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Ronaldo Menéndez, narrador caníbal

Conocí a Ronaldo Menéndez hace casi diez años, en un congreso organizado por a editorial Lengua de Trapo en Madrid. Me parecía algo exótico, un escritor cubano que llegaba de Lima. Recuerdo que me cayó bien su pinta de despistado, su despreocupada manera de andar por el mundo. Me regaló su libro de cuentos, El derecho al pataleo de los ahorcados; Ronaldo me pareció un cuentista magistral. Luego leí La piel de Inesa, novela con partes muy logradas, aunque no terminaba de convencerme del todo. Había algo de la más tradicional literatura cubana en esa obra, esa prosa a veces nada transparente, esa obsesión por el simbolismo y la alegoría; bien encaminadas, esas cualidades han producido y pueden producir grandes obras, pero también son capaces de perder a un escritor joven.

La nueva novela de Ronaldo, Río Quibú (Lengua de Trapo), demuestra que los peligros han sido sorteados, y que este escritor ha dado un gran salto de madurez literaria. Río Quibú comienza con tintes de policial: ¿Quién violó y mató a la bella Julia? La policía se halla detrás de la verdad, pero también el hijo de catorce años, Júnior, intenta esclarecer lo ocurrido. Por ahí acecha un padrastro que puede o no ser el culpable. La narración es intensa, vertiginosa, posee un humor desenfadado y su tono satírico da en el blanco con frecuencia; hay momentos complejos, relacionados con la desenfrenada sexualidad de Julia, que a más de un crítico políticamente correcto le ocasionarán problemas.

Hace una semana, Gustavo Faverón escribía en su blog acerca de cómo el tema del canibalismo ha sido muy estudiado en las cartas de viaje y en las crónicas del período colonial, pero que falta explorarlo en la literatura latinoamericana del siglo XX hasta hoy. Gustavo menciona a algunos autores clave en este corpus: Saer y Vargas Llosa en la novela; Wilcock, Cortázar, Valenzuela, Caicedo, Ribeyro, entre otros en el cuento. Cuando leí el post, añadí a la lista a Piñera y a Alcides Arguedas. Por esas coincidencias afortunadas, al día siguiente cayó en mis manos Río Quibú, texto fundamental para analizar el tema de las "narraciones caníbales" contemporáneas.

Por un lado, está la obvia metáfora de Ronaldo como un narrador caníbal: en su novela, textos de Cortázar, Borges, Monterroso y de muchos otros, son "devorados" para dar lugar a otro texto. Por otro lado, lo que Junior encuentra en los arrabales del río -un descampado con restos humanos, la constatación de que los habitantes del Quibú comen carne humana--, añadido a la obsesión de los isleños por encontrar un famoso Menú Insular ("¿Existe ese Menú en lo íntimo de mi alma? ¿Lo he visto cuando esta tarde miré dentro de mí y ya lo he olvidado? Nuestra memoria insular -huelga decirlo- es porosa para el olvido. Yo mismo estoy falseando y perdiendo, bajo la trágica erosión de los años, el justo sabor del huevo y del pan de cada día"), llevan a una sorprendente constatación: Ronaldo se ha convertido en un afilado escritor político. En Río Quibú, el canibalismo y su relación con el hambre de los isleños, sirve para una devastadora crítica de un sistema político en el que el líder ha muerto después de "una contrarrevolucionaria enfermedad" a la que se ha enfrentado "sin flaquear aunque adelgazara". Todo parecido con la realidad es pura, asombrosa literatura.

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14 de mayo de 2008
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El golpe de vista

La inteligencia intuitiva no es ahora una novedad. No necesita ningún apoyo la teoría de que "el primer golpe de vista" da en el clavo o de que "la primera impresión" conduce a la conclusión profunda.

Siendo tan arriesgado predicar recetas, muchos creemos en que el dato obtenido de este modo fulgurante merece la máxima puntuación. En la escritura, en la pintura o el oficio del artista, en general, ocurre muy a menudo que tras dar vueltas a una solución constructiva la primera idea se impone como superior. La primera idea viene a ser la mejor idea. La primera idea es la de mayor autenticidad y entereza y todo cuanto procede de ella suele ser fecundo y hermoso.

