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Flor de Lotto / XXXI

XXXI. A Fish Called Wendy.

Segismundo habría deseado comprarse algo para beber, pero ya el precio del pasaje de autobús a Laredo ha dado al traste con el resto de los pesos que sustrajo de la mochila del difunto Camilo Peñuelas. Afortunadamente le pidió a Wendy que lo busque en la terminal de autobuses de Nuevo Laredo. Jamás ha puesto un pie en Tamaulipas; no se le habría ocurrido otra referencia. Cuando llega la hora, trepa al estribo presa de una jaqueca indiferente al poder de las dos aspirinas que alcanzó a comprar con las pocas monedas que le quedaron. Vomitó un par de veces, en el baño. Después se echó a llorar, con la imagen de Carolina fija en la cabeza. Sumergido en una ola de remordimientos.

     Había tomado un taxi, no bien vio que la falsa enfermera desaparecía y esperó unos minutos en la cabina telefónica, con un idiota miedo a verla aparecer de nuevo. Ya de camino a la terminal, un tumulto le hizo volver la vista hacia el Land Rover negro parado a media calle. En medio del gentío había dos patrullas y una ambulancia que le dieron un vuelco en las entrañas. Bajó del taxi, caminó como un zombi entre la gente, que al final no era tanta porque llegó bien pronto hasta el cordón policial. La vio entonces ahí, con la cabeza recargada en el cristal derecho salpicado de sangre. No tuvo fuerza para preguntar, pero ya los mirones difundían la brevísima historia del siniestro: la señorita se paró delante del semáforo y se metió un plomazo en la boca. Las puertas aún estaban cerradas con seguro, el motor continuaba funcionando.

     A lo largo de todo el viaje a la frontera, no dejó de escuchar el eco desquiciante de sus palabras. Bienvenido al selecto club de los chacales. ¿Terminan todos los matones así? ¿Opera en cualquier caso la moraleja de Judas Iscariote? ¿Se atrevería a contarle esas cosas a Wendy, que ya tenía bastante con vivir esperando la inminente ejecución de su madre? ¿Acabaría enterrándolo, cuando el remordimiento lo alcanzara igual que a Carolina? No sabe si se siente peor por haberla juzgado injustamente o por dejarla sola con sus demonios, pero al cabo una cosa condujo a la otra. Cuando el autobús llega a su destino, luego de detenerse en dos docenas de pueblos y esperar media hora en Monterrey, son ya casi las seis de la mañana. Ha olvidado a qué hora prometió Wendy que lo recogería, pero igual ya dejó de interesarle. Está tieso, aturdido, vencido, ni siquiera echa en falta el instinto de supervivencia. No es que quiera matarse, pero sí morirse. Sin meter una mano, como una planta seca.

     Wendy aparece al cuarto para las once. Lo encuentra dormitando en una banca, con un aspecto tan lamentable que siente pena de tener que despertarlo. Para extrañeza y sobresalto generales, Segismundo no ha abierto los ojos y ya grita como un desquiciado. Wendy lo abraza fuerte y le repite que está con él, pero la pesadilla no se disuelve. Se levanta con un rictus de horror, no soporta siquiera la culpa por haberse atrevido a conciliar el sueño. Con todo, reúne la congruencia suficiente para rogarle a Wendy que compre los periódicos.

     Ya son las tres cuando se atreve a leer. Nada de Carolina, ni del incendio, ni de los otros muertos. Están los dos sentados a un lado de una tienda de artesanías. Wendy insiste: ya es hora de cruzar la frontera. Encontró sus papeles en el departamento de Key Biscayne, pero ni un solo dólar. Todo estaba revuelto, además. ¿Desde cuándo? Quién sabe. Vale más que no vuelvan a Miami. Ella tiene un dinero, por lo pronto. Pueden tomar un Greyhound a Los Angeles, pasarse a Canadá, buscar algún pueblito donde a nadie le quepa en la cabeza buscarlos. ¿Le importa si antes de eso hacen una pequeña escala en la cárcel de Gatesville, donde está su mamá en el corredor de la muerte? Querría despedirse, cuando menos. Segismundo la mira de hito en hito, hasta soltar una risilla amarga que le da algún consuelo. Como siempre que deja un tiempo de verla, vuelve a decirse que bien podría ser hija de Jamie Lee Curtis. La melena, los ojos, la sonrisa. Mucha mujer para un sacaborrachos culpabe de tres homicidios en defensa propia y uno por abandono.

