Vicente Verdú
"¡Correr para esquivar el viento! ¿Ha escuchado eso, señor Jukes? ¡Imposible imaginar algo más loco!…", escribe Conrad. El viento sopla especialmente fuerte sobre nuestros íntimos deseos. Quien no percibe que la inteligencia de su fuerza se manifiesta dentro de sí, se convierte en un espíritu varado y no hay modo más eficaz de vararse que tratar de esquivar esa luminosa potencia y convertir, como efecto, la existencia en un delirio o extravío.
Una vida fuera de la íntima dirección del viento, una dedicación extraña al impulso de la vocación nos mata. No hacer lo que gusta hacer por descabellado que parezca nos ahorca pronto. No obedecer la orientación profesional sobre la que el viento sopla es perder el esplendor de las velas tendidas, la felicidad en expansión.
Todos los padres -y no son pocos- que inducen, en fin, a sus hijos para que sigan carrera conveniente y esquiven las tempestades del oficio que elige su viento, los condenan a la muerte por demencia y estancamiento. Al estancamiento por la patología interior. A la inanidad por defecto de expandirse con el viento.