Skip to main content
Category

Blogs de autor

Blogs de autor

Proverbios de un mundo en extinción

Hoy no voy a contarles nada. He estado leyendo La posibilidad de una isla de Michel Houellebecq, y me he empezado a preguntar si tiene algún sentido, si algo lo tiene. Houellebecq es una patada al cerebro. A continuación, algunos ejemplos para alegrarles el día.

Sobre las mujeres: “”Puede que en una época anterior las mujeres se encontrasen en una situación semejante a la de un animal doméstico. Sin duda existía el placer de constituir un organismo funcional, adecuado, concebido para llevar a cabo una serie discreta de tareas. Todo esto ha desaparecido. Ya no podemos atribuirnos un objetivo. Pasamos por la vida sin alegría y sin misterio, el tiempo nos parece breve”.

Sobre la vida en pareja: “La soledad en pareja es un infierno consentido”.

Sobre el amor después del sexo: “cuando desaparece la sexualidad, lo que aparece es el cuerpo del otro, con su presencia vagamente hostil; los ruidos, los movimientos, los olores; y la presencia misma de ese cuerpo que ya no podemos tocar, ni santificar mediante el contacto, se convierte poco a poco en algo incómodo”.

Sobre la familia y los hijos: “Desde hacía varias décadas, el despoblamiento occidental era objeto de lamentaciones hipócritas. Por primera vez, había jóvenes educados y con buen nivel socioeconómico que declaraban públicamente no querer hijos, no sentir el deseo de soportar las preocupaciones y cargas asociadas a la primogenitura. Por supuesto, una relajación semejante tenía que ser emulada”.

Sobre la amistad: “Lo único que consigue dar al traste con tus últimas ilusiones sobre la humanidad es ganar rápidamente una importante cantidad de dinero; entonces ves llegar a los buitres hipócritas. Yo era lo bastante cabrón y cínico como para darme cuenta, pero amigos, ya no tenía”.

Sobre la sensibilidad: “Es obvio que la crueldad y la compasión ya no tienen mucho sentido en las condiciones de soledad absoluta en que se desarrollan nuestras vidas. Algunos de mis predecesores manifiestan una extraña nostalgia de esta doble pérdida; luego esa nostalgia desaparece para dejar paso a una curiosidad cada vez más ocasional”.

Sobre el sexo: “Llegaron al mercado robots humanoides provistos de una vagina artificial activa. Tuvieron el éxito de la curiosidad durante unas cuantas semanas; luego, de golpe, las ventas cayeron en picado. Algunos pensaron que se trataba de una voluntad de retorno a lo natural, a la verdad de las relaciones humanas: lo cierto es que, sencillamente, los hombres se estaban dando por vencidos”.

Demoledor ¿verdad? Pues eso. Sólo quería compartir con ustedes esas ganas de vivir. Espero que mañana sea un día mejor. Pero no creo que lo consiga.

Leer más
profile avatar
6 de junio de 2006
Blogs de autor

Una ilusión fugaz

Navego en un crucero por el Báltico y transmito desde un Internet infame. En uno de los puentes,  de espaldas a una escalera imperial de barandas doradas, se encuentra un cartel apoyado sobre un trípode, con estas célebres palabras de Oscar Wilde: "Lo superfluo es imprescindible; el lujo es la nutrición del espíritu".

Los más de mil quinientos pasajeros, jóvenes empleados, que circulan sin tregua por las muy doradas instalaciones del barco se reflejan en sus espejos, se recuestan en los divanes corridos, entran al lugar de las apuestas, saturan los diversos comedores, bistrots y café bar, y donde se sirven comidas y cócteles como en una factoría  destinada a satisfacer los deseos inmediatos del cuerpo y la selección de gratificaciones que nacen de los ambientes de la vacación.

En este recinto flotante, especie de organismo recargado y obsceno, nos comportamos como dentro mismo de un estómago de placer, preconcebido, decorado y ambientado para que junto a la inmensidad del mar se comporte como un mundo sin ubicación, extraído de la textura laboral y familiar, desposeído de sacrificio, dispuesto para hacer creer que basta el impulso del placer para darle consistencia y vida. Y también propulsión mecánica, puesto que si nos desplazamos sobre las olas y entre ventoleras heladas es por efecto de la acumulación de seres comunes que se han otorgado el derecho a cambiar la abnegación laboral por la voluptuosidad del ocio y la hora de fichar por este horario laxo y extendido sobre un surtido de ofertas para crear o fingir complacencias sin aparente limitación.