Buscar deliberadamente una idea es de lo peor que hay. Es buscar el mal menor, el recurso mediocre perdido entre la mediocridad. La idea que sobreviene o salta tiene que ver, sin embargo, con una visión superior y no en el sentido de la trascendencia sino de la omnicomprensión.

Con una idea fuerte, sólo con esta idea enérgica, puede desarrollarse la mayor y más brillante complejidad. La complejidad más convincente y cierta. Atención pues a la idea que nos acomete. Atención a esta primera impresión. La idea se imprime como un cimiento sobre el que levantar el edificio, el aprecio, el juicio, el desdén o la decisión.

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14 de mayo de 2008
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Así se empieza, hijo

Es científicamente comprobable que a las malas amistades también se les alerta, desde niños, justamente contra las malas amistades. Recuerdo al director de la escuela previniendo a mi madre contra la cercanía de cierto compañero incorregible, a cuya madre había prevenido a su vez contra mi mala influencia. ¿Cómo quebrar, no obstante, la simpatía natural que florece entre aquellos amigos automáticos que se adivinan mutuamente perniciosos?

     Mi madre siempre estuvo convencida de que ese repetido desapego a las buenas costumbres aprendidas en casa sólo podía deberse a las malas amistades. Hasta el día en que, con dieciséis años, estrellé un carro espectacularmente a medio centro de Tlalpan. Mérito suficiente, según el Ministerio Público -que por entonces se declaraba incompetente para juzgar a un moco de mi edad- para enviarme a pasar la noche al Consejo Tutelar para Menores Infractores, antes de eso llamado "Tribunal de Menores" y mejor conocido como Tribilín. A partir de ese día, ya no pudo la autora de mis días culpar a los compinches de la cuadra por la segura perdición del único vecino que conocía por dentro el Tribilín

     Fueron sólo siete horas, pero nunca volvieron a tratarme igual. Era ya, oficialmente, una mala amistad. Había instituciones que así lo constataban. Poco o nada importaba que la fechoría acreditada fuese un simple accidente de tránsito, el hecho de saber -merced a los relatos hechizados que no me ahorré ante uno solo de mis vecinos, quienes bebían de la narración con quijada caída y ojos saltones- que durante cada una de aquellas horas había llevado puesto el uniforme del Tribilín, me etiquetaba como proscrito. ¿Qué puede uno hacer en esas circunstancias, sino esforzarse por estar a la altura de las expectativas generadas? Si tanto me gustaba contar las aventuras, y creía que antes o después lo haría por escrito, no podía por menos de reunir todas cuantas pudiera. Curiosamente, nunca más me volvieron a faltar los amigos.

     Dentro del Tribilín hice sólo un amigo, que como yo venía de la Delegación Tlalpan, había chocado y no cumplía aún los diecisiete. Pero era una porquería de sujeto. En las horas que malvivimos ahí dentro me contó de los coches que había desvalijado, los animales que mató a balazos y las incautas a las que atiborró de yohimbina. El Kikis, lo llamaban. Tenía dos guardaespaldas y sabía disparar ametralladoras. Ninguno de los dos sabíamos aún que nuestra respectiva inclinación por la vagancia nos valdría un boleto para cursar de nuevo el cuarto de bachillerato, ni que mi nueva escuela -donde en principio nadie estaría enterado del Tribilín Affair- sería justo aquélla donde el Kikis había reprobado el curso.

     A ver si otra vez te haces mala fama..., aconsejóme mi querida madre, diríase que en tono de amenaza, cuando llegó el primer día de clases. Aun, pues, con las ganas de contar a mis nuevas conocencias todo sobre el periplo carcelario de marras, logré con mi silencio que durante la primera semana ninguno me mirara con el miedo magnético que suelen inspirar las malas amistades. ¿Cómo iba a imaginar que el lunes siguiente se haría presente el Kikis, en calidad de ex alumno añorante? No bien me saludó -para asombro de varios entre mis compañeros, que lo consideraban maleante aventajado- uno de ellos soltó la pregunta inminente. ¿De dónde se conocen ustedes dos?

