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Sin Madonna

Nunca escuché a Madonna, no en directo. Todo se complicó. No se podía llegar con facilidad. Me entretuve en el camino, los del insólito hotel histórico y caduco Valenciano ayudaron para que continuara mi veterana virginidad con Madonna. El asunto es que no me importó. Me perdí, y me encontré, por el barrio del Carmen. Y se me olvidó ese ídolo de masas, la reina de la escena fácil, relajada, divertida, erótica festiva o lo que sea que representa Madonna. Me gusta seguir suspendiendo en Madonna. Seguir virgen.

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19 de septiembre de 2008
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Galería de espectros: Inocencio X

Rafael Argullol: Hoy, en mi galería de espectros, he visto el del Papa Inocencio X.

 

Delfín Agudelo: ¿Te refieres al retrato de Bacon o Velázquez?

R.A.: Me refiero fundamentalmente al retrato de Bacon, pero evidentemente no puedo dejar atrás el retrato de Velázquez sobre el cual trabajó Bacon en su obra. A mí me interesa mucho la obra de Bacon como el final de un abanico de amplio espectro que empieza con el retratismo renacentista y en cierto modo tiene su culminación en el propio Bacon. Si los artistas renacentistas buscaban penetrar en el cuerpo, diseccionar lo que era el alma del ser humano a través de la expresividad misma de las emociones que mostraba el cuerpo, Bacon parece ir más allá y quiere hurgar, indagar en lo que es el subsuelo de la epidermis. Quiere en cierto modo diseccionar la propia víscera o entraña del hombre, como si en lugar del alma buscara directamente el instinto en su sentido más animal y también más universal. Creo que la mejor comparación que podemos hacer para ver ese contraste en el gran arco del retrato europeo son los retratos de Cristo crucificado en el renacimiento o barroco, o aquellos que hizo Bacon a lo largo de su vida, con el tema del crucificado como esencial. Mientras en uno se remarca la dignidad del héroe del cristianismo, en el caso de Bacon Cristo muchas veces es presentado como si fuera un buey abierto en canal, colgado en una carnicería. En ese sentido el contraste entre el Cristo de máxima dignidad pictórica, que es el de Velázquez, y los Cristos de Bacon, es suficientemente elocuente. Y así entendemos también esa gran obra maestra del siglo XX que es el retrato del papa Inocencio X que hace Bacon, recogiendo el prototipo de Velázquez pero de alguna manera desnudando hasta los huesos y vísceras a ese personaje, de manera que esa dignidad teológica, autoritaria, que se muestra en el Inocencio de Velázquez revestida de una gran autoridad y una gran dignidad, queda en Bacon reducida a cenizas: queda en cierto modo el esqueleto interior, el instinto en toda su desnudez del personaje, con lo cual nos muestra en cierto modo algo parecido a este Cristo colgado en la carnicería. Es el retrato de un hombre que tiene un máximo poder terrenal, el Papa, reducido precisamente a lo que es cualquier ser humano: una composición de nervios, músculos, entrañas y organismos primordiales.

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19 de septiembre de 2008
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III. Buena compañía

La lista de agentes de la derecha imperialista elaborada en el Palacio de los Pueblos en Managua, sigue con Chico Buarque de Hollanda, el cantautor brasileño, que llegó a la fama en Brasil componiendo canciones en contra de la dictadura militar; apresado en 1968, se fue al exilio al salir de la prisión. Todas sus canciones son hermosas, pero la Opera de Balandro, tan de moda siempre frente a mafias de todo cuño y tamaño que proliferan en América Latina, continúa siendo memorable.

Joan Manuel Serrat, el cantautor catalán que quién no conoce, exiliado en 1975 por el régimen del Generalísimo Francisco Franco, y sus canciones prohibidas en España. No olvido Mediterráneo, pero también me acompañan siempre sus canciones con la letra de los poemas de Antonio Machado.

