Ficha técnica
Título: Reducción y combate del animal humano |Autor: Víctor Gómez Pin | Editorial: Ariel | Colección: Ariel Filosofía | Formato: 14,5 x 23 cm | Presentación: Rústica con solapas | Páginas: 176 | ISBN: 978-84-344-1863-9 | Precio: 19,90 euros | Ebook: 9,99 euros
Reducción y combate del animal humano
Víctor Gómez Pin
A partir del ejemplo que le proporciona la domesticación de los animales, Víctor Gómez Pin pone luz a ese mismo proceso de domesticación que se está llevando a cabo con el hombre, con los ciudadanos, a través de una doble vía: privándoles de pensar por sí mismos y de ser libres. Para privarles de pensar se está produciendo una paulatina destrucción del sistema educativo humanista, restando recursos a la educación e imponiendo planes educativos racionalistas centrados en la productividad del individuo. La libertad se cercena a través de una economía capitalista que elimina las clases medias y lleva a la miseria a porcentajes de la población cada vez mayores.
Este libro aboga por luchar por vivificar el rescoldo de nuestra apagada naturaleza, por resistir, por contribuir a la liberación del animal humano.
Capítulo I
Del animal domesticado al animal reducido
Tras la catástrofe: memoria y renacimiento
Llegado Solón, «el más sabio de entre los siete sabios», a la ciudad egipcia de Sais, un sacerdote ya anciano le explica las razones por las cuales Egipto tiene supremacía sobre Grecia, pese a estar amenazados ambos países por inevitables catástrofes cíclicas que anulan la vida civilizada. Pues hay una diferencia en la modalidad que adopta la catástrofe en uno y otro lugar, y esta diferencia tiene enormes consecuencias.
La catástrofe no tiene el mismo peso cuando la provoca el fuego o cuando la provoca el agua, pues sólo en el caso del fuego la destrucción es total. Pero aun tratándose de la calamidad causada por las aguas, la gravedad depende de si éstas descienden torrencialmente o, como en Egipto, es producida por el desbordar de un gran río. Pues en el segundo caso, en la llanura misma, aunque desaparecen las plantas, los animales y el hombre, se salvan los templos y las inscripciones que en ellos conservan la memoria colectiva. Y así, cuando las aguas descienden y los supervivientes en las cimas montañosas bajan a la llanura, restauran con ayuda de esa memoria escrita los cimientos de su civilización, lo cual hubiera sido mucho más difícil en base al contingente recuerdo subjetivo.
Así pues, mientras la catástrofe relativamente menor que supone el desbordar del Nilo preserva en Egipto lo esencial, en Grecia la torrencial destrucción cíclica hace que sus habitantes estén a intervalos condenados a empezar de cero: «Solón, Solón, eternos niños sois los griegos… Ninguna arcaica tradición oral ha podido inculcar en vuestras almas opinión fundada ni ciencia emblanquecida por el tiempo», son las palabras que dirige a Solón el sacerdote, según nos cuenta Platón en el diálogo cosmológico Timeo.
Cuando, en 1831, Darwin se embarca en misión de naturalista para el viaje alrededor del mundo que le conduciría al descubrimiento de fósiles de especies desconocidas, la teoría oficial seguía siendo que las especies, una vez surgidas (en un acto que sólo podía ser considerado como creación), permanecían sin cambios. Obviamente, más de un observador de la naturaleza era secretamente escéptico, pero téngase en cuenta que el propio Darwin (ya inevitablemente presa de interrogantes, en razón de haber observado la selección artificial en la cría de animales) aceptaba sin excesivos remilgos la ortodoxia. Sin embargo, los naturalistas sabían que ciertas especies habían desaparecido. ¿Cómo hacer compatibles ambas cosas? La hipótesis de las catástrofes (defendida concretamente por el naturalista francés Georges Cuvier) era un recurso: a intervalos, un cierto número de especies eran aniquiladas como resultado de un violento cataclismo, pero la diversidad de la vida se mantenía porque, como resultado de un nuevo acto de creación, otras especies completamente distintas las sustituían. El mito de las catástrofes cósmicas parece así ser una suerte de constante antropológica que reviste los más variados aspectos, siendo en ocasiones combinado con tentativas de aproximación a la sensibilidad científica.