     Al momento de cruzar la frontera, Segismundo Andersón alberga la esperanza de ver su foto en la oficina de inmigración. Mirarse detenido, esposado, deportado, preso en alguna celda llena de cucarachas. Aún así, experimenta alguna piedad por su salvadora. Se dice que a la pobre le ha tocado vivir entre criminales. Se siente bien por ella, más que por él, cuando el oficial les franquea el paso. U.S. citizen, ha dicho, presa de una asquerosa comezón en la conciencia. Dos cuadras adelante, se desmaya en los brazos de Wendy West.

     Cuando despierte se lo contará todo. Y ella lo abrazará, llena de gracia.

Mañana en FLOR DE LOTTO: XXXII. Epílogo y oasis.

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17 de septiembre de 2008
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Leyes propias del orden simbólico

Los personajes de la Recherche no sólo obedecen a unas leyes propias del orden simbólico (pues tampoco escapa a éstas ningún ser humano) sino que son fruto exclusivo de las mismas, son en el sentido más riguroso del término, literarios. ¿Cuáles son esas leyes? El Narrador no las enumera, simplemente las aplica. Y si como resultado de esta operación surgen figuras ideales en las que nos reconocemos, si el libro nos permite leer en nosotros mismos, ello no se debe a una eventual intersección entre la posición social o las peripecias afectivas o de salud de tal o tal personaje y nosotros mismos. Tal intersección en realidad es muy poco probable pues el Narrador nos presenta un universo en gran parte desaparecido; ni las jeunes filles en fleur de Balbec tienen mucho que ver con las muchachas que pueblan nuestras calles, ni hay en nuestro entorno figuras como Basin Guermantes o Madame de Stermaria; tampoco es probable que en la ciudad en la que vive el lector de la Recherche haya un lugar como esa "isla del lago del bosque" en el que se encuentra un albergue para que el Narrador -en una cita a la que sólo él acude- pueda comportarse como si la citada Madame de Stermaria compartiera efectivamente con él la cena y la botella de vino del Loira.

Nada de esto ocurre en nuestras vidas ni puñetera falta hace que ocurra. Lo que hace que la Recherhe sea ocasión de leer en nosotros mismos, es el hecho de que también nosotros somos en realidad hijos de la literatura, hijos de todos esos recursos del lenguaje que el Narrador explora y estudia a fin de fertilizarlos, y que tenemos nostalgia del tiempo en el que tal matriz era efectivamente reconocida como nuestra principal patria.

Decía antes que la tarea del Narrador no consiste en enumerar y consignar los instrumentos de los que el lenguaje dispone para tender una suerte de telaraña sobre el mundo, sino en operar con ellos, en mostrar en acto su portentosa fertilidad. La literatura crea en el lector ingenuo un sentimiento de vida paralela. Pero desde esta perspectiva, en base a la asunción de que la maraña del lenguaje es ya indisociable de todos y cada uno de nuestros lazos con el mundo, tal vida paralela es como una imagen especular de una realidad que quizás habíamos perdido de vista y que coincide con la nuestra.

La fuerza de este libro, como de todos aquellos a él comparables, consiste en última instancia en retrotraernos a ese momento en las cosas se descubrieron para nosotros mediante el tremendo procedimiento de reconocerlas a través de su nombre y de los intrincados lazos que este nombre mantiene con todos los otros nombres.