Y Joaquín Sabina,  el cantautor nacido en Jaen, quién no ha oído 19 días y 500 noches, que también fue forzado al exilio en 1968, perseguido por Franco bajo la acusación de ser miembro del Partido Comunista...como ven, la lista de derechista vendidos al imperialismo es larga, y siguen más novelistas, músicos, académicos, críticos de arte, periodistas, cineastas, todos metidos en una sórdida conspiración para apoyar a Ernesto, y a Carlos, y a Luis Enrique, derechistas sin remedio también, igual que todos los que les apoyamos.

Es una buena compañía, y me siento muy a gusto en ella.

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19 de septiembre de 2008
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Moleskine

Hace cinco años, en un congreso de nueva narrativa latinoamericana en Sevilla, Iván Thays y Cristina Rivera Garza sorprendieron a los demás asistente hablando de bitácoras (hoy parece que se impuesto la palabra inglesa blog). ¿Y eso con que se comía? Hoy la cosa parece fácil, pero en ese momento, cuando los intelectuales latinoamericanos tendían a ver al internet como un enemigo más de la literatura, se requería una gran capacidad intuitiva para ver las posibilidades del blog como herramienta de comunicación cultural y nuevo género literario.

Hace un par de semanas, en un curso de verano en El Escorial, le dije a Iván que extrañaba una nueva novela suya, pues hacía rato que no lo leía. No había terminado la frase cuando me dí cuenta que estaba equivocado: probablemente, gracias a su blog Moleskine, Iván es el escritor latinoamericano que más he leído estos últimos años. Sé de sus gustos y disgustos, de su capacidad para esconder sus recomendaciones y sus críticas en lo que parece el tono neutral de una agencia de prensa. Gracias a Iván he descubierto a autores raros como el italiano Stuparich y a veces, también, he seguido la pista equivocada (¿cómo le puede gustar Modiano?). El Moleskine me ha permitido estar al tanto de lo que pasa en el mundo literario de América Latina, España, Francia, Inglaterra y, sí, del mismo país en que vivo (Estados Unidos). Iván es siempre generoso y se la pasa dando espacio a escritores jóvenes (en su blog se ha ocupado de los bolivianos Rodrigo Hasbún y Wilmer Urrelo). Varias veces, sobre todo cuando cuelga cinco o seis posts en un mismo día, me he preguntado de dónde saca tiempo.

Todas las mañanas, después del café y unos minutos de CNN, subo a mi escritorio a revisar mis sitios favoritos en internet. Leo varios periódicos de Bolivia, España y Estados Unidos, y leo también cuatro o cinco blogs imprescidibles. Uno de esos es el Moleskine. Los días, las semanas como estas en que Iván no ha estado actualizando su blog, siento que algo le falta a mi mañana. Fascinante cómo lo que hace Iván, solo frente a su computadora en algún lugar de Lima, me es tan o más importante que mi lectura diaria del New York Times o de El País.

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18 de septiembre de 2008
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Flor de Lotto / y XXXII

XXXII. Epílogo y oasis.

-¿Qué me cuentas, amiguito? -el facilitador viste un saco de terciopelo guinda y un pantalón de pana que lo tienen sudando de la frente a los pies- Ya me dabas por muerto ¿no?

     -¡Mauricio! -Segismundo se queda de una pieza, pero ya se maldice por haber cometido la torpeza de pretender esconderse en Las Vegas.

     -What the hell is this asshole doin' here? -murmura en sus oídos Wendy West, lo ve palidecer ante la aparición.

     -Calma, chicos, no muerdo -Morazán les sonríe con una rara afabilidad- ¿Me dejan invitarles un whisky, un martini, un Bloody Mary?

