Javier Rioyo
Hoy me han devuelto el recuerdo de Tito Monterroso. Han llegado sus libros, sus papeles, cartas, fotos y otras propiedades de éste escritor que supo ser preciso dónde otros se pierden por inútiles caminos, a la Universidad de Oviedo. Ignoro por qué allí, pero me alegro de sentir un poco más cerca parte de ese mundo que una vez pude visitar en su casa -y la de su mujer Bárbara Jacobs- en México. Tito Monterroso era un grande de nuestra literatura y nunca se creció por serlo. Mantuvo su estatura humana, esa manera modesta de pasear por el mundo y por la literatura.
Siempre hay razones para volver a Monterroso. No cansa, es breve y certero. Tiene humor, inteligencia y una cultura de la que no presume. Si literatura, casi siempre en corto, a veces en muy corto, es una brillante y cercana lección de vida y literatura.
Sin querer, nos da lecciones para leer y algunas veces para escribir. Hizo un decálogo del escritor en "Lo demás es silencio". Con ejemplos prácticos tan útiles como éste:
"Lo que puedas decir con cien palabras dilo con cien palabras; lo que con una, con una. No emplees nunca el término medio; así jamás escribas nada con cincuenta palabras".
Tampoco me disgustan esos aforismos que encontraba en cualquier lugar impreso. Dos de virginidad: "(1) Mientras más se usa menos se acaba". "(2) Hay que usarla antes de perderla." Dedicados a las muchachas en flor.