En definitiva, este buque factoría de lujo popular se comporta como los demás barcos manufactureros que se cruzan por estas aguas y las de mayor altura. El buque toma la materia prima desorganizada para tratarla como una futura pasta que deberá segregar deleite y, al cabo, forzados deseos de existir. Existir en una existencia privada de espinas como hacen los barcos que pescan y enlatan la carne del atún, ya limpia y exenta de todo lo que evoca la muerte o el caos.

En este barco enorme se reorganiza modestamente el mundo o se recompone en un orden que, desde luego, no podría sostenerse demasiado tiempo en atención a los horribles vestidos de cóctel que desfilan casi de continuo, y debido al alto volumen de las conversaciones en grupo, se trate de una aglomeración en el ascensor o en los mismos pasillos de los camarotes. Sin embargo, ¿cómo podría esperarse un orden más estable en un proyecto que va destinado a la explosión? Todos cuantos habitamos esta nave rolliza, demasiado oronda para ser respetada o funcional, conocemos que esta aventura es, sobre todo, interior y huera. Preparada detenidamente para extinguirse en una cercana explosión final, nacida de un mundo de ilusión precocinada y dirigida internamente a  quemarse en su misma fugacidad, en esta bufonería que remeda a Oscar Wilde, no ya como provocación sino como merecida autocompasión del empleado común. El lujo de darse lujo sin pagar demasiado caro y de entregarse conscientemente, como materia prima de placer, al sistema productor de la sociedad multinacional, que gobierna la muy humana y fútil peripecia de este crucero por el Báltico.    

Leer más
profile avatar
6 de junio de 2006
Blogs de autor

Un gran tipo

El jueves primero de junio, el diario Libération dedicaba sus páginas principales del suplemento de libros a Juan Marsé. Bajo el incomprensible título de La Planete Marsé, un largo artículo de Philippe Lançon contaba al público francés, con mucho respeto y simpatía hacia el protagonista, la increíble historia de cómo fue adoptado en un trayecto de taxi. Es su mejor novela.

La primera vez que oí esa historia, la contaba el propio Marsé con el inevitable whisky haciendo clinc clinc en su mano y ese estilo despacioso, tranquilo, sosegado, más americano que europeo, con el que suele contar sus historias.

Su padre biológico, un taxista, había comentado con la pareja que viajaba en su coche las dificultades que tenía para criar al recién nacido, toda vez que la madre había muerto de posparto. La pareja, que no podía tener descendencia, acordó de inmediato la adopción. Así de rápido, así de simple, carambola, una belleza.

Marsé volvió a ver a su padre biológico en varias ocasiones. Siempre habla de él con cariño. La última escena, con el viejo taxista mostrando recortes de prensa a la gente del pueblo y exclamando con patético orgullo: “¡Es mi hijo!”, resulta tan melodramática que necesariamente ha de ser cierta.

Explicar Marsé a los franceses no es fácil. El autor del artículo, por ejemplo, tiene una visión surrealista del escritor. Dice: Marsé a l’air d’un vieux paysan pauvre dont les rêves demeurent violents et rafinés. ¿Marsé un labriego pobre? ¡Cielo santo! ¡Pero si Marsé es el doble casi exacto de Derrida! ¡Si tiene aspecto de profesor de filosofía de la Sorbona! Este hombre no ha visto en su vida “un paysan pauvre”. No los hay por París.

Y luego insiste mucho en que si las putas de Barcelona, que si el Barrio Chino, que si el antifranquismo, y otros tópicos del siglo pasado, como si Marsé fuera Claude Simon, errando absolutamente la diana. Marsé es un escritor delicado, lírico, en absoluto realista, en todo caso impresionista. Sus personajes nunca están vistos desde el exterior mecánico, social y naturalista del realismo, sino desde la intimidad poética.

El tiernísimo inmigrante de Últimas tardes con Teresa, el Pijoaparte, es mucho más espiritual que los chicos de clase alta a los que quiere parecerse. Y Marsé lo sabe. En su mundo siempre hay madres acogedoras, y si son putas son igualmente maternales y acogedoras. Y si son criadas o sirvientas, son aún más maternales y acogedoras. Las mujeres acogen y consuelan a unos pobres tipos incapaces de matar a una mosca e inútiles para alcanzar las metas que se han propuesto.

