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El derecho a morir… y a no dar la vida

Por 15 de abril de 2008 diciembre 23rd, 2020 Sin comentarios

Víctor Gómez Pin

Efectúo un inciso en estas consideraciones sobre la eutanasia (u otras modalidades de la muerte voluntaria y lucidamente fijada) para hacer un recordatorio de algo mil veces denunciado por toda clase de personas que, simplemente, mantienen un ideario en el que prima la aspiración a la libertad (y digo aspiración porque esta es lo que no puede ser arrancado del alma humana, mientras que la libertad en acto es quizás efectivamente algo que aun no hemos conocido).

Pues la limitación del derecho al suicidio y la eutanasia a los casos de exhaustiva quiebra del cuerpo y el alma, tiene un paralelo con la pretensión de limitar el derecho al aborto a los casos en los se ha dado violación, la vida de la mujer corre peligro (sino la del crío o la de ambos) o hay evidencias de gravísima deformación en el ser que va a nacer. En suma se acepta que no se de un sí a una nueva vida… sólo cuando esta tiene connotaciones de calamidad física o psíquica.

Una vez más cabe sospechar del auténtico grado de amor a la vida y aun a la humanidad de los que así restringen el derecho de una mujer a ser consecuente con el grado de sentimiento afirmativo que experimenta ante la perspectiva de que se renueve en ella el ciclo de las generaciones. En plena salud física, anímica, y afectiva, sin que se den problemas mayores en el ámbito social, y aun habiendo experimentado auténtica exaltación en el momento del embarazo, una mujer puede experimentar que ahora no es el momento de que se recree en ella esa vida que los que la anatematizan erigen en valor tan supremo como abstracto.

Y no estoy obviamente afirmando que el tiempo de interrupción del embarazo no deba tener un límite. En ello simplemente un mínimo de racionalidad y hasta de sentido común por parte de todos (la madre en primer lugar) ayudará a no sacar las cosas de quicio. Estoy diciendo simplemente que los humanos somos animales singularísimos y que tal singularidad pasa, entre otras cosas, por no constituir sólo un eslabón en el ciclo de las generaciones. Ser madre ha de significar tanto un al relevo generacional como un , más radical quizás, a un relevo en la palabra. Si en un momento dado tal no es sentido, entonces dar la vida es más bien un gesto nihilista. Cabe renunciar a que se haga efectiva la maternidad, precisamente por una noble concepción de lo que para el ser humano significa la vida. Quizás en una mujer el gesto auténticamente moral sea negarse a dar vida, no ya a cualquier precio (lo cual desde luego rozaría más bien la infamia), sino en ausencia de exaltación; negarse, en suma, a dar la vida como lo haría un ser determinado a ello; negarse a dar vida como lo haría meramente un animal.

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Víctor Gómez Pin

Victor Gómez Pin se trasladó muy joven a París, iniciando en la Sorbona  estudios de Filosofía hasta el grado de  Doctor de Estado, con una tesis sobre el orden aristotélico.  Tras años de docencia en la universidad  de Dijon,  la Universidad del País Vasco (UPV- EHU) le  confió la cátedra de Filosofía.  Desde 1993 es Catedrático de la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB), actualmente con estatuto de Emérito. Autor de más de treinta  libros y multiplicidad de artículos, intenta desde hace largos años replantear los viejos problemas ontológicos de los pensadores griegos a la luz del pensamiento actual, interrogándose en concreto  sobre las implicaciones que para el concepto heredado de naturaleza tienen ciertas disciplinas científicas contemporáneas. Esta preocupación le llevó a promover la creación del International Ontology Congress, en cuyo comité científico figuran, junto a filósofos, eminentes científicos y cuyas ediciones bienales han venido realizándose, desde hace un cuarto de siglo, bajo el Patrocinio de la UNESCO. Ha sido Visiting Professor, investigador  y conferenciante en diferentes universidades, entre otras la Venice International University, la Universidad Federal de Rio de Janeiro, la ENS de París, la Université Paris-Diderot, el Queen's College de la CUNY o la Universidad de Santiago. Ha recibido los premios Anagrama y Espasa de Ensayo  y  en 2009 el "Premio Internazionale Per Venezia" del Istituto Veneto di Scienze, Lettere ed Arti. Es miembro numerario de Jakiunde (Academia  de  las Ciencias, de las Artes y de las Letras). En junio de 2015 fue investido Doctor Honoris Causa por la Universidad del País Vasco.

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