Javier Rioyo
Cuando escuché la pequeña mezquindad machista de algunos comentaristas de la derecha cañí -y de la otra- me acordé de aquella tontería, de aquella gracieta misógina del ocurrente Jacinto Benavente. Le habían invitado las modernas de los madrileños años 30 a dar una conferencia en su famoso "Lyceum club" que estaba en la Casa de las Siete Chimeneas, hoy dependencias del Ministerio de Cultura. El club de mujeres era el primero que se había organizado por las escritoras, pedagogas, abogadas y artistas vinculadas al mundo de la Institución Libre de Enseñanza. Todavía era un mundo de hombres. Era exótico eso de que las mujeres, al margen de sus maridos, organizaran conferencias, conciertos, lecturas y lo que quisieran en su recinto. Muchos habían acudido entre el morbo y la curiosidad. Otros con toda la normalidad. El autor teatral cuando fue invitado, para no defraudar a algunos de sus reidores de gracias, dijo que "no pensaba hablar a tontas y a locas". Muchos le jalearon, también algunos columnistas de la derecha.
Hoy hay en España más ministras que ministros. La cosa puede ir mejor. Siempre que veo una mujer en una ventanilla, en un taxi, en una barra, en un despacho o en una facultad, sé que la cosa funcionará mejor. También creo que de ministras tendrán que funcionar mejor, pero no creo que sea posible. También habrá excepciones. También habrá ineficaces, vanidosas, petulantes o maniobreras. Pero les toca, muchos siglos de incompetencia de hombres les precede. Que sea su hora. Que sea ahora. Que el futuro era mujer lo sabíamos hace tiempo. Y me alegro de poderlo comprobar.
Que los graciosos, los machistas, los misóginos sigan ladrando. Que las modistillas se lo demanden. Y que mis queridas Stacy Kent o la Niña de los Peines, dos que cantan palos muy distintos no les dejen gozar de su arte a los tontos que se ríen del poder de las mujeres.