Aparte de que hay matices imposibles de transmitir a los franceses. Marsé es el único escritor catalán que ha dicho lo que había que decir sobre las novelas de Mari Pau Janer y sobre los premios Planeta y sobre un intocable del régimen como Baltasar Porcel.

Juan Marsé no es un campesino pobre, sino un caballero, y un caballero absoluta y radicalmente libre.

Leer más
profile avatar
6 de junio de 2006
Blogs de autor

LA DENUNCIA

Los informantes, de Juan Gabriel Vásquez, es una novela que debería ser francesa. No ha sido traducida al francés, cuenta una historia ubicada en Colombia, pero se dedica a un rasgo fundamental del comportamiento público en Francia: la denuncia de un vecino, un amigo o un pariente a las autoridades. Sin buscar más lejos, el caso «Clearstream» que puso hace poco en el suelo la popularidad del primer ministro Dominique de Villepin, es un caso de denuncia falsa, hecha por un amigo de Villepin y con la ayuda de este, sobre el actual ministro de interior, Nicolas Sarkozy, quien supuestamente tenía cuentas bancarias en el extranjero. De diez investigaciones por fraude tributario que hace hoy en día la administración francesa de Hacienda, nueve tienen como origen una carta de denuncia anónima. ¡Vaya Francia, el país que inventó los derechos humanos y se dedica todavía a golpes sucios y anónimos!

Este comportamiento repugnante culminó en la Segunda Guerra Mundial durante la ocupación de Francia por las tropas nazis. Los alemanes no tenían mucho tiempo para investigar y cualquier denuncia por parte de lo que se llama “trumpeta” o “sapo” según el país de América Latina, tenía efectos imposibles de revertir. Es una actividad frenética en Francia, que se toca poco y muy mal en los libros de Historia. Si se busca una síntesis completa de lo que pasó en Francia en aquella época, lo mejor es leerlo en inglés. France: the dark years (Oxford University Press) de Julian Jackson, un profesor de la Universidad del País de Gales. Su libro no tiene algo parecido en francés. Y para entender lo que pasó entonces por la cabeza de los franceses, se puede leer Los informantes, pues tampoco existe en francés algo semejante a esta novela.

El libro se publicó en 2004 pero los amigos que me lo recomendaron en Madrid no se equivocaron al hablarme maravillas de este relato que tanta resonancia tiene con lo que ocurrió en Francia. Su tema, las Listas de Nacionales Bloqueados, es decir la lista de las personas que vivían en Colombia y, durante la Segunda Guerra Mundial, a instancias de EE. UU. tuvieron que dejar su casa, abandonar su negocio y vivir en centros donde se les vigilaba como  supuestos peligros que representaban para los países aliados en contra del Eje. El sistema se prestó para abusos de todo tipo, cuyas víctimas fueron comunidades de extranjeros así como colombianos con nombres alemanes. Tal como en Francia, se hacía un fideicomiso de los bienes, lo que permitía satisfacer los celos o la voluntad de eliminar su competencia por parte de los informantes. Y claro, tal como en Francia, hubo una furia de denuncia. Una de ellas es la columna vertebral de la novela.

No voy a contar nada, pero nada de nada de la historia, pues se trata de un puro ejemplo de lo que se llama en las universidades una metaficción. Un relato con otro relato por dentro construido con tanta habilidad que da la sensación, al profundizar la lectura, de que la novela cobra fuerza, velocidad y profundidad de manera continua. No dudo de las emociones de los protagonistas en esta aceleración permanente. En Francia, donde la historia de actos similares sigue siendo un explosivo silencio, lo poco que salió mostraba informantes, tal como lo escribe Juan Gabriel Vásquez, que no saben «lidiar con los hechos de su propia vida». La gran literatura es universal; Los informantes abarca por lo menos desde Colombia hasta Francia.