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17 de septiembre de 2008
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Mis páginas preferidas

/upload/fotos/blogs_entradas/mis_pginas_preferidas_med.jpgRamón Menéndez Pidal

Editorial Gredos

Madrid

Quisiera creer que son innumerables los lectores del ámbito de la lengua española que consideran necesario asomarse de cuando en cuando a aquello que nos constituye. Pocos o muchos, a ellos va dirigido el relanzamiento que está llevando a cabo la Nueva Biblioteca Románica Hispánica, dirigida por Francisco Rico, y que se quiere heredera de aquella colección del mismo nombre fundada en 1950 por Dámaso Alonso y que él mismo dirigió.

Para esta reaparición al amparo de Editorial Gredos se han elegido cuatro títulos que, cada uno a su manera, sirvieron en su día para cimentar el inmenso prestigio de la colección. El primero es Poesía española, de Dámaso Alonso, un libro publicado en 1948 y que se había convertido en una rareza. Sus estudios sobre Garcilaso, Fray Luis de León, Quevedo,  Juan de la Cruz, Góngora o Lope de Vega son auténticos clásicos.  El Diccionario de términos filológicos, de Fernando Lázaro Carreter, y la Historia de la lengua española de Rafael Lapesa continúan siendo dos herramientas filológicas de primer orden.

El cuarto título seleccionado, sin duda alguna mi favorito, es Mis páginas preferidas, de Ramón Menéndez Pidal. Para la presente edición se ha conservado una nota preliminar en la que casi se puede escuchar a don Ramón refunfuñar por el hecho de que le obliguen a elegir unas -y por ende silenciar otras- de sus obras. Pero eligió, pese a todo, y dentro de su interés por los temas literarios se decantó por dos de sus temas favoritos, la poesía épica y el romancero, que tantos frutos le reportaron. Completan esa sección un estudio sobre el estilo de Santa Teresa y otro sobre El Quijote. Pese a que el título de la segunda parte pueda resultar algo preocupante, Temas lingüísticos e históricos, únicamente el primero de los cuatro estudios que incluye, llamado "Algo sobre el lenguaje", puede considerarse sólo apto para estudiosos. En los otros tres, "Páginas de historia antigua", "Páginas sobre la España imperial" y "Las dos Españas", se pone de manifiesto una característica de Ramón Menéndez Pidal que le distingue sobremanera de sus colegas. Y me refiero a la calidad de su prosa.

Si un estudioso que lo sabe todo sobre lo suyo encima posee una prosa de excepción, el resultado (el libro) es un milagro. A mí no me cabe duda de que, en lo referente a la prosa,  la obra cumbre de  Menéndez Pidal es La España del Cid, e invito a lector curioso a que lo hojee sin un propósito definido. Si tiene la suerte que le salgan al paso fragmentos como la descripción de cómo viajaba un caballero armado, o si puede seguirle la pista en sus peripecias al cinturón de la sultana (ya descrito en Las mil y una noches) el lector tendrá ocasión de comprobar por qué es posible hablar con tanto entusiasmo de la escritura de Menéndez Pidal. En las páginas escogidas, y salvo el ya mencionado estudio sobre el lenguaje, tanto en los trabajos sobre "España romana" como en las relaciones de "España con Sicilia" la lectura es una verdadera delicia. En cuanto a "Las dos Españas", un tema desgarrador para la generación del 98, la prosa no es amena, pero en cambio destila pasión  y lamento, pues ya parecía vislumbrar la que estaban tramando unos y otros en vísperas de 1936.

A los cuatro primeros lanzamientos ya se ha unido otro, en la persona de Marcelino Menéndez Pelayo. Su monumental  Orígenes de la novela (dos tomos de casi 800 páginas cada uno) se publicó entre 1905 y 1915. Desde entonces sólo se había reeditado una sola vez, entre 1940 y 1959, dentro de las obras completas publicadas por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas en 65 volúmenes. Pero ya está. Se acabó la penuria. Aunque, por si acaso, el lector avisado hará bien en ir acopiando los siguientes títulos que Gredos vaya dando a luz. Da lo mismo si no los lee ahora. Antes o después acabará visitándolos porque, como decía al principio, atesoran lo que nos constituye.

