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Del aislamiento generacional al tanatorio

En las autovías españolas, concretamente en la que va de Madrid a Andalucía, suelen proliferar, además de los llamados puticlubs, las residencias de la tercera edad, que constituyen auténticas prefiguraciones de los tanatorios. En tales subterráneos del alma el paisaje a contemplar no es otro que el  de la carretera misma, y la única imagen de ser humano que no sea ya "recuerdo de la muerte" es el de los trabajadores del lugar, que huyen del mismo en cuanto su horario se cumple.

Pues allí se arrincona a seres humanos homologados mediante corte vertical en el ciclo de las generaciones, arrancados al entorno  en el que la vida se contrasta y la palabra se renueva. En esos lugares no se está empíricamente sólo, pero la figura del otro no es jamás espejo de plenitud: esa plenitud a la vez dolorosa (puesto que perdida para el anciano) y exultante (por ser rasgo de la humanidad a la que uno pertenece, aunque toque ya representar  el inevitable crepúsculo).

No hay allí más que interpares en el estatuto de residuo o desecho; estatuto determinado no tanto por la carencia psíquica o física, que sirvió de pretexto, como por  la ofensa que supone el hecho mismo de ser conducido a tal lugar. Pues no es lo mismo ser el anciano de la casa que el asilado de la administración:

Sobre el primero pesa la conciencia de la progresiva e inevitable astenia y hasta quizás (en la hipótesis del exilio de los jóvenes y el aislamiento de los contemporáneos) el sentimiento de haberse quedado sólo. Pesa en definitiva lo que de trágico conlleva la existencia humana, tragedia a la que se expone todo ser de juicio, y que será tanto menos insoportable cuanto que sea asumida con mayor entereza.

Mas para el segundo a la tragedia se añade un ingrediente de humillación. Se añade el haber sido considerado como un ser humano carente de toda función en el reparto de la existencia social. En tal repudio es la sociedad la que se mutila  a si misma. Pues saber dar su sitio al anciano es a la vez condición y reflejo de la salud de una organización entre hombres; y toda sociedad en la que no cabe tal cosa, en la que el ciclo generacional se corta verticalmente, se halla gravísimamente enferma... y ello cualesquiera que sean sus atavíos de progreso.

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4 de abril de 2008
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I. Hindúes del Caribe

/upload/fotos/blogs_entradas/una_casa_para_mr_biswas_med.jpgOtra novela de la misma estirpe de La República de los sueños, que les recomiendo leer, es Una casa para Mr Bilwas de V.S.Naipul, descendiente de inmigrantes hindúes llegados a la isla de Trinidad en el Caribe. Es otra novela sobre el éxodo, y los arraigos y desarraigos de una tribu extranjera en tierras americanas, sólo que en este caso se trata de trasposiciones culturales mucho más lejanas.

El Caribe ha cocinado a fuego lento desde los tiempos de la colonia española, y de la colonia inglesa, a todas las razas, en una mezcla de poderosos deslumbres. Conquistadores de Andalucía, Castilla y Extremadura, bucaneros de Gales y Escocia, colonos belgas, predicadores luteranos de Amsterdam, antiguos oficiales del ejército de Napoleón dueños de plantaciones, esclavos negros del África, sirios, libaneses y palestinos del antiguo imperio turco, hindúes de Bombay y de Calcuta, chinos de Cantón y de Shangai, judíos sefarditas.

Una mutua extrañeza, y un encuentro total donde la amalgama se revuelve de manera incesante. Y lo que Naipul hace es contar la historia de una familia hindú en una isla caribeña bajo el dominio colonial británico, igual que Nélida Piñón cuenta la historia de una familia gallega en el Brasil, un territorio que de una u otra manera también es el Caribe.

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4 de abril de 2008
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A Mallorca voy

No voy con canciones, voy con prisa. Un pecado. Pensar que podría pasear por los jardines de Alfabia, hablar tranquilamente con mi amiga editora sobre sus planes, sus libros, sus jardines, su próxima salida con Villalonga y el nombre de ese lugar extraordinario. También me perderé un paseo con J.C. Llop y por las luces y sombras de ciutat. Ni podré ver al siempre sorprendente Cristóbal Serra... En fin un viaje de ida y vuelta a un lugar donde uno se quedaría a ver pasar el tiempo. Como siempre nuestra realidad a golpes contra nuestros deseos. Y ganando la partida.