Leer más
profile avatar
6 de junio de 2006
Blogs de autor

En defensa del niño que hay en mí

No sé por qué tiendo cada vez más a meter niños en mis ficciones. Mi amiga Ana Tagarro me lo preguntó hace ya tiempo, cuando la tendencia estaba mucho más oculta que hoy. Todo lo que podía servir por entonces como prueba era el hecho de que mi primer novela, El muchacho peronista, y también la tercera, Kamchatka, estuviesen narradas por niños en primera persona. Hoy ya no podría alegar casualidad. Mi cuarta novela, La batalla del calentamiento, tiene entre sus protagonistas a una niña bastante peculiar. (No se preocupen, que no está narrada en primera persona. Para ser preciso, está narrada por una voz omnisciente que se expresa en la primera del plural…) Y ahí está mi primer libro para chicos, Gus Weller rompe el molde, a poco tiempo de salir a la calle. Y el cortometraje que estoy por filmar, Pibe, que utiliza a un personaje infantil del que espero sea mi primer largo. Mi hija Agustina comentó la cuestión hace pocas semanas: “A papá le gustan las historias con nenitos, qué tierno,” con esa mezcla de respeto e ironía simultáneas que tan bien manejan los jóvenes. Quizás deba atribuírselo al hecho de haber pasado casi diez meses en el vientre de mi madre, en vez de los nueve convencionales. Me sacaron por la fuerza, dado que yo no di opciones. Debo haber pensado que había logrado engañar a los médicos definitivamente, y creído que podría permanecer en mi escondite para siempre: un niño eterno.

Este fin de semana vi dos películas en las que los niños juegan roles centrales. Una es la iraquí-iraní Las tortugas también vuelan. La otra es la italiana Domicilio privado, de Saverio Costanzo. Por cierto, están muy lejos de ser películas infantiles. Las tortugas cuenta la vida cotidana de un grupo de niños iraquíes en vísperas de la invasión norteamericana de 2003, muchos de los cuales sobreviven vendiendo las minas que abundan en el territorio lindante con su campo de refugiados. A uno de los actorcitos le falta una pierna. A otro los dos brazos. Y no se trata, aquí, de efectos especiales. Domicilio privado cuenta la historia de una familia palestina cuya casa es ocupada por soldados israelíes. El matrimonio tiene cinco hijos: dos son todavía niños y los otros tres todavía no dejaron del todo de serlo. Los efectos de esta violación del espacio privado sobre los niños son los más insoportables, así como lo son también sobre las criaturas de Las tortugas, y por eso producen en sus narraciones el suspenso más intolerable que haya experimentado en mucho tiempo con película alguna.

El efecto es el mismo que perseguía Kamchatka: transparentar el horror de una política de Estado al narrar sus efectos sobre un niño, que es el inocente por antonomasia. Utilizar un protagonista maduro hace que el lector / espectador levante las barreras de sus prejuicios o de sus posturas fijadas, porque bien o mal el adulto toma decisiones respecto de su destino y por ende lidia con las consecuencias de sus actos. Pero el niño no, el niño tan sólo está ahí, no ha elegido nada, no ha decidido nada, las culpas que paga son siempre ajenas: no le queda otra que tratar de sobrevivir a la desgracia que le imponen, echándole al mal tiempo su mejor cara. El protagonista niño demuele todas las argumentaciones políticas e ideológicas de los adultos, ¡todas esas excusas!, porque ¿quién que no sea un cínico o un supremacista nato puede defender las bondades de una política que necesita torturar niños para imponerse?

Tengo otras razones para preferir a los niños como protagonistas de mis ficciones. (También los prefiero en la vida real; mis hijas se ríen de mí porque en las reuniones tiendo a huir del conclave de los adultos para jugar con los más chicos, que por cierto son más divertidos.) No pretendo originalidad al argumentar que encuentro en los niños lo mejor del animal humano: su exuberancia, su sentido del humor, su creatividad, su capacidad para encontrar el juego en todo, su desenfado, el surrealismo con el que discurre su pensamiento y la naturalidad con que se relacionan con las inmundicias que el cuerpo produce en todo momento. También tiendo a ver a los adultos en relación a la fidelidad o infidelidad con que se han comportado respecto de los sueños que alentaban de niños, quizás porque mis mejores momentos son aquellos en que permanezco más fiel a aquel aliento. Y no niego que en ellos también veo el germen del egoísmo y de la crueldad; pero al tratarse de niños, sé que el daño que hacen y se hacen al comportarse así no puede ser sino minúsculo; y que no podría decir lo mismo respecto de los adultos.