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17 de septiembre de 2008
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"Victoria", la telenovela

Una diferencia en el poder de los sexos no siempre reconocida en su trascendencia verdadera es aquella que procede de la vulnerabilidad femenina con el paso de la edad. Los hombres padecen, cómo no, su correspondiente minusvalor pero la pérdida en la mujer resulta casi patética. Ciertamente, la atracción física en las mujeres les reportó en la juventud cuantiosos beneficios, incomparablemente superiores a los que logra el hombre, pero después, en la época en que ahora me fijo, la diferencia es cruel.

En TV1, la cadena principal de la televisión pública española, se pasa actualmente una serie, Victoria, que a muchos telespectadores nos mantiene fascinados a la hora de la sobremesa. Victoria, el personaje principal, va a cumplir 50 años y,  en ese trance, el marido, otro cincuentón, acaba de enrollarse con una vistosa colega del bufete, 20 años más joven. En estos momentos de la serie nos hallamos en vísperas de que estrenen un apartamento que él ha adquirido sin reparar en gastos. En los meses anteriores han ocupado el piso de la amante decorado con reproducciones de cuadros de Kandinski a escala 3:1 y tanto por esta asfixia pictórica como por la bajísima altura de la cama, Enrique que posee una considerable fortuna, decide la mudanza.

Despechada, Victoria que se quedaba a cargo de los tres hijos, empieza sin embargo a ser cortejada por un periodista de treinta y tantos años que para más acicate ha denunciado algunos turbios negocios del marido. En la casa burguesa de Victoria, la pánfila hija mayor debe casarse embarazada en unas semanas, el segundo hijo vive locamente enamorado de Camila, la amiga íntima de Victoria, de la que le separa una diferencia de dos décadas. Y la incontrolable hija menor, fascinada por el granuja del hijo de su psicóloga, otra buena amiga de su madre, se ve abocada al alcohol, la mentira sin freno y las drogas para soportar los desplantes de su enamorado. No hay pues pareja sin conflicto grave, no hay conflicto sin clara desproporción de poderes. En todas estas relaciones que tanto nos interesan a los fieles telespectadores de Victoria el motor de su desarrollo las conduce al accidente seguro mientras la misma velocidad de la pasión presagia el delirio que viven. ¿Es verosímil que los mismos protagonistas no puedan verlo? Lo saben, lo intuyen, lo verbalizan, conocen la inminencia del fracaso, pero ninguno quiere verlo. La visión es el sentido supremo de nuestra acción, la imagen de lo que es o lo que somos representa la mágica estampa de nuestro arbitrario destino, antes, entonces y después de su plasmación.

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17 de septiembre de 2008
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El voto por adelantado

Una de las características particulares de estas elecciones presidenciales será el voto por adelantado o el voto previo a la fecha del 4 de noviembre. Se trata de una tendencia nacional estadounidense que va en aumento.

En las elecciones de 2004, un 20% votó de ese modo y este año se espera que comprenda hasta una tercera parte de todo el electorado. Si resulta ser cierta la cifra, será enorme el número de votantes y ya lo van transformando todo.

El primer estado en abrir sus urnas será el de Iowa, el 23 de septiembre, seguido por Ohio, uno de los estados aún indecisos, que las abre el 30 del mismo mes. Le siguen 28 estados.

Así, como se trata, pues, de convencer a gente que ya pronto comienza a votar y a otros que irán a votar mientras los dos candidatos continúan haciendo campaña, el voto adelantado ha ido transformando las estrategias de Obama y de McCain, además de que los obliga a utilizar sus presupuestos de modo diferente.