     Han pasado ya veintisiete días desde que Segismundo regresó a los Estados Unidos. Luego de una semana encerrados en un hotel de Gatesville, en espera del día de visita en la Unidad Mountain View, él y Wendy salieron de Texas con la avidez de vida suficiente para correr en busca del primer oasis. Se había quedado afuera de la cárcel, la vio salir de ahí llena de una tristeza que lo hizo sentir fuerte. Responsable. Entero. Funcional. ¿Será tal vez por eso que le acepta a Mauricio la invitación y le suplica a Wendy que lo espere a las puertas del MGM?

     -¿El Fidelotto? -se sorprende genuinamente Morazán- ¡Eso quieres saber! No me digas que no te lo explicó tu enfermerita...

     -Nadie me explicó nada, empezando por ti.

     -No irás a reclamarme, después de haber quemado mi coche. Tienes suerte, amiguito. Me lo pagó el seguro, estamos a mano.

     -¿Esperas que te crea que nos vas a dejar en paz?

     -¿Quién es esa gringuita? -a no ser por el tono de sarcasmo, se diría que el facilitador está del todo libre de malos sentimientos- ¿No es de casualidad una de tus mininas cariñosas?

     -¿Qué te importa, mierdita? -masca rabia Andersón- Sigo esperando que me expliques en qué me metiste.

     -¡Qué carácter, muchacho! Yo te hacía contento, en tu papel de Supermario. Ya te dije que estás perdonado. En lo que a mí me toca, no hard feelings.

     -¿No me vas a contar? Me voy, entonces.

     -¿Qué quieres que te cuente? Pura historia antigua. Supongo que ya sabes para quién trabajábamos...

     -No sé nada, te digo. Sé que querían matarme, ayudados por ti.

     -Tú también intentaste quemarme vivo, ¿no? Jurabas que yo estaba en la casa de los Zarur. Por eso digo que estamos a mano. ¿Esperabas que te dijera que trabajábamos para el gobierno cubano? Me habrían escabechado antes que a ti. ¿De qué te quejas, pues? Te cagaste en las instrucciones que te dimos. Te echaste a mi cliente y a su hijita, con todo y piernotas. Y estás vivo, además. ¡Lotería, amiguito!

     -¿Y tú esperas que yo me crea esas paparruchas?

     -Tú te crees cualquier cosa, mi rey. Te tragaste completo el cuento del Fidelotto, ¿no es cierto? Ahora ya no tengo para qué mentirte. Si no me crees, termínate tu bloodybloody y bye-bye.

     -¿Me estás diciendo que el gobierno cubano quería que matáramos a...?

     -A Camilo Peñuelas, claro. Igual que a otros catorce dobles que andaban en diferentes países, dos de ellos en La Habana. ¿Quién más querías que se inventara el cuento del Fidelotto, sino El Interesado? ¿Sabes la cantidad de cubanos de Miami que pusieron sus ahorros en ese negocio? ¿Por qué se lo creyeron? Porque querían creérselo. Wishful thinking, nomás. A estas alturas, ninguno tiene claro qué pasó con el verdadero Fidel Castro. Para que de una vez me entiendas, ni yo sé si está vivo. Luego de tantos dobles muertos por aquí y por allá, nadie tiene muy claro qué fue del legítimo dueño de las barbas. Esa era la tirada, amiguito. Además, claro, de hacer algún dinero. Cash for The Revolution, buddy. Y es más, para que veas que no te guardo rencor, voy a darte de vuelta tu tarjeta. No te voy a decir que hay un millón de dólares en la cuenta, pero dudo que no te sirvan veinte mil... Puedes sacar hasta quinientos diarios, en cualquier ATM.

     -¿Mi tarjeta? -Segismundo abre la boca y extiende la mano: es, en efecto, la tarjeta que usaba en sus primeros días en México -¿Por qué la traes contigo?

     -Ya sabía que estabas en Vegas, mi querido Andersón. Soy un tipo informado, ¿no sabías? Y ocupado también, así que hasta la próxima. La vidita da vueltas, Segismundo. Nunca sabe uno cuándo se le va a ofrecer algo de sus amigos. ¿Amigos, pues?