Dejé este texto a medio hacer durante unos minutos, para acompañar a Agustina hasta la parada del autobús. En el ascensor le dije que la había mencionado en el blog, y le expliqué por qué. Entonces sonrió con buena leche y dijo: “Es que vos siempre fuiste un nenito, y siempre vas a serlo”. Lo cual, imagino, hace innecesaria ninguna otra explicación.

Leer más
profile avatar
5 de junio de 2006
Blogs de autor

Kirchner-Calamaro

A veces, uno lee un artículo pensando “ya lo sabía”. Me ocurre hoy al descubrir un análisis que parece una meditación de Celia Szusterman, una profesora de «estudios latinos» en el sitio de Open democracy.  ¿Qué dice ella? Una cosa sencilla: cuando vemos el auge de la izquierda en América Latina, sería más sabio hablar de un retorno del populismo nacionalista. Lo vi de manera obvia en la enorme concentración que provocó Kirchner para el tercer aniversario de su llegada al poder. Este señor busca su papel en la película Evita. Es un peronista de raza pura y lleva su país hacia lo que es el corazón denso y duro de la cultura política de su tierra. En este caso, el autoritarismo que desprecia la democracia.

No hay ningún desprecio en lo que es una mera observación. Existen culturas políticas de las que los países no pueden desprenderse. En el caso de Francia, es la inestabilidad mal maquillada detrás de un supuesto racionalismo cartesiano. Desde la Revolución (la de 1789) Francia ha tenido dos imperios, tres monarquías, cinco repúblicas, un consulado, dos directorios («directoire» ni siquiera tiene una buena traducción al castellano); y hay que añadir a la lista el vergonzoso gobierno de Vichy que colaboró con los nazis. Un francés no se encuentra nunca en posición de dar una lección de política a ningún ciudadano de otro país del mundo, pero aquella situación no impide reconocer unos rasgos estables en una nación vecina.

Y además, este proceso no tiene que utilizar la historia y la política. Funciona bien, a veces mejor, con la cultura. Siguiendo con la Argentina creo que el movimiento de Kirchner caminando hacia el corazón político de su país se parece a lo que acaba de hacer el cantante Andrés Calamaro con relación al patrimonio musical de su país.

Visto desde París, Calamaro pasó por un momento clave en su generosa biografía: participó en la creación de «Los Rodríguez», la única banda hispanocantante que se puede comparar con los grupos míticos del rock anglosajón. Basta visitar una tienda y ver dónde son ubicados los discos de «Los Rodríguez» para entender que, tal como los de The Beatles o The Police, no pueden desaparecer. Y de pronto, este mismo Calamaro alcanza hoy la cumbre de la melancolía tanguera. Vuelve, mejor dicho nos trae a todos, a sus raíces: un canto de derrota sentimental, de vejez y vida perdida para decir esas historias que se cuentan con música de bandoneón. Pero hay una sorpresa: la presencia insuperable de la guitarra de Niño Josele. Sabemos que con la guitarra flamenca, todo cabe. Acepta la clave cubana como los textos de Georges Brassens o Léo Ferré. En este caso, la misma guitarra sostiene diez tangos de los más clásicos (cuatro son de Gardel) y no hay manera de eludir un pensamiento único: esto, sí, es Argentina y Calamaro está en su tierra.

Tinta Roja -título del disco- es una joya de una belleza triste; merece la palabra clasicismo. Calamaro vuelve así del rock internacional al tango de su país como una persona que dice basta ya de ir por todas partes y negarse a sí mismo. ¿Quién va a creer que este cantante que dice «quiero emborrachar mi corazón para apagar un loco amor que más que amor es un sufrir» es el mismo que lanzaba frente a muchedumbres, en una nube de marihuana, «Mi corazón, mi corazón es un músculo sano pero necesita acción»?

Leer más
profile avatar
5 de junio de 2006
Blogs de autor

Los prófugos del Perú

Cuando voy al Perú, me enfrento con la evidencia de que mis amigos y yo hemos crecido separados. Cada uno conversa con el recuerdo que tiene del otro, y fingimos que seguimos siendo los mismos porque ese recuerdo es lo único que nos queda de una época. En México, donde pasé mi infancia, no tengo con quién compartir los recuerdos, y con frecuencia dudo que sean reales. Ya ni en Madrid, donde viví hasta agosto, me quedan muchos amigos. Los momentos de la vida, como los montajes teatrales, tienen escenarios y actores distintos. Cuando se cierra el telón y uno hace mutis, cada función muere un poco, y parece más lejana de lo que es en realidad.

