Andrés Ortega
Un nuevo fantasma está recorriendo el mundo: el de la inflación de los precios de los alimentos, al que me referí el otro día, pero es un tema demasiado grave como para no seguirlo. Está generando revueltas populares desde Asia a África pasando por América Latina, contra lo que ha lanzado las alertas el Banco Mundial y otras organizaciones. El primer ministro de Haití cayó la semana pasada por esto. En Bangladesh y en otros lugares ha habido levantamientos populares. La FAO que tiene una nueva página web, en español también, sobre la situación alimentaria global, anunció en febrero que 36 países están en crisis y necesitados de ayuda de urgencia debido a esta inflación en los alimentos causada por guerras, sequías o inundaciones (21 en África, 9 en Asia, 4 en América Latina y 2 en Europa: Modolvia y Chechenia en Rusia). Esta inflación se puede comer, nunca mejor dicho, las ganancias de muchos años especialmente para las capas más pobres de las poblaciones.
Según el Banco Mundial, los precios alimentarios en el mundo han crecido un 83% en los últimos tres años. Ayer se supo que los precios de los alimentos han aumentado en China en lo que va de año un 21% (casi como en todo el año anterior que aumentaron un 25%). Lo que estos datos implican es que incluso los países que importan pocos alimentos ven subir los precios de estos en el interior. En China, el ritmo del crecimiento económico se había frenado de un 11,2% anual a un 10,6%. Aunque esta tasa sea mayor de la esperada, la crisis que empezó en Estados Unidos puede haber empezado a hacer mella en aquel enorme país, y en general en Asia, aunque en le caso chino haya contado el frío invierno, una caída en las exportaciones y unas condiciones monetarias más duras (los tipos de interés ha subido seis veces en un año y se han restringido los créditos bancarios). Cuando China empezaba a controlar mejor su tasa de inflación, el aumento de los precios de los alimentos la sigue disparando y recalentando la economía.
Algunas voces se van elevando contra los biocombustibles que han sacado una parte de las cosechas de cereales del mercado alimentario para redirigirlo, subiendo los precios, al energético, aunque el grado en el que estefactor haya influido sobre el otro sea asunto de discusión entre los economistas. La FAO predijo el año pasado que debido a los biocombustibles, los precios de los alimentos aumentarían entre un 10 y un 15%. Cuando se intenta resolver un problema, como el de la escasez y la carestía del petróleo, a veces se generan otros nuevos y más graves.