/upload/fotos/blogs_entradas/el_apoyo_hispano_med.jpgPrimeramente, se altera la estrategia de los importantísimos anuncios por televisión. La selección del lugar y de las fechas en las que se transmiten se hace ahora muy en función de los estados en los que existe el voto por adelantado. Por ejemplo, los estados de Florida, Colorado, Nevada, Nuevo México, en pugna los cuatro por ambas campañas, ya han sido inundados por la publicidad televisiva pues permiten el voto por adelantado. En ellos, reside un gran número de hispanos que aunque, en su mayoría, favorece a Obama una parte podría convencerse de que el mejor candidato es McCain, orientando el estado entero hacia el Partido Republicano. Florida es, en términos de población, el más importante de los cuatro y en él ya un millón de votantes han pedido sus papeletas por adelantado.

Segundo, ahora el presupuesto de las campañas se concentrará -y se dispersará- en asegurarse de que los votantes que vayan a las urnas en estas semanas voten por su candidato. Normalmente, la movilización de los votantes comenzaba siempre en los alrededores del último fin de semana antes de las elecciones del 4 de noviembre. Para estas elecciones ya comenzó y las campañas utilizan modelos computarizados en los que observan las tendencias de voto anteriores por sectores junto a datos demográficos y de consumición para intentar adivinar quién votará por adelantado y por qué candidato.

Tercero, cambia el programa de las visitas de los candidatos a los estados. Ya lo mencionamos en un post anterior, después de haber inundado de anuncios televisivos los estados de Colorado, Nevada y Nuevo México, Obama se encuentra en ellos esta semana haciendo campaña, para asegurarse del favor de los hispanos y de las mujeres.

El estado de Colorado, por ejemplo, se encuentra en la mira del Partido Demócrata este año. Fue allí que organizó su reciente congreso y ya, hecho alentador, en 2006 fue elegido un senador Demócrata e hispano. Ahora, con el aumento de la población hispana, esperan que Obama gane el estado. Pero, la campaña de McCain piensa que, como Bush en 2004, también, puede ganarlo y, en días anteriores, envió a Palin a Colorado en búsqueda de más o menos el mismo voto femenino e hispano.   

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17 de septiembre de 2008
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Volver a Absalón

Me encontré a un amigo en la calle, estaba terminando la última novela de Paul Auster, Un hombre en la oscuridad. Por hacerme el simpático, uno tiene esos defectos, le dije "¡Hombre!, leyendo a Auster, como todo el mundo". No me entendió -tampoco somos exactamente amigos, ni tampoco los amigos me entienden, ni yo les entiendo, muchas veces, ¡por eso somos amigos!- y creyó que criticaba su previsible lectura. /upload/fotos/blogs_entradas/absaln_absaln_med.jpgMe gusta Auster, y me gusta mucho este último Auster. Casi se disculpó y me preguntó, "¿y tú qué estás leyendo". Estoy leyendo Absalón, Absalón. "Ah bueno, yo lo leí hace casi 30 años. Y me marcó. No creo que pueda volver a ese libro". Yo también presumí de mi lectura de "Absalón" cuando tuve poco más de 20 años. Tuve la rareza de engancharme a Faulkner. A su mejor novela, que sigue siendo "Absalón" y a las otras obras maestras, dolientes, complicadas, fáciles, pequeñas y grandes que es toda su obra. Yo fui lector, con perdón, de Faulkner. Lo sigo siendo, me sigue sorprendiendo y sigo pensando que cada vez que lo leo es diferente. Quizá sea yo el distinto, el diferente.

Ahora en esta nueva traducción de Miguel Martínez- Lage, esta nueva manera de acercarse a Faulkner, después de tener presentes los regresos al escritor, las vueltas a sus regiones que hicieron algunos de los nuestros: Benet, Onetti, Marías, Manuel de Lope o Muñoz Molina, dice su traductor que la melodía Faulkner se interpreta mucho mejor.

Es posible que esté fuera del mercado, pero está en lo más verdadero de la literatura.

