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La deconstrucción europea

Por 6 de octubre de 2008 Sin comentarios

Lluís Bassets

Hablamos de crisis económica y financiera, pero la realidad es que se trata, también e incluso ante todo, de una pavorosa crisis política. En Washington es evidente el vacío político, una falta de liderazgo y de ideas que afecta principalmente al presidente Bush en sus últimos días en la Casa Blanca, pero que tiene también una expresión muy plástica en la incapacidad demostrada hasta ahora por los dos candidatos presidenciales para realizar un auténtico debate sobre la resolución del terremoto hipotecario. La tendencia a debatir sobre cualquier cosa menos las que interesan a los ciudadanos es escandalosa: antes de que empezaran los últimos movimientos sísmicos se discutía sobre las capacidades de la señora Palin, armada de su pintalabios, para convertirse en presidenta algún día; ahora se trata de urgar en el pasado de Obama para encontrar relaciones poco recomendables. Pero donde la crisis política es más seria, estructural incluso, es en Europa, donde nos enfrentamos al horizonte de una auténtico retroceso en los avances conseguidos con grandes dificultades en los últimos 20 años.

La Unión Europea es una respuesta ante la globalización. Si la globalización se convierte en ingobernable y empieza a hacer aguas, no es extraño que también suceda con la respuesta que han buscado los países europeos como alternativa. Sobre todo cuando los Estados europeos han decidido a lo largo de los años ceder una parte de su soberanía pero mantener en cambio el núcleo duro vinculado al poder político. Mucho me temo que ahora vamos a pagar, y de forma muy amarga, la factura por la falta de voluntad política y la ausencia de liderazgos europeos. El peligro puede alcanzar a la propia existencia del Mercado Único europeo, un objetivo que se fijó hace más de 20 años, nada menos que en el momento en que se incorporaba España. Aquel programa significaba la implantación en todo el territorio de la UE de las cuatro libertades de circulación: de mercancías, personas, capitales y servicios. Entre Irlanda, Alemania y Dinamarca, esta semana hemos suspendido, esperemos que momentáneamente, una parte de estas libertades, las que afectan a los capitales y a los servicios financieros.

El problema es más de fondo, y por tanto más grave, en Europa que en Estados Unidos. Allí, finalmente, las autoridades monetarias y económicas tienen margen de maniobra y voluntad política para tomar la iniciativa y llenar el vacío político presidencial. En la Unión Europea, en cambio, hemos decidido entre unos y otros que preferíamos quedarnos sin margen de actuación política en caso de crisis. Tenemos un alto representante de la política exterior, con unas capacidades y unas competencias limitadas, pero suficiente margen de maniobra para acentuar su perfil y tomar iniciativas relevantes. Esta oportunidad ni siquiera existe en política económica, donde no tenemos un equivalente de un secretario del Tesoro europeo capaz de lanzar un plan de salvación bancaria y financiera. El Banco Central, que emite la moneda y decide la política monetaria, no actúa tampoco como ‘prestador de último recurso’, que es lo que hace la reserva federal y cualquier banco central de cada uno de los países europeos.

Podemos prepararnos. Si nadie lo impide y de momento no se atisba que alguien pueda adoptar la autoridad que nadie le ha dado, la deconstrucción europea está servida. Cada país se dedicará a salvar su propia crisis. De forma coordinada, advierten los líderes europeos. Sí, coordinados como los vecinos que se dedican cada uno de ellos a evitar que el fuego se propague en el edificio pero sin salir de su casa. En este caso, porque además hemos decidido que no queríamos actuar conjuntamente ni dar autoridad a nadie para que actúe en nombre de todos. Nicolas Sarkozy, con su gesticulación grandilocuente e ineficaz, nos proporciona el ejemplo más aleccionador. Su minicumbre de urgencia sólo habrá servido para constatar la impotencia y darnos permiso unos a otros para vulnerar las pocas reglas que rigen esta comunidad desquiciada. El Pacto de Estabilidad que permitió la creación del euro está suspendido; los Estados nacionales tienen permiso para hacer de su capa un sayo; la Comisión está desaparecida. Y no es extraño, cuando la globalización queda averiada todas las instituciones que han servido para organizarla también se agrietan. Vale para el Fondo Monetario Intenacional y vale para la Unión Europea.

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Lluís Bassets

Lluís Bassets (Barcelona 1950) es periodista y ha ejercido la mayor parte de su vida profesional en el diario El País. Trabajó también en periódicos barceloneses, como Tele/eXpres y Diario de Barcelona, y en el semanario en lengua catalana El Món, que fundó y dirigió. Ha sido corresponsal en París y Bruselas y director de la edición catalana de El País. Actualmente es director adjunto al cargo de las páginas de Opinión de la misma publicación. Escribe una columna semanal en las páginas de Internacional y diariamente en el blog que mantiene abierto en el portal digital elpais.com.  

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