/upload/fotos/blogs_entradas/pndulo_y_otros_papeles_med.jpgAl menos me llevaré el último rescate de Serra para terminar su lectura en el avión. Y cómo no quiero perder el avión, aquí les dejo con un poco de reflexiones y textos robados de Serra, que siempre será mejor que lo que uno pueda decir o escribir. El libro se llama Péndulo y otros papeles y recupera un breve, y excelente, prólogo de reconocimiento del raro Serra por parte del pope Octavio Paz, en París y en el año 61. ¡Qué pequeños fuimos!

Dice Serra, hablando de Chesterton:

"Se ha prodigado mucho para ser bueno. La fecundidad literaria siempre ha sido para mí cosa sospechosa. El pródigo en literatura o quiere demostrar que es un portento genesíaco o simplemente trabaja a destajo. La nota peyorativa de jornalero acompaña muchas veces al prolífico escritor.

Los autores no son sólo victimas de los críticos- esos escorpiones de la literatura- sino también son víctimas de sus dones, si son muy talentudos. Chesterton me ha dado siempre la impresión de un dilapidador literario. Desde el momento que dejó de ser promesa para pasar a la fama popular, le entraron unas ganas locas de llenar cuartillas. Los artistas sufren su menopausia, sus cambios serios en vidas. Chesterton la sufrió."

¿Y que pensarán de eso Galdós, Azorín o Baroja? ¿Y qué el joven, más o menos, Andrés Trapiello que no deja casi nada de lo que escribe sin publicar?

Me gustaría provocar un diálogo entre Trapiello y Serra.  Mejor uno inventado de Serra con Galdós.

Me voy, me esperan las prisas. Que bien las esperas en los aeropuertos, que buen momento para leer o escribir tonterías.

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3 de abril de 2008
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Dr. Jekyll y Mr. Hyde (3)

El terrible secreto Hyde surge de los sótanos más profundos de la naturaleza del apuesto e insatisfecho doctor, es su víctima, el que ha cargado durante mucho tiempo en mi imaginación con su culpa. Pensando en él me viene a la mente el monstruo de Frankenstein (de Mary W. Shelley), otra pobre víctima del progreso científico, que también surge de otro laboratorio aunque por distinto procedimiento. Frankenstein recurre a la cirugía y a la electricidad, y su criatura es el resultado de unir distintos miembros y órganos de diferentes cadáveres. Por el contrario, Jekyll prefiere la química, pócimas algo extravagantes que surten el efecto de separar a Jekyll de Hyde. Mientras que Mary Shelley anticipa los, ahora corrientes, trasplantes y a los androides, Stevenson anticipa a Freud y algo más que aún no se ha logrado: separar artificialmente los componentes de la personalidad. Dice Jekyll: "Día a día, así desde el punto de vista moral como desde el intelectual, me iba acercando progresivamente a esta verdad, por cuyo descubrimiento incompleto he sido condenado a tan horrendo naufragio: que el hombre no es realmente uno, sino dos. Digo dos porque el avance de mis propios conocimientos no llega más allá de este punto. Otros vendrán después, otros que me dejarán atrás e irán más lejos por las mismas sendas".

Así que, por encima de todo, en este relato se eleva la certeza de Jekyll y su creador Stevenson de que la conquista de un mayor grado de conocimiento exige cierta pérdida de inocencia y alguna dosis de sufrimiento, porque en cualquier cambio, aunque sea para mejor, se pierde el estado anterior y ya hay una falta. Y del mismo modo que el agua deja de ser agua si se separan sus componentes, Jekyll deja de ser Jekyll cuando Hyde se aparta definitivamente de él.

Según escribo estas líneas, de vez en cuando miro una fotografía de Stevenson, en que levanta un instante la vista de sus papeles y nos observa muy seriamente como advirtiéndonos: a partir de ahora todos somos el Dr. Jekyll y Mr. Hyde y ya no hay vuelta atrás.

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3 de abril de 2008
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Embarazo masculino

La simetría es uno de los fenómenos más vistosos de la Naturaleza y casi su ley de oro. Sin embargo, el desarrollo de nuestra suprema especie humana se basa en la complementariedad sexual, frote erótico que termina generando vida.

