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La máquina defiende su condición de heredera

 Si, como avanzaba en la columna anterior, la máquina heredera se hallará ante el juez no está entonces excluido que el magistrado la interrogue directamente y que responda a sus preguntas con aparente buen juicio, evoque   los lazos que le unían al finado, lamente su ausencia, defienda su derecho a ser beneficiada por el testamento y manifieste su intención de invertir la herencia de forma provechosa, tanto para la sociedad como para ella misma.

Sin duda el abogado de la parte contraria protestaría, argumentando que estamos sólo en presencia de un ser  maquinal, carente de la posibilidad de tener sentimiento  respecto a lo que le conviene o no, y menos aun de lo que conviene a la sociedad.  Vendría en suma  a decir, que se había asistido a una mera ficción pues en realidad  la máquina ni siquiera  habla.

El juez  da  entonces la palabra al abogado de  Lulu, el cual  argumenta  que  es  visible  a  todos los presentes que   el heredero ha mostrado no sólo como   ser hablante sino como un hablante perfectamente razonable. Y añade  este argumento: si en lugar de haber sido  convocada presencialmente por el juez,  este  hubiera decidido que Lulu hablara a través de un teléfono, ¿alguien  que no estuviera al corriente podría  sospechar que se trata de una máquina?

El otro abogado argüiría que su colega estaba haciendo un uso improcedente de un viejo problema filosófico planteado por Alan Turing, pero que había que ser serio, que una cosa eran los debates especulativos y otra muy diferente los vínculos económicos y las leyes que han de regirlos.

El abogado de  Lulu protesta entonces  diciendo que  no ve razón para excluir del debate lo que podían decir los filósofos sobre si el interesado habla o no habla.  El juez  le  da la razón y pregunta  al abogado demandante si tiene  algo que añadir.

Este  arguye  que si de argumento filosófico se trata,  el más ajustado sigue siendo  es  del profesor John Searle que desde medio siglo  atrás viene  clamando que, pese a  las apariencias de lo contrario, en la llamada inteligencia artificial lo único que hay son lazos sintácticos  y que para hablar de lenguaje es imprescindible que haya semántica.

El abogado de Lulu contraataca, diciendo que las objeciones de Searle son aplicables a una modalidad de inteligencia artificial incapaz de dar explicación de los fenómenos, pero en absoluto a un ente como Lulu, que razona realmente en todos los sentidos de la palabra razón archivados por Kant

Picado el juez en su curiosidad,  pide a uno y otro letrado que se explayen al respecto y así es como el debate jurídico  sobre la herencia de un millonario americano deriva en una elucidación sobre el valor respectivo  de la tesis de John Searle conocida como The Chinese Room, frente a la conjetura de una inteligencia artificial fuerte apuntada por Alan Turing. Todo ello con trasfondo de la triple crítica kantiana.

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13 de abril de 2022

Rutger Hauer, como el replicante Roy Batty en 'Blade Runner'

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Última

 

Permitan que cite un proverbio francés en el original, y luego lo traduzco: Partir c’est mourir un peu, mourir c’est partir un peu trop. O sea que partir es morir un poco, pero morir es partir demasiado. Bueno, pues no muero, pero sí parto. Me han acompañado a lo largo de muchos años en este rincón humilde y cálido. Hemos conocido épocas buenas, malas y peores. No hemos llegado al extremo de haber visto cosas que nadie podría imaginar: “Naves de combate en llamas en el hombro de Orión, relámpagos resplandeciendo en la oscuridad cerca de la entrada de Tannhäuser, todos esos momentos se perderán en el tiempo, igual que lágrimas en la lluvia. Llegó la hora de morir”. Y no las hemos visto porque no somos Rutger Hauer, que es quien modificó el guion de Blade Runner y añadió este admirable colofón. ¡Ojalá fuéramos Rutger Hauer!, pero sólo somos un minúsculo habitante del planeta Tierra y por mucha importancia que nos demos los humanos cada uno en su casa (no tenemos nada más valioso que nuestra pobre persona), no superamos el valor de una lombriz que horada paciente un agujero en la tierra para depositar su huevo. Bien es verdad que William Blake, que los conocía bien, dijo de los gusanos algo imperecedero: “La lombriz bendice el arado que la parte”. Y así es. Cuando uno es un buen gusano, un gusano educado, un gusano del que sus hijos y nietos se sentirán orgullosos, no puede sino aplaudir el verso de Blake, quien, por otra parte, siempre me ha parecido un pelmazo.

