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El voto de los pobres

Por 2 de junio de 2006 diciembre 23rd, 2020 Sin comentarios

La segunda vuelta electoral que el domingo celebra el Perú pone a los analistas en un serio aprieto: cómo explicamos que el país deba optar democráticamente entre un militar sin más carrera política que un cuartelazo y el presidente que llevó al país a la peor crisis económica de su historia. Los diversos observadores han barajado varias hipótesis: amnesia histórica, ignorancia generalizada y estupidez crónica son algunas de ellas. Pero para quien no quede satisfecho con reemplazar los análisis por insultos, hay una explicación sencilla: tenemos demasiados pobres. Para ser precisos, el 50% de la población. Nótese que es casi la suma exacta de votos que obtuvieron García y Ollanta en la primera vuelta.

La pobreza determina la percepción de los candidatos. Evidentemente, para el votante que no tenía nada antes de García y nada después, ese gobierno no significó una crisis especialmente severa. Y, por supuesto, para quien está preocupado por qué va a comer mañana, la democracia en sí resulta una preocupación demasiado abstracta. De hecho, una reciente encuesta le concedía apenas un magro 7% de popularidad entre los peruanos, muy por detrás del empleo, la educación, la salud y la pobreza misma.   
¿Son entonces un fracaso las políticas liberales implementadas en los últimos cinco años? Hay que admitir que han logrado reducir la pobreza, exactamente, en un 2%. A este ritmo, el problema quedaría erradicado en 125 años. Es difícil, pues, convencer a los peruanos de que la continuidad de las políticas económicas resolverá sus problemas más acuciantes. No quiero dilucidar quién tiene razón o no, sólo digo que, en términos de marketing, no resulta persuasivo ofrecerle estabilidad a quien es establemente miserable.

En ese sentido, el discurso liberal sobre la estabilidad y la inversión extranjera como generadora de riqueza es percibido por la mitad del Perú como una falacia destinada a garantizar los privilegios de las élites. Y ese ha sido el gran error de los empresarios peruanos durante décadas: no se han aliado nunca con los líderes políticos para crear un proyecto más allá de la coyuntura. Con gobiernos populistas como el de García no reinvirtieron en el país, con gobiernos corruptos como el de Fujimori pactaron por debajo de la mesa –y hay videos que lo muestran-, con gobiernos liberales como el de Toledo no aceptaron aumentar la presión fiscal más allá del 13%. En el liberal Chile, su supuesto modelo, la presión es del 18%.
Así, las clases más poderosas han creado a sus propias bestias negras electorales. Gane quien gane hoy las elecciones, la lección de las urnas es clara: los votantes exigen una distribución de la riqueza más justa. Y los únicos que la han ofrecido son García y Humala. Quizá no sean las opciones que más les gustarían a los peruanos pero son las que hay. Quizá no digan la verdad, pero al menos son conscientes del problema.

Ahora bien, en una democracia, izquierda y derecha se necesitan mutuamente. El voto por Ollanta en primera vuelta mostró que un 30% de los peruanos no creen en ningún político que conozcan y prefieren el salto al vacío. Gane quien gane el domingo, ese porcentaje crecerá si los políticos de todas las tiendas no consiguen un consenso que resuelva los problemas de los ciudadanos. En ese caso, se desacreditará la democracia en sí misma. Y la bala que espera en la recámara para darle el tiro de gracia se llama Alberto Fujimori.

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