Dos informaciones de la semana pasada, tan dispares como simbólicas, ensamblaron, no obstante, nuevos estudios sobre la simetría - distinguidos con el premio Abel, "nobel" de matemáticas- y el embarazo de un transexual de Oregón que interrumpió su tratamiento hormonal hacia el sexo masculino para concebir el hijo que no podía tener su mujer.

/upload/fotos/blogs_entradas/juegos_de_la_edad_tarda_med.jpgDe este modo, mediante el sortilegio de la información simultánea y global, se dibujó un bucle tan imprevisible como soñado. El hondo anhelo de crear un hijo, negado al hombre, lo sustituyó históricamente el espíritu masculino por lo que se llamó el "afán". Las mujeres, como explicaba Landero, en Juegos de la edad tardía, no tenían "afán". Su proyecto vital más glorioso se "realizaba", literalmente, en la maternidad, mientras el hombre debía implicarse en logros sucedáneos que le ofrecieran sentido.

Para la mujer había un destino consustancial y otro diferente -y cultural- para el varón. De esta asimetría, también presente en el cortejo, la ocupación e incluso la respiración, se derivaba una defectuosa intercomunicación puesto que, al cabo, sus realidades eran distintas.

El descubrimiento de nuevas implicaciones de la simetría y el suceso de Oregón pueden juntarse como metáfora de nuevas igualaciones e intercambios. Pero ¿hasta qué punto de luz?

Siendo el caso de Thomas Beatie una excepción de alumbramiento, su caso induce, de nuevo, a la aproximación de los géneros. En la sexualidad, las ocupaciones, los designios se asemejan y la diferencia tajante, con sus amarguras, cambia por el más dulce placer del parecido. La pareja tiende hacia una reunión de seres no idénticos pero tampoco de distintos barrios. Así, del mismo modo que el mundo se mezcla cada vez más, el sexo se despliega en una gama cada vez más fluida y, desde la virilidad a la feminidad, cunde una cinta que tiende menos a distanciar los extremos que a unirlos en la pirueta de un círculo. El aro por donde se contempla el futuro del mundo, inspirado ahora en la "alianza", de civilizaciones, de opciones, de ligas de fútbol o de las desobedientes extravagancias del cuerpo imprevisto.

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3 de abril de 2008
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La muerte y la mala muerte

Hace poco más de un año, en un artículo de El País me refería al pueblecito vasco-francés de Biriatou, atalaya, al otro lado del Bidasoa, sobre las comarcas guipuzcoanas. El núcleo histórico de Biriatou lo constituyen quince o veinte casas, apiñadas en torno al frontón, la iglesia, y un pequeño cementerio, tan perfectamente integrado en el día y vida del lugar que se accede directamente al mismo desde alguna de las viviendas. De ahí esos epitafios alusivos a la fortuna que supone hallar reposo en un espacio concebido como sereno complemento del ámbito de la vida: "tú, que tanto la amabas, reposa en el seno de tu aldea", dice, en lengua francesa, un texto particularmente conmovedor.

El peso y la significación de la muerte se verán radicalmente determinados por la representación que una persona puede hacerse de lo que constituirá efectivamente su último destino empírico:

Ser acompañado por los suyos al reencuentro con la tierra, en uno de esos cementerios abiertos sobre el paisaje de la Alcarria, o bien en ese balcón sobre el Bidasoa que acabo de evocar, es de alguna manera contribuir a que siga teniendo peso en la vida cotidiana un aspecto nunca en realidad ausente: ámbito que marca por contraste la secuencia de la vida, hablar incluido, puesto que el silencio de los que reposan otorga peso a las voces que prosiguen. Y así, lejos de segregar de la vida, la muerte en esos lugares fertiliza esa singular memoria, esa "presencia de una ausencia", por la que el vivir de los hombres trasciende la subsistencia animal.

Abismal distancia respecto a la imagen del tanatorio en tanto callejón de los repudiados por los vivos, y al fantasma del nicho, como rectángulo decididamente propio, en el equivalente sombrío de una gran ciudad de cemento.