Así que no es cosa de morir todavía, pero sí de partir, aunque no tanto como para dejarles a ustedes huérfanos cada martes de qué bobada se le habrá ocurrido al Azúa este. De modo que a partir del día 26, martes, me encontrarán en otro lugar del periódico que me vio nacer y quizás me verá morir. Espero encontrarles de nuevo dentro de unos días, ¡no se vayan demasiado!

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12 de abril de 2022
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El lesivo pensamiento incesante en Fernández Porta

Estoy entre las que quisieron negarse a creer o aceptar lo que estaba pasando. No era negacionismo, sino estupefacción y resistencia a aceptar las palabras que circulaban para describir lo que estaba sucediendo. También me resisto a leer algo de todo lo que se escribió entonces o sobre lo que pasaba entonces. Tal vez sea así porque yo sí suelo caer en ese reconocimiento o empatía (las famosas neuronas espejo) con lo que leo y que tanto parece rehuir Eloy Fernández Porta: «Contra las poéticas clásicas, que valoran la empatía con los personajes, siento que hay algo trivial y narcisista en identificarse con un ser de ficción: un doble error que conduce a malinterpretarse a uno mismo y a malentender las cuitas del protagonista». En este caso, no quería que nadie me impusiera una forma de interpretar la extraña primavera del 2020.

A pesar de todo lo dicho, y de mi tendencia a abusar de la empatía para que el reconocimiento me acerque al otro, no puedo afirmar que lo que me ha atado literalmente a Los brotes negros, publicado en la colección de Nuevos Cuadernos Anagrama, haya sido un ejemplo de identificación. Porque, precisamente, cada uno tenemos nuestros propios brotes negros, y aunque el organismo que los causa tenga una forma similar para todo el mundo, no la tiene esa energía que se manifiesta y nos desborda.

Durante la presentación de este libro en Barcelona, a cargo de Jordi Carrión, se dijo que esta es una narración beckettiana de un cuerpo que se ha vuelto síntoma. Un delirio. Una serie de embates que son pura energía que aspira a ser agujero negro, a dominar al sujeto hasta hacerle gritar con una fuerza desconocida, autolesionarse o postrarse en medio de una plaza de una gran ciudad hasta que, literalmente, le recoge una sintecho.

El libro está repleto de escenas de una gran crudeza en lo que es una exhibición casi obscena del dolor. La vergüenza de mostrar esa flaqueza fue otro de los temas tratados en la presentación, así como el avance de la escritura terapéutica al artefacto literario. La crudeza o el dolor desbordados a veces caben en frases simples: «Puede haber alguna forma de libertad que consiste en perder todas las facultades», la liberación que supone estar incapacitado para hacer nada; o «Dame una tregua, cabeza. Por favor». Especialmente conmovedor resulta la exhausta súplica de clemencia.

A Fernández Porta pertenecen la voz crítica y el discurso más brillantes de su generación. Eso no significa que sea el que más guste o el que más proyección ha tenido. Leyendo Los brotes negros es inevitable pensar que el precio que paga por ello es, tal vez, demasiado elevado. Varias de las frases lapidarias que sustentan el libro van en ese sentido. ¿Hasta qué punto determinados esfuerzos y sacrificios han valido la pena? En la generación a la que pertenece, ni el talento ni la brillantez han bastado para alejar la precariedad económica. Y ya no se trata, o no sólo, del mito de la bohemia. La constante crisis económica, provocada por estallidos de burbujas inmobiliarias (con la sombra perenne de la corrupción política) o por pandemias mundiales, o por transiciones incompletas, es otro de los marcos de significado de este rico aunque breve libro. ¿Cuál es la semilla de la que ha de salir el brote?

Sin tener que identificarse plenamente con el protagonista, las escenas de Los brotes negros –ensayo, novela, documento confesional– colocan al lector ante muchas preguntas. Al intentar enfrentarse a ellas, realmente se produce un movimiento que no necesariamente, por suerte, ha de ser un acompañamiento en su descenso abisal. Un performer, conferenciante y ensayista rutilante en horas bajas a quien confunden con un sintecho ante el prestigioso centro cultural donde solía dirigir congresos. ¿En qué sociedad puede ser esta escena una consecuencia del amor? ¿De verdad el amor podría evitarlo? ¿Qué se arrastra en cada pérdida?

