Javier Rioyo
Los pensamientos retocados, peinados y despeinados, conocidos y nuevos que Vila-Matas nos ofrece en su nuevo libro, Dietario voluble, una vez más están llenos de miradas a su entorno a sí mismo, pero perdiéndose, sintiéndose ajeno a sí mismo. Y, sin embargo, esencial en presencia y ausencia. Parten de artículos ya escritos que se vuelven a escribir. Un nuevo montaje con las mismas, parecidas unas y otras irreconocibles o nuevas historias. Gran contador de otros para contarse a sí mismo.
En la página 148, después de decir que piensa decir adiós a Barcelona -estás que te vas y te vas y te vas y no te has ido- comienza un punto y aparte así:
"El interior de nuestra casa tiene siempre un antiguo y obsesivo paralelismo con el de nuestro cerebro". Lo había leído en verano, en la casa del veraneo, esa que apenas es nuestra, y no me había alterado como ahora lo hace en mí casa de Madrid. Ya sabía yo que tenía problemas con mi cerebro pero no se me había ocurrido pensar que se reproducían en la casa. Miro el desorden -mi estilo de orden, quiero decir- de los libros que invaden la casa, los objetos inútiles que me gustan, el tipo de cuadros, de esculturas o de fotos. Miro los muebles, las lámparas y otros objetos de la casa y llego a la conclusión de que no me aclaro. Que soy disperso en mi casa por culpa de mi cerebro. ¿O será al revés? En el momento que ordene y unifique mi casa, se ordenará mi cerebro. Entonces no es tan grave.
¿Y cómo será el cerebro de los que han usado un decorador? O no tienen cerebro o se arriesgan a que el decorador sea un ‘cabeza loca’. Nunca utilizaré un decorador, a pesar de lo que me gusta una amiga que se dedica a decorar casas.
Es posible que uno se termine pareciendo a su casa. O que la casa se parezca al dueño. No vivimos solos, habrá que repartir culpas. La familia o los que con nosotros viven no se tienen que librar de su cuota de responsabilidad en los interiores. Aunque seamos responsables de la mayoría de los interiores, hay espacios en que la culpa no es nuestra. Precisamente los más ordenados. Cualquier día me echan de casa y me quedo expulsado de mi cerebro.
Habla Vila Matas de un autor que tendré que leer, el peruano Enrique Prochazca y de su libro llamado Casa. Hasta es posible que esté esperándome en algún lugar de mí desordenada –ma non troppo– biblioteca. Rastrearé. En ese libro hay una cita que a Vila Matas -también a mí- le parece imponente de César Vallejo: "una casa vive únicamente de hombres, como una tumba".
Hay casas que uno no quisiera nunca habitar. Seguiré en la mía, aunque tenga que ordenarla.