Ante esta última representación, ¿cómo sentir que, además de desintegración de la forma y pérdida de la palabra, el tiempo es también reflejo de que la simiente fructifique, de que el animal prematuro que es el hombre alcance autonomía y de que la palabra en potencia llegue a ser palabra en acto? ¿Cómo en suma dar un al hecho de haber vivido? La vida y sus cambios aparecerán entonces tan sólo bajo esa faz estéril para la cual Aristóteles reservaba la palabra tiempo. En tal representación el crepúsculo será pura salida de y no reminiscencia de llegada a. El crepúsculo se hallará privado de referencia a ese factor de fertilidad y restauración que, como espejo de la destrucción misma, sí tiene el tiempo indisociablemente afirmativo y negativo de la vida.

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3 de abril de 2008
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El hecho maldito (2)

En poco más de treinta años, la Argentina acumuló tantas calamidades como un país en guerra constante. Una dictadura feroz que perpetró un genocidio, despojó de su identidad a centenares de niños y comenzó el proceso de devastación económica. Un Mundial de fútbol que profundizó la herida psíquica, forzando a los ciudadanos a convertirse en cómplices por el mero hecho de celebrar. Una guerra con un país de poderío infinitamente superior -ayer se cumplieron veintiséis años del asalto a Malvinas-, lanzada por la espuria necesidad de los militares de perpetuarse en el gobierno, que profundizó la herida psíquica (más complicidad con lo oscuro), produjo pilas de muertos e indujo a cientos de veteranos al suicidio. Dos atentados internacionales (la Embajada de Israel, la AMIA) que no podrían haber sido realizados sin la complicidad, por acción o por omisión, del gobierno de turno. Un proceso de frivolización desenfrenada, alentado por la fijación artificial de la paridad peso-dólar y la complicidad de los medios masivos con el mismo gobierno. (Menem.) El desenlace trágico de la destrucción económica, iniciada por el Ministro de la dictadura José Alfredo Martínez de Hoz (hoy procesado, por fin), y continuado casi sin alteraciones por las administraciones de Raúl Alfonsín, Carlos Menem y Fernando de la Rúa. La instauración del corralito y la rebelión popular. La represión desatada por el entonces Presidente de la Rúa, que produjo muertos aun sin justicia. Un país en default, al borde del caos y de la disolución institucional.

Uno cree, uno querría creer, que semejante acumulación de desgracias nos enseñó algo, por lo menos a aquellos que vivimos lo suficiente para haber sido testigos de tanto hecho desgraciado. Durante algún tiempo hubo signos -el cacerolazo original, el triunfo de los Kirchner, la aceptación de la política de este gobierno en materia de derechos humanos e inserción latinoamericana- de que la cosa aparentaba haber cambiado.

Los signos ya no son alentadores. Desde la desaparición de Jorge Julio López, pasando por el asesinato del maestro Fuentealba, con escala en el resentimiento anti-kirchnerista que empezó a brotar durante la campaña electoral y epicentro en el lock-out del campo amplificado hasta la locura por los medios (en especial la TV), lo que los signos dicen hoy es otra cosa. El desconcierto en que el caos primero y después la administración Kirchner había sumido a los poderes de siempre -los señores de la muerte, aquellos para quienes la vida o muerte ajena es tan sólo una cuestión de números- terminó. Ya están organizados otra vez, u organizándose. Hoy se refriegan las manos, a sabiendas de que vuelven a contar con el favor cada vez más ostensible -más escandaloso- del sector social que siempre fue su aliado incondicional. El hecho maldito del país argentino: nuestra clase media, a la que por cierto, por origen y posición social, yo pertenezco me guste o no.

De los pocos hilos que enhebran la totalidad de las calamidades que mencioné en el primer párrafo, el más fuerte es el del rol facilitador que la clase media desempeñó en cada caso, otra vez por acción u omisión. Sin la aclamación de la clase media, los militares no habrían tomado el poder en 1976. Sin el consentimiento de la clase media, a veces tácito y otras explícito, los militares no se habrían atrevido a consumar el genocidio. (¿Se acuerdan del fervor con que señores y señoras se indignaban por la llamada ‘campaña antiargentina'?) Sin el espaldarazo de la clase media -y de la Sociedad Rural, dicho sea de paso-, Martínez de Hoz no habría podido instrumentar su plan económico de enajenación. Sin el apoyo en la calle de las clases medias -que se tienen a sí mismas por iluminadas hasta que les conviene dejar de serlo-, el Mundial 78 no hubiese sido la ‘fiesta' que fue. Sin el patrioterismo vocinglero de la clase media (que por lo demás proporcionó pocos de sus hijos para la masacre: como en la ocupación de Irak, los que van a la guerra son los pobres), el asalto a las Malvinas habría resultado rengo de sustento. Sin su reacción bovina ante los atentados (la gente se preguntaba qué teníamos que ver nosotros con esos asuntos; en todo caso, que lidiasen con el problema los judíos), Menem y la Justicia habrían debido proceder con un rigor que por supuesto no tuvieron.