Dos días después de la presentación del libro de Fernández Porta, en la misma ciudad, en un centro cultural cercano a la plaza donde se produjo uno de los peores brotes del autor, se inauguraba una exposición sobre el psiquiatra Francesc Tosquelles. De nuevo la salud mental y sus representaciones en un lugar bien visible. Fernández Porta tuiteó frases geniales del psiquiatra. La artista Mireia Sallarès, a partir de las investigaciones de Joana Masó, ha realizado un magnífico documental para ilustrar la trayectoria de Tosquelles. Allí, en relación con Lacan y entre otras muchas aportaciones interesantes, se habla sobre cómo asumimos la asignación social que se nos hace, es decir, cómo ocupamos el lugar que se nos asigna. ‘Camuflaje’ y ‘máscara’ son conceptos clave para comprender cómo se consigue tal ocupación.

Fernández Porta en Los brotes negros, en varias ocasiones se retrata vestido como un pordiosero, sin el camuflaje necesario para ser reconocido como el pensador y ensayista que es. A veces la farmacopea es un buen camuflaje, o pretende serlo. Pero ha brotado alguna verdad en forma de puritito síntoma. Síntoma de qué. Síntoma con semilla en dónde. En una de las escenas que cierran el documental de Sallarès sobre Tosquelles, aparece el psiquiatra asegurando que el verdadero origen del surrealismo está en Catalunya, en los payeses de Catalunya, puesto que no hay nada más absurdo y misterioso que el hecho de enterrar una semilla en la tierra y esperar a que brote algo. También dice que, como psiquiatra, su único trabajo era ayudar a la gente a que vieran quiénes eran realmente, no lo que querían ni lo que creían ser: realmente arriesgado, el ejercicio de observar detalladamente lo que puede brotar.

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12 de abril de 2022
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Regreso a la oscuridad

Esta es una época en que muchos de los grandes dogmas del siglo veinte se apagaron para dejar paso a otros fragmentados y pequeños, pero dogmas al fin; desde las verdades alternativas, a los negacionismos, a las cancelaciones, todo atizado igual que las hogueras donde ardían los réprobos que se atrevían a alzar sus voces en contra de las verdades absolutas. Esas hogueras son hoy digitales, y en lugar de acercar un cerillo basta dar un clic.

Hace poco pasó por mi vista un meme muy aleccionador: la turba bíblica, armada de piedras, se dispone a lapidar a la mujer adúltera. Atrás, hay alguien que lo que tiene en la mano es un teléfono móvil “¿No vienes a apedrear a la mujer pecadora?” le pregunta uno de los ajusticiadores morales. “Prefiero trolear en redes sociales…así puedo tirar la piedra y esconder la mano”, responde.

Antes, las opiniones banales, las descalificaciones envenenadas, las mitologías cotidianas, las injurias, corrían como un río subterráneo. Hoy estallan en las redes pulsadas por manos anónimas, dirigidas no pocas veces desde las granjas de troles, donde se producen mentiras al estilo de Goebbels, e inducen a otros a sumarse a la corriente de las falsedades. Para saber cuántos de esos autos de fe digitales son salidos de esas fábricas de propaganda, capaces de provocar alzamientos callejeros, afianzar dictaduras y alterar resultados electorales, hay que leer el libro Esto no es propaganda, de Peter Pomerantsev.

Mi maestro Mariano Fiallos Gil, rector de la pequeña universidad donde estudié, nos prevenía en contra de los ardides de la mentira disfrazada de verdad absoluta. Y predicaba el estado de alerta para revisar lo aceptado como verdad, porque la insistencia en la certeza es ya la caída en el error, las semillas del dogma generando la mentira.

Toda verdad absoluta, solía decir, sobre todo si se convierte en un sistema de ideas capaz de generar poder, ha conspirado siempre contra la integridad del ser humano, única medida de todas las cosas. Las verdades inflexibles e insustituibles, son dañinas cualquiera que sea su ámbito. Y, peor, las verdades ideológicas, que llevan a los alineamientos ciegos.

Una filosofía de la libertad, que es la base de lo que él llamaba humanismo beligerante. El humanismo en acción, crítico y siempre renovado, no el de los libros apolillados de los claustros.

Saber que nada de lo que es humano nos es ajeno, como Terencio en El verdugo de sí mismo. Y, como Erasmo, que no hay humanismo sin tolerancia, y que son los intolerantes los que siempre acusan de herejes a quienes no piensan igual; así lo explica, entre risas sosegadas, en su Elogio de la Locura. Y como Voltaire, que encontraba en el dogma el peor enemigo de la condición humana.

