¿Para qué un blog? Para empezar, para comunicar. Lo que sea. Incluyendo, en mi caso, la información y el análisis, ideas, ocurrencias. Los comentarios de los lectores sirven, y entre otras cosas, permiten volver sobre entradas anteriores y corregir algunos de sus errores. Pero el blog es también un lugar de ensayo. De ideas que llevan a otras ideas, de formulaciones, que luego permiten enriquecer textos más largos y más elaborados. Es también un enorme estímulo para la gimnasia mental. Durante todos estos meses ha sido una experiencia muy gratificante, que, me veo llevado a interrumpir, por unos meses, por unos años. Pero ha sido un honor pasar a integrar la comunidad de bloggeros. Espero que la lectura de estos apuntes haya servido de algo a alguien. Escribirlos, desde luego me ha servido mucho a mí, y por ello se lo agdezco a quien me convenció de probarlo, Basilio Baltasar. Hasta pronto.
El veredicto de los medios en EE UU fue ayer prácticamente unánime: el combate entre Hillary Clinton y Barack Obama en las largas primarias demócratas debe seguir. En el escrutinio de Pensilvania (¿Por qué tenemos que escribirlo así en español?), Clinton le ha sacado 10 puntos de ventaja a Obama. Suficientes para permanecer en la carrera, pero no para cambiar la situación, no para que el senador por Illinois desista, ni ella tampoco. Es un grandioso, aunque caro, espectáculo de democracia. Ha votado el triple de ciudadanos en ese Estado que en las primarias de hace cuatro y ocho años. Eso no es garantía de que acudan a las urnas en masa en noviembre, pero sí indica un despertar ciudadano.
Se suele decir que esta pelea está favoreciendo al único candidato republicano que queda, John McCain, en detrimento de unos demócratas que parecen divididos. Tal afirmación está por probarse en esta carrera inhumanamente larga. Lo que probablemente los electores de Clinton o de Obama no tolerarían es que la decisión final la tomaran en la convención el próximo verano los llamados superdelegados, altos cargos del partido. Aunque las reglas del juego les permitan convertirse en los decisores finales, deberían decantarse por lo que han elegido mayoritariamente los ciudadanos en las urnas y los caucuses, previsiblemente, Obama.
Tal posición no está exenta de problemas pues tenderán a volcarse por el candidato con más posibilidades de ganar a McCain. Obama ha demostrado tener un problema entre los votantes hombres blancos, sin los cuales sería difícil vencer en noviembre. Tiene el voto negro, mientras que el hispano parece más proclive a Clinton. Obama ha impulsado, sobre todo, la fuerza vital de los nuevos votantes jóvenes, los que se han movilizado en estas primarias. Pero no consigue ganar en los Estados grandes que serán los decisivos en noviembre.
En cuanto al dream team demócrata, Obama-Clinton o Clinton-Obama, es algo que los electores verían con buenos ojos, pero, desgracia aunque comprensiblemente, no los protagonistas. Sea como sea, tras Pensilvania, como se decía ayer en EE UU, the show must go on.
Los que idearon la invasión de Irak, y en general la idea de imponer por la fuerza la democracia, no recurrieron a los libros de historia. Si lo hubieran hecho se hubieran percatado de que ésta ha sido una de las ideas que más fracasos han tenido.
El italiano Luciano Canfora, profesor de Filosofía Clásica en la Universidad de Bari, lo define como "el mito que ha fracasado" en un librito que bajo el título de Exportar la libertad, publicó en España en una estupenda edición Ariel, que ha llegado ahora a mis manos, o mejor dicho, a mis ojos. "Mientras eran abatidas las murallas de Atenas, en abril del año 404 a.C., muchos pensaron -como escribe Jenofonte en su Historia griega- "que ese día comenzaba la libertad para los griegos". En realidad empezaba una gran guerra que devastó el mundo griego durante casi treinta años.
Por estas páginas pasan Robespierre y sus advertencias al respecto, Stalingrado o Budapest. Como señala el autor "tanto Stalin como Vercingetorix luchaban por la libertad de sus pueblos". Afganistán (en sus diversas guerras, que revelan los nexos entre "exportación de la libertad" y "política de potencia", pues bajo la primera se esconde las intenciones de la segunda), Vietnam, y naturalmente, Irak.