     Del Tribilín, respondió raudo el Kikis, con desprecio estudiadamente patibulario, para asombro e hilaridad de los presentes, que apenas si tardaron en lanzarme a la fama de ex convicto. Y entonces lo demás fue lo de menos: al día siguiente estábamos en el billar. Fugados de la escuela, felices de la vida. Echando estilo con el taco en la mano y el cigarro en la boca (apagado, en mi caso, para no toser). Contándoselos todo sobre el Tribilín.

     A poco más de un año del Goofygate, una nueva vecina llegó a tocar el timbre de la casa. Quería presentarse con mi madre, pedirle algún favor, ya no recuerdo cuál, y ofrecerle un consejo por retribución. Cuide mucho a su hijito, que por aquí está lleno de malas amistades -le advirtió, con los ojos saltones- como será la cosa que me dijeron que hasta hay un muchacho que ya estuvo en el Tribunal de Menores. Sorprendidos y atónitos, mi madre y yo cruzamos miradas silenciosas. Definitivamente, esa vieja chismosa era mala amistad para cualquiera.

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14 de mayo de 2008
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…Y los niños que mueran

Al leer que el secuestrador vivía en el apartamento de arriba una convencional vida en compañía de su esposa y que cuidaba el jardín, me vinieron a la mente el tremendo párrafo con el que Marcel Proust hace contrapunto a una conmovedora línea de Victor Hugo:

"Victor Hugo dice: «ha de crecer la hierba y han de morir los niños (Il faut que l'herbe pousse et que les enfants meurent)». Yo digo que la ley cruel del arte es que los seres mueran y que muramos nosotros asimismo, apurando todo sufrimiento, a fin de que crezca la hierba no del olvido sino de la vida eterna, la hierba vigorosa de las obras fecundas, sobre la cual las generaciones, indiferentes a los que bajo la hierba reposan, vendrán a realizar su merienda campestre."

También el protagonista del suceso de actualidad al que hacía referencia, el ingeniero Fritzl, es indiferente a los que se hallan bajo sus pies, bajo la hierba y la floración de su jardín; indiferente a los que viven entre imágenes espectrales, proporcionadas por la televisión, de lo que constituye el mundo a pleno sol y, en consecuencia agónicos intérpretes, auténticos protagonistas de la escena descrita por Platón en su célebre mito.

El hecho de que el teatro de sombras vehiculadas por dígitos sea también de alguna manera el modo privilegiado que tenemos de relacionarnos con el mundo, el hecho de que así vivamos cotidianamente la guerra de Irak o la violencia de Colombia, mas también (por la prodigiosa transformación de lo que era mero instrumento- el ordenador o el móvil- en auténtico atributo, lo que hace de nuestra vida una vida de cyborg) los lazos interpersonales, incluidos quizás (cuando la percepción digital se extienda a los cinco sentidos) las relaciones eróticas... todo ello puede hacer que del escabroso episodio austriaco sobresalga más lo perverso del comportamiento del ingeniero Fritzl que los contenidos del discurrir cotidiano en el seno de esa caverna.

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14 de mayo de 2008
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Diálogos diseminados

Centro de BogotáRafael Argullol: Más que un autorreconocimiento de la megápolis, se da una especie de resistencia, casi diríamos de guerrilla de la imaginación o del relato que remite a las propias raíces y tradiciones, que es lo que transcurre en ese mundo diseminado y subterráneo.

Delfín Agudelo: ¿Guerrillas de la imaginación?