La mutabilidad del pensamiento como herramienta de la mutabilidad del espíritu. El esplendor de la edad de la razón, que comienza con Giordano Bruno, quemado en la hoguera, y se extiende hasta Voltaire autoexiliado en Ferney.

 "Comprendo que la duda no es un estado muy agradable pero la seguridad es un estado ridículo", había dicho Voltaire cargando siempre de ironía sus frases. Dudo, luego existo. La premisa revivida de Montaigne: "¿Qué sé yo?" en contra de la petulancia de la otra, "¡qué no sabré yo!". Cuando se llega a ser dueño de la verdad absoluta, el mundo se detiene en la locura de las ausencias, como temía Erasmo.

Los temores sobre la verdad absoluta son hoy más modernos que nunca, cuando todas las preguntas de la filosofía regresan a buscar el verdadero sentido del humanismo, que es el ser humano, soterrado antes bajo el culto del estado, luego bajo el culto del mercado, y ahora bajo el culto de las polarizaciones, alentadas por la propaganda, la gran diosa de la nueva era.

Si los viejos dogmas han sido fragmentados, hay algunos de las antes que permanecen intactos, como fantasmas del viejo pasado.

Para los antiguos nostálgicos de la guerra fría, y del paraíso carcelario que fue la Unión Soviética, y que son capaces de heredad su pensamiento pétreo a otros más jóvenes,  las bombas que caen en Ucrania sobre las estaciones de trenes, los mercados, los hospitales, las filas del pan, las ejecuciones en frío de civiles, maniatados y vendados, por las tropas rusas en retirada, son fabricaciones de la propaganda occidental, o son culpa de la OTAN por no respetar las seguridades geopolíticas de Rusia, imperio de segunda, pero imperio al fin y al cabo; o habrá que justificar los crímenes de guerra, o callarse, para no hacerle el juego a los Estados Unidos.

Verdades alternativas, lejos del humanismo, que comienza por la compasión, que no puede discriminar. Si se despoja de ese supuesto ético a cualquiera idea de socialismo, la ideología se convierte en una herramienta del crimen, alineada con el pasado, o lo que queda de él, o lo que se busca revivir de él.

Putin como sucesor de Stalin, en un regreso a la rigidez axiomática que busca encontrar nostalgia en el totalitarismo, y se convierte en el molde de la intolerancia, que lleva a la deshumanización del pensamiento. Todo vuelve así hacia la oscuridad del dogma.

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11 de abril de 2022
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La sorprendente censura de un poema sobre la guerra

 

Me gusta traducir por gusto poemas de mis autores favoritos y ahora que de nuevo hay ejércitos que matan en un rincón Europa, quise traducir uno sobre la guerra. Sé que los mejores se escriben o con la rabia del momento o con serenidad, pasado el tiempo. El poema que ha dedicado Simon Armitage a Ucrania, a partir de las imágenes de televisión, es muy malo, y no me atrevo a traducir del polaco "Hotel Ukraina", que Bohdan Zadura dedicó a los refugiados de Crimea y el Donbás, así que elegí uno de una guerra anterior, "Bosnia Tune" de Brodsky. La pasividad inicial de Occidente durante la guerra de los Balcanes indignó a muchos poetas, como Milosz, que lanzó una tremenda diatriba en su poema "Sarajevo", pero elegí el de Brodsky, porque lo había escrito en inglés y tiene más implicaciones ideológicas y dificultades técnicas. Al comparar traducciones en otros idiomas, me sorprendió que la mayoría hubiera optado por una versión de la primera estrofa edulcorada por la censura.

«As you pour yourself a scotch,
crush a roach or check your watch,
as your hands adjust your tie
people die.» (Mientras te sirves un whisky/ aplastas una cucaracha o consultas tu reloj;/ mientras tus manos ajustan el nudo de tu corbata, la gente muere)

en lugar de la versión correcta: http://www.spiritofbosnia.org/volume-2-no-3-2007-july/bosnia-tune-1992/ 

«As you sip your brand of scotch,
crush a roach, or scratch your crotch,
as your hand adjusts your tie
people die»