Como apéndice a no perderse, Canfora aporta "la profecía de Jomeini", la carta del 1 de enero de 1989, en la que el ayatolá iraní anunciaba a Gorbachov el fin del comunismo y el renacimiento del Islam en la que aporta dos visiones del mundo: "la materialista y la inspirada en la doctrina de la unidad divina. "Para concluir", termina Jomeini, "declaro sin ambages que la República Islámica de Irán, el bastión más sólido del Islam en todo el mundo, no tendría dificultad alguna en colmar el vacío ideológico de su sistema".
El secuestro del atunero Playa de Bakio es un perfecto ejemplo de cómo la situación de Estado fallido se traslada al mar. Pues la falta de orden y estado de derecho en Somalia ha hecho que la piratería crezca al amparo de la anarquía, como bien analizó Martin N. Murphy en un excelente estudio sobre el tema titulado, en inglés, Piratería contemporánea y terrorismo marítimo, publicado el año pasado por el Instituto Internacional de Estudios Estratégicos (IISS) de Londres.
No es una situación inevitable. Murphy explica bien cómo Malaisia, debido a la insistencia de su actual primer ministro Abdulá Badawi, Indonesia y Singapur (con cierto apoyo de EE UU) lograron reducir drásticamente la piratería en el Estrecho de Malacca, donde se registraron 80 ataques piratas en 2000, el peor año (En 2007, en el mundo, 433 tripulantes fueron atacados por piratas que los secuestraron o mataron). Era un interés vital para estos países y para otros como China o Japón. Por el Estrecho de Malacca pasa un 80% del petróleo y del comercio que va a la zona, y a diario 80.000 personas a diario y 10.000 pesqueros. Y la piratería podría tornarse fácilmente en terrorismo. Pese a los progresos o Murphy no descarta que la menor actividad criminal se deba a que los piratas hayan decidido esperar a que se reduzca la vigilancia. Y mientras operan contra turistas u otros en otras zonas menos controladas. Cuentan, incluso, con una cierta "aceptación cultural" de esta lucrativa forma de crimen.
En las aguas en torno al Cuerno de África, pese a que diversos países llevan hablando desde hace años de reforzar la vigilancia en esa zona, y EE UU lo ha hecho en algún caso, la piratería ha crecido pese a que esta actividad tenga implicaciones sobre la seguridad internacional. Los piratas disponen en Somalia de lugares en los que refugiarse sin que nadie les venga a molestar mientras negocian los rescates por sus secuestros. Antes del Playa de Bakio fue el Ponant, y antes que él un rompehielos que viajaba de Rusia a Singapur. Su armador pagó 700.000 dólares. En algún caso los piratas han llegado a pedir un millón de dólares de rescate. Aunque han atacado grandes cruceros, estos piratas modernos, que tienen en sus manos armamento efectivo a bajo coste, desde lanzagranadas a fúsiles AK-47, prefieren abordar barcos más pequeños y manejables. Ayer, frente a la costa de Yemen, un petrolero japonés fue atacado por una granada en lo que los expertos interpretan más como un acto de piratería que de terrorismo. Todo esto no es un retorno al pasado, sino que es muy de este siglo XXI.
"Aquí, en América, encontrará una nación que da la bienvenida al papel de la fe en la plaza pública". Así acogió en Washington el presidente Bush a Benedicto XVI, que fue mucho más lejos en esta declaración de principios nada laicos. El pasado viernes, en la Asamblea General de la ONU, el secretario general Ban Ki-moon le recordó al Papa que la suya es una "organización secular" y que el edificio que la alberga en Nueva York no tiene siquiera una capilla. Ratzinger, sin embargo, aprovechó la tribuna para exigir que "la libertad religiosa no se puede limitar al libre ejercicio del culto, sino que tiene que dar la debida consideración a la dimensión pública de la religión, y por tanto a la posibilidad de los creyentes de desempeñar su papel en la construcción del orden social", aunque diferenció entre la dimensión del ciudadano y del creyente. Pero previamente había considerado "inconcebible que los creyentes tengan que suprimir una parte de sí mismos -su fe- para ser ciudadanos activos", y "no debería ser nunca necesario negar a Dios para disfrutar de los derechos de cada cual". ¿Quién lo exige? Es una subversión de los argumentos del laicismo.