Ante la posibilidad de la reelección de Menem, cuando yo discutía con gente de clase media y les comentaba que de proseguir la paridad uno-a-uno el país iba a implosionar, me daban la razón y acto seguido decían: "Pero yo ya saqué pasaje para Miami". Para después, llegada la hora del cuarto oscuro, regalarle su voto al infame autor de la ley de Punto Final.

Cuando se decretó el corralito salieron a la calle, porque por una vez les habían metido a ellos la mano en el bolsillo. (Cuando los que se empobrecen son los negros, prefieren quedarse en casa.) Una vez que el entuerto económico se arregló, se olvidaron de salir a la calle para reclamar por los muertos durante la represión desatada por el cacerolazo. Eso sí, volvieron a dar el paseo cuando estalló el clamor por la llamada ‘inseguridad', suscribiendo los pedidos de mano dura en apoyo al (falso ingeniero) Blumberg. (Cuando los que se mueren son los negros no se llama ‘inseguridad', la muerte de los negros se llama ‘vida cotidiana'.)

Empezaron a mostrar la hilacha el año pasado, en el fragor de la campaña. Todo lo que habían reclamado durante años funcionaba razonablemente bien (la economía, la Justicia, el grueso de las instituciones), pero ellos actuaban como si todo fuese una mierda. (La frase de batalla de cierta clase media es siempre la misma: "Así no se puede vivir". Vivían en dictadura y bajo Menem, pero los únicos que le resultan intolerables son los gobiernos de los Kirchner.) Y con el lock-out del campo se les terminó de zafar la chaveta. Ahí sí que sacaron los colmillos a relucir. Por más que uno explicase que no se trataba de una huelga de trabajadores sino de una medida ilegal impulsada por patrones y empresarios capitalistas, por más que uno arguyese que iban a ser los primeros en llorar por la inflación que sería la principal consecuencia del conflicto, no había, no hay caso. Las respuestas se parecían a aquellas del uno-a-uno. No me importa que el país se hunda, estar con el campo queda bien. Total, cuál es el problema del desabastecimiento si uno tiene el freezer lleno. ¿Cómo se llama la situación de la gente que carece de dinero para llenar sus alacenas? ‘Vida cotidiana'.

/upload/fotos/blogs_entradas/theroad1_med.jpgLa naturalidad con la que aceptan que los piqueteros cool detengan camiones ajenos y puteen a la Presidenta denota que actúan como dueños, como propietarios -como patrones. La mayoría son gente de medio pelo, evasores profesionales de impuestos, pero andan por la vida como si el país se lo debiese todo. Oyéndolos, viéndolos actuar y hablar, padeciendo los comentarios de movileros y conductores televisivos (¿a qué no saben a qué clase social pertenecen?), me pregunto si nos queda alguna oportunidad más para cambiar. ¿Merecemos la redención, que por otro lado no reclamamos con honestidad? (Cómo hacer tal cosa, cuando todavía no pedimos perdón por el genocidio del que fuimos cómplices. Que lidien con el problema las Madres y las Abuelas.) A lo mejor lo que necesitamos es otro cataclismo, uno más terrible que todos los que mencioné juntos: que Argentina se convierta en una tierra baldía, el paisaje apocalíptico que Cormac McCarthy pinta en The Road. Puede ser que entonces, al verse reducida a condiciones elementales de existencia, alguna gente empiece a considerar la existencia del otro, a entender que nadie se salva solo, a aceptar que no hay derecho a conservar rozagante la piel del propio culo al precio de la vida y de la muerte de los otros.

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3 de abril de 2008
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IX. Monstruos y clones. Geografías simbólicas

Rafael Argullol: Me he llegado a acostumbrar al hecho de que los paisajes exteriores que tenemos van moldeando no solamente nuestra forma de ser sino que también el juego de la imaginación.

