teléfono evita la angustia de saber cómo están los tuyos”. Que lo hayas escrito en pretérito, ese “hemos pasado”, me ha dado una enorme alegría. ¡Os habéis librado de la peste! Te imagino ahora corriendo por la Concha, como solías cada mañana, y una multitud de espíritus buenos corriendo contigo una carrera invisible y dándote ánimos. Eres el superviviente.

No sé si tú también lo viste, pero ayer salía por la televisión el Tchelis declarando en la Audiencia. ¿Lo recuerdas? No recuerdo quién me dijo que tenía la celda empapelada con estampitas de la Virgen María. Había sido un alumno ejemplar en cuya tesis doctoral estuvo presente Maurice de Gandillac, si no recuerdo mal. ¡Qué catástrofe la de ese país! Les va a costar insomnios comprender la malignidad que les destruyó la razón durante decenios, la peste que ha contaminado a sus hijos y a sus nietos con un veneno que lo arrasa todo, a los asesinados y a los asesinos, necesitarán mucho coraje para comprender que no han ganado nada, que todo ha sido inútil y que sólo han producido océanos de dolor. Para nada, Fernando, para nada.

Me comentaba hace años otro de nuestros compañeros donostiarras que por lo menos los tiranos mesopotámicos dejaron esculturas, monumentos, zigurats, astronomía, poemas… En Rusia no ha quedado absolutamente nada del estalinismo. Las estatuas han sido inmediatamente destruidas, no sólo por representar al infame, sino porque eran esculturas infames. Tampoco en el País Vasco va a quedar nada de estos años tan criminales como idiotas. Nada para la memoria como no sean las tumbas. El mal, ya lo sabes, es siempre banal.

¡Qué fatiga, ¿no es cierto?, tener que ayudarles ahora a tragar su derrota!

Te envío mi mejor relincho. Y un abrazo para Sara.

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Félix de Azúa

Félix de Azúa nació en Barcelona en 1944. Doctor en Filosofía y catedrático de Estética, es colaborador habitual del diario El País. Ha publicado los libros de poemas Cepo para nutria, El velo en el rostro de Agamenón, Edgar en Stephane, Lengua de cal y Farra. Su poesía está reunida, hasta 2007, en Última sangre. Ha publicado las novelas Las lecciones de Jena, Las lecciones suspendidas, Ultima lección, Mansura, Historia de un idiota contada por él mismo, Diario de un hombre humillado (Premio Herralde), Cambio de bandera, Demasiadas preguntas y Momentos decisivos. Su obra ensayística es amplia: La paradoja del primitivo, El aprendizaje de la decepción, Venecia, Baudelaire y el artista de la vida moderna, Diccionario de las artes, Salidas de tono, Lecturas compulsivas, La invención de Caín, Cortocircuitos: imágenes mudas, Esplendor y nada y La pasión domesticada. Los libros recientes son Ovejas negras, Abierto a todas horasAutobiografía sin vida (Mondadori, 2010) y Autobiografía de papel (Mondadori, 2013)Una edición ampliada y corregida de La invención de Caín ha sido publicada por la editorial Debate en 2015; Génesis (Literatura Random House, 2015). Nuevas lecturas compulsivas (Círculo de Tiza, 2017), Volver la mirada, Ensayos sobre arte (Debate, 2019) y El arte del futuro. Ensayos sobre música (Debate, 2022) son sus últimos libros.  Escritor experto en todos los géneros, su obra se caracteriza por un notable sentido del humor y una profunda capacidad de análisis. En junio de 2015, fue elegido miembro de la Real Academia Española para ocupar el sillón "H".

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