Nadie dijo que fuera fácil. Nuestro empeño por comprender, por comprendernos, es tan complejo y enredado como un relato de Faulkner.

El pasado y el presente, lo bíblico y lo irónico, el mundo, la vida, los rencores, el orgullo, la envidia y muchas copas. Lo escribió en Hollywood, rodeado de deudas, trabajando para Howard Hawks, soportando sus desgracias, escribiendo sin parar y bebiendo de la misma manera. Consiguió hacer una novela intemporal, una historia de Yoknapatawpha donde todos podemos encontrarnos. Y perdernos. Gracias a los de "la otra orilla", a los de Norma, porque han permitido que vuelva a esta región donde la literatura y la vida se cruzan. Me confunden y me emocionan.

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17 de septiembre de 2008
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Matar a un ruiseñor

/upload/fotos/blogs_entradas/matar_a_un_ruiseor_1_med.jpgPor fin se ha vuelto a editar Matar a un ruiseñor (Zeta Bolsillo), una novela que no encontraba por ningún lado desde hace mucho tiempo. La escribió Harper Lee, una mujer que habría pasado desapercibida de no habernos entregado esta hermosa historia sobre un abogado, de nombre Atticus, y sus dos hijos en un pueblo sureño de Estados Unidos durante los años treinta. La narradora es la niña Jean Louise Finch (Scout) y cuenta cómo su padre venciendo los fuertes prejuicios raciales que dominaban su comunidad decide defender ante los tribunales a un hombre negro acusado de violar a una mujer blanca mientras ella, su hermano y un amigo crean su propio mundo y sus propios misterios.

Pero ésta es sólo la historia, lo que de verdad importa es la manera en que Harper Lee crea el sofoco de aquel verano, crea a sus entrañables personajes y logra crear la realidad que estos personajes creen que viven. Uno siente que entra en un mundo ajeno y que si se queda a vivir ahí algún tiempo podría empezar a pensar y sentir como esa gente.

La novela se llevó un merecido premio Pulitzer en 1961, y quien no la haya leído quizá sí haya visto la versión cinematográfica que hizo Robert Mulligan un año después. Recordarán a Gregory Peck dando vida a Atticus, papel que le valió un también merecido Oscar.

A Harper Lee (retirada voluntaria y discretamente de la fama) a veces también se la recuerda por ser amiga del nada discreto Truman Capote y por ser la escritora que le acompañó en sus investigaciones en Holcomb, el pueblo de Kansas en que ocurrió el asesinato de la familia Clutter que dio lugar a otra de las novelas que marcaron el siglo XX, A sangre fría.

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17 de septiembre de 2008
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Luz de ausencia

/upload/fotos/blogs_entradas/noche_de_los_lpices_med.bmpAyer, cuando se cumplían treinta y dos años de la Noche de los Lápices -el operativo militar que secuestró, para torturar y finalmente matar, a  estudiantes secundarios que habían tenido la osadía de reclamar transportes más baratos para sus compañeros-, tuvo lugar un homenaje concurrente: el que el Instituto de Cine argentino (INCAA) y su escuela (ENERC) rindieron a aquellos estudiantes suyos que fueron detenidos y desaparecidos durante la dictadura.

En algunos tramos la ceremonia sonó a reparación histórica. Entregar diplomas de egresados a los hoy adultos Alcides Chiesa y Carlos Martínez, que no pudieron recogerlos en su momento ya que se vieron forzados a emigrar para preservar sus vidas, funcionó como un gesto de justicia poética. Yo creo, sin embargo, que el mejor homenaje fue uno inadvertido, que tuvo lugar justo antes y después de la ceremonia: el que rindió la pantalla vacía del salón de actos, ese rectángulo de blancura hiriente, al hablar en silencio de las imágenes que el estudiante desaparecido Mario Montaner nunca pudo filmar, de las películas que nunca llegaron a ser, de las obras magistrales que nunca conoceremos porque fueron abortadas en el vientre mismo por obra de la más pura sinrazón.