La sustitución de «scracht your crotch (te rascas la entrepierna) por «check your watch» (consultas tu reloj) era una catástrofe no sólo por su blandura, sino porque arruinaba el equilibrio eufónico del poema entero, la repetición del egoísta «tú» y la costumbre de Brodsky de intercalar expresiones de lenguaje vulgar. Juraría que el autor estuvo tentado de buscar rimas entre «bollocks» y «clocks». El traductor sueco de Brodsky pidió al poeta que le resolviera el misterio de las dos versiones. El poeta le dijo que había enviado el manuscrito a "The New York Times", pero que el editor le advirtió que el verso malsonante no encajaba en un «diario familiar». A alguien que había sufrido presidio en la URSS y había iniciado una nueva vida en EE.UU. le debió de parecer asumible, pero en un poema la alteración de una coma, una sílaba o un acento ocasiona un cataclismo. Pude asistir a un recital de Brodsky y quedé hipnotizado por la hermosa cadencia de sus poemas rusos, aunque no entendí ni una palabra.

En "Bosnia Tune" utiliza el tetrámetro trocaico (ocho sílabas, cuatro pies, rimas pares), inspirada en un célebre poema que Auden dedicó a Yeats (https://poets.org/poem/memory-w-b-yeats), métrica que Seamus Heaney, otro irlandés, también utilizó, cerrando el círculo, como homenaje a su amigo ruso, en "Audenesque" (https://poets.org/poem/audenesque). El poema de Brodsky formaba parte de una serie dedicada a Berlín y Belfast, así que no sólo se trata de simples juegos formalistas. En 1992 se hablaba mucho de que la auténtica Europa era la civilizada por el antiguo imperio romano y que más allá de estas fronteras campaban tribus salvajes, como el norte de Irlanda y las Balcanes. Ahora Europa y Estados Unidos se han apresurado a acudir en auxilio de Ucrania, sin cabalgar en la bomba atómica como el doctor Strangerlove, aunque quedan tentaciones de repetir el debate (Historikerstreit) que enfrentó a Nolde con Habermas para querer exculpar la conciencia alemana externalizando la barbarie nazi a Asia y Eurasia: hubo Holocausto porque antes hubo gulags. La misma táctica revisionista de la ultradrecha española: hubo Guernica porque había socialistas y comunistas en el gobierno republicano. Los crímenes rusos han galvanizado una nueva identidad europea en torno a la democracia, mientras en el otro bando, los autócratas rusos y chinos, después de un siglo oyendo eso de que «Occidente está podrido», siguen repitiendo el mismo estribillo que comparten con los yihadistas «Las evocaciones de la historia aquí —decía Brodsky— son pura tontería. Siempre que se aprieta el gatillo para rectificar el error de la historia, se miente. Porque la historia no comete errores, ya que no tiene propósito. Uno siempre aprieta el gatillo por interés propio y cita la historia para evitar responsabilidades o remordimientos de conciencia. Ningún hombre posee la capacidad retrospectiva suficiente para justificar sus actos, especialmente el asesinato, en categorías extemporáneas, y mucho menos un jefe de estado. Además, el derramamiento de sangre (…) es esencialmente un proyecto a corto plazo. Puesta en marcha por los jefes de estado locales, su objetivo principal es mantenerlos en el poder durante el mayor tiempo físicamente posible».

En cuanto a mi versión de "Bosnia Tune", intenté seguir la propuesta de Octavio Paz, practicar la diversión, y sustituí «cucaracha» por «araña», pero cuando lograba el trocaico, fallaban las rimas, y al revés. Seguiré intentándolo. Cortázar decía que el poeta es un prosista vago, y tiene razón si se refiere a España. El poeta de aquí tiene en general muy mal oído y los lectores además son también vagos y no exigen mucho (basta ver la poesía que encumbran o incluso a los cantantes de Operación Triunfo). Pocos poemas en castellano, catalán o gallego (no entiendo el euskera) podrían ilustrar hoy la idea de Brodsky de que la poesía marca el grado más alto de la evolución del lenguaje del ser humano, porque devuelve a las palabras el sentido alterado por el lenguaje político, económico o burocrático. Brodsky también sostenía que la poesía tendría que recibir el mismo mimo que la industria automovilística, pues invita a un viaje que lleva más lejos que un auto, a no ser que los gobiernos no quieran que sus ciudadanos emprendan ese viaje y les birle los medios para llegar a esos destinos que, no lo duden, existen.