Es verdad que poco hay más público que la religión, sea cristiana, musulmana u otra. Los viajes papales lo demuestran. EE UU, formalmente un Estado laico o mejor dicho sin religión oficial, es uno de los países más religiosos del mundo, y en él la religión, al menos el deísmo, no es sólo un asunto privado sino muy público. Tanto que (aunque tan sólo desde 1956) los billetes de dólares llevan el famoso lema de In God We Trust ("En Dios confiamos"). Además, la dimensión pública de la religión ha ido aumentando con los crecientes intentos de politizarla. Parecía una cuestión tapada en las primarias demócratas, y sin embargo ha resurgido cuando Obama declaró recientemente que las frustraciones económicas de muchos electores en las ciudades pequeñas de Pensilvania les había llevado a "aferrarse a los rifles o la religión o la antipatía hacia la gente que no es como ellos". Pese a que tenga razón, está pagando por esta afirmación.
Aunque hablara mucho de religión -si bien significativamente escasamente de diálogo de religiones, que sólo citó una vez- , el discurso de Benedicto XVI en la ONU fue, inevitablemente, político. Con él, tres han sido los Papas que se han subido a esta tribuna. Pablo VI en 1965, cuando se presentó como "experto en humanidad". Juan Pablo II en dos ocasiones muy diferentes (1979 y, tras el fin de la guerra fría, 1995). En todos hay un hilo conductor: la insistencia en la libertad y en los derechos de los individuos. Juan Pablo II insistió mucho en 1995 en que la libertad no era algo que sólo buscaran los individuos sino también las naciones. Y si habló de los "derechos de las personas", añadió los de las naciones, remontándose para ello al Concilio de Constanza en el siglo XV.
Inevitablemente, los tres Papas se han referido de una otra manera en esta tribuna al aborto y al control de la natalidad. La derecha americana y el Vaticano han coincidido en su oposición a dar fondos en la ONU a programas que contemplaran el aborto, y en esto han recibido el apoyo de los países integristas musulmanes.
Pero no todo son coincidencias con Bush. Significativamente, Ratzinger sólo mencionó una vez la palabra "terrorismo" y consideró que el respeto de los derechos humanos es una de las formas de "aumentar la seguridad". Es decir, sin mencionarlos, un discurso contrario a Guantánamo, a la Ley Patriótica o a las detenciones ilegales de prisioneros de guerra. Ya había pedido a Bush más "esfuerzos pacientes de diplomacia internacional" para resolver los conflictos internacionales. Pablo VI había definido la ONU, ya en aquellos años, como una "escuela de paz". El Papa Ratzinger también insistió en la paz, pero no desde el pacifismo. Defendió la injerencia par razones humanitarias. No renegó del uso de la fuerza sino que, insistió, ésta debe partir de un consenso si no universal, sí amplio. Hizo una alabanza a la ONU, como centro del multilateralismo y de la defensa de los derechos humanos cuya Declaración Universal cumple 60 años, e interesante fue su reflexión sobre el peligro de que la legalidad prevalezca sobre la justicia en relación con estos derechos.
Su insistencia en que hay que recuperar la religión en la esfera pública forma parte de esa tendencia que algunos sociólogos, como Peter Berger, detectaron desde los 90 y han llamado, la de la des-secularización del mundo. Al menos en Europa, oasis laico, conviene no sólo frenarla, sino invertirla.
Publicado en El País, 21de abril de 2008
Otro paso peligroso. El anuncio por parte de Rusia de que había aprobado un decreto para establecer relaciones legales -que se paran a poco de su reconocimiento como Estados independientes- con Abjazia y Osetia del Sur ha hecho sonar muchas alarmas, para empezar las del país en los que se encuentran estos territorios, Georgia cuyo gobierno ha calificado el paso de "provocación" y "anexión rampante" y ha declarado su intención de llevar el caso al Consejo de Seguridad de la ONU (donde Rusia, cabe recordar, tiene derecho de veto).