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17 de septiembre de 2008
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El error de Miguel Ángel

Detalle de la Capilla Sixtina Rafael Argullol: Esa noticia presentada en el principal periódico de la lengua española, a doble página, es una noticia que no sólo puede deprimir a mucha gente que se considera vieja, sino que altera en un tanto por ciento elevadísimo todo lo que es nuestra cultura, nuestra herencia, nuestra idea de que en la vejez se compensaba a través de la serenidad y el equilibrio las pasiones un poco caóticas de la adolescencia o pubertad.

 

Delfín Agudelo: Lo primero que se me viene a la cabeza, tomando la idea de la vejez como sabiduría y experiencia, es en las representaciones clásica de Dios en la pintura, que siempre aparece como un hombre viejo. Ya no estaríamos frente a un Dios que denota sabiduría, sino frente a un Dios que evidencia su enfermedad.

R.A.: Es una estupidez. A partir de ahí, si tú miras en la Capilla Sixtina que Miguel Ángel pintó al Padre creando al primer hombre, lo que hay allí es un enfermo terminal que está creando al primer hombre. Lo que hubiera tenido que poner es un putto, un angelito pequeñito creando al primer hombre. Esta noticia planteada de manera central llama la atención porque es plenamente subversiva, más que cualquier grupo guerrillero, porque desarticula absolutamente todo lo que es nuestra herencia. Sin embargo, encaja bien con uno de los aspectos más cuidados del híper-capitalismo nuestro actual, que es el hecho de que la producción masiva sobre todo se realiza dirigida al consumidor más joven. No porque al capitalismo le importe que uno sea joven, sino porque el más joven es el que tiene más años por delante para consumir. Uno de los productos que se ha vendido mejor en el último medio siglo es precisamente el hecho de que la juventud es un valor en sí mismo. No es una etapa de la vida, sino que es un valor per se. Eso probablemente se puso en marcha de manera generalizada en los años sesenta, no antes; a partir de entonces, en cierto modo, hay un status de ser joven que es imprescindible y si no se es joven, aparentar ser joven. Recuerdo que la primera vez que estuve en Estados Unidos y vi cómo se vestía la gente en la Florida, que entonces se denominaba informal. Eran los años ochenta, y con la óptica europea, me pareció que todos los viejos iban vestido de payasos. Pero es el modelo que se ha generado universalmente, y eso ya sucede por todos lados. Es decir, lo que se intenta es, independientemente la edad que tenga la persona, la apariencia de juventud como valor. Si al viejo lo vistes de púber, como sucede en la actualidad, ya no es de extrañar que finalmente la envoltura crea el contenido. Si finalmente vistes de púber, finalmente consigues que el viejo sea púber. Por tanto, lo que sucede es que si el viejo parece un viejo, está enfermo. Es en ese sentido que la ciencia -o la información científica-sanciona.

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17 de septiembre de 2008
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Flor de Lotto / XXX

XXX. ¿Te importa si respiro? 

Las soluciones fáciles difícilmente alcanzan para más que relajar los nervios de quien las ingenia. No poca cosa, en fin, cuando ni con los ojos bien abiertos consigue uno librarse de los gritos de aquellos a quienes hace poco despachó hacia el infierno. Son las seis de la tarde en la carretera San Luis-Matehuala y ninguna estación de radio informa de los muertos del día anterior. Por un momento Segismundo vuelve a cerrar los párpados y alberga la fugaz ilusión de que todo ese horror sólo ha sido un mal sueño.

     -Nunca he matado a nadie -murmura en voz bien baja, pero ya Carolina lo ha escuchado y le dedica una mueca de sorna.

     -Nunca habías, Corazón -corrige Carolina desde el volante del Land Rover que ambos robaron en Querétaro, en reemplazo del Mustang que traían desde Tecamachalco-. Bienvenido al selecto club de los chacales.