     Se despiden con un apretón de manos. Antes de regresar a la calle, Segismundo se acerca a un cajero electrónico y comprueba que el saldo de la tarjeta asciende a poco menos de veintiún mil dólares. No acaba de creérselo. Regresa al bar, pide una botella de Moet et Chandon y se la acaba en quince minutos. Sale a la calle, cruza el Strip y sonríe con ganas al advertir que Wendy lo espera entre las garras del gigantesco león del MGM. No va a salir de pobre con veinte mil dólares, pero alcanza para llevársela a otro pueblo. ¿Vancouver, Seattle, Los Angeles, Tijuana? Una vez que la alcanza y se deja abrazar por ella, que todavía tiembla por su ausencia, le pregunta si trae su pasaporte, pero es inútil: hasta donde recuerda, lo olvidó en Mountain View.

     -Your driver's license, Honey? -insiste Segismundo, que a pesar o quizás a causa de su profundo estado de ebriedad recuerda que según las leyes de Nevada, Wendy no necesita de más documentos para enfrentar a un juez del registro civil en la capilla de cualquier hotel.

     Han pasado unas horas. Son las diez de la noche y la pareja apenas se tiene en pie. Han bebido champaña como náufragos. Son indudablemente inconvenientes el uno para el otro, pero al menos los dos conocen de memoria el estribillo de la canción. La licencia de Wendy, expedida por el estado de Louisiana, certifica que el nombre de la portadora es Sharon Eileen Westinghouse y nació el 27 de febrero de 1982 en la ciudad de Shreveport. Detrás de ellos, un doble de Elvis Presley se descose cantando Love Me Tender.

Ilhabela, Brasil. Verano de 2008.

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18 de septiembre de 2008
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Metamorfosis (1)

Siempre estoy oyendo eso de me opero los pechos y me opero esto y lo otro para estar mejor conmigo misma o conmigo mismo, para gustarme más. ¡Ja! Somos capaces de cualquier cosa para ser aceptados por los demás, para tener más éxito social, para ser queridos, admirados, incluso a riesgo de perder algo de nuestra identidad personal. Últimamente pongo la televisión y de pronto reconozco una voz, pero no la cara. Resulta que ese alguien parece otro, sus facciones han cambiado. Y no es un hecho puntual, aislado, el fenómeno es apabullante. De algunas personas sólo va quedando la voz y su manera de expresarse, algo que a no tardar también trataremos de corregir. ¿Estas metamorfosis suponen un acto de amor hacia sí mismo, hacia otra persona a la que deseamos gustarle más? Porque ya no se trata de eliminar arrugas o papadas o descolgamientos de la piel que nos van haciendo cambiar a lo largo del tiempo (y con los llamados retoques o estiramientos seguir siendo nosotros), sino de convertirnos directamente en otro.

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18 de septiembre de 2008
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Viejo asunto de la redención por el arte

André Malraux, tan comprometido en su juventud con las causas más nobles de la vida política de su tiempo -la defensa de la República española entre ellas- /upload/fotos/blogs_entradas/andr_malraux_delante_de_una_avioneta_y_vestidp_con_el_uniforme_de_la_aviacin_republicana_espaola._med.jpgpero sinuoso y ambiguo en su madurez, y acabando por ser llanamente reaccionario en su crepúsculo, coincidente con responsabilidades de ministro, no dejó sin embargo nunca de considerar que algo en el arte trascendía las vicisitudes miserables de la vida de los hombres y aún de los pueblos, que en el arte cada uno de nosotros tenía la oportunidad de reconciliarse con su humanidad.