R.A.: Para decirlo más claramente: de la misma manera que nosotros vamos a una ciudad y nos encontramos con las mismas cadenas, las mismas empresas, los mismos anuncios de publicidad y las mismas grandes producciones cinematográficas, y que en los televisores de los hoteles de esas ciudades encontramos las mismas teleseries, que forman parte ya no de esa megápolis o de la otra, sino de una sola que se mimetiza universalmente, de la misma manera hay una especie de guerra de guerrillas interna desde el punto de vista de la imaginación o de la narración de las propias huellas en las cuales cada uno de estos núcleos busca profundizar en su pasado, busca ahondar en los restos por encima de la amnesia. Y lo que es más importante: a partir de las migraciones universales de nuestra época lo que con frecuencia se produce es una especie de convergencia de esas guerrillas, de esos juegos. Es entonces cuando estamos entrando en algo que será decisivo para evaluar el arte de nuestra época. Seguramente no será tanto el arte oficial, que de una manera espectacular se está ofreciendo en los grandes circuitos, que de alguna manera reproduce esos mimetismos de la megápolis, sino que lo más creativo de nuestra época serán los frutos de esa guerra de guerrillas estéticas que se está produciendo, que es la confluencia de esos diálogos diseminados en ese mundo que sin embargo tiene enormes dificultades para el autorreconocimiento. Por eso se hicieron novelas que reflejaban la metrópolis, como por ejemplo Berlin Alexanderplatz de Döblin. Se hicieron películas que la reflejaban, como Metrópolis de Fritz Lang, y tantas otras en Nueva York, por ejemplo. En cambio hay un evidente dificultad para realizar la novela, la película, incluso el poema de la megápolis, porque no hay este autorreconocimiento, ni su posibilidad. Personalmente, no conozco ninguna película de la megápolis. Conozco películas que me interesan bastante poco, situadas en una especie de futuro aséptico. Pero no de ese escenario que en estos momentos estamos viviendo.
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14 de mayo de 2008
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Ellos crearon a Nietzsche

Cualquiera que cruce el Rin en una de esas barquitas similares a los trajetti venecianos, divisará desde la corriente una doble muralla de mansiones palaciegas y agujas góticas que da idea de la pasmosa riqueza que ha acumulado la ciudad de Basilea en apenas dos siglos. Hoy es una de las más bellas de Europa, pero todavía en 1830 luchaba por sobrevivir. La revolución puso en el gobierno a los liberales y desató la furia del campesinado del cantón. La guerra civil acabó con la partición y desde entonces hay dos cantones, el de la ciudad y el del campo (Basel-land). Ni siquiera en 1968, fecha del último referéndum, lograron unirse. Caso extremo del paradójico movimiento centrífugo que mantiene unida a la confederación suiza.

Lo primero que hicieron los campesinos fue vender el tesoro de la catedral que les tocó en el reparto. El soberbio altar de oro del siglo XI (sólo quedan cuatro de su estilo) es hoy la joya del museo de Cluny. La plebe protestante había ya destruido la mayor parte de la riqueza artística basiliense durante las orgías iconoclastas. La catedral es un cuerpo desnudo inundado de luz, pero sin ojos. Más Edipo que Cristo.

Es cierto que la ciudad era liberal. Cuando Nietzsche presentó su tesis sobre el origen de la tragedia griega no se la aceptaron (nadie lo habría hecho) y tuvo que abandonar la cátedra. No obstante, le pagaron el sueldo rigurosamente durante decenios y así pudo dedicarse a ser Nietzsche. De haber seguido dando clases habría sido tan sólo otro profesor. Una vez libre, esculpió la filosofía del futuro a martillazos.

En la ciudad no hay ni rastro de los idiomas nacionales, el francés y el italiano, pero tampoco del ingles ni siquiera en los museos. Casi todos los restaurantes tienen la carta sólo en alemán. Si algún día Suiza entrara en la UE, uno cree que la ciudad se disolvería en Alemania (de la que es fronteriza) como un azucarillo en alcohol. Ellos dicen que ni soñarlo, que ni locos, jamás con los teutones. Es el más rotundo desmentido que conozco al mito de que la lengua es el fundamento de la patria.

Artículo publicado en: El Periódico, 10 de mayo de 2008.

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14 de mayo de 2008
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I. Kindle, la biblioteca infinita de Borges

Empieza a ocurrir lo que desde hace tiempo yo temía, y al mismo tiempo creo que deseaba: apareció en el mercado el libro irreal que es capaz de contener todos los libros, como si se tratara de una vieja propuesta de Borges. El libro infinito, la memoria infinita, que cabe en la palma de la mano, y se puede meter en el bolsillo. El libro que es una biblioteca. La biblioteca que a su vez no tiene límites.

