Víctor Gómez Pin
"Sin embargo no me paso por la cabeza expresarle (al "disfrazado" d’Argencourt) mi admiración por la extraordinaria imagen que ofrecía… En los bastidores del teatro, o en un baile de disfraces, se haya uno más bien inclinado, por cortesía, a exagerar la dificultad, casi a afirmar la imposibilidad, en la que uno se encuentra de reconocer a la persona disfrazada. Aquí, por el contrario, una suerte de instinto me indicaba que convenía disimular todo lo posible esa dificultad; me hacía presentir que no habría nada en ello de elogioso porque la transformación no era deseada, y me advertía finalmente, cosa a la que no había pensado al entrar en este salón, que toda fiesta, por sencilla que sea, cuando tiene lugar largo tiempo después de haber abandonado la vida mundana, y por poco que hayan sido conocidas antaño las personas que allí se reúnen, produce el efecto de una fiesta de disfraces, la más lograda de las posibles, aquella en la que uno se halla realmente mayormente ‘intrigado’ por los demás, y en la que esas imágenes que desde hace tiempo las personas han ido configurando involuntariamente no se dejan borrar, a diferencia de los simples maquillajes, una vez que la fiesta ha transcurrido.¿Intrigado por los otros? Desgraciadamente intrigando también uno mismo a los demás. Pues la misma dificultad que yo tenía para situar el nombre conveniente sobre los rostros, parecía compartida por todas las personas que, al percibir el mío, no reparaban más en él que si no lo hubieran visto nunca, o intentaban extraer del aspecto actual un recuerdo diferente." (922-923)