Por eso, me identifico con Ricardo Somocurcio, el intérprete y traductor que protagoniza la última novela de Mario Vargas Llosa, cuando dice: “había dejado de ser un peruano en muchos sentidos, sin duda, ¿Qué era, entonces? Tampoco había llegado a ser un europeo. ¿Qué eras pues, Ricardito? Tal vez lo que en sus rabietas me decía Mrs. Richardson: un pichiruchi, nada más que un intérprete, alguien que sólo es cuando no es, un homínido que existe cuando deja de ser lo que es para que por él pasen mejor las cosas que piensan y dicen los otros”.

Travesuras de la niña mala es una novela sobre la historia del último medio siglo, sobre un personaje femenino enigmático, y acaso sobre sus peripecias sexuales. Pero sobre todo, al menos para mí, es una novela sobre la búsqueda de un lugar en el mundo. Sus personajes son tránsfugas que han perdido su arraigo, su entorno y, conforme pasan los años, van difuminando también sus recuerdos.

El Perú, en esta novela, es un lugar al que se va a morir. Así lo hace Paúl, el guerrillero, víctima de una época que obligaba a sus hijos a ser héroes. Y Juan, el hippie, que aunque huye a Inglaterra, convierte su muerte en una reconciliación con su origen y pide ser enterrado en el polvo que lo vio nacer. Pero no sólo son peruanos los trashumantes que recorren estas páginas. El turco Salomón Toledano, con su dominio de doce lenguas, no es capaz de encontrar el amor. El pequeño Yilal, vietnamita y francés, no consigue comunicarse con quienes lo rodean. Se diría que nadie en este libro es de ninguna parte, y que a todos les cuesta establecer vínculos con los demás individuos.

En este escenario en que los actores secundarios entran y salen, los dos protagonistas son prófugos del Perú que encuentran distintas vías de escape a una realidad que no los satisface. El narrador, Ricardo, opta por confundirse con un decorado hermoso. Su única ambición es vivir en París, pero no tiene que viajar hasta allá para ser un extraño. Incluso su español miraflorino y su infancia inocente lo delatan como un extranjero en su propio país. La protagonista, en cambio, “la niña mala”, es un camaleón tan adaptable al entorno que no tiene ni nombre: Kuriko, Arlette, Lily, Otilia, cada uno de sus nombres representa sólo un nuevo papel, un nuevo entorno en el que pone a prueba su capacidad de enfrentarse al mundo.

Y sin embargo, tanto el uno como el otro tienen una patria clara, aunque eventual e intermitente. Para Ricardo, esa patria es la niña mala, una patria inhóspita pero recurrente, el único lugar en que se siente en casa. Para ella, Ricardo es como el Perú, un lugar que la reconoce, pero que se siente obligada a abandonar en defensa propia. Los amantes de la niña mala se multiplican por los países que visita, pero ella no es capaz de amar a ninguno.

El país de los personajes de este libro son las personas que los quieren, aunque tengan maneras extrañas de hacerlo. Y creo que eso es lo que hace que uno sea peruano, o español o chino, más que el pasaporte o el tiempo vivido ahí: la gente en cuya mirada se reconoce y en cuyo afecto se cobija del mundo. Los amigos cuyo recuerdo quizá no sea más falso que el presente. Los actores que regresan al escenario cada vez que la memoria los convoca, y que uno va reencontrando con distintos nombres y distintas historias, en esa larga fuga hacia ninguna parte que llamamos vida.

Leer más
profile avatar
5 de junio de 2006
Blogs de autor

LA GRAN FIESTA DEL DOLOR

Así como todo momento de felicidad contiene su dosis  de tristeza interna, todo episodio de dolor encierra una pizca de felicidad oculta. Podría incluso especularse con la afirmación de que el disfrute completo requiere su  porción de desengaño como, también, la adversidad conlleva un menudo  e indecible deleite.