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11 de abril de 2022
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Feijoo

“Feijoo” no se acentúa. La Academia lo deja claro: ‘aunque acostumbra a aparecer con tilde en los medios, su escritura correcta es sin tilde al tratarse de una voz llana acabada en vocal’. Y, por cierto, Núñez Feijoo no es la primera autoridad en llevar este apellido; Wikipedia nos recuerda que Benito Jerónimo Feijoo y Montenegro (Pazo de Casdemiro, Pereiro de Aguiar, provincia de Orense, 8 de octubre de 1676 - Oviedo, 26 de septiembre de 1764) fue un religioso benedictino, ensayista y polígrafo, y una de las figuras más destacadas de la primera Ilustración española, en igualdad de méritos con el valenciano Gregorio Mayans. Benito Feijoo es autor del discurso “Defensa de las mujeres” (1726), considerado el primer tratado del feminismo español.

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11 de abril de 2022
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Mirarnos en el espejo de Dennis Littler

 

Esta foto se llama “John, Paul, George and Dennis”, y fue tomada el 8 de marzo de 1958 por Mike McCartney, en la recepción de la boda en Liverpool de Ian Harris con Jackie Gavin. El novio era primo de Paul McCartney.

En uno de los grupos de Facebook que sigo sobre Los Beatles (soy muy fan) alguien puso el otro día esta foto, asegurando que era la primera foto en color de The Quarrymen (los fans del cuarteto ya sabrán que es el nombre del primer grupo de los adolescentes Paul, John y George). En la foto el más joven es el niño de la izquierda, George Harrison: recién había cumplido 15 años.

“Fue fotografiado”, explica el autor del post, “tocando su guitarra Hofner President, un modelo acústico sunburst al que añadió una pastilla. Un John Lennon de mejillas sonrosadas se encuentra en el centro de la imagen, parcialmente oculto detrás de los mástiles de guitarra cruzados de Harrison y McCartney. Lennon tocaba una guitarra acústica oscura, probablemente su primer instrumento en un estado decente luego del banjo, una Gallotone Champion de tres cuartos. A la izquierda de Lennon estaba Paul McCartney, tocando una guitarra acústica Zenith Model 17 archtop fabricada por la compañía alemana Framus. Esta fue la segunda guitarra de McCartney”.

Encuentro que esta foto es extraordinaria. Después de escuchar mil veces las canciones de la futura banda de estos tres genios (faltaban años para que apareciera Ringo Starr), después de leer varios libros y toneladas de artículos sobre sus vidas, caminos artísticos e ideas, después de ver el gran documental de Peter Jackson con material inédito sobre el final de la banda… aquí está el germen de los artistas más influyentes en la música popular de la segunda mitad del siglo XX.

Mírenlos: están a punto de saltar como felinos sobre sus propios personajes, a punto de convertirse en ellos mismos. El sonrosado Lennon tiene algo que decirnos, algo que comunicar al mundo. Toda su rubicunda cara está volcada a transmitir un mensaje. Todavía no sabíamos que más de medio siglo más tarde seguiríamos viviendo en sus sueños. Paul quiere tremendamente que lo miremos, que lo admiremos, que lo amemos. Su mensaje es él mismo; es la estrella, que consigue meternos en la cabeza y el espíritu sus canciones perfectas junto con su personaje de trovador guapo e intenso. En el rincón, George ya está tranquilamente desesperado por hacerse notar; sus manos tocan como el gran guitarrista que siempre fue, pero sus ojos nos miran como intentando un diálogo preciso, individual: él tiene algo propio para compartirnos.

Es casi impúdico estar viendo esta foto: son nuestros queridos artistas antes de ser los que amamos, es el pájaro majestuoso aún dentro del cascarón, la mariposa en su larva, Shakespeare aprendiendo a deletrear, Mozart garabateando en su primer pentagrama.

Pero de todos los elementos de esta foto, a mí lo que más me impresiona es el Dennis de “John, Paul, George and Dennis”. ¿Quién es este gordito con corbata a rayas, pulóver de figuras geométricas, vaso grueso de cerveza negra y cara de nada?

“Dennis Littler era un invitado a la fiesta que bebía cerveza fuerte y era vecino de Ian Harris”, ese es el dato que proporciona quien subió la foto al grupo de admiradores de los Beatles. Harris, el novio de 19 años, lo debe haber invitado porque eran amigos, o porque le hizo un favor, o porque se lo encontró en la calle y quiso que su boda estuviera más concurrida. Las cosas suelen suceder con menos razones que en las novelas. De la misma forma en que tal vez la madre de Ian le debe haber dicho: ¿no recuerdas a tu primo Paul, el que toca la guitarra? Bueno, tiene un grupo ahora, ¿por qué no lo invitas a que toque en tu boda? E Ian, que probablemente no lo había escuchado, pensó que era una buena idea. Por un par de libras y unas pintas de cerveza, los muchachos tocaron en la boda. ¿Habrá durado el matrimonio de Ian con Jackie? ¿Seguirá en contacto con su primo Paul?