Corolario de lo que precede es el escritor en particular y el artista en general está sin duda atravesado por cierta pulsión a traspasar los límites, una pulsión de infinitud. Sí, en el arte y el pensamiento hay quizás realmente un rescoldo de esa inmanencia de lo infinito en lo finito que Hegel creía discernir en el mero "amor del hombre por la naturaleza, por su familia, por su patria". Receptáculos todos ellos bien sospechosos para algo tan elevado, si consideramos el cúmulo de falacias, miserias y hasta atrocidades que la erección en deidad de cada una de las tres abstracciones ha supuesto: los valores familia y patria del abominable régimen del general Petain venían precedidos en el eslogan por el valor trabajo, pero podrían encontrar complemento en esa naturaleza tan venerada por los jóvenes cachorros de régimen nacional-socialista, como lo sería más tarde por sus émulos falangistas (reducidos, eso sí, a la hora de expresar sus líricas emociones a la caricatura plagiada del canto a miríficas montañas nevadas...desde tierras de secano); naturaleza venerada asimismo hoy en día por todos aquellos que, impotentes para transformar un orden social que convierte sus vidas en un escandaloso simulacro (simulacro de los lazos afectivos, del trabajo, del sentimiento de colectividad), sustituyen a veces la causa auténticamente ecológica en pos de un entorno armonioso, es decir, humanizado, por la causa de una Tierra virginal, eventualmente despojada de testigo humano, causa que se erige en un nuevo ideario religioso. Religión ciertamente sin catedrales, lo cual deprimía, en los días en que llevaba con enorme dignidad la conciencia de su inminente fin, a mi amigo Ferrán Lobo, nostálgico entonces de la catedral de Chartres y de los versos de Peguy, nostálgico en suma de algún tipo de veracidad, y concretamente de algún tipo de veracidad en relación a la obra de arte, que desearía ver como la plasmación de las exigencias radicales del espíritu.

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18 de septiembre de 2008
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La espera

Quien espera no siempre desespera, según repite el refrán. Más bien la posibilidad de esperar algunos acontecimientos favorables contribuye a incrementar su ilusión de que el objeto querido sobrevenga.

Posee la espera, además, una naturaleza tan importante y frágil como autónoma y yerra quien cree que acortando el plazo previsto mejora el resultado. La espera de un reencuentro amoroso, por ejemplo, se frustra de forma tan dura como extraña si la reunión sobreviene anticipadamente. La espera posee una felicidad propia que de este modo se reduce o arruina.

Se perjudica, por ejemplo, la ansiosa espera de un regalo si el obsequio se precipita, como atropelladamente, sin sentido. Toda espera constituye un significativo patrimonio que acumulando deseo promueve el mérito simbólico y real de lo que se reciba.

De este modo, una abreviatura del preámbulo, desvaloriza el suceso eximio y así en las funciones de cine o de teatro, en los conciertos o en los actos públicos, la espera del público opera como un caudal. El retraso excesivo la corrompería pero un improvisado acortamiento lo desacreditaría. Podríamos telefonear antes al amante que prometimos la llamada a una determinada hora pero, muy a menudo, la prisa por cumplir antes la promesa perjudica gravemente su éxtasis. Y, simplemente porque la espera abrillanta lo distante y aún ausente, el encanto de lo que todavía es ideal no habiéndose producido.

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18 de septiembre de 2008
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La razón de la sinrazón

En el post de ayer atribuí, del modo más genérico, la muerte de algunos estudiantes de los '70 a la ‘sinrazón' de sus victimarios. Lo hice sin pensar profundamente, dejándome llevar por la clase de verdad que le concedemos a un pronunciamiento poético. De inmediato la amiga Valeria hizo oír su voz y objetó el término. Estimo, por sus propias correcciones ulteriores, que Valeria apuntaba al reconocimiento de la ‘razón' cierta que había detrás de proyectos políticos y sociales opuestos: el modelo autoritario de economía liberal que propugnaron los militares, el modelo de democracia popular con justicia social que alentaban las organizaciones de izquierda de entonces. Esos proyectos existían, y esta gente concreta los avalaba; en este sentido, nada más lejano de mi intención que sugerir que los chicos de la Noche de los Lápices y el estudiante de cine Mario Montaner eran inocentes que ‘no estaban en nada'. Hasta donde entiendo eran militantes políticos, con toda la pasión y la inexperiencia de sus cortos años.