De este modo se explica la superfiesta del dolor por la muerte de Rocío Jurado y de todas las demás muertes; tanto más aparatosa  la fiesta cuanto más espectacular la víctima.

La extraordinaria vida de Rocío Jurado parece incluso poco  en relación al colosal clamor de su muerte. O bien: la contabilidad de su movilidad profesional resulta una suma incomparablemente inferior al desbordante efecto de su inmovilidad como cadáver. En el primer supuesto, la bulla de sus triunfos regulares ha podido ser gradualmente asimilada gracias a la ayuda sucesiva de cada fin de función. Pero su muerte definitiva requiere, para ser acogida, la monumentalidad del llanto hasta un extremo que convierte el lamento colectivo en aclamación y su desaparición en una superrepresentación de su fuerza en vivo.   

Los seres humanos se revelan notoriamente paradójicos dentro de su enredo entre vivir y tener que morir, entre ser y no poder  concebirse como muertos. A partir de esta dificultad para tratar y tratarse con la muerte, cualquier fenómeno de ese orden letal se aborda con el insuficiente código de la vida. O mediante el código  de la vida más la evocación confusa de la muerte.

En el mayor punto de la cima, el triunfador se entristece, tal como si la muerte se le acercara para aquella misma participación. Pero, también, en la más honda profundidad del dolor, el torturado palpa un elemento que lo excita. De una a otra experiencia va balanceándose la existencia y su imposible aprendizaje.

En periodismo, en ciencia, en filosofía, se dice que la diferencia brinda información. La salud se afirma respecto a la enfermedad como la riqueza respecto a la pobreza y  lo caliente frente al frío. Pero, por añadidura, sería imposible sensación alguna sin incluir una molécula de lo contrario en su mismo seno. De este modo resistimos tanto a Dios como al Diablo, a lo muy luminoso como lo muy oscuro. Nuestra arma procede de la infalible y pequeña negación interior y, concretamente, de los beneficios correspondientes a la melancolía.

La melancolía actúa siempre como un benévolo barniz, un blindaje irisado que impide sentirse feliz del todo y desventurado completo. Nadie habría llorado con tanta confianza y generosidad a Rocío Jurado si se la creyera absolutamente un cuerpo muerto. El gran recurso de los seres humanos procede de su incapacidad para todo lo absoluto, de su extrema simpatía por lo muy circunstancial y de su incorregible o natural inclinación por la farsa y la mentira.

Leer más
profile avatar
5 de junio de 2006
Blogs de autor

Merienda de negros

El racismo ya no es lo que era. Antes de que nuestras sociedades fueran bendecidas por la multiculturalidad sólo conocíamos dos racismos, los de toda la vida: el antisemita (europeo) y el antinegro (americano), ambos con una tradición muy respetable.

Durante siglos y con el sacrificado apoyo de la Iglesia de Roma, las buenas familias europeas y el sano pueblo fueron antisemitas con tanta afición como ahora son demócratas. En tiempos tranquilos, hacían chistes sobre judíos. En tiempos turbulentos, los mataban.

Idéntico comportamiento mostraron los americanos con los negros que tuvieron la desfachatez de sobrevivir a la esclavitud.

Sin embargo, estas venerables instituciones han cambiado tanto en los últimos tiempos que ya no las conoce ni su madre. De una parte, muchos judíos de Israel y sionistas de los EE. UU. son ahora racistas antiárabes para compensar que les quitaron las tierras y sus casas a los palestinos, los cuales, todo hay que decirlo, hacen lo que pueden para que no se las devuelvan.

Y por otra parte, muchos negros de los EE. UU. son ahora antisemitas, fenómeno que por fin ha llegado a Europa, donde fructifica todo lo culturalmente valioso de aquel gran país.

El domingo 28 de mayo un grupo de 30 negros forzudos y entrenados en diversas estupideces marciales ocupaba el barrio del Marais, en París, al grito de: “¿Dónde están los maricones judíos?”

No llegó la sangre al río porque ni los maricones (el Marais es barrio gay), ni los judíos (allí está la sinagoga más antigua de París) se molestaron en acudir a la llamada de aquellos chulos analfabetos de color negro.

Lo del color lo sé por las fotografías. Lo de que son analfabetos lo sabrá cualquiera que lea sus comunicados: son tan delirantes que los de ETA a su lado parecen escritos por Donoso Cortés.