Pero no quiero salirme de mi duda esencial. ¿Qué pasó con Dennis? ¿Habrá tenido conciencia de que una vez, por casualidad, entró en una foto con los futuros músicos de los que hablaría el mundo entero? ¿Se habrá dado cuenta acaso de que Mike estaba sacando una foto y él entraba en el encuadre?

Realmente parece en esta foto como un ser de otra galaxia: de la nuestra. Es como cualquiera de nosotros, un muchacho tranquilo, apocado, con los anteojos ya empañados por la cerveza, incapaz de hacer rimar el pulóver con la corbata. Destinado a una vida que solo quedará en la memoria de los suyos, como casi todos.

Lo busco en Internet. Lo encuentro. Dennis Littler es hoy un señor mayor, con cuerpo rotundo y cara abotargada, que recuerda esos días de finales de los cincuenta en varias entrevistas por aniversarios de los Beatles. “Cuando Paul, John y George empezaron a ensayar con su propio grupo en casa de tía Ginny (la madre de Ian), ellos nos admiraban. Querían juntarse con nuestra banda. Nostros los rechazamos, eran demasiado jóvenes y sin experiencia; todavía estaban en el colegio. Nosotros eramos algo mayores, con algo más de trayectoria…”

Dennis recuerda que John Lennon le pedía que le prestara su guitarra de 19 libras; la del futuro Beatle era un castigado instrumento por el que había pagado una libra y media. Pero según recuerda Littler, en tres semanas los chicos tocaban ya mucho mejor que ellos. “Paul lo hacía mejor que mis mayores esperanzas”.

La guitarra era para diestros, Paul era zurdo, pero en minutos ya dominaba cualquier melodía.

Vuelvo a mirar la foto. Claro, en la única foto que trascendió de Dennis Littler está sosteniendo su vaso de cerveza con la mano derecha. Pero es el gesto, la mirada, la actitud lo que llama mi atención. ¿Será que yo sé, que todos sabemos, lo que después pasará con George, John y Paul,? Vuelvo a mirar la foto. Veo ahora que el fotógrafo aficionado Mike McCartney no pudo enfocar a los músicos sin Dennis. Estaba casi metido en el rincón con ellos, pegado a sus guitarras, como una presencia incómoda, tal vez recordándoles que él era el chico mayor dueño de la buena guitarra, el que ya había actuado en bares y había ganado unas libras en este oficio. Parece pensar: “a ver cómo lo hacen estos chicos”… y no se imaginaba que estos chicos cambiarían la historia de la música.

Somos nosotros los que vemos a los genios en ciernes y al joven aterradoramente normal que sorbe su cerveza negra mientras la genialidad se le manifiesta en sus narices.

Sin Dennis esta foto no sería tan genial, tan premonitoria, tan terrible. Dennis somos nosotros. Estábamos ahí. El fuego ardía a nuestro lado, no en nuestro interior. ¿Cómo pudo soportarlo el bueno de Dennis Littler todos estos años?

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10 de abril de 2022
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La balada de Javier Goñi

 

Irónico y severo,

afable, burlón, generoso y atento

al despliegue incesante del teatro del mundo,

 

lector empedernido

de los clásicos y los modernos,

amante de secretos incalculables,

maestro en el arte de la sinceridad

y de la simulación, pues a ambas ha de recurrir

la mente prudente y sabia

en esta selva de fieras y de lágrimas.

 

Amigo leal hasta la muerte,

fuiste la encarnación

de la dignidad humana

y de la buena voluntad,

y tu sentido de la amistad era tan indestructible

que ni siquiera lo podía destruir la traición.

 

Te recordaremos siempre.

 

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7 de abril de 2022

Un aula vacía en un colegio público. Kike Taberner

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Ignaros

 

Sean quienes sean los que están pariendo la ley educativa más absurda de todos los tiempos, lo cierto es que la están haciendo a la medida de su entendimiento

La ley de educación que se está forjando en las catacumbas del Gobierno (aunque es improbable que ni un solo alto cargo socialista arroje a sus hijos a semejantes fauces) es un prodigio de transparencia. Un documento tan fiable sobre el alma progresista como lo es la radiografía de un tuberculoso sobre sus pulmones.