     -¿No sientes nada... tú? -Segismundo no acaba de saber si se refiere al tema de la mala conciencia o piensa en sentimientos más elaborados. En todo caso se pregunta si ella es aún capaz de sentir cualquier cosa.

     -Siento algo de calor, aunque no sé si sea cosa mía. ¿Por qué no enciendes el aire acondicionado?

     -No te entiendo -intenta provocarla Segismundo-. En realidad no sé quién seas, ni qué busques... ni qué esperas de mí.

     Silencio. ¿Será que a esta mujer no le pega cuando menos el miedo, ya que el remordimiento y la ternura están lejos de ser su negocio? ¿Tendría que querer o buscar cualquier cosa que no fuera evitar pagar las consecuencias de la noche anterior? Nuestro héroe baja ya por la pendiente de la desilusión y no tiene intenciones de llegar más abajo. A diferencia de ella, siente frío, pero ya se lo quita con un par de recuerdos querendones. Como siempre que cae en el vacío pasional hacia el que ahora mismo se precipita, recobra la entereza dibujando en el aire el nombre de otro amor imposible. ¿Era imposible Wendy, ahora que lo piensa? Imposible sería, para el caso, salvarse en compañía de Carolina, cuya mayor destreza parece consistir en reemplazar los agujeros con despeñaderos. ¿Le habría ido mejor en compañía del Fidel colombiano? Lo más probable es que se muera sin saberlo. ¿Qué es, pues, lo que sí sabe? Una cosa nomás: si estuviera a su lado, Wendy no dudaría en rescatarlo.

     Sharon Eileen Westinghouse, conocida también como Wendy West. Nacida veintiséis años atrás en Shreveport, Louisiana, hija única de un pastor evangelista que vivió catorce años eludiendo el olfato del FBI por una larga cadena de estafas, y una administradora luterana condenada a la pena capital desde diciembre de 1991 por el asesinato de dos policías en Austin, Texas, más el de su marido estafador en Gonzales, Louisiana. De enero de 2003 a septiembre de 2007, trabajó como stripper en el club Cheetah III de Atlanta, Georgia, a cuyo dueño debe su nombre de batalla. Más tarde se integró al equipo de call girls ambulantes que hasta hace unas semanas se movía en la camioneta conducida por Segismundo Andersón, hasta ahora su único novio conocido.

     -Hello, Wendy? -luego de meditarlo por un par de horas, Segismundo aprovecha que Carolina lo ha dejado solo para entrar en el baño de una gasolinera a la salida de Saltillo, Coahuila: cruza la calle, compra una tarjeta telefónica y se esconde tras una cabina, con la cara cubierta por el auricular y un sombrero de palma sucio y roto que levantó del piso. Le ha vuelto el alma al cuerpo cuando escuchó del otro lado del cable a la única mujer que estaría dispuesta a tomar un avión y llevarlo de vuelta a Florida, de donde nunca habría querido salir.

     Una vez que termina de conversar con la que, ahora lo piensa, podría muy bien ser la mujer de su vida, Segismundo toma aire y da unos cuantos pasos en reversa. Contra lo que temió cuando tomó la decisión de escapársele, Carolina regresa al Land Rover alzando apenas la mirada para buscarlo. Espera dos minutos, prende el motor y arranca. A Segismundo se le ha helado la sangre no bien lo vio inclinarse hacia la guantera, seguramente para hacerse con la única mercancía allí guardada, que es una .38 con una sola bala en el revólver. Tanta es su paranoia intempestiva que se acerca al primer policía que ve y le pregunta dónde puede tomar un autobús para Nuevo Laredo.

     ¿Otra solución fácil?, se pregunta, pero no se molesta en responderse. Le basta con no ver un muerto más; esa mera esperanza lo inunda de optimismo. Si todo sale bien, Wendy estará esperándolo mañana en la mañana.

Mañana en FLOR DE LOTTO: XXXI. A Fish Called Wendy.

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16 de septiembre de 2008
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