Mi intención -pura intuición, hasta ahora- fue la de poner en primer plano la sinrazón que palpita debajo de la razón. Está claro que el plan ejecutado por los militares existía y que era, además, perfectamente racional, del mismo modo en que existió un plan hitlerista que respondía a una lógica que no era nada sino cartesiana. Pero por debajo de las cabezas pensantes (por debajo en todos los sentidos: en la estructura verticalista que ejecuta las políticas, y hasta en los cuerpos mismos de las cabezas que urdieron el esquema), lo que se me ocurrió llamar ‘sinrazón' -lo atávico, lo instintivo, lo compulsivo- jugó sin duda un rol fundamental en el devenir de los hechos.

Si pudiese medirse científicamente 1el compromiso de un hombre con una política o una causa, ¿qué porcentaje habría que atribuirle a una decisión objetiva, pensada hasta sus últimas consecuencias, y qué porcentaje a motivaciones que ni siquiera es capaz de hacer conscientes? Quiero decir: el sargento que participaba de un operativo de secuestro, ¿lo hacía porque estaba ciento por ciento convencido de la causa militar, o también porque deseaba conservar su trabajo? Sin el menor deseo de ponerme psicologista y proporcionar excusas a los responsables, estoy seguro de que la mayoría de los violentos de uniforme y de sus cómplices civiles hicieron lo que hicieron por ideología, sí, pero además por otras causas tan soterradas como poderosas: porque los hacía sentirse bien formar parte del bando de los vencedores, porque la práctica de la violencia convenía a su morbo, por fidelidad a su casta o a su clase, porque no encontraban mejor forma de enfrentar su miedo a lo desconocido (el ‘peligro rojo'), porque les convenía económicamente, por instinto de autopreservación... El plan de Hitler para llegar al poder era funcional y operativo en términos políticos, y al mismo tiempo era una articulación de los propios miedos y fobias de su autor; si funcionó como funcionó se debe a que supo pulsar, también, los miedos y fobias -me refiero a las pulsiones de lo irracional- de los millones que terminaron convirtiéndose en acólitos.

Mañana la termino.

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18 de septiembre de 2008
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El despertar de un negocio

Rafael Argullol: Si finalmente vistes de púber, finalmente consigues que el viejo sea púber. Por tanto, lo que sucede es que si el viejo parece un viejo, está enfermo. Es en ese sentido que la ciencia -o la información científica-sanciona.

Delfín Agudelo: Es como si se llegara a la conclusión de que la adolescencia también es una enfermedad, con la diferencia de que la juventud es todo aquello a lo que se quiere regresar. Tomándola como un periodo muy preciso, se puede pensar como un peligro ante sí mismo: la juventud atenta contra sí. Lo pienso en términos de edades. Sería mucho más enfermo un adolescente que un viejo.

R.A.: Sí, pero desde el punto de vista de nuestros mecanismos, el adolescente tiene toda una vida por delante para ir consumiendo. En cambio, cuando leí esta noticia, he pensado: "Qué gran negocio puede haber detrás de esta noticia." Imagina que en realidad se consolida esta idea. Puede haber algún buen negocio artístico por parte de los best-sellers, porque inmediatamente lo que hay que hacer es fabricar uno que demuestre eso. Tomar a los viejos, hacerles un tratamiento adecuado, y los regresas a la juventud. Pero imagina la industria médico-farmacéutica, el negocio que podría plantear a través de esto, y arrastrando todas las medicinas alternativas que plantearían el mismo negocio. Durante los próximos años pueden manejarse millones de euros alrededor del tema de cómo tratar la enfermedad de la vejez.

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18 de septiembre de 2008
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