Moscú, con Putin aún en la Presidencia de la Federación Rusa, ha respondido así a la declaración de independencia de Kosovo y al intento de Georgia, más proclive a Occidente desde la Revolución Rosa de 2003, de entrar en la OTAN, puesta ahora en un aprieto. Estas relaciones que se refuerzan entre Moscú y estos dos territorios con gobiernos separatistas, versarán sobre comercio, educación, diplomacia, agricultura y otras dimensiones, está por ver si militares aunque eso no se dice.
No se trata sólo de una manipulación rusa. El sentimiento independentista está muy extendido en ambas regiones. Y se estaba trabajando para un acuerdo pacífico para salir de las tablas en que quedó la situación tras las guerras en la década pasada que llevaron al surgimiento de estos territorios como entidades prácticamente separadas. De hecho el mes pasado el Gobierno de Georgia había ofrecido a Abjazia un amplio grado de autonomía.
Estamos aún viviendo los efectos de la disolución de la Unión Soviética, hundimiento de un imperio del que ha surgido numerosos Estados independientes, proceso cuyo punto final no parece haberse alcanzado aún.
Kosovo puede verse como un precedente. Y lo malo de actuar desde la ilegalidad internacional es que ya no está claro dónde parar. ¿Kosovo, sí pero Abjazia y Osetia del Sur, no? ¿O Chechenia? ¿Tampoco Tibet? Las presiones internacionales estos días piden mayores libertades en Tibet. No independencia. Un mundo lleno de confusión en el que convendría aclarar al menos algunas reglas.
Un nuevo fantasma está recorriendo el mundo: el de la inflación de los precios de los alimentos, al que me referí el otro día, pero es un tema demasiado grave como para no seguirlo. Está generando revueltas populares desde Asia a África pasando por América Latina, contra lo que ha lanzado las alertas el Banco Mundial y otras organizaciones. El primer ministro de Haití cayó la semana pasada por esto. En Bangladesh y en otros lugares ha habido levantamientos populares. La FAO que tiene una nueva página web, en español también, sobre la situación alimentaria global, anunció en febrero que 36 países están en crisis y necesitados de ayuda de urgencia debido a esta inflación en los alimentos causada por guerras, sequías o inundaciones (21 en África, 9 en Asia, 4 en América Latina y 2 en Europa: Modolvia y Chechenia en Rusia). Esta inflación se puede comer, nunca mejor dicho, las ganancias de muchos años especialmente para las capas más pobres de las poblaciones.
Según el Banco Mundial, los precios alimentarios en el mundo han crecido un 83% en los últimos tres años. Ayer se supo que los precios de los alimentos han aumentado en China en lo que va de año un 21% (casi como en todo el año anterior que aumentaron un 25%). Lo que estos datos implican es que incluso los países que importan pocos alimentos ven subir los precios de estos en el interior. En China, el ritmo del crecimiento económico se había frenado de un 11,2% anual a un 10,6%. Aunque esta tasa sea mayor de la esperada, la crisis que empezó en Estados Unidos puede haber empezado a hacer mella en aquel enorme país, y en general en Asia, aunque en le caso chino haya contado el frío invierno, una caída en las exportaciones y unas condiciones monetarias más duras (los tipos de interés ha subido seis veces en un año y se han restringido los créditos bancarios). Cuando China empezaba a controlar mejor su tasa de inflación, el aumento de los precios de los alimentos la sigue disparando y recalentando la economía.
Algunas voces se van elevando contra los biocombustibles que han sacado una parte de las cosechas de cereales del mercado alimentario para redirigirlo, subiendo los precios, al energético, aunque el grado en el que estefactor haya influido sobre el otro sea asunto de discusión entre los economistas. La FAO predijo el año pasado que debido a los biocombustibles, los precios de los alimentos aumentarían entre un 10 y un 15%. Cuando se intenta resolver un problema, como el de la escasez y la carestía del petróleo, a veces se generan otros nuevos y más graves.