Primer punto: los gobernantes que nos someten a sus doctrinas no son educadores. Ellos creen que la educación es un útil que sirve para fabricar súbditos destinados a votar a los partidos llamados “de izquierda”. Ninguna otra actividad mental o física de los niños les interesa más que su futura papeleta. Que vote progresista, aunque sea un tarugo, vienen a decir, dando por supuesto que no hay en ello una temible duplicación.

Segundo punto: no hay un autor, un responsable, un ideólogo que ponga rostro, nombre y explicación a este artículo de ingeniería social. Por lo menos con aquella señora Isabel Celaá, que ahora sabemos que era (y seguirá siendo) millonaria, podíamos identificar un personaje con toda la suerte de desatinos que proponía.

Tercer punto: sean quienes sean los que están pariendo la ley educativa más absurda de todos los tiempos, lo cierto es que la están haciendo a la medida de su entendimiento. Así, por ejemplo, la supresión de los suspensos debe de ser algo que llevan sobre la conciencia desde que pisaron su primer colegio. Saben que la ocultación del fracaso, disimularlo o mentir sobre el mismo, conduce al éxito en España. Lo que ya le ha sucedido a mucho alto cargo actual. Todo lo cual explica que los socialistas pudientes envíen a sus hijos a colegios privados, preferentemente extranjeros, sobre todo en sociedades tan sectarias como Cataluña. Que los pobres sean ignorantes está sancionado por la ley de Dios, pero que también lo sea el hijo de un ministro, eso es algo intolerable.

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5 de abril de 2022
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Más bofetadas

El guantazo sin guante de Will Smith  a Chris Rock admite muchas lecturas, desde las conyugales a las raciales, dos apartados en los que no puedo ni debo meterme. Quedándome pues en la superficie del acontecimiento, me fijaré en las afrentas que Hollywood ha perpetrado en su larga historia, abofeteando con su silencio (la no nominación) o su lastimosa votación (dar premios por piedad, y no por calidad). No le doy yo por eso gran importancia a la premiación y a su historial (que a veces sí ha acertado), acostumbrándome por ello a no hacer quinielas o, en mi juventud, cuando sí las hacía, a perderlas.

Como bofetada simbólica y comentario avieso a los Goyas, los Oscars y demás carruseles de la fortuna, añado aquí mis Top Ten del año 21, en la llamada Lista de Ferré, que cada año convoca (sin conceder laureles tangibles) el novelista y gran experto cinematográfico Juan Francisco Ferré.

Lista de Ferré 2021

  1. Spencer, de Pablo Larraín. No sé por qué nadie lo ha dicho, pero es evidente que Spencer, que no tiene nada de novela rosa, es un remake aventajadísimo de El resplandor de Kubrick, en el que el hotel Overlook se convierte en un palacio real, y el crimen parece formar parte del sistema monárquico.
  2. El diablo entre las piernas, de Arturo Ripstein, o el gran maestro mexicano en el máximo esplendor de lo grotesco y el teatro de la crueldad bien hablada. O bien escrita: los diálogos de Paz Alicia Garciadiego vuelven a ser magistrales.
  3. La hija, de Manuel Martín Cuenca, o la apoteosis del fuera de campo fetal. Descarnados paisajes, angustia encarnizada.
  4. Tre piani (Tres pisos) de Nanni Muchos añoran al comediantee Moretti, que tampoco en esta última película suya comparece. Su vena dramática es tan propia, tan conmovedora, que vale la pena sacrificar las risas en aras de una serena emoción.
  5. Madres paralelas, de Pedro Almodóvar. La unión de la vida privada y la violación de la historia de un país en un ensamblaje tan brillante como austero.
  6. La ruleta de la fortuna y la fantasía, de Ryûsuke Hamaguchi. El film de sketches como revalorización japonesa de una vanguardia europea de los años 1970.
  7. El buen patrón, de Fernando León de Aranoa. Farsa político-laboral de gran calado, con un reparto coral de altura y un inolvidable Javier Bardem de maestro de ceremonias.
  8. La fuerza del perro, de Jane Campion. Ni los caballos de García Lorca fueron tan queer como los de este western melancólico.
  9. Small Axe, capítulos 3,4 y 5, de Steve McQueen. Una odisea negra con música.
  10. First Cow, de Kelly Reichardt: la llegada tardía a las pantallas españolas de una cineasta de culto.
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3 de abril de 2022
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El Boomeran(g)
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