Estos nuevos racistas europeos pertenecen a una sociedad llamada Kémites Atoniens y consideran que el Marais se ha convertido en Tel Aviv sur Seine. Ellos, los hijos de Cam, van a liberarlo con la fuerza de sus músculos y la agudeza de sus cerebros de mosquito.

No tardarán en llegar a España, porque todo lo culturalmente valioso de París acaba siempre por fructificar en nuestra amada patria. Allí les estaremos esperando muy ilusionados.

Leer más
profile avatar
5 de junio de 2006
Blogs de autor

El voto de los pobres

La segunda vuelta electoral que el domingo celebra el Perú pone a los analistas en un serio aprieto: cómo explicamos que el país deba optar democráticamente entre un militar sin más carrera política que un cuartelazo y el presidente que llevó al país a la peor crisis económica de su historia. Los diversos observadores han barajado varias hipótesis: amnesia histórica, ignorancia generalizada y estupidez crónica son algunas de ellas. Pero para quien no quede satisfecho con reemplazar los análisis por insultos, hay una explicación sencilla: tenemos demasiados pobres. Para ser precisos, el 50% de la población. Nótese que es casi la suma exacta de votos que obtuvieron García y Ollanta en la primera vuelta.

La pobreza determina la percepción de los candidatos. Evidentemente, para el votante que no tenía nada antes de García y nada después, ese gobierno no significó una crisis especialmente severa. Y, por supuesto, para quien está preocupado por qué va a comer mañana, la democracia en sí resulta una preocupación demasiado abstracta. De hecho, una reciente encuesta le concedía apenas un magro 7% de popularidad entre los peruanos, muy por detrás del empleo, la educación, la salud y la pobreza misma.   
¿Son entonces un fracaso las políticas liberales implementadas en los últimos cinco años? Hay que admitir que han logrado reducir la pobreza, exactamente, en un 2%. A este ritmo, el problema quedaría erradicado en 125 años. Es difícil, pues, convencer a los peruanos de que la continuidad de las políticas económicas resolverá sus problemas más acuciantes. No quiero dilucidar quién tiene razón o no, sólo digo que, en términos de marketing, no resulta persuasivo ofrecerle estabilidad a quien es establemente miserable.

En ese sentido, el discurso liberal sobre la estabilidad y la inversión extranjera como generadora de riqueza es percibido por la mitad del Perú como una falacia destinada a garantizar los privilegios de las élites. Y ese ha sido el gran error de los empresarios peruanos durante décadas: no se han aliado nunca con los líderes políticos para crear un proyecto más allá de la coyuntura. Con gobiernos populistas como el de García no reinvirtieron en el país, con gobiernos corruptos como el de Fujimori pactaron por debajo de la mesa –y hay videos que lo muestran-, con gobiernos liberales como el de Toledo no aceptaron aumentar la presión fiscal más allá del 13%. En el liberal Chile, su supuesto modelo, la presión es del 18%.
Así, las clases más poderosas han creado a sus propias bestias negras electorales. Gane quien gane hoy las elecciones, la lección de las urnas es clara: los votantes exigen una distribución de la riqueza más justa. Y los únicos que la han ofrecido son García y Humala. Quizá no sean las opciones que más les gustarían a los peruanos pero son las que hay. Quizá no digan la verdad, pero al menos son conscientes del problema.

Ahora bien, en una democracia, izquierda y derecha se necesitan mutuamente. El voto por Ollanta en primera vuelta mostró que un 30% de los peruanos no creen en ningún político que conozcan y prefieren el salto al vacío. Gane quien gane el domingo, ese porcentaje crecerá si los políticos de todas las tiendas no consiguen un consenso que resuelva los problemas de los ciudadanos. En ese caso, se desacreditará la democracia en sí misma. Y la bala que espera en la recámara para darle el tiro de gracia se llama Alberto Fujimori.

Leer más
profile avatar
2 de junio de 2006
Close Menu
El Boomeran(g)
Resumen de privacidad

Esta web utiliza cookies para que podamos ofrecerte la mejor experiencia de usuario posible. La información de las cookies se almacena en tu navegador y realiza funciones tales como reconocerte cuando vuelves a nuestra web o ayudar a nuestro equipo a comprender qué secciones de la web encuentras más interesantes y útiles.