Recibo un e-mail sobre el Lulu Blooker Prize, el primer premio para “blooks”. El “blook” es una creación híbrida que tiene como padres el blog y el libro, book. Lulu es una empresa que transforma en libros cualquier manuscrito, utilizando todos los recursos de la tecnología digital. Lo que intenta fomentar Lulu con su premio es muy obvio: convencer a los blogueros que basta hacer un paquete de posts y mandarlos a Lulu para transformarse en autores.
Desde el punto de vista comercial Lulu tiene toda la razón: el mundo de los blogs es un gran negocio. Pero no es tan obvio si pensamos en la literatura. Tengo todavía el post de un excelente blog sobre las relaciones entre literatura y blogs. Está en inglés pero se puede conseguir una traducción al castellano de las frases claves, en otro muy viejo post.
Basta dedicar unos minutos a este texto para entender la diferencia fundamental entre un blog y un libro, diferencia tan grande que aparta a los dos géneros para siempre. Un libro tiene un principio y un fin. Hay una primera página y una última. Podemos saltar páginas, podemos leer al revés, pero sabemos en qué orden se despliega su contenido. Un blog es todo lo contrario: tiene múltiples puntos de entrada. Y no todos los puntos de entrada dependen del autor. La interacción con un texto, que ya se presenta como una acumulación de fragmentos, define la misma naturaleza del género.
Renunciar al orden creado por la encuadernación de las páginas es pasar a otro mundo. Dante Alighieri no se limitó a dar nueve círculos al infierno. También dijo cuál es el primer círculo, el segundo, etc. Podemos aceptar una representación de estos círculos en tecnología Flash en el ciberespacio, que funciona como la visita de una representación de su universo. Pero cuando se trata del texto mismo y cuando se crea la posibilidad de viajar tanto por los versos de Dante como por las imágenes mas famosas de Gustave Doré, Amos Nattini y Vittorio Alinari, además de tener a mano el diccionario más famoso sobre la obra del escritor italiano y también los comentarios, entramos de verdad en un infierno. Es, en un caso clásico de boda entre literatura y tecnología, el infierno creado por el magnífico proyecto de la Universidad de Princeton. Vale la pena echarle un vistazo. Es el mejor ejemplo de una voluntad de crear un exceso de puntos de entrada, en una obra que se debe visitar ante todo con un suave desplazamiento de páginas. En el intento de hacer algo mejor se hizo un gran descubrimiento: a veces, lo mejor queda mal, incluso en el infierno.