Amazon ofrece su artilugio Kindle, que tiene el tamaño de un libro normal, 13x19 centímetros, y pesa 10 onzas. Su pantalla ofrece la textura del papel mate (libre de ácidos, deberíamos decir), la superficie de lectura perfecta, que no brilla y no ofende los ojos. Pero en la página que uno tiene a la vista, además, se puede elegir el tamaño y el tipo de letra más adecuado al gusto propio, y a la propia capacidad de visión.

Allí comienzan los atractivos de este libro de los libros electrónico. A mí me pasó hace poco, que buscando El banquete de Platón para una consulta, fui al viejo tomo de mi biblioteca, y me di cuenta que no podía con aquella letra menuda impresa en papel cebolla, vayan viendo las ventajas. No tengo mi Kindle. Pero lo busqué en línea, lo bajé y lo copié, y pude poner sus páginas en la fuente de letra que más me gusta, que es la Georgia, la misma en la que ustedes me están leyendo, y en 14 puntos, el tamaño más agradable para mí.

No sería tanto si pararan allí las ventajas. El Kindle es lo que decía al principio, un libro de libros, el libro de todos los libros, la biblioteca sin fin. Porque es una terminal para bajar todos los que uno quiera. El libro que es a la vez una biblioteca infinita. La biblioteca de Borges. 

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14 de mayo de 2008
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El Día Internacional de la Fibromialgia

Como nos ha recordado un blogger, anteayer, día 12 de mayo, se celebró el Día Internacional de la Fibromialgia y Fatiga Crónica. ¿En qué consiste esta enfermedad? ¿qué se siente? Parece que destroza la vida silenciosamente y que los afectados caen en la más terrible incomprensión. Se trata de una de esas dolencias difíciles de diagnosticar y sobre todo difíciles de aceptar clínicamente porque no se ajusta a unos patrones convencionales. Lo que es seguro es que quienes la padecen sufren con pocas armas para hacerse oír.

/upload/fotos/blogs_entradas/fibromialgia_la_verdad_desnuda_med.jpgPor fortuna, para acercarnos a esta dolencia, ha aparecido el magnífico libro firmado por Víctor Claudín y el Dr. Ferrán J. García-Fructuoso, Fibromialgia, la verdad desnuda, publicado por La Esfera de los libros, que recoge testimonios de enfermos de fibromialgia, síndrome de fatiga crónica y sensibilidad química múltiple. Este estudio sobre el dolor desde distintas voces reclama nuestra atención, nuestra sensibilidad hacia el padecimiento ajeno y a que dejemos de mirarnos el ombligo. Lourdes Farreras nos dice: "El dolor empezó a pasearse por mi cuerpo". A.M: "Cada vez más cansada, sin fuerzas, sin energía". M.F.: "Algo dentro de mí se acomodaba donde le daba la gana". Montse Campisto: "Tenía muchas ganas de vivir, y se me han ido". Leonor Guillem: "Diecisiete años perdidos". Isabel Torres: "Es necesario que la sociedad nos comprenda un poco más"....

La lucha de estas personas desde el ámbito médico, familiar, laboral o judicial merece que leamos este libro y que las conozcamos.

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14 de mayo de 2008
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Escucha entre el ruido

Yo sé que encontrar el programa no es fácil. Al menos en la grilla de mi servidor de cable, el canal 7 -que debería ser el más accesible de todos, en tanto es el único de los públicos con llegada de un extremo al otro del país- quedó en el desangelado número 15, esto es más allá de la secuencia de canales de aire, perdido entre una emisora de variedades y otra de deportes. Cosas de la política de medios... Pero en fin, aunque más no sea a juzgar por la primera emisión, la búsqueda vale la pena. El programa se llama Elepé -así como le decíamos a los viejos y hoy venerables discos de vinilo- y dedica cada una de sus emisiones a investigar cómo fueron concebidas las obras más memorables del rock argentino. /upload/fotos/blogs_entradas/fitopaezelamordespuesdelamordel1993delantera_med.jpgEn su debut de la semana pasada se dedicaron a El amor después del amor, que además de ser el disco más vendido de la historia del rock de estos lares marcó la consagración popular de Fito Páez y sigue siendo una de las cotas más altas de su obra. Este miércoles a las 23, si no leí mal por allí, le dedicarán la emisión al folk urbano de Pedro y Pablo, legendario dúo de Miguel Cantilo y Jorge Durietz.