"La gente venía a ver a Juan Pablo II; a Benedicto XVI le viene a escuchar", se dice en Roma (según cita George Weigel en el último número de Newsweek). El Papa al que se escucha más que se ve, llegó ayer en su primera visita a Estados Unidos, y la verdad es que no se mordió la lengua pues entre sus primeras declaraciones se declaró profundamente avergonzado por los sacerdotes pedófilos que han causado escándalo en EE UU. Por vez primera el presidente no lo recibió en la Casa Blanca sino que se desplazó él mismo al aeropuerto. Y es que hay mucho en común entre este presidente, convertido durante una época en teólogo en jefe en su país, y el Papa alemán en un país en que un 25% de la población se declara católica aunque Ratzinger no conecte bien con ella.
Naturalmente, este viaje tiene una dimensión americana clara, en uno de los países más religiosos de la Tierra. La gran sesión de masas será en un estadio de Nueva York. Pero a los de fuera, lo que más nos interesa es qué diga Benedicto XVI en su discurso a la Asamblea General el próximo viernes. Pues sin duda apoyará el multilateralismo, las Naciones Unidas y la paz -de Bush le ha separado la guerra de Irak- y se sumará a la campaña contra la pena de muerte. Pero previsiblemente, a juzgar por anteriores ocasiones, introducirá en ella su directa oposición al aborto. De hecho, con Bush (y antes de él lo impuso un congreso dominado por los republicanos) EE UU ha dejado de financiar campañas de la ONU sobre el control de la natalidad que no condenen la interrupción voluntaria del embarazo. En esto -en este creciente conservadurismo que se ha ido adueñando del mundo- coincide con algunos países islámicos o islamistas como Arabia Saudí o Irán. Benedicto XVI, tras unos inicios nada certeros como su conferencia en Regensburg, ha intentado lanzar un diálogo muy peculiar entre el cristianismo/catolicismo y el islam, que en parte es un diálogo entre fundamentalismos.
Lo que interesará, esta vez no en Roma sino en Nueva York no es lo que parezca el Papa, sino lo que diga. Habrá que estar atentos.
¿Ha pinchado Barack Obama en el hueso de la América profunda? Ahora asegura que no se entendió lo que quería decir. Lo que dijo, en una cena en San Francisco la semana pasada a puerta cerrada para recaudar fondos para su campaña, es que los habitantes de las ciudades pequeñas en Pennsylvania (próxima gran primaria entre los demócratas el 22 de abril), ante sus frustraciones económicas, "se aferran a los rifles o la religión o la antipatía hacia la gente que no es como ellos".
Como era de esperar, Hillary Clinton se ha tirado al degüello de su rival. La senadora Clinton ha recordado su educación religiosa y también ha recordado cómo su padre le enseñó a disparar. Pero, bajo la apariencia de un debate sobre los valores de la sociedad americana, y especialmente los de sus pequeñas poblaciones, lo que han conseguido las palabras de Obama es que vuelva a centrase la campaña -entre demócratas, y entre estos y el republicano John McCain que intenta hacerse con una agenda más conservadora en los social- el tema que pareció haber desaparecido, pero que como el Guadiana, ha resurgido: la religión. Y todo en vísperas de la llegada a EE UU del Papa Ratzinger que sin duda reforzará la dimensión de esta cuestión, ante la cual se nota una cierta incómoda de Obama que intenta explicar su formación católica en la escuela en Indonesia. Benedicto XVI será bien acogido por el pueblo americano, aunque sigue siendo un desconocido para uno de cada diez, una proporción significativa, a juzgar por algunas encuestas.
Independientemente del efecto que las palabras de Obama pueda tener sobre su campaña y su intento de atraerse el voto blanco obrero o rural, ha resurgido la América profunda en sus tres dimensiones más esenciales: las armas, la religión y la inmigración Las dos primeras son cuestiones que separan en lo más profundo a la sociedad americana de la europea o canadiense. Sobre ellas, como he escrito en otro lugar, se ha apoyado mucho Bush. Parecía que se pasaba página. No es así. La religión sigue muy presente en estas elecciones aunque, por ejemplo, no necesariamente el voto evangélico, se decante por los republicanos, pues una parte está opuesta a la guerra de Irak, entre otras cuestiones.