Delfín Agudelo: ¿Cuál es tu impresión de las diferencias de imaginarios entre una cultura y otra, luego de haber conocido esos paisajes exteriores e interiores? ¿De qué manera te sorprende aún llegar a un país lejano?

R.A.: Kant hablaba del libre juego de facultades que proporciona la imaginación; decía que cuando el entendimiento o la razón se veían desbordados, lo que acudía al rescate del hombre era la imaginación, gracias a la cual podíamos experimentar de manera favorable y propicia experiencias que sin la imaginación resultarían desagradables y desmesuradas. Eso es algo que me parece muy importante porque en medio de lo que llamamos realidad cotidiana casi siempre nos viene al rescate en sus distintas formas la imaginación. Pues bien, me he acostumbrado a lo largo de los viajes a ver que ese libre juego de facultades es verdaderamente distinto según el espacio en el que te mueves. Incluso he llegado a desarrollar una geografía psicológica y simbólica que me sirve mucho: el desierto no es solo desierto, sino una descripción de la nada, del vacío, incluso de lo ilimitado; el mar tiene su contenido, el valle también en relación a la montaña, los espacios abiertos, los errados, la espesura de la selva, el bosque.
Los distintos espacios tienen directamente o marcan directamente los juegos de la imaginación, de la misma manera que no es lo mismo que uno vaya de paseante por Ciudad de México, Sao Paulo o Nueva Delhi que por una pequeña ciudad provinciana de Castilla. El paseante en un lugar u otro cambia completamente sus posibilidades de contraste entre realidad e imaginación. En ese sentido, durante veinticinco o treinta años he estado viajando continuamente entre Europa y América, aparte de Asia y África; pero entre Europa y América es el viaje de ida y retorno que mas he realizado. Primero en Estados Unidos donde viví dos años en San Francisco, y luego o lo largo de toda Latinoamérica. Desde el primer momento me llamó mucho la atención este cambio de reglas de juego. En Europa la imaginación está marcada por una profundidad en el tiempo, lo que llamamos antigüedad, por una densidad de población que es lo que hace que sea muy difícil viajar por la Europa occidental por la noche sin ver luces que indican pueblos, ciudades o casas. No hay un vacío nocturno por esa profundidad del tiempo, por esa densidad, por la estrechez y un cierto sedentarismo al menos en los últimos siglos. Las historias o relatos en Europa tienen mucho de sedentario.

 

 

 

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3 de abril de 2008
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Lucha de clases en Turquía

El establishment laicista turco, que en parte es lo que en España calificábamos del búnker hace algunos años en referencia al franquismo,  le ha lanzado un órdago al gobierno de raíces islámicas de Erdogan, al presidente Gul y a su partido, el AKP, utilizando para ello el Tribunal Constitucional que ha admitido a trámite la acusación del fiscal general contra ellos por "actividades antilaicas" contrarias al carácter estrictamente secular del Estado. Para ello la acusación se basa en que 107 acusaciones, siendo la central que el Gobierno ha autorizado en febrero a las estudiantes universitarias que lo deseen a llevar el pañuelo islámico en la universidad (lo que estaba prohibido en Turquía en una interpretación estricta del laicismo, pero no en el resto de los países europeos). Las demás responden más a un juicio de intenciones que de hechos.

Aunque el Constitucional tardará varios meses en pronunciarse, este paso es muy serio y equivale a una intentona de golpe, vía judicial, contra Erdogan por parte del llamado Estado profundo. El Constitucional en teoría podría declarar ilegal el AKP y condenar a Erdogan a no ejercer cargo político alguno, algo que ya le ocurrió en el pasado al popular ex alcalde de Istanbul que ganó de calle las últimas elecciones generales.

Bajo este pulso entre conservadores islamistas que han ganado las elecciones y los laicistas en la oposición (entre lo que se encuentra ese Estado dentro del Estado que son los militares) hay no sólo un enfrentamiento por la cuestión del papel público de la religión, sino también una lucha entre estamentos sociales, lo que cabría llamar una lucha de clases. No se trata del proletariado contra la burguesía. Erdogan y el AKP se apoyan, efectivamente, en los sectores más pobres e islamizados en un país de mayoría musulmana, especialmente en zonas rurales pero también en Estanbul, y también en estamentos cuya situación económica ha mejorado mucho en los últimos años de crecimiento económico. Una nueva burguesía urbana, conservadora en términos morales y de usos, y que ve con buenos ojos una cierta reducción del laicismo estricto del régimen turco desde Atatürk, del que el Ejército se considera garante, y que pretende acabar con los privilegios del sector que ha venido controlando Turquía desde hace décadas.