Conducido por Nicolás Pauls, con producción periodística de Marcelo Fernández Bitar y guiones del escritor Eduardo Berti, Elepé es lo que suele llamarse a labour of love: un trabajo hecho por gente que no sólo conoce el paño, sino que además ama a esta música que ha sido tan determinante de nuestra cultura. Con producción general de Lisandro Ruiz y dirección de Javier Figueras (que, nobleza obliga a confesarlo, viene a ser mi hermano), el programa mostró en su debut las modalidades de su procedimiento: importa todo lo que confluye en el caldero donde se cuece una obra, desde las circunstancias históricas del momento hasta las personales -en el caso de Fito, su romance de entonces con Cecilia Roth-, pasando por las fuentes de inspiración en la composición de los temas, hasta el proceso mismo de grabación y la repercusión del disco. En la emisión original, fue particularmente didáctico ver a Tweety González mezclando pistas originales -mucha gente no tiene demasiada idea de cómo funciona una consola de grabación- y rescatando demos originales.

La gente de Elepé tiene a su disposición tantos discos maravillosos e imperecederos que se me hace agua la boca de sólo pensarlo: Charly García solista y con bandas, Spinetta solo y con bandas, Manal, los Redonditos, Alas, Arco Iris, Crucis, el debut de Baglietto, Gieco, Sumo, Soda Stéreo, Fricción, La Portuaria, Babasónicos... Va a ser todo un viaje, imagino, volver esta noche a la Argentina tan remota de la pre-dictadura, y entender hasta qué punto las canciones de Pedro y Pablo siguen hablando de cuestiones aun vigentes, a menudo por irresueltas. Como Cantilo, yo también podría cantar hoy: ‘Y sin embargo yo quiero a este pueblo / tan distanciado entre sí, tan solo'.

El arte verdadero nunca pasa de moda.

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14 de mayo de 2008
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Miedo al vacío

Uno nunca sabe quién está al otro lado. Incluso no sabe si alguien estará interesado por los pensamientos dispersos, las ideas volanderas, las propuestas de ver, mirar, escuchar o ignorar algo. Esto de un blog es algo muy extraño. Mucho más si no estabas acostumbrado al orden que impone un diario. Me gusta meterme en los diarios ajenos como me gustaría haber mirado por la cerradura de la habitación de Ava Gadner y Frank Sinatra. Aunque mucho más me hubiera gustado ser Sinatra, con la Mafia y toda la familia incluida, Mia Farrow, especialmente.

Hoy, en la presentación de un libro de Julián Rodríguez-  uno de los autores y editores que más me interesan, uno de los más peculiares, libres y verdaderos que se mueven por éste campo de rastrojos que es la literatura española y del que hablaremos un día de éstos- he coincidido con amigos de lecturas, copas y algunas guerras pasadas. Varios mantienen un blog, algunos ya son verdaderos veteranos en esta forma de estar cerca y lejos de gentes que no conocemos. ¿Quiénes son? Si es que son.  Y, ¿cómo son los que nos dicen cosas? Y, ¿cómo serán los que se callan?

Los amigos con "blog" tienen, tenemos, un miedo compartido. El miedo al vacío. El miedo a no tener diálogo, respuesta. No tener ni amigo, ni contrincante. Con esa sensación, con ese miedo, habrá que seguir escribiendo, siempre preocupados que nadie nos conteste. También sería preocupante que hubiera muchas respuestas. Esta claro que lo mejor, en estas cosas del hacer para fuera, sería no hacerlo. Pero seguimos, no sabemos bien por qué. Ni para quién.

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14 de mayo de 2008
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