Me tocaba hablar para los alumnos que habían terminado los másters en Comunicación y Cultura que organizan la editorial Santillana y la Universidad de Salamanca. No dudé en decir que lo haría encantado porque se trataba de ir a Salamanca. Me gusta escaparme a esa ciudad de queridas piedras, de queridas cosas. Resultó que habían decidido, a petición de los alumnos, cambiar la entrega de diplomas a Madrid. Me deben una escapada a Salamanca. Hablábamos del futuro de la edición, de la cultura en Televisión y de los futuros gestores culturales. No había que ser apocalípticos.
Mejor seguir siendo un poco ingenuos, mantener dosis de optimismo, olvidar algunas realidades, algunos datos y algunas personas.
Había, eso sí, dar ciertas pistas partiendo de nuestra propia experiencia. Más allá de algunas historietas, de algunas anécdotas, me pareció que lo más eficaz era recomendar dos libros. Dos libros como dos catecismos para moverse por ese complejo mundo de lo cultural y alrededores.
Uno de mis libros de cabecera. Los aforismos de Lichtenberg, editado por Fondo de Cultura Económica, con edición coordinada por Juan Villoro. Lichtenberg, ese pensador, lector, escritor y letraherido que pidió que "los jardines deberían ser universidades y los árboles libros". No lo consiguió, todavía quedan muchos árboles que nos impiden leer algunos libros. Y hay más jardines que universidades. Es lo que tienen las utopías. Recordé algunos otros aforismos sobre escritores y libros. Uno: "El único defecto de los escritores realmente buenos es que casi siempre ocasionan que haya muchos malos o regulares". O este otro: "Aquello tuvo el efecto que por los general tienen los buenos libros. Hizo más tontos a los tontos, más listos a los listos y los miles restantes quedaron ilesos".
El otro libro lo acabo de leer. Una joya divertida e inteligente. Uno de esos libros contra la pesadez, la pedantería y el peso excesivo, el prestigio postizo que tiene el leer o no leer. Ante aquellos que aseguran haber leído ocho veces En busca del tiempo perdido está la legión que confiesa no haberlo leído. Un libro contra el prestigio de la lectura y con los trucos necesarios para moverse entre lectores y no parecer iletrado. Se llama Cómo hablar de los libros que no se han leído, del profesor Pierre Bayard y publicado en Anagrama. Divertido recorrido por algunas reivindicaciones de no lectura. De Musil y su bibliotecario de El hombre sin atributos, a los olvidos lectores de Montaigne. De los hojeos rápidos de Valéry a los seis minutos que había que dedicar a cada libro según Oscar Wilde. El mismo que decía: "Jamás leo libros que debo criticar, para no recibir su influencia".
No creo que les fuera de mucha utilidad lo que intenté comunicar a esos futuros intermediarios entre nosotros y nuestros libros pero, eso sí, lo dije con la sinceridad de un buen lector de catálogos.

(‘La idea era que el film partiese de un agujero negro', dice el fotógrafo Gordon Willis en el único documental nuevo que vale la pena en esta edición, una crónica del proceso de restauración llamada Rescate emulsional.) No presumiré de haber comparado imagen y sonido con los de ediciones anteriores, pero aunque más no sea por puro efecto psicológico, diría que es verdad que la fotografía de Gordon Willis se luce mucho más, en especial en los rojos y amarillos de las secuencias más ‘de época', como la de Michael (Al Pacino) y Kay (Diana Keaton) saliendo del cine o la de Tom Hagen (Robert Duvall) arribando a los Woltz Studios. Lo único indiscutible es lo siguiente: seguiré comprando ediciones de la saga con cualquier excusa, porque toda razón que lleve a revisitarla será una buena razón.



Uno de estos casos fue la formación de una compañía fantasma, con gente del círculo de Ortega como verdaderos dueños, organizada para explotar plantas térmicas de producción de energía eléctrica, que sería vendida al estado a precios sobrevalorados. El otro, el chantaje ejercido, también por gente del círculo de Ortega, sobre empresarios de una compañía de desarrollo turístico en las playas del Pacífico, para obligarlos a darles una tajada en el negocio, un chanchullo que Chamorro expuso con grabaciones de las conversaciones entre los implicados.



Estados Unidos Arturo Villarreal Albarrán conocido como "El Nalgón" como presunto asesino. Sin embargo, el semanario Zeta sostiene que quedan por ejecutarse las órdenes de aprehensión contra los responsables máximos del crimen: Heriberto Lazcano "El Lazca", Jorge Briceño "El Cholo" y el magnate político mexicano Jorge Hank Rhon, candidato al gobierno del estado de Baja California en 2007. Ortiz Franco había publicado un reportaje en donde denunciaba la venta de carnés de policía a narcotraficantes. 