Éste era anteriormente partidario de ingresar en la UE. Ahora se opone, pues tendrá que ceder poder. Mientras, Erdogan se ha convertido en el más ferviente partidario de ingresar en la Unión como mejor camino para impulsar la modernización de Turquía, a la que Francia y Alemania, no dejan de darle portazos. Más allá de las claras palabras críticas del comisario de la Ampliación, Olli Rehn, Europa debe lanzar un claro mensaje de apoyo al Gobierno de  Erdogan.

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3 de abril de 2008
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La lectora opsímata

Decíamos ayer que nuestra iniciación a la lectura fue normal, a saltos de azar, a improvisados pasos del tebeo a las colecciones de los clásicos juveniles, de Tin Tin a Stevenson. Y eso lo hicimos a las edades habituales en tiempos en que no había vídeo consolas, ni WI ni esas cosas tan divertidas para no tener que leer. Crecimos en los años en que la televisión ya reinaba en las casas pero felizmente la oferta no era mucha, aunque no la recuerdo peor. Así, los libros fueron nuestro mejor juguete para la evasión. Después fueron otras cosas, pero esa es otra historia.

/upload/fotos/blogs_entradas/una_lectora_nada_comn_med.jpgAcabo de leer una deliciosa, inteligente y sagaz novela corta del británico Alan Bennet. Ya nos había divertido con sus anteriores novelas -siempre en Anagrama- y ahora nos instala la esperanza de que todo sea posible, no importa a qué edad. En la lectura no fuimos opsímatas, pero sí en muchas cosas más. Pero siempre hay tiempo. No está mal llegar aunque sea tarde.

La historia de la novela es sobre la transformación de la reina de Inglaterra por el tardío enganche a la lectura. Le llega tarde, pero le llega con la fuerza de una droga altamente adictiva. Y ya su vida, su cargo, sus obligaciones, sus entretenimientos y sus problemas pasan a un segundo plano. Lo primero, lo principal, es la lectura. Ni el poder, el dinero o la familia son tan importantes como sus lecturas.

Y se descubre que es una opsimatis. Que quiere recuperar el tiempo perdido, que lee todo, deprisa pero no sin falta de crítica: "No era una lectora benévola, y muchas veces deseaba haber tenido delante a los autores para cantarles las cuarenta".

"¿Soy la única, escribió, que quería echarle un rapapolvo a Henry James?

Entiendo por qué el doctor Jonson es tan apreciado, pero mucho de lo que dice es pura bazofia dogmática?

Estaba leyendo a Henry James a la hora del té cuando dijo en voz alta. -Oh, termina de una vez."

Me he sentido tan identificado. Muchas veces les grito a escritores que se gustan, que me gustan, que por favor terminen de una vez.

Este libro se lee de dos sentadas. Es un placer inteligente. Y me ha descubierto -entre otras cosas mi opsimatis. O como se llame a los opsímatas: personas que aprenden tarde en la vida.

Curiosa palabra que no encuentro en ningún diccionario. Palabra que nos abre la esperanza de que algunos, como la reina de Inglaterra, todavía puedan cambiar.

Por ejemplo, ¿se imaginan a Hugo Chávez enganchado a las buenas lecturas? ¿Se le imaginan un poco más silencioso y más fascinado por Onetti, Borges o Jorge Edwards? Que supiera que en Cuba -Castro ya no tiene arreglo- hubo escritores como Cabrera Infante, como Lezama o Gaston Baquero.

Y quién dice Chávez, podría decir Sarkozy. ¿Cómo estará Sarkozy de lecturas de Jean Genet o de Julien Green? Claro que ahora con esa intelectual que tiene de esposa, con esa lectora de poesía inglesa y otras literaturas, seguro que se pasa las noches leyendo.

De Zapatero no digo nada porque conozco a sus asesores culturales.

Mientras haya opsímatas hay esperanzas.

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2 de abril de 2008
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