Esta tarde-noche deberían conocerse los resultados de las elecciones generales italianas. La cuestión que causa cierto desasosiego e incredulidad fuera de Italia y, según los sondeos, a casi una mitad de los italianos (una sociedad políticamente dividida, como casi todas), es la de que cómo es siquiera posible, y hasta probable, que Silvio Berlusconi pueda volver a convertirse por cuarta vez en presidente del Gobierno, volviendo a unir en su persona la característica de ser el hombre más rico y el políticamente más poderoso. Sería la corrupción personificada en el corazón del Estado, la influencia directa del dinero y de los medios de comunicación en la política. Esa la base de su populismo popular, ante el que se plantean no sólo objeciones políticas sino morales, e incluso estéticas, pues este personaje es muy vulgar.
Italia puso su sistema político patas arriba con la campaña de Manos Limpias de jueces y fiscales que acabó con el dominio de la Democracia Cristiana. El desencanallamiento de la política italiana que buscaba esa operación se ha reproducido, y el mayor beneficiario ha sido Sua Emitenza, que ha subvertido la Justicia para protegerse de los cargos de corrupción. Gracias a los cambios de leyes que impulsó, llega a estas elecciones libre de preocupaciones de condenas y cárceles. Y si, a sus 71 años, las gana, puede aspirar a situarse como referente moral en la Presidencia de la República, empujando a Napolitano a dimitir para tomar acto, si se confirma su victoria, de lo que llama "la nueva fase política italiana".
Los italianos tienen ese arte de no tomarse en serio ni a la política ni a sus políticos. La mejor explicación que he escuchado, de boca de un amigo romano, es que la última vez que los italianos se tomaron realmente en serio a un dirigente político, fue con Benito Mussolini, y el tiro les salió por la culata. Este descreimiento es el que hace posible que pueda ganar un personaje como Berlusconi.
Pero podrían pararse a pensar qué ha hecho por Italia, y la verdad es que bien poco. Ha hecho más por él y por la defensa de sus intereses, mezclando los suyos privados y públicos. Pero, claro, él mismo lo explica: "Si yo, velando por los intereses de todos, también cuido los míos, entonces no se puede hablar de conflicto de intereses".
Él mismo hace una apelación constante a la ilegalidad. Para Berlusconi, que promete reducciones fiscales, si el Estado te pide demasiado es legítimo evadir los impuestos. Lo dijo una vez, recuerda otro amigo italiano, cuando era Primer Ministro, nada menos que en la ceremonia de graduación de los Finanzieri, la policía fiscal. Y lo ha repetido en la campaña. Otra vez afirmó que "hay leyes que los italianos no perciben como tales". Ahora bien, añade el amigo, no son sólo los italianos ricos, sino también los menos ricos los que violan las normas, para evadir impuestos, subsidios a los que no se tiene derecho, a construir contra las normas municipales, a cobrar en negro por actividades no declaradas, o a tener una ilegal como asistenta. Esto no es propio únicamente de Italia. La diferencia es que Berlusconi les dice descaradamente a los italianos que no se preocupen, que no les va a pasar nada. Les confirma en su descreimiento del Estado. Y si Italia anda bloqueada, él no la va a desbloquear. No es un reformista.
La izquierda tiene también una parte de la responsabilidad de que Berlusconi pueda volver al mando político. Pues aunque el Gobierno de Prodi cayó por Mastella, un democristiano, de picador actuó la izquierda radical. En cuanto a Walter Veltroni y su Partido Demócrata (PD), representa algo nuevo y el empuje de una nueva generación (la siguiente a la del propio dirigente). Pero su política se ha vuelto tan moderada, tan realista, que frustra muchas de las ilusiones que había despertado. El PD no quiere que se le recuerde su pasado comunista, y hasta tiene miedo de aparecer como socialdemócrata.
Por si no bastara, recuerda el citado amigo, está la cuestión religiosa, sumamente artificial en un país donde son cada vez menos los que siguen los preceptos de la Iglesia católica a los que, sin embargo, los cuatro líderes de los partidos de derechas rinden homenaje diario, aunque todos tiene algo en común: Berlusconi, Casini, Fini y Bossi son todos divorciados y vueltos a casar. Forman parte de los llamados atei devoti (ateos devotos), no cristianos sino cristianistas, en el sentido de que están convencidos que para oponerse a lo que ven como el monstruo islámico hay que seguir fielmente el diktat del Papa alemán con quien mantienen una alianza nefasta.
Publicado en El País, 14 de abril de 2008